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"La gestión de la pandemia en las residencias no fue culpa de una sola administración"

El director de investigación del diario digital infoLibre publica su primer libro, en el que hace una radiografía esclarecedora del drama que se vivió en estos centros durante la primera ola.

Archivado en: entrevistas, salud, Sanidad, coronavirus, residencias

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"Hay elementos de edadismo, de marginación a nuestros mayores"

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Francisco Quirós
23/4/2021 - 12:32

¿En qué momento consideras que esta historia se tiene que plasmar en un libro?

Por mi trabajo en infoLibre comencé a informar sobre un tema que era de actualidad en marzo, abril y mayo, que era el drama de las residencias, los fallecidos, la hecatombe que se produce entonces. Por el camino voy solicitando a las comunidades autónomas, a través del portal de transparencia, información sobre muchos temas, más allá de lo que es la pandemia, por ejemplo, cuántas inspecciones se han hecho en los últimos seis años, o cuántas sanciones han puesto a las residencias; quería intentar entender cómo funcionaba un sector en España que yo prácticamente desconocía porque siempre me he dedicado a la investigación más política. Me di cuenta de que tenía un volumen de información suficiente para explicar el sistema, por decirlo de alguna manera, es decir, con qué fallos habían llegado las residencias en la pandemia, qué cosas habían hecho mal más allá de la responsabilidad política y sobre todo qué fallos estructurales había, quiénes eran los dueños, quiénes estaban haciendo negocio, qué diferencias había entre una residencia y otra, cómo funciona la parte de control de administración.

Es mi primer libro, nunca me había interesado porque consideraba que no tenía nada que aportar. Aquí sí, el tema me parece tan humano y de tanta importancia que se conozca que ojalá sume un poco más a que haya debate.

 

Al ser el debut, ¿cómo ha sido esta experiencia?

Es un libro con dos registros diferentes, una parte con testimonios, más humana, que fue la parte más difícil de escribir porque estás hablando con personas que han perdido a un familiar en unas condiciones indignas y que, en la mayoría de los casos, no se han podido despedir de él; la otra parte es más lo que hago habitualmente en el periódico: mucha recopilación de datos, investigación de propiedad de empresas... Me costó menos, aparte de porque estoy más acostumbrado, porque los registros mercantiles son más fríos que los testimonios humanos. Pedí dos meses de licencia en el trabajo para poder hacerlo lo mejor posible. Lo que he intentado es que el 90% del libro sean datos, hechos constatables y que el capítulo final sea mi opinión, desde yo veo el mundo, por decirlo de alguna manera. Legítimamente alguien puede discrepar de esas soluciones que propongo, pero el objetivo era que en el resto, que son los hechos, estemos de acuerdo. Por ejemplo: de los ocho principales grupos de residencias, cuatro están en manos de fondos buitre. Eso es un dato. Luego alguien puede considerar que no hay mayor problema con ello o sí, eso ya es una opinión.

 

Para mí es fundamental hablar de las causas, que clasifico en cinco grandes grupos. Como ciudadano me desespera un poco ver que en el debate político que la culpa siempre la tiene el otro, además el 100%, no el 90%. Por desgracia en este tema la culpa es de los políticos, del Gobierno central y de las comunidades autónomas, de las empresas y también de cómo llegó el sistema residencial a la pandemia. Se desconoce que en las residencias son lugares con mucha precariedad, y eso hace que las gerocultoras, la mayoría son mujeres, a veces trabajan en dos residencias y llevan, sin saber, el virus de una parte a otra. El diseño de una residencia tiene elementos de transmisión permanente del virus, como que sean estancias compartidas. Toda esta información la tendrían que haber conocido las personas que tomaron las decisiones, creo que no la tuvieron en cuenta suficientemente.

 

Como con la Sanidad, las residencias llegaron a esta crisis con unas carencias que la propia pandemia desnudó. ¿Qué pieza se movió primero que llevara a que se cayera el engranaje?
Respecto a la primera ola de la pandemia que es básicamente lo que analizo en el libro, porque es cuando se produjeron las violaciones de derechos más graves, con más de 20.000 fallecimientos solo en ese periodo, datos oficiales, aunque yo creo que son muchos más, hay elementos que influyeron. Primero, la Atención Primaria vive de espaldas a las residencias, si un mayor vive en su domicilio y se pone malo, el médico va a su casa a visitarlo, a las residencias no van, dan por supuesto que habrá otros médicos y enfermeras. Esto es algo que vienen denunciando desde hace años las asociaciones de residentes. Segundo, la decisión lógica de cómo es la vida en las residencias habría sido crear centros solo para personas contagiadas, exactamente al contrario de lo que se hizo, que fue encerrar a todos en las residencias y que no salieran. Se salvaron aquellos centros donde no entró el virus, una vez que lo hacía, había serios problemas. Hubo alguna comunidad autónoma donde sí se hizo, no era una decisión universal pero ayudaba a limitar. Tercero, la falta de personal es evidente y, además, parte de él estuvo de baja, así que todo quedó diezmado. Luego, las decisiones políticas, especialmente en Madrid y Cataluña, que creo que fueron realmente catastróficas. No es castillo de naipes que se caiga a partir de una sola carta.

 

¿Crees que esta experiencia va a conllevar cambios?
Hay dos motivos por el que el sector de las residencias es muy atractivo para los grandes fondos: uno, la pirámide poblacional, somos una de las sociedades con mayor esperanza de vida; y dos, por fortuna tenemos una Ley de Dependencia que garantiza financiación pública para quienes tienen derecho a una asistencia, esto en España se ha traducido en financiación pública para empresas privadas porque no se construyen residencias públicas.

 

Me cuesta mucho hacer pronósticos, pero creo que hay lecciones que sí que se van a aprender, por ejemplo, se va a invertir más en dependencia. Hay puntos que se van a mejorar y otros que creo que son más complicados, porque las empresas tienen un poder enorme en este momento para imponer sus condiciones. Los debates hay que abrirlos, para mí lo fundamental es que se conozca la verdad sobre lo que ha pasado y respecto al presente y al futuro ver cómo se mejora este modelo, da igual quién gobierne, no es un debate de color político. Hay algunas diferencias entre las comunidades autónomas, pero el modelo, que no hay inspecciones ni régimen sancionador serio, el poder creciente de los fondos de inversión, la precariedad de los trabajadores del sector... Todo eso es un denominador común. El mal está ahí.

 

¿Hasta qué punto ha podido influir la división entre Gobierno central y autonomías?

Lo que ocurrió, por mucho que lo quieran disfrazar unos y otros, está muy claro. Las competencias siempre fueron de las comunidades autónomas, eso solo se cambia con el BOE, por lo que aquellos que gestionaron los protocolos y decidieron que las personas de residencias no fueran a hospitales fueron los gobiernos regionales. El Gobierno central tiene culpas por omisión. Ante el tamaño de la catástrofe tenía que haber adoptado más medidas y como había un estado de alarma podría haberlo hecho. No se consideró al mismo nivel la emergencia de los hospitales y la de las residencias. Lo que es inadmisible, y es tomar el pelo a los ciudadanos, es culpar en exclusiva a una administración. En España, y esto habla de la desidia que vivimos respecto a este tema, solo ha habido dos gobiernos regionales que han hecho un informe de lo ocurrido: Castilla y León y Navarra.

 

En el mejor de los casos, estamos hablando de solo 20.000 víctimas en la primera ola. ¿Por qué todo esto no ha causado un revuelo social acorde?
La primera ola, no solo por la cifra de víctimas, fue terrible, por cómo murieron muchas de esas personas, sin atención médica. Hay unos elementos estructurales de edadismo, de marginación a los mayores. Hay que afrontar esto seriamente, es como si la vida de los mayores valiera menos, pero vivimos en una sociedad que se proclamó del bienestar y debe de poder cuidar económicamente de nuestros mayores, no hacerlo es no respetarnos a nosotros mismos. Creo que hay unos elementos profundos que hay que cambiar. Si hubiesen sido niños, se habría dado una revolución. Un mayor puede tener menos años de vida por delante, pero sigue siendo una persona con los mismos derechos que un adulto o que un niño, y con su dignidad intacta. Es más, en muchos casos hay que tener en cuenta más a este sector, porque es más vulnerable y por lo tanto necesita más protección.

 

En esta investigación tan ardua, ¿ha habido algún dato o hecho que te haya impactado poderosamente?

Lo que más llama la atención son los testimonios, porque son muy dolorosos. Pero si hablamos de datos, los que más me llamaron la atención son los de inspecciones y sanciones. Por ejemplo, en Canarias hay dos sanciones firmes en seis años, en Extremadura cuatro en seis años, en Murcia seis en el mismo periodo... Es un sistema en el que no se sanciona porque apenas hay inspecciones. Los datos de sanciones dejan solo una alternativa: o las residencias son lugares perfectos, donde no ocurre ni el más mínimo problema, o la administración no mira ahí. Es imposible que en comunidades donde hay 200 residencias todas lo hayan hecho perfecto en todo momento. Ese dato me pareció demoledor. Por otro lado, también me impactó que en la mayoría de las residencias las habitaciones eran dobles. ¿Qué se nos ha pasado por la cabeza para que un mayor que vaya a una residencia tenga que compartir, por obligación, su vida con un extraño? A nadie nos gustaría. Es algo de la vida cotidiana, pero me pongo en ese lugar y me pregunto en qué momento pierdes tu derecho a la intimidad.

 

En el último año se ha repetido hasta la saciedad la idea de que saldríamos mejores de esta pandemia. A la espera de comprobarlo, sí que ha habido gente con una actitud poco humana en este ámbito.

Es evidente, hay políticos y empresarios que han tenido una actitud poco humana, lo llevan en su conciencia. En la medida en que haya infracciones legales, me gustaría que pagaran por ello. No sé si saldremos mejores, entiendo que se hagan esas frases, pero creo que hay una serie de elementos para que la sociedad y los políticos tomemos conciencia de que tenemos un problema muy serio y debemos mejorarlo. Es algo que le debemos a personas débiles y vulnerables. Sé que no va a ser sencillo, pero quiero creer que sí que se va a abrir ese debate. A lo mejor al principio cuesta mucho más, pero debe calar en la sociedad. En Madrid y Cataluña, que he puesto como ejemplos de catástrofes en la primera ola, se han firmado convenios en los que se incrementa sensiblemente lo que se paga por las plazas concertadas, que es necesario para que llegue a los trabajadores y se suba su sueldo. En Navarra se aprobó en diciembre un decreto foral que establece, entre otras cosas, un límite de 130 habitaciones para las nuevas residencias que se construyan y que el 80% de esas habitaciones sean individuales. Ojalá lo imiten en otras comunidades autónomas. Estos son síntomas de que algunas lecciones hemos aprendido. Empujemos en esa dirección. Seamos críticos y exigentes con lo que funciona mal, y cuando funciona bien, digásmolo para no caer en la desesperanza absoluta. Si cogemos distancia y nos quitamos de la lucha partidista se puede hacer ese análisis exhaustivo. La vida no es todo blanco o negro, hay grises.

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