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entrevista a Elkin Pantarroyo

"No puedo darme el lujo de morir sin terminar la vacuna"

En 1994 donó su patente contra la malaria a la OMS, que "la guardó en un cajón". Ahora su nueva fórmula ofrece una efectividad del 90 ó 95% en los experimentos. El fin de la enfermedad podría estar cerca.

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"Me ofrecieron producir la vacuna por 75 dólares cada dosis, les dije que no"

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gentedigital.es/Ana Vallina Bayón
05/11/2010 - 18:31

Su voz pausada, su mirada directa y la cercanía con la que se relaciona con colegas, mandatarios mundiales y periodistas trasmiten una imagen bien distinta del estereotipo de genio de la química que, sin duda, Manuel Elkin Patarroyo es. Premios como el Príncipe de Asturias o reconocimientos como los 26 doctores Honoris Causa que le han brindado universidades de todo el mundo avalan las credenciales de un científico cuyo bien más valioso, no obstante, es su humanidad.

Hace unos días, el célebre inmunólogo colombiano estuvo en España para anunciar que su batalla contra la malaria está más cerca de acabar con una enfermedad que se cobra la vida cada año de cerca de tres millones de personas en latitudes tropicales, en países subdesarrollados, siendo muchas de su víctimas niños. Su nueva vacuna ha mostrado una efectividad de entre el 90 y el 95% en los experimentos que desarrolla en una especie de monos del Amazonas, los micos, en el laboratorio de la Fundación Instituto Inmunológico de Colombia que dirige. El éxito está cerca. En otoño de 2011, Patarroyo comenzará los ensayos clínicos con personas. Algo que asegura le da auténtico "miedo" por la responsabilidad que entraña, pero que siente debe realizar como obligación moral.

SIN MULTINACIONALES
"No puedo darme el lujo de morirme sin terminar mi trabajo", afirma el inmunólogo que sigue fiel a su paradigma ético: "la ciencia tiene que estar al servicio de la humanidad". Por ello, y tras su gran desencuentro con la OMS, entre los planes de futuro de Manuel Patarroyo está la creación de un consorcio o patronato "con unos amigos adinerados", para construir en su Colombia natal la planta de producción de su patente, la única vacuna química de la historia, para así distribuir de forma gratuita esta herramienta de prevención de la malaria. Un modelo distinto. Un método diferente, que el científico sabe que le conllevará numerosos quebraderos de cabeza. "En mi presupuesto ya está el gasto psicológico", bromea afable sobre el proceso de pasar de miligramos a unas 25 toneladas el volumen de elaboración de la vacuna.

Y es que Patarroyo tampoco casa bien con los intereses económicos de las grandes farmacéuticas. "Tres multinacionales han contactado conmigo para producir nuestra vacuna, pero si a nosotros nos cuesta producir cada dosis 15 céntimos de dólar, ello fijaban en 75 dólares cada una", exclama mientras repite la cifra. Patarroyo aún se indigna cuando recuerda cómo una parte de la comunidad científica cuantificaba como un problema añadido la sobrepoblación que su vacuna podría entrañar en África, "entre niños que después se morirían de hambre, aseguraban algunos. Yo les respondía que entonces dejen de vacunar a los niños británicos". El discípulo de dos premios Nobel, consciente del valor de su trabajo, regresó a casa tras formarse, "a mitad de ninguna parte", como le dijo uno de sus mentores, ya que "debe haber una responsabilidad moral del investigador de ser recíproco con su tierra. Me molesta mucho que nuestros países den la materia prima a otros. Hay que seguir luchando, hay que seguir creando", afirma este hombre ejemplo de tenacidad.

APRENDER DEL FRACASO
"A mis alumnos siempre les enseño que fracasar es lo normal. Yo mismo he tenido siete años de fracasos continuados. Tuve que fabricar 38.000 moléculas para encontrar 50", narra así el periplo de su investigación en su Instituto en el que trabajan 80 expertos de su país y que funciona "gracias y no me cansaré de agradecer", señala, "a la financiación que llega desde España de la AECI y de la obra social de Caja Navarra". Un esfuerzo y constancia que deberán incrementarse en el futuro ya que el reto es ingente. En el mundo viven cerca de 2.700 millones de personas expuestos al mosquito que trasmite los parásitos de la malaria y además deberá hacer frente a los "interés económicos" y académicos alrededor de su patente. "Mi primera vacuna también chocó porque no habla inglés, sino español. Desgraciadamente la ciencia nunca ha pasado por las latitudes de nuestro idioma", reflexiona Patarroyo cuya nueva fórmula aspira a la ausencia total de parásitos de la malaria en la sangre.

Como conclusión, en el marco de la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid, donde ofreció su primicia tras presentarla en Barcelona, Patarroyo solicitó más fondos para investigación. "Es en tiempos de crisis cuando los países desarrollados más invierten".

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