Seguro que me toca a mí
Archivado en: Logomaquias, Biográficas
Pensé que nunca más tendría miedo de un sorteo militar.
Los adolescentes de mi quinta veíamos cómo se acercaba nuestro turno y, a pesar de que llevaban años diciéndonos que la mili desaparecería antes de que nos tocara a nosotros, nos daba bastante repelús ver el sorteo anual que libraba a algunos chicos y mandaba a Melilla a otros.
Cuando cumplimos los dieciocho, la mili aún coleaba. Pero sólo conozco a uno de mi quinta que acabó jurando bandera, pelando patatas y cumpliendo todo ese tipo de servicios patrióticos. Algunos, valientes y coherentes, se hicieron directamente insumisos, aunque ya no les alcanzó la oleada encarceladora de unos años atrás. Los demás pedían -pedíamos- prórrogas por estudios, simulaban asmas, suspiraban por los famosos y envidiados pies planos, presentaban certificados de miopías y recurrían mayoritariamente a la PSS (¿os acordáis?: la prestación social sustitutoria, un invento que en la mayoría de los casos era una pura tapadera para hacer chanchullos burocráticos; esos chanchullos se transmitían chistando por lo bajinis, de ahí las siglas: "PSS, oye, si te apuntas como voluntario en la federación soriana de ajedrez con patines, te dan los papeles en dos tardes"; y así se llenaron de voluntarios las federaciones sorianas y otras instituciones de similar pelaje).
Pues bien, cuando los de mi quinta pasamos definitivamente de quinta a marcha atrás, pensé que nunca más tendría miedo de un sorteo militar. Pero, por un acto de equilibrio cósmico, sospecho que ha llegado el día en que me tocará pagar por mi endeble PSS.
Leo que el ejército estadounidense "sortea un ataque pirata en Somalia".
Seguro que me toca a mí. Querrán montarme en una chipironera y dejarme flotando frente a Mogadiscio. Y a ver cómo me escaqueo esta vez, a ver cómo le explico al capitán del destructor USS Bainbridge que yo ya cumplí con lo mío, que una mañana de domingo estuve de nueve a doce de pie en un cruce, con un peto fosforescente y un banderín amarillo, cortando el tráfico durante una carrera de ciclistas cadetes. Y que esa mañana en el cruce se me hizo muy larga muy larga muy larga, y que no era una impresión subjetiva, sino que tengo un papel que acredita que en aquella mañana de pie en un cruce pasé 1.540 horas.
Publicado el 15 de abril de 2009 a las 10:45.