Anguita: viaje hasta el origen de la vida
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El geólogo Francisco Anguita abrió el ciclo de conferencias Haitzen hitza con un viaje a través del tiempo, en el que se remontó desde la época actual hasta los orígenes de la vida. "Podríamos pensar que la historia de la vida es sencilla, que surgió, se desarrolló y se fue haciendo más compleja. Pero el estudio del registro geológico, la historia de la vida grabada en las rocas, muestra que han ocurrido parones y retrocesos. La historia de la biosfera es en realidad una montaña rusa, con fases de diversificación y abundancia y fases de crisis y extinciones masivas". Anguita repasó los triunfos y las derrotas de la vida, en su camino de miles de millones de años.
El tiempo profundo
Charles Lyell, geólogo del siglo XIX, estudió fósiles cada vez más antiguos para rastrear la evolución de la vida. Y se topó con un muro: el límite K-T (el límite entre las eras sucesivas del Cretácico y el Terciario). Los fósiles de una capa rocosa eran completamente distintos de los fósiles de la capa anterior. Lyell no conseguía explicarse semejante transformación, y creyó erróneamente que le faltaban estratos de rocas, que se había perdido el registro de toda una época intermedia de evolución. Pero no faltaba nada: aunque él no lo supiera, acababa de toparse con la huella de una extinción masiva, la que hace 65 millones de años acabó con los dinosaurios y con la mayoría de las especies que habitaban nuestro planeta.
Otro de los fundadores de la geología moderna, James Hutton, aportó en el siglo XVIII uno de los grandes conceptos que han dado los geólogos a nuestra civilización: la idea del tiempo profundo. Un par de siglos antes, Shakespeare había escrito aquello de "el pobre mundo tiene casi 6.000 años". Hutton, al analizar un afloramiento de estratos rocosos en la costa inglesa, llegó a la conclusión de que aquellas capas verticales alguna vez habían sido horizontales en el fondo del mar, que una fuerza descomunal las había plegado y elevado, que la erosión las había modelado, que habían vuelto a sumergirse, que se les habían añadido otras nuevas capas, que habían vuelto a emerger... Hutton y sus ayudantes "se marearon al darse cuenta de que estaban asomándose a un impresionante abismo del tiempo". Ahora sabemos que algunos de esos estratos contaban con 500 millones de años.
"El espacio profundo es un concepto viejo", explicó Anguita. "Ahora sabemos que hay millones de años luz hasta las galaxias más remotas, pero nuestros antepasados más primitivos probablemente ya sabían que el cielo era un espacio inmenso, un misterio. Sin embargo, la idea del tiempo profundo es muy reciente. Shakespeare creía que el mundo tenía 6.000 años y ahora sabemos que tiene 4.600 millones".
Un planeta de ciencia ficción
Si redujéramos la historia del planeta a un solo año, el ser humano sólo aparecería a las diez de la noche del 31 de diciembre. En la inmensa historia que tenemos a nuestras espaldas se han vivido episodios que parecen de ciencia ficción. "Al estudiar los fósiles, reconstruimos especies y ambientes que nos cuesta creer que existieran en nuestro planeta", explicó Anguita. El geólogo proyectó imágenes de especies extrañas, como las que vivían hace 540 millones de años en la época que denominó "la batalla de los descartes": pequeños seres con patas como alfileres y apéndices dorsales increíbles, artrópodos, antecesores de los trilobites... La mayoría de estas especies no dejó herederos. "Son los momentos en los que la biosfera ensayaba formas anatómicas, adaptaciones al medio ambiente, hacía sus tanteos en un auténtico carnaval de animales".
Más atrás en el tiempo, hace 700 millones de años, se vivió la "batalla de la simetría". Los fósiles muestran la existencia de seres con estructuras helicoidales, simetrías radiales de varios niveles... Casi todos los seres vivientes de la actualidad tenemos un plano de simetría bilateral, pero la evolución hizo sus ensayos con otras estructuras que al final no prosperaron.
La terra incógnita
Y si seguimos remontando la corriente del tiempo, se extiende la larguísima época de la "terra incógnita". Sólo hemos recorrido hacia atrás el 13% de la historia, y del 87% restante apenas tenemos datos. Sabemos que el planeta estaba poblado por bacterias, una forma viva tan funcional que ha sido capaz de perpetuarse durante 3.000 millones de años, hasta nuestros días. "Cuando leo en la publicidad de algún producto de limpieza que es el milagro anti bacterias, pienso que somos unos invasores que han usurpado el planeta a sus legítimos poseedores", bromeó Anguita.
Hace 1.000 millones de años, las formas celulares iniciaron la batalla del sexo. La aparición del sexo fue capital, porque permitió la riquísima variedad de especies que vino después.
Hace 2.000 millones de años, los estromatolitos ganaron una batalla aún más primitiva: la del oxígeno. Esta especie de algas mutaron para asimilar el dióxido de carbono de la atmósfera y producir oxígeno, un cambio que transformó completamente el planeta y lo preparó para las futuras explosiones de vida.
Y ya cerca del origen, en ciertas rocas halladas en Groenlandia aparecen ciertas trazas que podrían indicar la presencia de algún tipo de vida hace 3.850 millones de años: en esas rocas predomina el carbono 12 por encima del carbono 13, un desequilibrio habitual cuando aparecen restos de vida en las rocas.
No sabemos cómo fue el primer ancestro común de todas las formas de vida, nuestro tatarabuelo más remoto: quizá una célula cuyos descendientes se fueron especializando y variando, quizá un conjunto de células con capacidades diferentes que se fueron separando. Lo que sí sabemos es que vivía en un planeta con tectónica de placas: ya había continentes que se alejaban y se chocaban, océanos que se abrían y se cerraban, y todos esos movimientos crearon una gran diversidad de ambientes que pudo ser clave para que en alguno de ellos brotar el primer chispazo de vida. De hecho, los exobiólogos creen que los planetas con más posibilidades de albergar vida son aquellos que también tienen tectónica de placas.
También sabemos que la Tierra sufrió bombardeos muy intensos de meteoritos hasta hace 3.900 millones de años. Por lo tanto, si ya había vida hace 3.850 millones, como parecen indicar las rocas groenlandesas, esto indica que la vida es capaz de surgir en las peores condiciones y que, por tanto, puede haber brotado en cualquiera de los millones de planetas que aún no conocemos.
Publicado el 5 de mayo de 2009 a las 00:30.