Navegar de verdad
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En otoño hice tres viajes en velero para conocer la costa vasca desde el mar. El reportaje ("Euskal itsasertza belaontzian") aparece en la revista Nora de junio, todavía en los quioscos, con unas fotos magníficas de Santi Yániz. Mi orgullo principal es que en una de las fotos aparece mi madre, que nos acompañó en aquella taberna de Pasajes de San Pedro donde aprendimos una valiosa enseñanza del patrón Aitzol Burguete: "En caso de duda, almorzar".
Traduzco a botepronto algunas frases iniciales del reportaje:
"Para la mayoría de los vascos, la vertiente norte de la isla de Izaro es tan desconocida como la cara oculta de la Luna. ¿Cuántos han visto el peñasco de Pottorro-harri, escondido en el regazo de nuestra isla más grande? ¿Cuántos han nadado en esas aguas, entre los brincos de los peces luna? ¿Cuántos sabrían llegar a la bahía donostiarra de Murgita? ¿Y cuántos han escuchado los suspiros de esa gran boca oscura que es la Chambre d'Amour, la gruta de Anglet que cobija la leyenda de los amantes ahogados?
La costa ha sido el escenario principal de los vascos: pescadores, mercaderes, armadores, exploradores, corsarios, emigrantes. En la costa hemos construido las ciudades y los pueblos, las calzadas y las autopistas, los talleres y los casinos. 'Pero si nos vamos un poco más allá de la playa, no conocemos nada de nuestro mar', dice el patrón labortano Amaiur Alfaro".
El reportaje echa un vistazo desde el Cantábrico a las costas de Vizcaya, Guipúzcoa y Lapurdi. Y detalla algunas enseñanzas muy interesantes de los tres patrones de los veleros.
"`Hay que estar atentos a muchas señales´, explica el patrón vizcaíno Eduardo García. `Por ejemplo, podemos distinguir olas viejas y olas nuevas. La ola vieja es una ola larga, enviada por una borrasca lejana, y la frecuencia entre olas viejas indica si la mar estará más tranquila o más agitada. La ola nueva, por el contrario, es una ola corta: la ha creado una ráfaga de viento y nos indica por dónde va a soplar. También sabemos que debajo de una nube no tendremos viento, por lo que deberemos esquivarla...'.
A la altura de la playa de Barinatxe, el velero se para casi por completo. Las aguas están en calma, lisas como un espejo. '¡Escuchad!', ordena García. Sólo oímos un leve balanceo y el rumor remoto del mar. "`¡Disfrutadlo! ¡Esto es el silencio de la vela!". Los tripulantes más hábiles se ponen al timón y dirigen el velero, poco a poco, hacia una zona de aguas más oscuras y agitadas, en busca de viento. 'Con motor se va, pero navegar, lo que se dice navegar de verdad, se hace con la pura vela' ".
Publicado el 19 de junio de 2009 a las 14:00.