No es que creamos que los etarras se comportaban como auténticos aficionados al ciclismo, Lucía, simplemente no nos creemos un comportamiento tan extravagante como éste que relato a continuación (y que se deriva de la insistencia de los periodistas en el detalle de que los etarras animaban a Euskaltel):
Cuando pasó en cabeza Juanma Gárate,
ciclista irunés del equipo Rabobank, los espectadores vascos entre los que se camuflaban los etarras empezaron a aplaudir, gritar y correr. Pero Gárate no es del Euskaltel, de manera que a los etarras, muy atentos a esos detalles cromáticos, ni se les ocurrió aplaudir ni gritar. Quedaron catatónicos en la cuneta.
Los policías se dieron cuenta y anotaron el detalle.
Más tarde pasó Astarloza, el primer euskaltel de esa etapa, y los etarras sí, esta vez participaron en la algarabía de los seguidores: aplaudieron, corrieron, gritaron. Pero en cuanto se alejó el maillot naranja, volvieron a quedar quietos y mudos.
Pasaron Kirchen y Chavanel y Renshaw, los espectadores vascos los jaleaban, pero los etarras permanecían mudos. Justo hasta el momento preciso en que aparecía de nuevo un maillot naranja: los etarras volvían a aplaudir y a gritar, y luego se callaban instantáneamente.
La policía tomó nota de estas reveladoras actitudes y las escribió en el informe: "Los etarras animan a Euskaltel".
Amosanda, menuda tontería.
Los etarras se camuflarían en alguna cuadrilla de seguidores vascos, de esos que van en marabunta con sus ikurriñas y sus camisetas naranjas, ¡claro! Y eso es lo que apuntarían los policías y lo que leería la periodista.
Ella probablemente incluyó esa frase de que los etarras animaban a Euskaltel para darle un poco de ambientillo al texto (igual que empieza hablando de que Armstrong perseguía la sombra de Contador y tal y cual). Y nada más. El problema es que resulta bastante absurdo, por lo que acabo de explicar, y que ese detalle fantaseado acaba llegando a los titulares de la televisión como si fuera cierto... y como si tuviera alguna relevancia.