Papas bajo el volcán
Viajábamos en un todoterreno por el salar de Uyuni, que viene a ser una especie de bandeja de arroz con leche petrificado del tamaño de Navarra y Guipúzcoa juntas. Al acercarnos hacia el volcán Tunupa, un cono grandioso que se eleva sobre la orilla norte del salar, vimos tres o cuatro columnas de humo blanco que brotaban de la ladera.
-¿Son fumarolas? -preguntamos a Edgar, el conductor del todoterreno.
-No, no, son los campesinos, que están quemando el matorral. Luego en esa tierra cultivan papas.
Nos pareció muy lógico que hubiera fumatas blancas allí donde cultivan papas.
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Después de dos semanas de trabajo bastante intenso y de algunas digestiones complicadas, llevamos unos días de turisteo más pasivo y relajado. En Potosí nos reunimos Dani, Elena, Laura, Josema y yo, y los cinco viajamos a Uyuni. El sábado recorrimos la inmensidad cegadora del salar, sus islotes erizados de cactus, los hoteles construidos con bloques de sal, las charcas de la orilla donde se alimentan los flamencos.
El domingo escalamos el volcán Tunupa. Salimos a las 6 de la mañana desde Coqueza, una aldea situada en la orilla del salar, a 3.650 metros. Y a las 11 de la mañana alcanzamos el borde sur del cráter del Tunupa, a 5.000 metros (en la boca norte del cráter se elevan unos colmillos pétreos hasta los 5.432 metros).
La pala final entre los 4.600 metros y los 5.000 era una escombrera volcánica muy empinada, un tobogán de gravilla triturada del color del pimentón, en el que las botas resbalaban paso tras paso. Clavábamos los bastones en la grava para afianzar los pequeños avances, pero cada cinco metros resbalábamos uno hacia abajo. Y, por culpa de la altitud, cada diez pasos necesitábamos unos segundos de pausa para recuperar el resuello.
Cinco horas de ahogos para subir. Una hora para flotar en el collado a 5.000 metros (asomados a un cráter con murallones del color del azufre, encaramados en lo alto de una gravera que parecía territorio de Júpiter, elevados sobre un inmenso océano de sal que abarcaba 180 grados de nuestra panorámica). Y dos horas y media para machacarnos los pies en el descenso hasta la orilla.
Hemos vuelto a La Paz, campo base para los siguientes planes: los más montañeros intentarán subir alguno de los volcanes helados de 6.000 metros que hay cerca de la capital, otros volaremos al Chaco, más o menos cerca de Paraguay, para una semana final de reportajeos bolivianos.
FOTOS: 1) Laura y Elena llegan al borde del cráter. Al fondo, el salar de Uyuni. 2) Ander y Josema en el cráter del Tunupa (5.000 metros).
Publicado el 15 de septiembre de 2009 a las 08:15.