Veinte capas de papel
Archivado en: Viajes, Nueva York
En 1988, unos restauradores neoyorquinos examinaron las paredes del bloque 97 de la calle Orchard, en el barrio de Lower East Side. Aquel bloque de cinco pisos había acogido a siete mil inmigrantes de veinte países entre 1863 y 1935, cuando fue abandonado porque no cumplía los mínimos requisitos de habitabilidad. En las paredes de las habitaciones, los restauradores encontraron hasta veinte capas de papel pintado.
Una de ellas la debió de poner Julius Gumpertz, un judío alemán que se instaló en el edificio en 1870. Gumpertz se dedicaba a cortar tacones de cuero para zapatos en un taller de Nueva York. Con el sueldo le alcanzaba para pagar el alquiler del piso (una salita, una pequeña cocina y un dormitorio) en el que vivía con sus cuatro hijos y con su mujer Nathalie, que se deslomaba con las faenas del hogar. Durante la crisis de 1873, Julius se quedó sin empleo, como le ocurrió a uno de cada cuatro trabajadores neoyorquinos. Y unos meses más tarde, desapareció.
Dijo que se iba a buscar trabajo y nunca volvió. Sus amigos le buscaron por el barrio durante días pero no encontraron rastro. Puede que lo asesinaran por alguna deuda, puede que se suicidara por la desesperación o puede que huyera de la ciudad, como hicieron tantos hombres desesperados. Nathalie se hizo cargo de las tres hijas (el cuarto hijo había muerto por una diarrea) y esquivó el golpe mejor que muchas vecinas: no se prostituyó (en aquellos años, una de cada tres mujeres lo hizo para sacar adelante a su familia) ni pidió asilo en ninguna casa para mujeres pobres (porque en ese caso le habrían quitado a sus hijas: aquella sociedad consideraba la pobreza como una culpa y trataba de apartar a los niños del pernicioso ejemplo que les daba el fracaso de sus padres). Nathalie encontró empleo como modista y trabajó en su propia casa. Las tres niñas, al regresar de la escuela, echaban una mano a su madre con los encargos. Unos años más tarde, Nathalie recibió una pequeña herencia de su suegro y se mudó al Upper East Side.
Hasta aquí la capa Gumpertz.
El bloque 97 de la calle Orchard siguió recibiendo nuevos inquilinos rusos, ucranianos, chinos, griegos, italianos, casi todos recién desembarcados en Ellis Island. Los más pobres acampaban en los patios traseros del barrio, incluso levantaban chabolas en la zona del actual Central Park, y vagabundeaban por la superpoblada, pestilente y conflictiva Manhattan en busca de alguna faena con la que ganar unas monedas. Los que tenían algún ahorro o conseguían un empleo se apiñaban en bloques de viviendas precarias, donde las familias apenas estaban separadas por cortinas. Por ejemplo, los Baldizzi sicilianos, emigrantes clandestinos, cuyas pertenencias aún pueden verse en el segundo piso del bloque 97 de Orchard: los muebles, los baúles, los catres plegables de los niños, las herramientas de carpintería del padre, las cajas de queso donadas por la beneficencia...
Porque el bloque 97 es ahora un museo, un recorrido intestinal por las infraviviendas que habitaron cientos de miles de inmigrantes. En las habitaciones recreadas con detalle es fácil imaginar a las familias numerosas apiñadas en torno a la estufa, soportando el invierno en aquellos cubículos oscuros y helados, mientras se escucha el testimonio grabado de la anciana Josephine Baldizzi, que fue niña entre estas paredes. Josephine recuerda aquellas tardes de los años 1930 en las que el padre hacía pequeños trabajos de carpintería en la sala o jugaba a cartas con las niñas, y la madre fregaba ollas con jabón y estropajo de acero (¡le encantaba fregar ollas, le llamaban shine-em-up-Sadie, Sadie la pulidora!) y almidonaba los vestidos y escuchaba radionovelas italianas; su madre, que se embarcó en Palermo a escondidas cuando era una muchacha y nunca más vio a sus padres, escuchaba radionovelas italianas en este piso de Manhattan y lloraba lagrimones durante horas. Eso cuenta Josephine Baldizzi.
Conviene visitar los edificios de inquilinos del Lower East Side. Es la mejor manera para que luego, desde la azotea vertiginosa del Empire State, la vista llegue mucho más abajo, mucho más profundo, hasta los mismos cimientos de Manhattan.
Publicado el 24 de diciembre de 2008 a las 15:30.