Ahmalu, el vendedor de Concordia

Concordia es el lugar en el que te arrepientes de haber utilizado adjetivos, porque los gastaste en parajes menores y aquí ya no vale ninguno.
En las entrañas de la cordillera del Karakórum se abre una plaza que debe de medir, así a ojo, unos cinco kilómetros de ancho y otros cinco de largo, en la que confluyen varios glaciares como autopistas. Al chocar a 4.600 metros de altitud, levantan un oleaje de hielo que lame la base de sietemiles y ochomiles, de los Gasherbrum, del pico Mitre, del Broad Peak, del K2, de otras docenas de catedrales de mármoles y esquistos.
Entre los pliegues de esos glaciares se levantan algunos campamentos para los montañeros y los caminantes que se adentran en la cordillera. En uno de ellos encontramos a Ahmalu, de 25 años, que hace una semana instaló su tienda entre hielos y planea quedarse aquí durante los cuatro meses del verano, hasta finales de septiembre. Almacena queroseno y harina para vendérselos a las expediciones.
Tiene experiencia de sobra para saber que este año viene malo, que por aquí pasarán muy pocas expediciones, porque ha vivido ya siete veranos en Concordia. Empezó con el negocio a los 18 años: no le gustaba el trabajo de porteador, al que se dedican casi todos sus paisanos de Askole (el último pueblo al pie de la cordillera), y prefirió ocupar este puesto en el glaciar. Es duro, dice, porque pasa mucho tiempo sin ver a los suyos, pero también le resulta divertido porque conoce a montañeros de muchos países que andan arriba y abajo.
Ahmalu tiene cinco hijos, el mayor de ellos interno en un colegio de Karachi, y le duele no verlos durante tantos meses. También echa mucho de menos a su mujer pero añade, entre risas, que por aquí pasan muchas alpinistas extranjeras guapas.
Tampoco parece buen año en ese aspecto: a mediados de junio aún no ha pasado ninguna.
Montañero en el oleaje de hielo de Concordia.
Publicado el 18 de junio de 2010 a las 10:00.







