No es lo mismo subir el Broad Peak que subir el Broad Peak
El público conoce a Reinhold Messner porque fue el primer hombre que coronó los catorce ochomiles. Pero la comunidad montañera le reconoce un mérito mayor: de esas catorce escaladas, nueve las completó por rutas inéditas. Messner no se dedicó a sumar puntos para su palmarés de cualquier manera, sino que exploró territorios, palpó los límites de la capacidad humana, cuidó el estilo de sus escaladas: fue fiel a las razones más bellas del montañismo.
Hay himalayistas que trabajan montañas y hay himalayistas que se apuntan cumbres. Por eso, cuando Messner se acercó al campo base del Broad Peak en 1997, se interesó por el empeño de dos jóvenes escaladores que peleaban en la arista suroeste para abrir una nueva vía a la cumbre.
Si se trataba de sumar el Broad Peak (8.047 m.) a sus listas personales, lo que hacían aquellos dos jóvenes no tenía nada de insólito: según el estadístico Eberhard Jurgalski, desde que los austriacos Buhl, Diemberger, Schmuck y Wintersteller lo coronaron en 1957, se han registrado 399 ascensiones. Pero si aquella intentona captó el interés de Messner fue porque de esas 399 ascensiones, 381 siguieron la misma ruta de los pioneros austriacos, y en más de medio siglo sólo 18 personas han sido capaces de encontrar soluciones nuevas, arriesgadas, hermosas al reto del Broad Peak (cinco nuevas vías, de las cuales cuatro nunca han sido repetidas).
Al Broad Peak se lo considera uno de los ochomiles fáciles -siempre con las debidas reservas- y su ruta normal atrae a docenas de montañeros todos los años. Pero sigue siendo un terreno abierto a la exploración, un desafío de roca y hielo para el talento de los montañeros que quieran atreverse a pisar donde nadie ha pisado.
Eso lo sabían los dos jóvenes escaladores que atrajeron la atención de Messner: Félix y Alberto Iñurrategi.
Los dos hermanos vascos se metieron en esa vía suroeste, con la que habían empezado a soñar tres años antes cuando la fotografiaron desde el vecino K2, una vía empinada, imponente, seductora, que nadie había completado jamás y que les opuso unos temporales feroces: durante 45 días lucharon contra las nevadas que enterraban los depósitos, contra los vientos que intentaban barrerles de la arista, contra los desprendimientos de hielo que les destrozaban las tiendas y les perdían los materiales. Alcanzaron los 7.200 metros un par de veces pero al final tuvieron que rendirse: "No podemos hacer cumbre sin asumir grandes riesgos", escribieron. Y se volvieron al campo base con una recompensa que no se valora en los palmareses: durante esas semanas habían escalado "el tramo más bonito" que jamás habían conocido en el Himalaya. Descubrieron el tramo más bonito de toda la cordillera en una de las montañas más visitadas y trilladas. Cuestión de saber mirar y de atreverse a buscar.Tras mes y medio de intentos, al final tomaron la vía clásica del Broad Peak, siguieron la huella abierta y las cuerdas fijadas por otros, alcanzaron la cumbre y bajaron. Todo en dos días.
Hay que insistir en lo evidente: no es lo mismo subir el Broad Peak que subir el Broad Peak.
Tampoco es lo mismo intentarlo en verano, cuando se han completado todas las ascensiones de la historia al Broad Peak, que intentarlo en invierno, cuando nadie ha conseguido escalar ningún ochomil del Karakórum. Así vinieron en febrero de 2003 Juan Vallejo y Mikel Zabalza junto con Josu Bereziartua, Juanito Oiarzabal y Silvio Mondinelli: casi sin boletos pero con la pasión por estrenarle un nuevo camino al montañismo. La marcha de aproximación, que en verano resulta sencilla, en invierno se convirtió en una odisea para porteadores y montañeros a través del glaciar Baltoro. Lucharon con el frío y la oscuridad, con las nevadas que les tuvieron cercados en el campo base durante tres semanas seguidas, y en las pocas oportunidades que dio la montaña alcanzaron los 6.500 metros. Allí se acabó la historia. Hasta allí llegó la cuña que le abrieron al invierno, mucho más sufrida e innovadora que cualquier ascensión cómoda estival.
Todavía más: ni siquiera es lo mismo subir por la vía normal del Broad Peak que subir por la vía normal del Broad Peak. En estos días hay montañeros abriendo el camino habitual a esta montaña: llegaron antes que nadie y se han tomado el fatigoso trabajo de abrir huella en las nieves profundas, sin tender cuerdas fijas, acarreando sus propios materiales para montar los primeros campamentos de altura, pasando noches arriba para aclimatarse, bajando al campo base y volviendo a subir. Después han llegado algunas expediciones comerciales, con guías y porteadores de altura que van despejando la ruta a los clientes, les suben el equipaje, les montan cuerdas fijas, les preparan los campamentos, mientras los clientes suben ligeros y bien atendidos.
Tienen todo el derecho del mundo. Cada uno sube como puede y como quiere, y nadie puede reprocharle nada si mantiene un respeto mínimo hacia el entorno y hacia los demás montañeros.
El problema está en el relato.
El problema está en quienes completan una ascensión con ortopedias y después las ocultan. En quienes escamotean el trabajo ajeno para hinchar el mérito propio. En quienes se atribuyen proezas deportivas que no les corresponden. En el montañismo abundan las narraciones falseadas porque son una manera rápida de obtener reconocimiento y aureolas heroicas, patrocinios y subvenciones. Algunas personas ambiciosas y con pocos escrúpulos, que no conseguirían éxitos en otras disciplinas, se acercan al himalayismo porque en este deporte con pocos testigos pueden manipular el relato con facilidad y vender su ascensión -al alcance de miles de personas- como una hazaña insólita. No hay árbitros en el Himalaya. Sólo puede haber confianza en los relatos.
Y los relatos, a menudo, están desenfocados. Porque plantean el montañismo como una actividad que tiene como objetivo la cumbre. Así, la cumbre es una hazaña que iguala a todos: a quien ha abierto su camino hasta ella y a quien ha sido transportado. Uno ha subido el Broad Peak y otro ha subido el Broad Peak. Pero no es lo mismo.
Para el himalayismo que explora y abre territorios, que respeta las exigencias de la montaña sin pretender domesticarla, que empuja unos centímetros más allá los límites humanos, para ese himalayismo es mucho más valioso aquel fracaso tenaz de los Iñurrategi en la arista suroeste que su éxito posterior en la vía normal.
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Publicado el 27 de junio de 2010 a las 17:45.