Pisar donde nadie ha pisado
Caminan unos metros desde el campo base, se suben a unas rocas y se quedan un rato mirándola. La miran a simple vista, con prismáticos, con el zoom de la cámara de fotos, intentando descubrir sus secretos: los de la nueva vía que pretenden abrir hacia las tres cumbres del Broad Peak.
Iñurrategi, Vallejo y Zabalza ya acabaron la fase de aclimatación, durmiendo una última noche en una madriguera dentro del hielo a 7.000 metros, y ahora esperan a una ventana de buen tiempo que les permita intentar el proyecto con el que llevan mucho tiempo soñando: "Desde hace años veíamos una posibilidad muy evidente de abrir una nueva vía y de atravesar las tres cumbres del Broad Peak", explica Juan Vallejo.
El Broad Peak es una mole con tres cabezas: la norte (7.550 m.), la central (8.013) y la principal (8.047). 95 de cada 100 ascensiones se hacen por la vía clásica que sube directamente hasta la cumbre principal, una ruta habitualmente masificada en la que los porteadores de las expediciones comerciales abren huella para sus clientes, suben el material, montan campamentos y fijan cuerdas desde el campo base hasta la cumbre. "Pero el Broad Peak, aparentemente tan fácil y tan trillado, sigue ofreciendo muchas posibilidades", dice Vallejo. "La vía que queremos abrir es muy evidente: sube directa hasta el collado entre la cima norte y la central. Pero nadie ha ido por allí porque te deja muy lejos de la cima principal, y si lo que quieres es puntuar, anotarte un ochomil, no tiene sentido desviarse tanto".
Cuando los méritos se miden sólo con el altímetro, se olvidan empeños mucho más hermosos y difíciles que los de las cimas principales. En la travesía, Iñurrategi, Vallejo y Zabalza tendrán que subir la cumbre central, probablemente la escalada más compleja y meritoria de todo el Broad Peak, pero marginada a lo largo de la historia porque mide unos pocos metros menos que la cumbre principal. Si a la principal han llegado unos cuatrocientos escaladores, apenas una docena han hollado la central. Está claro: el reconocimiento popular se obtiene en los 8.047 metros, aunque se alcancen por huellas abiertas por otros, y no en los 8.013, por muy insólita y difícil que haya sido la subida.
Si mantenemos el altímetro como un criterio más, y no como el único, en el montañismo aún queda mucho margen para innovar, para explorar, para pisar donde nadie ha pisado. Ése es el mayor atractivo y esa es la mayor dificultad del intento de Iñurrategi, Vallejo y Zabalza: "La vía que queremos abrir hasta el collado no parece técnicamente difícil, pero nadie ha subido por allí y siempre queda la incertidumbre, no sabemos si encontraremos alguna trampa: si hay mucho hielo o si encontramos largos que nos obliguen a asegurarnos, tendremos que ralentizar la marcha. En una vía inédita no se pueden hacer previsiones exactas". En sus cálculos aproximados, los tres montañeros creen que necesitarán un par de jornadas para subir hasta el collado a 7.300 metros. Después vendrá la travesía por las cumbres, sólo completada por los polacos Kukuczka y Kurtyka en 1984 y los japoneses Hattori, Kitamura y Todaka en 1995: "La travesía es casi virgen, con tramos difíciles y, sobre todo, con una exigencia física muy fuerte: entre cumbre y cumbre apenas perderemos altura, tendremos que pasar mucho tiempo por encima de los 7.300 metros, incluidas otro par de noches, y eso supone un desgaste muy grande. Si hay complicaciones, tampoco es fácil bajar en medio de la travesía".
Iñurrategi, Vallejo y Zabalza harán el intento en estilo alpino, el estilo más limpio, rápido y arriesgado: cargando encima todo lo que necesiten, sin equipar previamente la ruta con cuerdas ni campamentos, sin la ayuda de porteadores y, por supuesto, sin oxígeno artificial. Este estilo autónomo deja muy poco margen de refugio ante cualquier inconveniente: reduce las posibilidades de cumbre pero multiplica el valor del camino hacia ella.
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Publicado el 7 de julio de 2010 a las 12:30.