El escocés de hayas más que de playas
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Nick caminaba por el bosque siempre cinco metros detrás de mí. Y cuando nos juntábamos en alguna parada, hablaba en voz muy baja, casi en susurros.
Nick es escocés pero lleva 25 años viviendo en Pamplona. Le gusta salir los domingos con un grupo de montañeros, se divierte con los navarricos y su meriendica, con ese mantra foral que algunos de ellos le repiten en cada cumbre panorámica -"seguro que en tu país no hay sitios así, ¿eh?" (y no se come como en Navarra, ¿eh?)-. Pero hay una costumbre que no le gusta: cuando salen al monte en grupo, la gente habla a voces "¡como si estuvieran en Carlos III!", dice.
Nick camina por el bosque en silencio. Y muy atento. Descubre libélulas junto a charcas. Encuentra moras. Se contorsiona para esquivar telarañas y no romperlas. De vez en cuando suelta entre dientes dos versitos de Tagore o su lema: "Soy más de hayas que de playas", que también rima en inglés.
Conocí a Nick hace poco tiempo. Nerea y Maite me hablaban mucho de él y me decían que me caería bien (lo que se llama un encuentro Ujué: vamos, que haríamos buenas migas). Después de explorar la ruta de los hierros viejos con otro personaje silvestre, todavía me faltaba un último recorrido por los bosques y las cimas de Leitza para completar el reportaje. Nick se apuntó.
Y sí: un tipo que en vez de coger el coche para ir de Pamplona a Leitza prefiere subirse al bus que va de pueblo en pueblo, y esperarme allí incluso dos horas si hace falta, un tipo que camina por el bosque guardando el silencio y cuidando telarañas, que espera a salir a una ladera abierta para contar refranes ingleses y chistes de romanos (que riman, pero no en inglés), al que no le importa caminar media hora inútil porque yo me he despistado (o sea, me he equivocado de pista), y que incluso disfruta cuando después de despistarnos nos toca meternos hasta la cintura en un helechal para llegar a la cumbre, un tipo al que no le importa nada que la excursión de dos o tres horas al final haya durado cinco, y que al volver a mi coche no se monta rápido sino que se mete en un arroyo con las chanclas (flip-flops, in English), un tipo así tiene que ser por narices un buen tipo.
Nick en la cima de Urepel (1.056 m), que hace muga entre Navarra y Guipúzcoa. Detrás, Mandoegi. Y al fondo del todo, Jaizkibel (¿o será Mendizorrotz?). Desde Urepel se ve Guipúzcoa entera: desde Donosti y Jaizkibel por el norte hasta Aizkorri en el sur; desde Leitzaran en el este hasta los vizcaínos Anboto y Otoio en el oeste.
A Urepel el nombre quizá se lo puso alguien que, como nosotros, subió en una de las tardes más calurosas del verano y al abrir la cantimplora descubrió que, efectivamente, el agua -ur- estaba templada -epel-.
En la cumbre, la escultura con un lema muy poco navarro: "Es mejor retroceder que perderse en el camino". Lo habrá puesto algún guipuzcoano blandengue, porque ya se sabe que los navarros nunca retroceden: en todo caso, dan media vuelta y siguen avanzando. Nosotros, un escocés y un giputxi, hemos vivido el suficiente tiempo en Pamplona como para seguir avanzando, comernos una ladera de helechos y llegar a la cumbre.
Publicado el 27 de agosto de 2010 a las 10:45.