Apaizac obeto: la película
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Remaron mil millas (casi dos mil kilómetros) por las costas de Labrador y Terranova en una chalupa ballenera, vestidos con pieles de cabra, comiendo habas, queso y nueces, bebiendo sidra y acampando en playas, como los balleneros del siglo XVI. Pero era el año 2006. Cuando llegaron a un puerto y desembarcaron, un canadiense curioso preguntó a estos remeros de la asociación Albaola de dónde eran. Vascos. ¡¿Vascos?! El hombre se quedó de piedra. De pequeño había oído hablar en su casa de los vascos, los primeros hombres blancos que vinieron a este continente desde el otro lado del océano, pero él siempre había creído que se trataba de unos personajes mitológicos. No sabía que existieran de verdad.
Un diario local publicó la foto de los remeros de Albaola llegando a puerto con su chalupa, a toda plana, con el siguiente titular: "500 años después... los vascos".
La historia de los vascos en Terranova es misteriosa y fascinante.
Cuando el explorador francés Jacques Cartier descubrió en 1534 la desembocadura del río San Lorenzo y bautizó aquellas costas como Canadá, reclamó esos nuevos territorios -esa Terra Nova- para la Corona francesa y anotó en sus diarios un hallazgo peculiar: en aquellas aguas remotas encontró a mil vascos pescando bacalao. Nadie sabe muy bien desde cuándo estaban allí porque, al contrario que los exploradores ingleses, portugueses y franceses de la época, que proclamaban sus descubrimientos, los pescadores vascos guardaron en secreto aquel fantástico caladero.
Llegaron a aquellas costas en busca de bacalao pero pronto descubrieron un negocio mayúsculo: las ballenas, cuyo aceite era el combustible más apreciado de la época, por el que se pagaban fortunas. Si en el Cantábrico cazaban 40 al año, en Canadá pronto capturarían más de 400. Y así se encendió la fiebre que revolucionó Terranova en el siglo XVI.
Todas las primaveras llegaban docenas de galeones vascos a Terranova, cientos de hombres desembarcaban en las playas, levantaban campamentos, almacenes, tonelerías y hornos para fundir la grasa de los cetáceos: fundaron la primera industria de la historia de América del Norte. Durante un siglo y medio capturaron 35.000 ballenas y dejaron restos hoy visitables de hornos, cabañas, cementerios de marineros muertos en campaña y unos cuantos galeones hundidos.
En 1978, unos arqueólogos canadienses descubrieron en Red Bay el galeón San Juan, construido en Pasajes, hundido en 1565, el barco del siglo XVI mejor conservado del mundo. Y debajo de él, una de las chalupas que usaban para acercarse a las ballenas y cazarlas, que se encontraba casi completa.
Xabier Agote y los carpinteros de Albaola construyeron en Pasajes una réplica de esa chalupa con los mismos materiales y las mismas técnicas que en el siglo XVI. Siete de ellos remaron durante varias semanas en esa chalupa por las costas atlánticas canadienses, en busca de la embarcación original, conservada en el museo de los balleneros de Red Bay, y visitaron a los descendientes de los mi'qmac, los nativos que formaron una sociedad amistosa con los vascos y trabajaron para ellos a cambio de pan y sidra. Entre locales y foráneos hablaban un pidgin, es decir, un lenguaje rudimentario que mezclaba el euskera y las lenguas locales. A los misioneros y comerciantes europeos que llegaban en esas épocas, los nativos les saludaban con el término adesquidex (del euskera adiskide: amigo). Utilizaban con ellos docenas de términos como bacailos (bakailao: bacalao), kessona (gizona: hombre) o atouray (atorra: camisa) y a todos los extranjeros los llamaban souriquois (zurikoa: los de blanco). Según relató Lope de Isasti en el siglo XVII, cuando a los micmaq se les preguntaba en euskera nola zaude (cómo estás), ellos respondían apaizac obeto (los curas mejor).
Así se llamó la expedición, Apaizac obeto, y así se llama la película que estrenaron ayer en el Aquarium de San Sebastián, un documental muy hermoso y a ratos emocionante, escrito, dirigido (¡y remado!) por el brillante Jon Maia.
Aquí va un adelanto de cinco minutos (y aquí en inglés).
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La historia de los constructores de Albaola y la expedición Apaizac obeto se cuenta en uno de los capítulos del libro Cuidadores de mundos.
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La trainera vasca conquista Bretaña: el reportaje de cuando los chalaos de Albaola me llevaron una semana con ellos a un encuentro europeo de embarcaciones tradicionales en Vannes.
Publicado el 30 de octubre de 2010 a las 10:30.