Nos encanta la caliza, qué bonita es la caliza, cómo nos gusta tropezarnos con la caliza. Disfrutamos pensando y decidiendo cada paso en los laberintos de rocas fragmentadas, golpeándonos las espinillas y torciéndonos los tobillos.
Hoy a Laura le dolían los meniscos, Gari ha doblado uno de sus bastones cuando se le ha hincado en un lapiaz y yo me he traído la cornada de una cuchilla pétrea en la palma de la mano izquierda.
(¿Lapiaz? Sí, también nos gusta repetir los nombres de los accidentes calcáreos: lapiaz, dolina, poljé...).
Pero seguimos dando gracias a los organismos marinos que depositaron sus minúsculas conchas, caparazones y esqueletos minerales en el fondo del océano, y que así acumularon el material con el que están modelados los montes vascos. No me digáis que no es impresionante: este paisaje está formado por los microgramos de carbonato cálcico que trillones de bichitos fueron dejando durante millones de años en el fondo del mar.
Hablando de bichos: en la siguiente foto, Gari y Laura buscan el camino por el laberinto calcáreo. Al fondo, la ermita y la cumbre de Aizkorri (1.528 m.). Esos puntitos de la cumbre son al menos dos docenas de montañeros que aprovechaban el fantástico domingo calcáreo.
Publicado el 11 de abril de 2010 a las 20:15.







