Archivado en: Ciclismo, Tour de Francia, Juanma Garate
Esta vez me pilló en un bar de Uharte-Arakil y tuve que contener los saltos y los gritos. Acababa de bajar del monte Beriain (aka San Donato, 1.493 m.), entré en el bar de la plaza, que estaba desierto, y pedí dos cafés con leche consecutivos (¿basta pedir un café para pasar una hora viendo la tele? A mí me dio apuro y pedí el segundo). Vi los últimos kilómetros de la subida al Mont Ventoux con la compañía de una camarera que hojeaba el periódico y un parroquiano que bebía cerveza de espaldas a la tele.
Cuando Juanma Garate aceleró a dos kilómetros del final y dejó atrás a Tony Martin, me vino el primer golpe de cafeína. Empecé a bambolearme en el taburete del bar, apreté los puños, solté un par de gruñidos que en mi casa hubieran sido gritos. Tony Martin alcanzó a un Garate que parecía deshinchado y entonces me deshinché también yo con un ¡¡buff!! que me salió del alma. Me di cuenta de que la camarera y el parroquiano me observaban con cierto interés.
Pasé los últimos quinientos metros de la etapa sacando y guardando el filo de la navaja de monte, clic-clac, clic-clac, clic-clac, y hoy me asombro de seguir teniendo diez deditos en las manos. Cuando Garate arrancó en el último repecho y dejó clavado a Martin, la cafeína del segundo café me subió en chorros hasta golpear el cogollico del cerebro y ahí sí, ahí se me escapó un gritillo rápidamente estrangulado, una especie de "¡¡¡uuuaaaa...aagh". El irunés cruzó la meta dando puñetazos al aire y yo pegué dos aplausos, plas, plas, y ya. No me atreví a mirar a la camarera y el parroquiano.
Salí a la calle y fui hacia la furgoneta dando brincos.
(Foto: Cyclingnews)
Pensé en el poco reconocimiento que ha tenido la carrera de Garate. Ha ganado etapas en la Vuelta, en el Giro (nada menos que en el Passo San Pellegrino) y en el Tour (¡en el Mont Ventoux!). En la ronda italiana ha quedado cuatro veces entre los diez primeros (4º, 5º, 7º y 10º) y ha sido rey de la montaña. Ha ganado etapas en la Vuelta a Suiza y el Giro del Trentino. Ha sido campeón de España. Y además de las victorias no deberíamos olvidar su enorme capacidad de trabajar para otros: fue el gregario favorito de Gilberto Simoni, a quien le ponía las carreras en bandeja en los Giros gloriosos del italiano.
Me atrevo a decir que cualquier ciclista del Euskaltel-Euskadi con ese palmarés habría sido llevado a los altares por la afición vasca. Y sin embargo, Garate, que siempre se ha buscado la vida en equipos italianos, belgas y holandeses, queda un poco en la sombra.
En todos estos años el equipo Euskaltel ha cumplido una labor fenomenal para el ciclismo vasco. Pero también ha traído algunas distorsiones (que no son achacables a nadie del equipo, por supuesto). Es evidente que Euskaltel funciona como una especie de selección vasca extraoficial, y eso a veces ha fomentado un forofismo que hace cuatro o cinco años desembocó en episodios bochornosos al paso del pelotón por los Pirineos, hasta el punto de que la organización decidió no programar etapas pirenaicas en fin de semana para intentar frenar aquellas hordas de vascos que organizaban broncas nocturnas, aquellas mareas de kalimotxeros hiperrevolucionados que corrían por la cuneta dando toquecitos a los ciclistas y metiéndoles las banderas en las narices. Los aficionados del ciclismo siempre han animado a los ciclistas de todos los colores, al de casa y al de fuera, pero en aquellos años vimos abucheos y hasta lanzamientos de lechugas contra ciertos equipos y corredores. Temimos que el ciclismo se futbolizara. Pero pasaron aquellos años en los que Mayo y Zubeldia parecían candidatos al podio de París y una gran parte de aquellos euskohooligans se esfumó. Lo hemos comentado entre amigos: a ver si las selecciones vascas de surf y sambo consiguen muchos éxitos internacionales y los ciclistas vascos no destacan demasiado, para que las cunetas del Tour vuelvan a ser un poco tranquilas. Dicho lo cual, nos alegramos mucho por el carrerón que ha hecho Euskaltel con Astarloza, Egoi Martínez, Amets Txurruka...
¿Y yo? ¿Acaso me libro de tener arrebatos forofos? Si me puse a dar brincos, ¿acaso no era porque Garate es vasco? Pues sí, claro, siempre da más emoción cuando gana un vecino. Pero en este caso, como en el de Astarloza, había otra emoción más personal.
Juanma Garate es del 76, como yo, de manera que coincidimos muchos años en el pelotón (en cadetes, juveniles, aficionados...). Le recuerdo como un escalador muy fino, que no ganaba muchas carreras pero que siempre subía muy ligero y repartía buenos hachazos.
En la capa paleozoica de mi archivo debo de tener enterrado un recorte de El Diario Vasco del que me acuerdo muy bien. Es de la Vuelta a Gipuzkoa de 1994. Casi nada. En la foto principal se ve a tres ciclistas esprintando en la llegada en cuesta de Segura: uno es Haimar Zubeldia, que pega un golpe de riñón para ganar la etapa; a su lado está Juanma Garate, segundo por muy poquito; y tercero, un poco más atrás, otro Garate, Eneko, lector y comentarista de este blog (Eneko, ¿andas por ahí?, anda, cuéntanos aquella batallita). ¿Y yo? ¡Yo salgo en la otra foto de esa página! Ese día tuve una caída, luego un pinchazo, y llegué a meta con cuatro minutos de retraso. Y ahí salgo en la foto, arrastrado, intentando terminar la etapa. Al menos estuve cerca de conseguir algunos puntos (sí: de sutura, en la rodilla derecha). En la etapa siguiente un ciclista chocó contra la peligrosa mediana de Ikaztegieta, se fue al suelo delante de mis narices, yo choqué contra él, volé, aterricé y me cayó encima una montonera de bicis y ciclistas. Tengo el recuerdo grabado en el codo, la rodilla y la cadera derecha. Ahí se acabaron mis glorias en aquella vuelta.
Bueno, pues ahí tenéis otra razón por la cual el sábado salí dando brincos tras ver ganar a Garate en el Ventoux. Al contar estas batallitas cebolletescas, siempre podemos alegar que no es que nosotros fuéramos tan malos, sino que en aquellos pelotones guipuzcoanos había algunos ¡muy buenos!
Publicado el 26 de julio de 2009 a las 22:30.







