Archivado en: Cuidadores de mundos, Sasiola, Pedro Aranberri
"El convento franciscano de Sasiola es una de las ruinas más desconocidas de Guipúzcoa. Quien lo visite por primera vez sentirá admiración, incredulidad, pasmo. Al final seguramente se marchará triste y descorazonado. Y el convento sólo es una pieza, la más vistosa, de todo el conjunto de Sasiola, un paraje que durante siglos constituyó una de las encrucijadas más importantes de toda la provincia. Al margen de documentos y archivos, esa memoria de Sasiola pende de un único hilo: la voz de Pedro Aranberri, 77 años, habitante del caserío Sindika junto al convento.
Los ladridos de la perra avisan a Pedro. Se asoma enseguida un hombre espigado y de ojos muy claros, con chaqueta de lana y boina. '¿Se puede ver el convento?'. Pedro suspira: 'Está como para no verlo'. Se calza unas botas de goma, agarra un palo largo y sale con la llave".
Es un fragmento de "Pedro contra el olvido", uno de los capítulos de Cuidadores de mundos.
Ahora leo que la Diputación de Guipúzcoa empezará unas obras para sostener el edificio, para que al menos no se siga cayendo a trozos.
Me pregunto qué harán durante las obras con los tesoros que custodia Pedro:
"En el centro del retablo, un San Antonio sostiene en su mano izquierda la figura de un niño, chapuceramente atada con un cordel. 'Ese niño era de otra estatua, pero es un maramia. ¿No sabes lo que significa? Un trasto, un niño travieso, que aparece y desaparece. Las palabras también se pierden'. Se pierden muchas cosas, por dejadez o por maldad. Al retablo, mutilado aquí y allá, se le han caído piezas y además ha sufrido varios saqueos. Pedro va desgranando las pérdidas: '¿Ves aquel ángel con una guitarra? Pues al lado tenía otro igual. Se lo llevaron. Y mira allá arriba, cinco cabezas de ángeles, cada uno representa un continente. Pues había un sexto, el mestizo. Se cayó y ahí está', y señala una cabeza mofletuda de madera, con una mejilla cascada por el golpe. Hay varios santos desmembrados y uno que a Pedro le duele especialmente: '¡El pobrecito Asís! ¡Sin mano y sin cabeza!'.
(...)
"Todo es ruina, olvido y ausencia -la de las dos chalupas que colgaban del techo, ofrenda de los marinos de Deba, por ejemplo-, pero de pronto reparo en un pequeño síntoma de vida: al pie del retablo se alinean unas cuantas velas que parecen recientes. 'Algunos conocidos de Deba me piden que las ponga de su parte. Yo les digo que sí, que las pongo, excepto en época de angulas. Cuando salgo a coger angulas, los favores los pido yo primero', se ríe Pedro".
Publicado el 14 de diciembre de 2009 a las 09:00.







