Llueva a cántaros en Madrid. Con una ligera cojera por el esguince de tobillo que me embarga desde hace unos minutos, busco un taxi en Avenida de América. Primer intento, fallido. A la segunda va la vencida. Le comunico mi destino con esa seguridad verbal que evite vaciles circulatorios, habituales en tiempos pretéritos pluscuamperfectos. El conductor tiene ganas de hablar, propone un tema recurrente como son los vericuetos meteorológicos y, de paso, bendecimos nuestros hogares, esos espacios donde uno se siente Dios, como mínimo, cuando llueve, nieva, graniza o simplemente hace frío. Todavía no le he visto la cara, porque no se me ocurrió la táctica del espejo retrovisor. Dialogamos sobre la independencia casera, el fútbol, el baloncesto, las diferencias entre ambos deportes y, por supuesto, me pongo el disfraz de periodista para darle cuerda a sus asuntos personales, a los que les pone un punto de partida sin ninguna vergüenza.
El taxista en cuestión escribe como aficionado o trabajo ocasional no remunerado. Entiendo que publica sus cosas por Internet. "Tú pones la 'ciudad fría blog' en google y encuentras mi página". El conductor del vehículo sobre el que reposa mi dañado tobillo izquierdo explica que ha escrito una novela, titulada 'La Ciudad Fría', pero que no ha conseguido publicarla en ninguna editorial. Ha recibido varias respuestas protocolarias, el clásico "agradecemos su interés pero en este momento no podemos satisfacer sus pretensiones", pero no ha firmado nada. Existe la posibilidad de autoeditarla ("no es tan caro como la gente piensa"), pero matiza que eso está muy mal visto en la profesión literaria. Sigo sin verle la cara. Pienso en Daniel Díaz, otro taxista que también (y muy bien, por cierto) escribe en un blog llamado 'Ni libre ni ocupado'. Al principio, creí que podíamos estar ante la misma persona. La coincidencia inicial pierde fuerza. Otras circunstancias conducen a un nuevo pensamiento.
"Déjame por aquí", le digo. Él sigue a lo suyo. Lo agradezco. El taxímetro solicita 10,10 euros por el viaje. Por dos euros más, Javier Serrano, así se llama el taxista, ha vendido unos cuántos ejemplares de 'La Ciudad Fría' en el coche. Hubo un tiempo en el que llevaba ejemplares durante su jornada laboral. De este modo, casi todo el beneficio era para su bolsillo. "Los autores sólo se llevan un 8 o un 10 por ciento de cada libro vendido y casi todo el beneficio es para el distribuidor", argumenta Javier. No recuerdo si dijo el 50 o el 60 por ciento. ¿Seguro? ¿Tienen curiosidad por leer su libro? Pulsen en este enlace (www.laciudadfria.blogspot.com) y, si les apetece, pídanle una copia de la novela en formato PDF. Esta web incluye los 34 capítulos de la obra. Cuando le pago, Javier se arranca con la sinopsis de 'La Ciudad Fría', la historia de un taxista que aspira a ser novelista en un lugar gélido, deshumanizado. Bruno Gussa, el protagonista de 'La Ciudad Fría' se va encontrando con diferentes personajes del mundo literario en escenarios sórdidos. "Gracias, échale un vistazo a la página y que te mejores del tobillo". Que te vaya bonito, Javier. Nos vemos en los taxis. O en las librerías.
Publicado el 17 de febrero de 2010 a las 13:30.
