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Blog de Enrique Hormigos

Demasiada letra

El Remolino.

8:25 de la mañana.
Como todos los días, todo el mundo corriendo.
Café a tutiplén, bocatas para el almuerzo, secadores de pelo, revisión de mochilas para no encontrar luego los "deberes de sociales" encima del piano, lávate los dientes, ¿te has peinado? Si, mama. Pero ¿cómo que te has peinado? ¿Tu te has visto la cabeza por detrás? Efectivamente. Debe ser cosa de familia, porque a mi madre ya le pasaba, pero el caso es que todos nos peinamos solo la parte delantera de la cabeza, como si la parte trasera no existiera, o no hubiera pelo. Mujer, déjalo, se pasa un poco la mano y ya está. ¡¡Ras!! ¡¡Ras!! Hala, a correr.

Un rato después, dibujando una viñeta sobre un oso que ha mordido a un cazador en el Pirineo leridano (alegando "defensa propia", imagino), me viene a la cabeza -no me preguntéis por qué, porque a mi estas cosas también me intrigan- una historia, de las muchas y muy buenas, que contaba en sus memorias Luis Buñuel (del que poco después leo que se cumplen 25 años de su muerte. Caray, la cosa se pone cada vez más inquietante...).

El caso es que andaba él, creo que por Zaragoza, estudiando una de las 87 carreras que empezó y no terminó y como andaba mal de pasta compartía habitación con otro estudiante, creo que de medicina. Su compañero de habitación era un joven de buena familia, cumplidor y buen estudiante que todas las mañanas madrugaba y se arreglaba como un pincel antes de ir a la facultad. Desde la cama, Buñuel (que para mí que era de madrugar mas bien poquito) lo observaba cada día acicalándose delante del espejo. El tío se afeitaba con cuidado, se vestía, anudaba su corbata a la perfección y finalmente se peinaba... sólo la parte delantera de la cabeza, dejando en la parte de atrás un remolino de pelos tiesos que, además, le hacía parecer idiota.

Así un día tras otro, hasta el punto que Buñuel empezó a obsesionarse y a odiar ferozmente aquel remolino y, por extensión, al tío que lo llevaba en la cabeza, deseando día tras día saltar sobre aquel desalmado, agarrarlo por el cuello y peinarle la parte trasera de la cabeza como dios manda. Afortunadamente, la pereza de tener que levantarse de la cama para ejecutar el ataque salvó la vida de aquel indeseable capilar en más de una ocasión, pero lo cierto es que antes de terminar el curso, Buñuel abandonó a su compañero y un buen alojamiento, incapaz de soportar aquel horror ni un día más.

Y cómo sería la cosa, para que el tío la incluyese la en sus memorias, tropecientos años después...

+ tonterias en ehormigos.blogspot.com

Publicado el 29 de octubre de 2008 a las 13:15.

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Comentarios - 2

1 | Basil - 29/10/2008 - 14:51

Tiene gracia, porque en "El ángel exterminador" hay un señorito pijo al que le pone de los nervios una de las mujeres, que, instalada delante del espejo, se peina obsesivamente sólo UNA mitad de la cabeza. Al final se levanta, no me acuerdo si él o su incestuosa hermana, y la increpa "¡péinese como dios manda!". Y como final de fiesta, le rompe el peine. Me pregunto si este tipo de coincidencias... eso de que si el artista no se desfogara con su arte a lo mejor se volvía un psicópata...

2 | Hormigos - 30/10/2008 - 13:29

Una muy buena observación. Recuerdo que hace unos años, uno de los redactores del diario en el que trabajaba me reprochó la excesiva violencia y agresividad de las tiras diarias que dibujaba (bajo el título genérico de "Mundo Cruel"; tampoco iba yo engañando al personal).
La verdad es que no suelo rebatir opiniones basadas en los gustos personales de cada cual, pero hubo un maquetador que tuvo el comentario certero: "Pues a mi me parece de lo más terapéutico: seguro que dibujar esas cosas ha evitado que mate a alguien en más de una ocasión". Y la verdad es que, algo de eso sí que hay...

Un saludo, y gracias por tu interesante visita.

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Enrique Hormigos

Enrique Hormigos

Desde que me metí en el lucrativo negocio del humor con la idea de hacer una fortuna en un par de semanas y retirarme a vivir de las rentas en una hermosa finca en la Toscana, hay una escena que se repite de manera exacta cada vez que busco echarle el lazo a un nuevo cliente.

La cosa empieza en el despacho de la víctima, dónde me presento generalmente sin avisar (soy un fan del "Efecto Sorpresa"). Una vez que el director se da cuenta de que no me sacará de su despacho sin la ayuda de un revolver del 45, suspira resignado y abre mi viejo carpetón (Viejo desde el día en que lo compré. Lo até mal a la baca de mi motocicleta y, recién salido de la tienda, lo arrastré durante 200 metros por el asfalto. Pero bueno; no lo iba a tirar).

Silencio sepulcral. El tío estudia el material y, después de un rato sin decir ni pío, se rasca la barbilla y murmura: "Mmmm... Demasiada letra..."
Fin de la entrevista.

Y aunque nunca he entendido porqué la gente no se rasca la barbilla y murmura "Mmmm... Demasiada letra" cuando lee los chistes de Forges o de El Perich, espero que, en este caso, mi asqueroso defecto no os desanime demasiado.

De cualquier manera, gracias por sintonizar este canal.
Un saludo.

 

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