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Blog de Luisgé Martín

El infierno son los otros

El precio de las gominolas

Archivado en: Rajoy, Recortes, Oposición

Hace algo más de dos años, una gominola costaba 10 céntimos, lo mismo que una barrita de regaliz o un caramelo de menta grande. Zapatero, de golpe, la subió 0'17 céntimos. Sin discriminar en absoluto si el niño que la consumía era de clase alta, de clase media o de clase baja. Un verdadero zarpazo a las economías infantiles que, con pagas semanales exiguas, como todo el mundo conoce, apenas tenían margen para incrementar su gasto. Rajoy en aquel momento lo denunció enfáticamente. Inspirado por un niño-militante de unos ocho años que había asistido a uno de sus mítines, reprochó al Gobierno la salvaje injusticia social que aquella subida de las chuches iba a tener en el bienestar de los españoles.

Ahora su Gobierno encarece esa gominola otros 0'25 céntimos. Un cincuenta por ciento más que el Gobierno anterior. Pero sobre todo -y no es dato desdeñable- sobre el incremento del Gobierno anterior, que pese a quien pese también era de España. La industria de las chuches sufrirá sin duda una crisis sin precedentes, un desplome de sus ventas. Y, detrás de ella, las industrias primarias del azúcar, de la recogida de regaliz y otras semejantes.

No tiene mucho sentido preguntarse, en términos económicos, si esta subida brutal era necesaria. Supongamos, teóricamente, que lo era, y que el Gobierno de Rajoy, por lo tanto, ha hecho ahora lo que debía. Será entonces tiempo de pedirles cuentas por toda la demagogia y todo el populismo incendiario que han empleado en los últimos años de oposición. Todas las mentiras que dijeron, todas las campañas destructoras en las que se embarcaron -ahí queda la imagen de Esperanza Aguirre recogiendo firmas en contra de la subida del IVA- y todas las estupideces que vocearon les perseguirán. Los vídeos en los que se ve a Montoro, a Cospedal, a Sáenz de Santamaría o al propio Rajoy diciendo disparates sobre el IVA producen hoy incluso ternura: no se puede ser más zoquete ni tener menos dignidad.

El PP es un partido conservador cuya ideología me desagrada. Apuestan por un modelo de sociedad que no es el que me gusta. Un modelo en el que lo público no existe o no está bien visto, en el que la solidaridad brilla por su ausencia, en el que la moral está llena de óxido y en el que se enaltecen mecanismos económicos especulativos que ahondan las injusticias y disgregación social. Pero lo detestable del PP no es su modelo de sociedad -que lo vote quien lo aprecie-, sino la mendacidad farisea e inmoral con la que se comporta cuando no gobierna. La indecencia con la que miente a sabiendas de que miente. Es un mal partido de Gobierno, pero es un partido de oposición casi delictivo.

Una de las mayores satisfacciones (malsanas) que he tenido en estos meses de gobierno popular ha sido ver la imagen de la AVT peleándose con el ministro Jorge Díez. Alimentaron a la Bestia diciendo majaderías y ahora, cuando toca remangarse y hacer lo único que se puede hacer, dentro de un margen estrecho, la Bestia se levanta y ruge. Con el IVA, con el IRPF, con los sueldos de los funcionarios, con el copago sanitario, con los recortes de educación, con la desgravación por vivienda y con la amnistía fiscal ha pasado lo mismo. Tantas necedades y tantas simplezas se levantan ahora y rugen, como la Bestia. Sobre todo porque ha pasado tan poco tiempo que todo el mundo las recuerda. Lo coherente habría sido llevar en el programa electoral (y ejecutar) una bajada del IVA, como pedía Esperanza Aguirre y como pedía ese pobre niño con las chuches menguadas. No lo hicieron porque sabían que habían mentido, que esos ingresos eran imprescindibles para cuadrar las cuentas. Pero nadie imaginaba que seis meses después fueran a hacer una subida aún mayor.

Yo, el más sectario del mundo, me dispuse a disfrutar de este Gobierno. Aunque a mí me vinieran mal dadas, como a todo el mundo, me iba a quedar la satisfacción (malsana, ya lo he dicho) de verles naufragar. "Ahora gobierna", era mi pensamiento. "Ahora arrea con todo lo que has dicho". Confieso, sin embargo, que ni en peores sueños sectarios pensé que pudieran hacerlo tan mal y que el reventón fuera a ser tan rápido.

Lo malo (o lo bueno, si uno se centra en la contemplación malsana) es que esto va a durar mucho. Porque no hay ni un solo punto de apoyo sobre el que mover el mundo. ¿Alguien se ha dado cuenta de que ya nadie habla de a qué se va a dedicar España cuando tenga que crecer? ¿Qué vamos a vender? ¿Qué industria, qué servicio? ¿Qué? No es ya que los planes sean insensatos o frágiles. Es que no los hay.

El Gobierno de los mejores.

Publicado el 13 de julio de 2012 a las 01:15.

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Comentarios - 4

1 | Luisgé - 13/7/2012 - 18:56

Addenda de última hora: es posible que todos los cálculos estén mal hechos, y pido disculpas por ello. Seguramente las chuches han subido del 8% al 21%. Como los servicios funerarios.

2 | Francisco Miguel (Web) - 13/7/2012 - 19:57

Buenísmo el post, Luisgé, enhorabuena.

3 | Cristina - 14/7/2012 - 01:03

Me ha gustado mucho, Luisgé. Creo que hubieses sido un gran profesor (a ver ... además de ser efectivamente un gran escritor). Al menos que la aniquilación nos pille haciendo (o leyendo) algo hermoso y con las botas puestas.

4 | Juan Ramón Azaola - 14/7/2012 - 11:50

Ya te dije que deberías prodigarte más con este género de escritura...Mi sectarismo, con los años tendente a amorcillarse,encuentra renovados ímpetus en exposiciones tan acertadas.

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Luisgé Martín

Luisgé Martín

Un blog con olor a azufre y a carne quemada. Ciberllamas en las que arderán todos: no habrá ningún títere al que le quede la cabeza sobre los hombros. El convencimiento es claro: el infierno existe y son los otros. Basta con abrir los ojos y mirar el mundo alrededor. Hablaré de libros, de películas, de canciones y de paisajes extranjeros, pero siempre con el tridente desenvainado.

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Biografía: Madrid, 1962. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Gerencia de Empresas. Autor de los libros de relatos Los oscuros (1990) y El alma del erizo (2002), la colección de cartas Amante del sexo busca pareja morbosa (2002) y las novelas La dulce ira (1995), La muerte de Tadzio (2000), ganadora del Premio Ramón Gómez de la Serna, Los amores confiados (2005) y Las manos cortadas (2009, publicada, como la mayor parte de su obra, por Alfaguara). Ganador del Premio del Tren 2009 "Antonio Machado" de Cuento, que convoca la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, con el cuento Los años más felices.

 

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