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Blog de Luisgé Martín

El infierno son los otros

Cavilaciones venecianas III: Si Visconti levantara la cabeza

Archivado en: Aristocracia, Visconti, La Fenice

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La Fenice, uno de los teatros líricos más importantes y refinados del mundo, puede ser visitada por los turistas. El día en que fuimos a hacerlo estaban representando los últimos ensayos de un Don Giovanni de Mozart, de modo que no permitían merodear por el patio de butacas libremente: había que entrar en uno de los palcos de la primera o segunda planta y desde allí contemplar la sala, esplendorosa.

Pero mientrar hacíamos la cola para sacar los tickets de entrada, en el vestíbulo del teatro, se puso a nuestra espalda un matrimonio de turistas en la cincuentena (o en la sesentena; no adolescentes, en ningún caso). Él llevaba una tarrina de helado de chocolate y la comía con franca voracidad. Seguramente acababan de terminar el almuerzo en alguno de los restaurantes de la zona y le apeteció redondear el paladar con un helado italiano. Podía haberlo comprado y haberse sentado a comerlo en las escalinatas del teatro, pero eso tal vez le pareciera un miramiento excesivo. Se pusieron a la cola con la tarrina.

La cola avanzaba lentamente porque la despachadora de tickets iba explicando a todos los turistas que había unos ensayos y que no podrían andar por el teatro como Pedro por su casa. Nosotros estábamos detenidos en un pre-vestíbulo, con un mostrador desatendido que debería ser, en días de ópera, el guardarropa. Al individuo, que charlaba con su esposa animadamente, le dio tiempo a terminar su tarrina. Con desempacho, se limpió bien la boca con una servilleta de papel, la embutió dentro de la tarrina junto con la cucharita, y lo dejó todo encima del mostrador del guardarropa. En La Fenice, no en el Zoo de Oregon ni en el Parque de Atracciones de la Warner.

Era estadounidense, claro. A estas alturas de siglo podría haber sido de Zamora, de la Toscana o de la Bretaña francesa, pero era genuinamente estadounidense. Ese desprecio a lo que antes llamábamos modales es típicamente norteamericano, y, como todo, se va expandiendo. Nos comportamos como niños consentidos que no pueden esperar diez minutos y comerse el helado fuera. Niños que sobre todo no entienden por qué tienen que comerse el helado fuera y no pueden dejar los restos en el mostrador de La Fenice (o, si la cola hubiera ido más rápida, en un palco, por ejemplo).

Yo tardé mucho en entender que la nostalgia con la que hablaban algunos (Visconti, ya que estamos en Venecia) de la aristocracia, de ese mundo refinado y reglamentado, distante, formal, iba más allá de la añoranza de unos privilegios perdidos y del deseo de perpetuar un mundo en derrumbe. La nostalgia era en realidad el miedo a que un día los turistas entraran en La Fenice en chanclas, con los dedos de los pies sucios del polvo de la calle, y comiendo tarrinas de helado mientras un tenor daba su do de pecho. Pero las cosas -es una profecía de anciano, lo sé- van a peor: no tardaremos en ver que los turistas entran en La Fenice comiendo el helado en cucurucho, que mancha más.

Publicado el 23 de mayo de 2010 a las 12:00.

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Luisgé Martín

Luisgé Martín

Un blog con olor a azufre y a carne quemada. Ciberllamas en las que arderán todos: no habrá ningún títere al que le quede la cabeza sobre los hombros. El convencimiento es claro: el infierno existe y son los otros. Basta con abrir los ojos y mirar el mundo alrededor. Hablaré de libros, de películas, de canciones y de paisajes extranjeros, pero siempre con el tridente desenvainado.

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Biografía: Madrid, 1962. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Gerencia de Empresas. Autor de los libros de relatos Los oscuros (1990) y El alma del erizo (2002), la colección de cartas Amante del sexo busca pareja morbosa (2002) y las novelas La dulce ira (1995), La muerte de Tadzio (2000), ganadora del Premio Ramón Gómez de la Serna, Los amores confiados (2005) y Las manos cortadas (2009, publicada, como la mayor parte de su obra, por Alfaguara). Ganador del Premio del Tren 2009 "Antonio Machado" de Cuento, que convoca la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, con el cuento Los años más felices.

 

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