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Blog de Luisgé Martín

El infierno son los otros

A título póstumo

Archivado en: Carver, Edición, Libros póstumos

Se ha hablado ya mucho en los periódicos de los libros inacabados o abandonados de algunos escritores que se publican años después de que ellos hayan muerto. El año pasado se editaron Papeles perdidos, de Julio Cortázar y El Tercer Reich (y alguno más, creo recordar), de Bolaño, y hace poco se ha editado El original de Laura, la novela (o los apuntes de novela, más bien) que Nabokov estaba escribiendo cuando murió. Al parecer Nabokov les había pedido a su esposa y a su hijo que destruyeran esas tarjetas, pero ellos no lo hicieron y el año pasado acabaron en una subasta (las tarjetas, no la mujer y el hijo).

En estos casos siempre volvemos a hablar de Kafka. Max Brod no cumplió la orden, también expresa, de quemar todos los escritos inéditos del autor checo, pero ¿alguien se atreve hoy a reprochárselo? ¿Alguien piensa que si Kafka levantara la cabeza le echaría en cara a su amigo el incumplimiento? ¿La Historia de la Literatura es mejor o peor gracias a ese incumplimiento? Hoy no podemos concebir la literatura del siglo XX sin Kafka, de modo que parece que Brod hizo lo que tenía que hacer.

Pero el caso de Kafka se usa como ejemplarizador para cualquier rescCarverate editorial. Y la mayoría de los rescates no suelen estar movidos por el amor a la literatura, sino por el mercantilismo ramplón (no tengo nada en contra del mercantilismo inteligente) y por la estupidez, si no son conceptos redundantes. De Cortázar se han editado todas las novelas de juventud que él había guardado. Yo, que fui gruppie suyo y sigo siendo cortazariano acérrimo, las he leído todas, y creo que, a pesar de mi afecto, sólo consiguen enturbiar al autor. En el caso de Bolaño, al parecer, es peor, según le he oído decir a algún decepcionando bolañista (yo no formo parte de esa religión, no me llegó la fe).

Pero el caso más escandaloso que conozco es el de Carver, del que se acaba de editar en España el libro Principiantes, en la editorial Anagrama. (Jorge Herralde es el editor también de El Tercer Reich y El original de Laura. Su necrofilia con sonido de caja registradora empieza a resultar preocupante). Carver, como ustedes saben (y si no lo sabían no pasa nada: léanle), escribía con una prosa seca, gélida, desembellecida, llena de aristas que cortaban. Sus historias, igualmente, eran secas, ásperas, antiliterarias. Era el autor de la desnudez. Su estilo, que creó escuela, fue llamado ‘realismo sucio'. Murió joven y publicó tres o cuatro libros de cuentos y varios más de poesía.

Principiantes, el libro que se edita ahora, es, en palabras de la propia editorial, "la versión sin ‘corregir' de la obra maestra de Carver De qué hablamos cuando hablamos de amor". Al parecer el original de ese libro maravilloso y brutal era el doble de lo que finalmente fue publicado. El editor de Carver, Gordon Lish, trabajó el libro con el autor, que, siguiendo sus consejos, lo estilizó. Quitó lo superfluo, lo innecesario (por ejemplo, Carver habría suprimido ahora "lo innecesario", que quiere decir lo mismo que "lo superfluo" y que sólo aporta sonoridad y rimbombancia a la prosa), y dejó el libro adelgazado y preciso como un disparo. Su grandeza mayor es Principiantesésa. Su capacidad de herir está ahí.

Julio Cortázar decía siempre que lo más difícil de aprender para un escritor es a quitar un adjetivo, no a ponerlo. Él, aseguraba, lo había aprendido de Borges: tachar, suprimir, borrar, simplificar. Carver supo hacerlo. Gracias a su editor y gracias a que él confiaba en esos consejos (una de las virtudes mayores de un escritor, a mi modo de ver: la humildad). Y ahora vienen unos herederos y unos editores aprovechones y deshacen todo el trabajo. Vuelven a poner lo que sobraba. A meter lo que se había raspado. A añadir el adjetivo que se quitó. A agregar lo innecesario (e incluso lo superfluo). Y lo hacen además con cinismo, con rechulería, casi con cachondeo: "El verdadero Carver no es carveriano", dice la contraportada, citando a Blake Morrison. Esto sí que es realismo sucio.

Si Carver llega a enterarse de que no es carveriano...

Publicado el 9 de mayo de 2010 a las 02:00.

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Luisgé Martín

Luisgé Martín

Un blog con olor a azufre y a carne quemada. Ciberllamas en las que arderán todos: no habrá ningún títere al que le quede la cabeza sobre los hombros. El convencimiento es claro: el infierno existe y son los otros. Basta con abrir los ojos y mirar el mundo alrededor. Hablaré de libros, de películas, de canciones y de paisajes extranjeros, pero siempre con el tridente desenvainado.

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Biografía: Madrid, 1962. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Gerencia de Empresas. Autor de los libros de relatos Los oscuros (1990) y El alma del erizo (2002), la colección de cartas Amante del sexo busca pareja morbosa (2002) y las novelas La dulce ira (1995), La muerte de Tadzio (2000), ganadora del Premio Ramón Gómez de la Serna, Los amores confiados (2005) y Las manos cortadas (2009, publicada, como la mayor parte de su obra, por Alfaguara). Ganador del Premio del Tren 2009 "Antonio Machado" de Cuento, que convoca la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, con el cuento Los años más felices.

 

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