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Blog de Luisgé Martín

El infierno son los otros

El aviso, de Paul Pen

Archivado en: El aviso, Paul Pen, literatura

Siempre he dicho que la lectura está sobrevalorada en su función social: no creo que los que leen se hagan más listos ni mejores personas, sino más bien al contrario. Pero hay algo en la lectura que tiene pocos parangones: el placer que produce. Paul PenEn eso sí me dan un poco de pena las personas que nunca se aficionaron a leer, como me dan pena las personas a las que no les gusta viajar o las que, por decisión o por imposibilidad, no se acuestan con nadie.

Por eso cuando cae en tus manos uno de esos libros que te embeben (que te enganchan, se suele decir en el argot editorial, pero a mí la expresión me repugna un poco, porque remite al bestsellerismo rampante), lo que se siente es algo parecido a cuando desnudas por primera vez a alguien que te gusta. Cuando has empezado un libro que te hace estar esperando el próximo rato de lectura con ansia, como si fuera una necesidad fisiológica y no un ejercicio intelectual, hay que celebrarlo con gusto, aprovecharlo al máximo. Es igual que un orgasmo largo. No siempre esos libros se quedan grabados en tu vida, del mismo modo que no te casas con todas las personas a las que has desnudado (bueno, creo que algunos sí), pero el placer ya es irreversible. Se te queda en el cuerpo.

Acaba de pasarme con El aviso, la primera novela de Paul Pen, que ha publicado RBA en su serie negra. He sentido con ella esa necesidad de entrar El avisoen el mundo imaginario que crea -muy imaginario- y dejarme vivir allí. Es una novela turbia sobre el destino, sobre el sentido último de la vida, sobre la imposibilidad de corregir lo que está trazado. Está llena de intriga, pero no es propiamente una novela de intriga. Está llena de terror, pero no es en absoluto una novela de terror. Me ha recordado (a pesar de su lejanía) a ese concepto de la literatura fantástica que tenía Julio Cortázar, ese mundo extraño que irrumpe en el mundo real sin que aparentemente ocurra nada, sin que la cotidianeidad se rompa del todo. Desazona, pero antes hechiza.

Me pasé la segunda mitad de la novela reescribiéndola, pensando que los personajes deberían haber actuado de tal o cual manera y que la resolución de las cuestiones deberían haber sido estas y no las otras. ¿Por qué? ¿Porque el autor lo resuelve mal? No, en absoluto: porque la novela tiene una arquitectura con tantas posibilidades narrativas que sirve de experimento creativo para cualquier lector con imaginación (y mucho más para cualquier lector escritor). Sería una buena novela de trabajo en las escuelas de escritura, porque estimula el pensamiento narrativo.

Y hay que agradecerle al autor sobre todo el final. En algún momento me temí lo peor. Pero al cabo fue lo mejor.

 

Publicado el 5 de septiembre de 2011 a las 00:30.

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Black black black

Archivado en: Literatura, Marta Sanz

BlackNo voy a ser objetivo (tampoco en esto), pero no lo pretendo. Si la ideología me pierde, la amistad me pierde más. Nunca he estado seguro de si algunos de mis amigos escritores son mis amigos porque me gusta como escriben o si me gusta como escriben porque son mis amigos. Posiblemente, como en la Santísima Trinidad, son las dos cosas.

Marta Sanz es una escritora con ambición literaria, y se nota. Queda poso después de leerla. Queda un regusto: amargo a veces, doloroso, pero un regusto. Ella dice (y yo repito en ocasiones) que no escribe para complacer a nadie, que para eso ya están sus padres (los del lector, no los de Marta). Dice que escribe para incomodar, para molestar, para enfermar. Y a mí me gusta que lo haga.

Hoy presenta su última novela, Black black black (no se fíen del título, la novela es excelente). Es una novela negra (negra negra) pasada por el pasapuré de Marta Sanz. Es decir, es una extraña novela negra. Los personajes protagonistas, el detective y su ex esposa, son dos de esos hallazgos literarios que se dan sólo de tiempo en tiempo. Él, homosexual reprimido, la abandonó cuando por fin se decidió a salir del armario. Ella, resentida de aquel desamor, le maltrata verbalmente, pero le acompaña en sus pesquisas.

Un edificio de vecindad en el que hay vecinos de todo tipo: viejecitos insoportables, una escritora algo vanidosa, una madre con un hijo adolescente del que el detective se enamora, inmigrantes sospechosos... Hay crímenes, claro. Y hay médula. Como en los huesos del cocido, lo más rico de las novelas de Marta Sanz es el tuétano.

No es pasión de amigo.

Publicado el 12 de marzo de 2010 a las 02:00.

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Chilenadas

Archivado en: Bachelet, Simonetti, Literatura, Chile

BacheletMichelle Bachelet, la presidenta de Chile que hoy abandona el cargo, se va con un 84% de aprobación popular. Lo repito de otra forma: el 84% de los chilenos aprueban su mandato, su gestión. El 84% -perdónenme la didáctica escolar- quiere decir más de ocho personas de cada diez. Qué envidia, ¿no? En los pasados días hemos hablado mucho en este blog de sectarismo. ¿Se imaginan ustedes que alguien pudiera obtener en España una aprobación semejante? Imposible, lo sé. Ningún presidente, lo haga bien, mal o regular, lo lograría.

La cosa en Chile se enreda más, pues acaba de ganar las elecciones el partido contrario. Bachelet no se presentaba, por impedimento constitucional, pero Frei, el candidato de la Concertación, perdió ante Sebastián Piñera, el candidato de la derecha. Es decir, el pueblo chileno se inclina hacia la derecha pero respalda la gestión del gobierno saliente de la izquierda. Puede parecer una contradicción, pero yo creo que sólo es patriotismo. O falta de sectarismo, como prefieran. Es decir, se tienen unas determinadas ideas pero se reconoce que quien gobierna está haciendo lo que puede y lo que debe por el país. Si alguna vez he tenido -que la he tenido- la tentación de comparar a Chile con España, en la polarización ideológica, la he perdido. Tener el 84% de aprobación significa que muchos anti-socialistas (o como ustedes los quieran llamar) apoyan la gestión de Bachelet. Con esas cifras, yo me atrevería a decir que incluso muchos pinochetistas la aprueban. Ello quiere decir dos cosas. Primera: que Bachelet, sin duda alguna, lo ha hecho bien. Y segunda: que los chilenos tienen el cuajo de llamar a las cosas por su nombre y sentir orgullo por los suyos. Yo creo que eso sólo puede pasar, además de en Chile, en Estados Unidos (si excluimos dictaduras y países en guerra). Merece envidia.

Hoy, el mismo día que la Bachelet abandona el cargo y que Piñera la releva, un gran escritor, de cuya amistad me precio, presenta una novela en Madrid. Hace un par de semanas escribí en Babelia sobre él y sobre la incomunicación literaria que hay entre España e Hispanoamérica. SimonettiLa novela, publicada por la editorial La otra orilla se titula La barrera del pudor y cuenta la historia de una pareja que, para recobrar el pulso de su amor, conduce su vida sexual por una pendiente de perversidad o de morbosidad que les destruye. Los límites que tiene la intimidad, los vasos comunicantes que hay entre los afectos y el deseo o el desgarro que se produce en la convivencia de dos personas que abren su alcoba a otros son los hilos que tensan este relato. En él, como en los libros anteriores de Simonetti, hay mucho más. Su capacidad de hurgar sin estridencias en el centro mismo del corazón humano es formidable. Y su capacidad para contarlo con la transparencia del aire -literatura- es prodigiosa.

A la misma hora en la que yo presento en sociedad a mis fantasmas, él presenta su novela en Casa de América. La competencia cultural en Madrid está al rojo vivo.

Publicado el 11 de marzo de 2010 a las 02:00.

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Mis fantasmas

Archivado en: Escritor, Fantasmas, Literatura

Flyer

Esto no es publicidad, sino autopromoción. Como Televisión Española.

El jueves 11 de marzo (infausta fecha por otras razones) actuaré en la Fundación MAPFRE (Paseo de Recoletos 23) a las 19:30 dentro del ciclo El escritor y sus fantasmas.  Estaré acompañado de mis fantasmas y de Nuria Barrios, que tratará de ponerme en aprietos (como hace siempre) con su agudeza. En la entrada habrá un arco de detección de metales y hortalizas, y los lectores del blog serán además cacheados manualmente. Si se confirma finalmente la nevada, a la salida podremos ajustar nuestras diferencias a bolazos.

Vengan a ver a mis fantasmas.

Publicado el 9 de marzo de 2010 a las 21:15.

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Aquí está el espectro

Archivado en: Philip Roth, Literatura

A mediados del mes de agosto del año que acaba de terminar, mientras dormitaba, recibí un sms de Miguel Munárriz -amigo y hombre sabio- preguntándome si había leído la novela de Philip Roth Sale el espectro. Le respondí que no la había leído. "Me recuerda mucho a ti", me escribió. Como Axier, mi marido, es fan de Philip Roth, la novela estaba en las estanterías de casa. La ojeé y comencé a leerla enseguida, sin haber terminado el libro que tenía entre manos: me picaba la curiosidad de saber qué había de mí en esas páginas.Philip Roth

Sale el espectro cuenta la historia de un hombre anciano -Zuckerman, el espejo del propio Roth- que regresa a Nueva York  para revisar su próstata cancerosa y buscar un tratamiento que le permita vivir sin llevar pañales. Zuckerman ha vivido desde hace años en un pueblecito apartado, y ahora, al volver a Nueva York, a la ciudad en la que son posibles todos los prodigios, a la capital del mundo, comienza a sentir de nuevo el hormigueo de la vida. Por azar, se cruza con una ex novia de Lonoff -un escritor ya muerto al que admiró en su juventud- y con un joven lechuguino que está escribiendo la biografía póstuma de ese Lonoff para rescatarle de su olvido. Se cruza también con un matrimonio joven de escritores que desean intercambiar durante una temporada su casa de Manhattan por una casa rural tranquila en la que poder escribir sin agobios, y, en el trato con ellos, se va enamorando perdidamente de la mujer, envolviéndose en ensoñaciones eróticas que su próstata tullida no podrá cumplir. Zuckerman, por fin, se ve envuelto en el ambiente de la campaña electoral para la reelección de Bush en 2004: las grandes palabras, las ideas graves, el compromiso.

Todo es muy tentador para Zuckerman. Las luces de Nueva York le deslumbran y, con la coartada del tratamiento médico, decide regresar durante un año a la ciudad, intercambiando su casa con el matrimonio de escritores. ¿No es tentador volver a amar a una mujer joven que tiene los senos duros y que habla con labios sin cuartear? ¿No resulta gratificante discutir con los sabios y con los prominentes, codearse con los prebostes? ¿No es sublime contribuir al logro de la Libertad y desterrar por propia mano a los caudillos? La vida: el bullicio de las calles, el relumbro del trato social, la seducción de la carne, la lucha por la justicia. Lo que tuvo y ya no tiene.

Pero poco a poco, en apenas unos días, Zuckerman se da cuenta de que todo es una gran impostura. De que quienes le rodean sólo son majaderos. De que las llamas de aquella hoguera son, como lo fueron antes, sólo de vanidades. Se da cuenta otra vez de lo ridículas que son las ambiciones de los hombres: se imagina a sí mismo quitándose los pañales de anciano para amar a esa mujer de treinta años; se imagina al lechuguino, envanecido, dando conferencias sobre Lonoff en cenáculos de iniciados; piensa en la imbecilidad del arrebato político, en la impotencia que hay detrás de cada énfasis. Se da cuenta, en suma, de que todo eso que le ha deslumbrado durante un instante, la vida bullente de Nueva York, no le devuelve la felicidad, sino el malestar. Se da cuenta de que todo eso es solamente el oropel con que tratamos de olvidar que la vida y nosotros mismos somos poca cosa: hombres que se mean en los pantalones.

Zuckerman en Times Square, el centro del infierno. La fotografía es de Marta Sanz.

Zuckerman en Times Square, el centro mismo del infierno. La fotografía es de Marta Sanz

Tenía razón Munárriz: Sale el espectro habla de mí. Estoy en vísperas de cumplir 48 años. Mi próstata, aunque ya sin el vigor juvenil, funciona convenientemente. La política -la alta y la baja, la parlamentaria y la de mi patio de vecinos- me fascina. Me enfrento a casi todo lo que hago con un entusiasmo exaltado, converso con los demás de cualquier nadería con el ardor de las riñas de taberna. Y si pudiera irme a vivir un año a Nueva York me iría sin dudarlo. Pero esa pasión, que antes era rejuvenecedora y fértil, ahora es patógena. Ya no me estimula: me enferma. Mire para donde mire (incluso si miro a un espejo) sólo veo pánfilos llenos de vanagloria, mentecatos fastidiosos o imbéciles dañinos. La ancianita que da codazos en la cola del supermercado, el peluquero que me cuenta su vida mientras me tiene inmóvil en la silla de barbero, el escritor borracho que pontifica sobre la fragmentareidad de la nueva novela, el vecino que escucha los discos de Lady Gaga a volumen de discoteca, el compañero de oficina que me envía espontáneamente las fotografías de sus vacaciones, la señorita que me pone el cigarrillo encendido en la punta de la nariz mientras espero el autobús, el taxista que me desmigaja su sabiduría política.

El infierno, indudablemente, son los otros. Y yo he empezado a hacer planes ya para comprar, con mis ahorros, una isla desierta. Allí me quedaré sin material para escribir un blog, pero el hígado no se me inflamará tanto.

Publicado el 1 de enero de 2010 a las 12:00.

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Luisgé Martín

Luisgé Martín

Un blog con olor a azufre y a carne quemada. Ciberllamas en las que arderán todos: no habrá ningún títere al que le quede la cabeza sobre los hombros. El convencimiento es claro: el infierno existe y son los otros. Basta con abrir los ojos y mirar el mundo alrededor. Hablaré de libros, de películas, de canciones y de paisajes extranjeros, pero siempre con el tridente desenvainado.

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Biografía: Madrid, 1962. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Gerencia de Empresas. Autor de los libros de relatos Los oscuros (1990) y El alma del erizo (2002), la colección de cartas Amante del sexo busca pareja morbosa (2002) y las novelas La dulce ira (1995), La muerte de Tadzio (2000), ganadora del Premio Ramón Gómez de la Serna, Los amores confiados (2005) y Las manos cortadas (2009, publicada, como la mayor parte de su obra, por Alfaguara). Ganador del Premio del Tren 2009 "Antonio Machado" de Cuento, que convoca la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, con el cuento Los años más felices.

 

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