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Blog de Luisgé Martín

El infierno son los otros

El noviazgo de Rajoy con Hollande

Archivado en: Hollande, Rajoy, Merkel, Política económica

Se ha repetido mucho estos días, con caricatura, que el más deseoso de la victoria de Hollande en Francia era Mariano Rajoy. Yo estoy casi seguro de que era así, salvo que sea aún más imbécil (dicho siempre en el sentido psicoclínico) de lo que parece.

Recapitulemos la historia. En 2008 hubo una crisis cataclísmica mundial. Se hundió el sistema financiero, que, dejado de la mano de Dios (que es quien más sabe de mercados de futuros y de hedge funds, al parecer), se había llenado de gusanos y estaba podrido. Entonces se dijo que se iba a refundar el capitalismo (lo dijo Sarkozy, precisamente) para que eso nunca volviera a suceder, para que los tahúres tuvieran que repartir las cartas con las mangas remangadas. Los estados, en esos días, hicieron lo más elevado que deben hacer, aunque alguno (los tahúres) lo llamen paternalismo: proteger a los ciudadanos de sí mismos. Salieron al rescate y trataron la economía como si estuviera enferma. Le pusieron sondas y le inyectaron medicinas.

En España el barquinazo fue más grave. Como habíamos crecido con pies de barro, alimentando una burbuja inmobiliaria que lo único que conseguía era endeudar a los españoles de por vida (es la deuda privada el gran problema de España, no la deuda pública, por mucho que lo repitan los trompeteros gubernamentales), el castillo se derrumbó desde los cimientos. El desempleo se desbocó, lo que tenía un doble efecto en las cuentas: por un lado se dejaban de ingresar impuestos y por otro se aumentaba geométricamente el gasto en prestaciones. Es decir, el apocalipsis.

En España, como en toda Europa y en casi todo el mundo, se aplicaron recetas elementales. Una de ellas era utilizar al estado como motor de la economía, lo que simplificando mucho se llama keynesianismo. Se trataba de sostener los sectores más golpeados, insuflándoles oxígeno, para que poco a poco todo reviviera. Como cuando a un coche se le para la batería y se le empuja hasta que arranque. El del automovilismo fue uno de esos sectores subvencionados. Y el de la construcción, que era el principal castigado, fue suavemente nutrido a través del Plan E. De este modo se salió de la recesión y se empezó a recuperar algo de pulso. En unas partes más que en otras, pero en todas partes.

Allá por los primeros meses de 2010, algunos organismos de esos tan autorizados (el FMI, por ejemplo) seguían recomendando no retirar los estímulos económicos bruscamente. Si empujas un coche y lo sueltas antes de que arranque, mantendrá la inercia unos metros y se parará luego. Era razonable. Pero había una serie de talibanes, encabezados por Angela Merkel (a la que sin duda recordaremos en el futuro con el mismo afecto que a Margaret Thatcher, si no más) que dieron un golpe encima de la mesa y dijeron que ya estaba bien de gastar. Que los alemanes no hacían más que trabajar mientras los españoles y los italianos estaban todo el día en la playa y los irlandeses en el pub. Que era el momento de ahorrar. No sólo de retirar los estímulos a la economía, sino de retirar incluso todo aquello que no se pudiera pagar a pelo, en cash, sacando la cartera y poniendo los billetes sobre la mesa.

Uno de esos talibanes era Mariano Rajoy. En abril de 2010 hubo un duro debate en el Parlamento español en el que Zapatero defendió la política económica que estaba haciendo y Rajoy le acusó de derrochador, de mujeriego, de borracho y casi de cocainómano. Uno dijo que había que mantener los estímulos a la economía y el otro que había que cerrar el grifo del gasto radicalmente.

Unas semanas después, en un episodio de catacumbas que nunca se ha explicado del todo, Zapatero se fue de viaje y al volver comenzó a hacer lo que había dicho Mariano Rajoy. Bajó el sueldo a los funcionarios, congeló las pensiones, cerró grifos y firmó con Europa un pacto de estabilidad (vaya nombre: pacto de estabilidad) en el que comprometía a España a reducir su déficit draconianamente.

Mayo de 2010, recuérdenlo. A partir de ese momento, o de poco después, todas las tendencias se invierten. Caen Irlanda y Portugal. Italia y España se tambalean. Los índices de recuperación europeos se ralentizan o desaparecen. El aumento del desempleo en España se acelera aún más. Y, poco a poco, llegamos a nuestros días.

Desde el principio hemos estado escuchando a Rajoy, a Montoro, a Sáenz de Santamaría y, ahora, a Guindos, alabar el déficit cero. Recortar, cortar, tajar. No gastar lo que no se tiene. Ser austeros. Pero en ningún momento se nos ha explicado cuál es la virtual magia del déficit cero o de la austeridad. De acuerdo, hemos llegado al déficit cero, hemos cerrado hospitales, los profesores dan clase en los gimnasios para que quepan todos los alumnos, los soldados ensayan con pistolas de agua, las carreteras las cobramos a precio de autopista y reducimos los cargos públicos hasta que sólo queden Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre (por poner un ejemplo). Además, bajamos los sueldos porque con lo que ganan los dependientes de Zara, a Amancio Ortega no le queda liquidez para abrir nuevas tiendas y seguir creando empleo. De acuerdo, hemos hecho todo eso. ¿Y ahora qué? ¿Por qué empezamos a crecer, cómo? ¿Qué mecanismo económico (o sobrenatural) se pone entonces en funcionamiento para que la economía crezca?

No lo sabemos. Durante un tiempo, antes de ganar las elecciones, dijeron que el mecanismo económico milagroso se llamaba "confianza". Lo imbéciles (en el sentido psicoclínico) se lo creyeron. Si se puede creer en que una paloma es Dios, ¿por qué no se va a creer que llegando Rajoy al gobierno todo comenzaría a ir confiadamente mejor?

De un tiempo a esta parte, sin embargo, ya hay algunas vocecillas que dicen que con ajustes no basta. Que los recortes son el principio, pero no el final. Que hacen falta otras medidas de estímulo. Que a lo mejor tampoco hay por qué llegar al 3% en 2013.

Caramba, lo mismo que decía Zapatero antes de mayo del 2010. Lo que dijeron el PSOE e IU en la campaña electoral. Lo que hemos estado diciendo unos indocumentados con escasos estudios económicos desde hace tiempo. Caramba, cómo es el sentido común de extraño. Qué cosas tiene la vida.

Rajoy nunca pedirá perdón por haber estado equivocado tanto tiempo. Por haber defendido tan enfáticamente la política que nos ha traído a la recesión (mucho antes de que él mismo la ejecutara). Por haber mentido a más velocidad que Pedro con el gallo. No lo hará. Por eso necesita que alguien le saque las castañas del fuego. O los euros de la trituradora. Y el primero con posibilidades de hacerlo es François Hollande. Luego, eso sí, si todo sale bien, dirán que ha sido idea suya. Y si todo sale mal, siempre queda Zapatero.

En cualquier caso, vive la France!

Publicado el 7 de mayo de 2012 a las 02:00.

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Por el culo

Archivado en: Por el culo, Política cultural, Egales

Por el culoLa editorial Egales acaba de publicar un libro titulado Por el culo. Políticas anales, cuya portada adjunto en este post. Advierto que no he leído el libro y que hablo un poco de oídas, por lo tanto. Pero como la música de la historia me suena, creo que es una buena ocasión para volver a reflexionar sobre los males de nuestro tiempo.

Mili, la editora, me asegura que el libro es un libro "serio". Es decir, un estudio sobre lo que da de sí la analidad, sobre la homosexualidad y su represión, sobre la linguística aplicada al mismo culo. Quizás un libro excesivo, pero un libro con ambiciones y con prestancia. Un libro que a una buena parte de la población (no sólo sodomitas, también psicólogos y sexólogos, o antropólogos, o diletantes culturales) podría interesar.

Mili me cuenta que ha sido imposible distribuir el libro. Que en las librerías (supongo que con alguna honrosa excepción) y por supuesto en las grandes superficies, en El Corte Inglés y en la FNAC lo rechazan diciendo: "Es que un libro con ese título y con esa portada no se va a vender". Ellos tampoco han leído el libro, no saben si es bueno o malo o regular. Simplemente prejuzgan su espectro.

¿Prejuzgan? ¿O quizá juzgan? La verdad es que no sé qué sería más desolador, si una clase cultural (desde editores hasta comerciales, desde programadores de televisión hasta cazatalentos) que se pone la venda antes de que haya ninguna herida, o una sociedad pacata, asustadiza, biempensante y remilgada que considera de mal gusto una portada con un culo peludo.

En cualquier caso, nada nuevo: cada vez todo más previsible, conformista y manso. Cada vez un mundo más gris. Y todo ello (me parece) porque faltan verdaderas políticas anales. De las que sodomizan y de las que empalan.

Publicado el 5 de abril de 2011 a las 00:15.

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Acabaré siendo justiciero

Archivado en: Política Española, LOGSE, Corrupción

Llevo unos días como el asno de Buridán, que es uno de los sofismas filosóficos que más me gustan. El asno de Buridán tiene mucha sed y mucho hambre, pero sed y hambre en las mismas proporciones: un 50% exacto. Delante tiene un pesebre con heno (o con lo que coman los asnos, que no me acuerdo: mi cultura rural es incluso menor que mi cultura general) y un barreño con agua. Pero tiene que decidir qué hace antes: comer el heno o beber el agua. Como tiene la misma sed que hambre, o el mismo hambre que sed, no se decide. No mueve el hocico ni a un lado ni a otro. No come ni bebe, cavilando (si es que los asnos cavilan). Y finalmente se muere de hambre y de sed.

A mí me ha pasado lo mismo con el blog. ¿Escribo de esto tan fascinante o de aquello tan sorprendente? Y al final han ido pasando los días y aquí me tienen, muerto de hambre y de sed. Ya sabían ustedes a estas alturas que soy asno (quiero ahorrar los chistes a los demás), pero no imaginaban que fuera de Buridán.

Hoy he decidido romper la racha y ponerme manos a la obra, sobre todo por entrenar los índices y los anulares (o los corazón, porque entiendo de dedos menos que del mundo rural, si cabe), que se me estaban anquilosando. He repasado los periódicos del día buscando heno y agua y la verdad es que no sé de dónde picotear. No debería escribir un blog, sino un teletipo: cada segundo escuchamos cosas más asombrosas.

Rajoy dice que, pase lo que pase en los tribunales, Camps será el candidato del PP. Esperanza Aguirre (la hembra que más me pone de cualquier especie zoológica) dice que la corrupción es un problema estructural de las instituciones. Cospedal reitera que Gürtel -y sus fascinantes extensiones baleares, que no son gürteles- no es culpa del PP, sino de unos aprovechados. Y Trillo, para demostrar que el primer interesado en que se sepa la verdad es el PP, pone unos cuantos obstáculos de leguleyo con el fin de evitar que el Tribunal tenga la información que ha solicitado. En vista de todo esto, he tratado de escribir algo sobre lo corrupto que es José Bono, pero lo he hecho sin convencimiento (a estas alturas ya saben ustedes que soy un sectario) y lo he borrado.

El FMI le dice a España (y a Portugal y a Irlanda) cómo tiene que reducir el déficit y en qué plazos. El FMI hace un año era keynesiano, como Díaz Ferrán (en realidad Díaz Ferrán hace un año era marxista leninista) y ahora es liberal. Y por supuesto, como en las grandes religiones, hay infalibilidad papal: si Dominique Strauss-Kahn dijo hace un año que Keynes concibió sin concurso de varón y dice ahora en cambio que es una ramera promiscua, tenemos que creerle en ambos casos. A subir el déficit, a bajar el déficit. Y los gobiernos, esos órganos elegidos en elecciones libres, que opinen lo justo. Esta es la refundación del capitalismo que tanto deseábamos todos. ¿Que te quejas?: eres un comunista. Yo me conformaría con que se releyera a Adam Smith. Qué tiempos aquellos del capitalismo moral y del beneficio basado en el trabajo.

En Gran Bretaña se han celebrado elecciones. A la hora de cerrar la edición de este blog no hay resultados definitivos, pero me entero, con cierto estupor, de que los Liberales (el partido de Nick Clegg) tienen siempre (siempre, no en estas elecciones) un 20% aproximado de los votos y algo menos del 10% de los escaños. Gran Bretaña es la cuna de la democracia, pero si llegan a saber esto Cayo Lara y Rosa Díez no sé qué harán. Mandar a nuestras naves para invadirlos. Yo, por si acaso, no opino. Constato el nivel referencial (perdónenme) en que nos movemos habitualmente en los debates.

 El otro día estuve en el teatro viendo Los chicos de Historia, la obra de Alan Benett que dirige aquí José María Pou. No se lo van ustedes a creer, pero defiende la LOGSE (o lo que normalmente se cree que es la LOGSE, porque he hecho la prueba de preguntar a la gente y nadie dice más que tonterías). Yo estaba en el patio de butacas preocupado, porque había un público mayoritariamente burgués y me dio por pensar que lanzarían tomates y hortalizas, en protesta. Pero nada de eso. Aplaudieron a rabiar. Sin duda porque el montaje es estupendo y porque los actores están casi sin excepción formidables, pero también porque comulgaban con el mensaje, universal y eterno, de la obra: es mejor enseñar a aprender que enseñar lo que debe ser aprendido. Es mejor provocar la curiosidad por la sabiduría que forzarla. Es mejor crear personas que discos duros. Cospedal, sin embargo, ha dicho hoy que no. Y con ella -debo reconocerlo- el 80% de la población española, a diestra y a siniestra. Yo, que por desgracia no soy hijo de la LOGSE (la desgracia es por la edad, no por otra cosa), observo a veces con una cierta atención la educación de mis sobrinas y de los hijos de mis amigos y la verdad es que no veo muchas diferencias de método con mis años escolares. Siguen haciendo deberes hasta la noche, siguen memorizando como papagayos (no los reyes Godos, eso sí), siguen estudiando cosas absurdas y siguen leyendo textos incomprensibles. Para aprobar tienen que hincar los codos lo mismo o más que nosotros. Pero la culpa del fracaso escolar es de la LOGSE, claro, así nos ahorramos entrar en honduras ("¡Viva Honduras!", dijo Trillo al poner el pie en El Salvador). Y evitamos pactar, porque, como ha dicho hoy Cospedal, lo que quiere hacer Gabilondo es perpetuar un sistema fallido. A lo mejor si entramos en detalles, concretamos un poco más, miramos a los alumnos de hoy, vemos un rato la televisión (en prime time) y sacamos entradas para ver Los chicos de Historia llegamos a la conclusión -es un suponer- de que lo peor de la LOGSE es que nunca se implementó de verdad.

De Tomás Gómez, el candidato (o ex candidato) del PSOE a la Comunidad de Madrid no sé qué decir. Me faltan las palabras. Le conocí hace un año y me pareció un hombre razonable y preocupado. Dijo cosas sensatas. Sin mucha envoltura pero con sustancia, que es lo que normalmente les pedimos a los políticos, aunque luego acabemos votando a los que nos dicen cosas insustanciales pero muy bien envueltas. Pero un candidato a la Comunidad no sólo tiene que decir cosas sensatas, sino hacer creer que puede ejecutarlas. Si dices cosas sensatas y eres, por ejemplo, yonqui, no eres un buen candidato. Si dices cosas sensatas y desayunas todos los días cereales con ginebra, no eres un buen candidato. Si dices cosas sensatas y te comportas luego como un gañán acomplejado, es mejor que dejes a otro que sea candidato y pases tú a desempeñar el papel de cerebro gris, en la sombra, puesto para el que a lo mejor (o a lo mejor no) eres bueno.

Mucho heno y agua. O pienso, o alpiste, o cebada, o lo que ustedes quieran. No sé dónde mirar. Quiero irme. A una isla. A una isla despoblada. Porque si no no sé si voy a ser capaz de contenerme.

Publicado el 7 de mayo de 2010 a las 00:45.

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La France

Archivado en: Francia, Política, Intelectuales

Estos días he estado en Lyon. He ido a un encuentro literario y, de paso, a hacer un poco de turismo, que en Francia siempre es un alivio espiritual. El viernes, compartiendo mesa con españoles y franceses, hablamos, entre otras cosas, de política. Alguno de los españoles preguntó por los pronósticos de las elecciones regionales que se celebraban el domingo en segunda vuelta y nos enredamos. Los franceses decían: "Tenemos una clase política lamentable. Autismo, mediocridad, nepotismo, corrupción... Esto es un desastre."

No voy a decir que me sorprendí. Es más: no me sorprendí nada. Hace muchos años que sé que los políticos son tenidos por malos en todas partes del mismo modo que los jefes son odiados, los profesores son detestados y los padres, a una edad determinada, son despreciados. Es decir: pura estupidez humana en su modalidad más pura.

Me quedé pensando, eso sí, en lo especiales que somos en España en este asunto. Digo especiales pero quiero decir imbéciles, egocéntricos y necios. Porque aquí, desde hace tiempo, hay mucha gente respetable y con estudios que anda diciendo, cada vez que le preguntan, que el problema de España es su clase política. Aquí no tenemos, como en Francia, "una clase política lamentable", sino "la peor clase política". Y quien lo dice, aparte de la frutera de la esquina y del taxista, son catedráticos, escritores de lustre y periodistas de postín. Gente que viaja y que habrá escuchado conversaciones como ésta que escuché yo miles de veces. ¿La inteligencia no les alcanza para mayor reflexión? Estupidez humana, simplicidad mental, unicelularidad cerebral. Nunca se fíen de las apariencias: los que escribimos o los que ostentan doctorados honoris causa son tan imbéciles como los demás. O más, seguramente.

Lo que me ha preocupado realmente es enterarme (aquí en España no me había alcanzado la onda, que seguramente ya ha llegado) de que Sarkozy y Carla Bruni atraviesan una grave crisis y que tal vez cada uno de ellos ya tiene un amante.

Publicado el 24 de marzo de 2010 a las 00:45.

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Luisgé Martín

Luisgé Martín

Un blog con olor a azufre y a carne quemada. Ciberllamas en las que arderán todos: no habrá ningún títere al que le quede la cabeza sobre los hombros. El convencimiento es claro: el infierno existe y son los otros. Basta con abrir los ojos y mirar el mundo alrededor. Hablaré de libros, de películas, de canciones y de paisajes extranjeros, pero siempre con el tridente desenvainado.

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· En Twitter: twitter.com/luisgemartin

Biografía: Madrid, 1962. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Gerencia de Empresas. Autor de los libros de relatos Los oscuros (1990) y El alma del erizo (2002), la colección de cartas Amante del sexo busca pareja morbosa (2002) y las novelas La dulce ira (1995), La muerte de Tadzio (2000), ganadora del Premio Ramón Gómez de la Serna, Los amores confiados (2005) y Las manos cortadas (2009, publicada, como la mayor parte de su obra, por Alfaguara). Ganador del Premio del Tren 2009 "Antonio Machado" de Cuento, que convoca la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, con el cuento Los años más felices.

 

La mujer de sombra Las manos cortadas Los amores confiadosAmante del sexo busca pareja morbosaEl alma del erizoLa muerte de TadzioLa dulce iraLos oscuros

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