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Blog de Luisgé Martín

El infierno son los otros

Anonymous

Archivado en: Anonymous, Piratería, Sinde

Ya se sabe que en la historia de la humanidad la mayor parte de los abusos y de las tropelías se han cometido en nombre de la libertad. No hay palabra que tenga más utilidad para los rufianes. Como no podía ser de otra manera, los gorrones culturales de nuestros días, que son una de las frutas de temporada y que dentro de unos años serán recordados con estupor y con perplejidad, cometen todos sus desafueros en nombre de la libertad. De la libertad de expresión, en este caso. Y por supuesto no se llaman a sí mismo gorrones o caraduras, sino revolucionarios.

Todo lo que llevan haciendo y diciendo estos años, en contra de la ley Sinde y de cualquier legislación similar, está tan carcomido por la demagogia y por la ignorancia que sería imposible dar respuesta no ya en un post, sino en un libro entero de mil páginas. Internet es un universo que plantea continuos problemas de convivencia, de progreso e incluso metafísicos. El derecho al olvido, por ejemplo, es un asunto fascinante: ¿tenemos o no tenemos derecho a que datos o informaciones nuestras que en un determinado momento fueron colgadas en la Red, incluso por nosotros mismos, sean retiradas si lo deseamos? ¿Tenemos derecho a publicar en nuestro perfil de Facebook (o donde sea) una fotografía que le hicimos a Fulano de Tal borracho o medio desnudo un día? ¿Podemos crear una empresa ciberespacial de juego on line que no tribute en ninguna parte (o lo haga en un paraíso fiscal) y que no se someta a las mismas leyes sobre el juego que rigen en los casinos? ¿Podemos abrir una página web que defienda la homofobia, la pederastia y el antisemitismo?

Unas cosas son delitos tipificados por el Código Penal y otras simples reglas de convivencia razonables en una sociedad avanzada, pero a nadie se le ha ocurrido quejarse de que los poderes públicos, el Estado, intervenga en Internet para regular estos asuntos. A todos nos parece lógico que exista el derecho al olvido y que yo pueda exigir que se retire una foto mía o una información que, sin ser falsa ni difamatoria, me afecta. Al mismo tiempo que se debatía la Ley Sinde, el gobierno socialista aprobó una ley del juego en Internet que pasó inadvertida, sin protestas de internautas, sin que David Bravo, Enrique Dans y compañía se rasgaran las vestiduras, y sin que Anonymous organizara manifestaciones delante del Casino de Torrelodones para protestar. Esa ley, por supuesto, permitía cerrar páginas webs que inflingieran las normas. A nadie se le ocurrió decir que eso era censura o que lo que buscaba era atacar la libertad de expresión.

¿Por qué entonces las leyes antipiratería despiertan tanta ira e infunden tanto fervor revolucionario? Por gorronería. Por dinero. Porque esas sí que nos tocan el bolsillo. Nada más. Ni un ápice más. Todo lo que se añada a eso es charlatanería, a veces pagada por las empresas de telecomunicaciones y a veces simplemente elaborada por la mala conciencia de quien quiere seguir haciendo algo que está mal y a la vez dormir bien.

¿Se va a cerrar alguna web por razones ideológicas cuando entre en vigor la Ley Sinde? ¿Se van a cerrar webs arbitrariamente? Todos saben que no. Se cerrarán equivocadamente una de mil, como pasa por otra parte con todas las leyes, analógicas y digitales, y esa una cerrada injustamente volverá a abrirse enseguida sin problema. Dentro de tres o cuatro meses, cuando entre en vigor, veremos que nadie puede decir que se cierra su web por lo que decía en ella, por censura, sino sólo porque incluía contenidos de otros para los que no tenía derechos. Se acabará la posibilidad de esgrimir la libertad de expresión: será evidente que lo que se ventila ahí no tiene nada que ver con eso. Y entonces esa gran furia social que dicen que existe desaparecerá. Nadie se atreverá a hablar ya de libertad y de revolución para defender lo que sólo es gorronería y comodidad.

Por eso los cabecillas emboscados están tratando de acelerar las acciones. Anonymous anuncia un marzo negro, pero como aperitivo, y sobrepasando todas los límites de la infamia, han difundido estos días datos personales de algunas personas partidarias de la Ley Sinde, empezando por la propia exministra de Cultura y por el actual ministro de Educación y Cultura, y siguiendo por gente que pasaba por allí, como el hermano de Ángeles González-Sinde, quien ha cometido el tremendo error de compartir con ella padres. El método es viejo, y no será la última vez que se use: la intimidación, la amenaza, la búsqueda del miedo. Achantar, asustar, decirle a alguien: "Sé dónde vives, sé el colegio al que va tu hija, sé dónde encontrarte si lo necesito". No lo inventaron los nazis, pero lo llevaron a un estado de depuración inigualabre. La Mafia también ha hecho contribuciones valiosas: pueden ustedes descargarse El Padrino, si no lo han hecho ya, y comprobarlo.

Si Anonymous es quien va a defender mi libertad de expresión, pido la esclavitud y el destierro. Han cruzado todas las líneas de la dignidad y de la respetabilidad. Son matones y además cobardes. Niñatos -tengan la edad que cada uno tenga- consentidos y maleducados. Nazis que no saben que lo son. Pandilleros que se ríen de sus gracias con babas largas sin saber que alguien les está usando.

Quiero cerrar con una nota de confianza. Wikipedia es una institución prestigiosa e insustituible. Es un ejemplo de cooperación y de altruismo generoso y voluntario (hay que explicarles a los matones que el altruismo tiene que ser siempre voluntario, si no es pura humillación). A pesar de las dudas, su fiabilidad va creciendo y todos la usamos para una u otra cosa. Se ha acuñado la expresión ‘espíritu wiki' para denominar a esa forma colaborativa de trabajar, en la que creo y que aliento.

Hace algunos días, Axier, mi marido, aprendió a editar en Wikipedia (cosa nada fácil, debo decir) y nos ofreció a mí y a algunos amigos escritores que tenemos allí una entrada la posibilidad de incluir una fotografía en la página por coquetería. Yo le di una fotografía que me hizo hace poco el gran fotógrafo Germán Gómez y mis amigos le dieron fotografías de otros fotógrafos, no sé si profesionales o aficionados. Axier metió las fotografías en las páginas correspondientes y, por cortesía y por justicia, puso en cada una el copyright, es decir, el nombre del fotógrafo que las había hecho. Ni que decir tiene que ninguno estábamos colgando fotos de las que no tuviéramos derechos, entre otras cosas porque, siendo nosotros mismos los retratados, algún mínimo derecho tendríamos ya. Sin embargo, pocos días después Wikipedia las retiró todas, puesto que el editor registrado, Axier, no era el fotógrafo ni podía certificar que tuviera derechos sobre las imágenes. Le emplazaron a hacerlo, a demostrar que los tenía. Las fichas siguen hoy sin fotografías. ¿Exceso de celo? ¿Ciberburocracía? ¿Escrupulosidad desmedida? Es posible, pero así hay que hacer las cosas. Así se construye internet. Así se teje el colaboracionismo verdadero. Ese es el espirítu wiki, no el que tiene por único objetivo ver Transformers 4 por el morro.

Si Guy Fawkes (que tampoco era un santo, todo hay que decirlo) levantara la cabeza, se haría protestante.

Publicado el 30 de enero de 2012 a las 23:30.

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Luisgé Martín

Luisgé Martín

Un blog con olor a azufre y a carne quemada. Ciberllamas en las que arderán todos: no habrá ningún títere al que le quede la cabeza sobre los hombros. El convencimiento es claro: el infierno existe y son los otros. Basta con abrir los ojos y mirar el mundo alrededor. Hablaré de libros, de películas, de canciones y de paisajes extranjeros, pero siempre con el tridente desenvainado.

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Biografía: Madrid, 1962. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Gerencia de Empresas. Autor de los libros de relatos Los oscuros (1990) y El alma del erizo (2002), la colección de cartas Amante del sexo busca pareja morbosa (2002) y las novelas La dulce ira (1995), La muerte de Tadzio (2000), ganadora del Premio Ramón Gómez de la Serna, Los amores confiados (2005) y Las manos cortadas (2009, publicada, como la mayor parte de su obra, por Alfaguara). Ganador del Premio del Tren 2009 "Antonio Machado" de Cuento, que convoca la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, con el cuento Los años más felices.

 

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