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Blog de Javier Memba

El insolidario

Un mito de la novela del amado siglo XX (y IV)

Archivado en: Cuaderno de lecturas, El cuarteto de Alejandría, Clea

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            He leído en estos días unos comentarios sobre El cuarteto de Alejandría cuyo autor sostiene que el verdadero alter ego de Durrell es Pursewarden, que no Darley, el narrador y lo más parecido al protagonista, pues la verdadera protagonista es la ciudad egipcia que da título al conjunto. La idea no me parece descabellada, pero yo prefiero seguir creyendo que el trasunto de Durrell es Darley. De serlo Pursewarden, Justine estaría enamorada de él y Darley no hubiera escrito ese orden de los amores del cenáculo que Durrell nos presenta como un texto autógrafo de su sosias en la pág. 132 de mi edición -la mítica de Edhasa de los años 80[1]- de Balthazar: "Mi amor por ella [Justine], el amor de Melissa por mí, el amor de Nessin por Justine, el amor de Justine por Pursewarden".

            En cualquier caso, ya en Clea, cuando al cabo de los años Darley regresa a Alejandría y vuelve a encontrarse con Justine (pág. 50) ha dejado de estar fascinado con ella. Ya no es ese amigo que no puede ser amante que fue en la primera entrega. Ahora sólo es un viejo camarada que verifica con melancolía el paso del tiempo por aquella a la que quiso amar. Y pocos juicios llegan a ser tan despiadados como el de aquel que amó en vano a una mujer cuando ésta deja de inspirarle y la ve vieja. Justine, naturalmente se da cuenta, y le pide que no se acerque mucho a ella, incluso le advierte que huele mal.

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Publicado el 3 de diciembre de 2019 a las 17:15.

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Cinco décadas con Sundance y Butch

Archivado en: Inéditos cine, Dos hombres y un destino

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            Sigue haciendo de todo tanto tiempo que este año se cumple el medio siglo del estreno de Dos hombres y un destino, la película más celebrada de George Roy Hill. En efecto, el veintitrés de septiembre de 1969 tuvo lugar la premier mundial en una sala de New Haven (Connecticut).

 

            A España llegó algunos meses después. Siendo una de las cintas de aquellas navidades, en Barcelona se estrenó el veintitrés de diciembre; el veintinueve, en Madrid. Yo la vi por primera vez la tarde de un sábado, en un programa doble del cine España, el cine de mi barrio, a comienzos del invierno del 73. Todavía no era cinéfilo, tan sólo un mero espectador. Muy aplicado, eso sí. Pero la obsesión fílmica aún no había hecho mella en mí.

 

            Quiere esto decir que aún tenía cierto reparo en ver las películas más de una vez. Sin embargo, aquella primera proyección de Dos hombres y un destino me caló tan hondo que fue la primera cinta que deseé hacerlo. La indolencia con la que Butch Cassidy (Paul Newman) y Sundance Kid (Robert Redford) admiten que su tiempo ha pasado, que La Force nunca les dejará de perseguir, que su destino es la Parca; la belleza de Etta Place (Katherine Ross) al pasear en el manillar de la bicicleta de Butch; la gallardía con la que los dos forajidos muerden el polvo tan lejos de Wyoming, acribillados a balazos por el ejército boliviano... Todo era sublime en aquel filme. Ahora bien, si quise volver a verlo fue para extasiarme con su visionado, que no para ese estudio de su realización que constituye el primer afán cinéfilo. Al cabo, cuando me decidí a dar cuenta de Dos hombres y un destino por segunda vez, el España ya había cambiado la programación.

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Publicado el 20 de noviembre de 2019 a las 06:45.

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El fantastique británico ajeno a la Hammer (I. La Amicus)

Archivado en: Inéditos cine, el fantastique británico

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            Hay un dato asaz revelador respecto a lo que el uno de noviembre significa para mí: leí mi primer cuento de miedo en 1976 y éste no era otro que El monte de las ánimas (1861), la célebre leyenda de Bécquer ambientada en la noche de los difuntos. Es decir, la que se va entre el uno y el dos de noviembre, que no la anterior, la del 31 de octubre, conocida, merced a la estulticia de nuestro tiempo, como la noche de Halloween.

            Naturalmente, a medida que fui avanzando en mi experiencia como lector, las rimas del sevillano se me antojaron una cursilada de marca mayor: qué decir del regreso de las golondrinas cuando se descubre Una carroña, el poema veintinueve de la edición de 1861 de Las flores del mal de Baudelaire. Hasta que supe de la alta estima en que tenía a Bécquer otro poeta sevillano, mi dilecto Luis Cernuda, no volví a conceder a su lírica ese respeto que se merece y, a menudo se le niega, más que por su simpleza por su popularidad. Lo simple puede ser genial; lo popular, abominable.

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Publicado el 12 de noviembre de 2019 a las 19:00.

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Que la tierra sea leve a Marie Lafôret

Archivado en: Inéditos cine, Que la tierra le sea leve, Marie Lafôret

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            No exagero al afirmar que, si ya de niño supe que de mayor me iban a gustar las flacas tristes, fue por Marie Lafôret. Aún no tenía edad para ser consciente de que unos años después me iba a quedar maravillado con las chicas así, cuando la vi por primera vez en una cinta de Don Taylor: Jack de diamantes (1967). Si es que entonces lo llegué a saber, no fui capaz de aprenderme su nombre. Por el contrario, su imagen quedó grabada de un modo indeleble en mi memoria. La de Taylor era la historia de un ladrón de guante blanco que nunca he vuelto a ver. Sin embargo, recuerdo que, en base a su argumento, la sublime aflicción de Marie devenía en la ironía del cinismo. La que se estilaba entonces era la pantalla de las primeras aventuras cínicas: Bonnie & Clyde (Arthur Penn, 1967), Dos hombres y un destino (George Roy Hill, 1969) ... Empero la belleza de Marie, aunque no triste en aquella ocasión, más bien etérea y elegante como imagino la de las damiselas que protagonizan la novela decimonónica rusa, me cautivó incluso antes -ya digo- de que, ya metido en los juegos galantes, las chicas flacas y tristes fuesen mi gran ilusión.

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Publicado el 4 de noviembre de 2019 a las 11:45.

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Un apunte sobre "A Love Supreme" y otros artículos de F. J. González (autoficción) (y III)

Archivado en: Ficciones

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(viene del asiento anterior)

 

            Llevaría estudiada una cincuentena de piezas, del par de centenares de textos que, entre artículos, presentaciones de conciertos e incluso contraportadas de discos mi mentor dedicó al jazz, cuando le llegó el turno a aquel que habría de encabezar mi edición. Un acólito de H. P. Lovecraft, un tal T.E.D. Klein, incluyó en una antología dedicada a celebrar los mitos de Cthulhu, publicada por Arkham House 1999, un cuento titulado Un negro con una trompeta. El "negro" aludido no era otro que John Coltrane; la trompeta, su saxofón. A Klein no se le había ocurrido otra cosa que presentar a un misionero, que temía por su vida tras haber sufrido un conjuro en un recóndito lugar de la jungla malaya hasta donde le llevó su misión evangelizadora. Mientras el brujo obraba en él el sortilegio, soplaba un pífano que le daba una imagen que al predicador del relato de Klein se le antojaba tal que la de Coltrane tocando un saxo en el dibujo de Victor Kalim que ilustra el interior de la carpeta de A Love Supreme (1964), que nos muestra al saxofonista haciendo lo propio.

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Publicado el 22 de octubre de 2019 a las 10:30.

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Un apunte sobre "A Love Supreme" y otros artículos de F. J. González (autoficción) (II)

Archivado en: Ficciones

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            (viene del asiento anterior)

            Más adelante, González continuaba: "Mientras en el mítico Cotton Club de Nueva York Duke Ellington, Count Bassie o Louis Armstrong entraban por la puerta de atrás y una vez dentro se limitaban a animar con su música la velada, cuando el Hot Club les invitaba a actuar en los escenarios galos, eran recibidos por los aficionados franceses con toda la entusiasta admiración que les dispensaban. En 1927, el gran Jean Renoir, uno de los pilares del cine francés, realiza un cortometraje titulado Charleston. En sus secuencias nos presenta a un sabio negro, algo impensable en la pantalla estadounidense, donde los afroamericanos no eran más que payasos, delincuentes o, en el mejor de los casos, ignorados. En esa misma cinta, Renoir fotografía a Josephine Baker con mucho más cariño que sensualidad. Casi noventa años después aún nos conmueve. La diáspora parisina de la gente del jazz, que como poco se prolonga desde que Josephine Baker y Sidney Bechet arribaron a París en 1925, hasta que lo hicieron Lester Young y Bud Powell en los años 50, era inevitable. En Francia no había pueblos del atardecer, en los que, si al caer la noche era sorprendido un afroamericano foráneo, perfectamente podía aparecer el Ku Klux Klan presto a lincharlo.

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Publicado el 14 de octubre de 2019 a las 09:00.

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Un apunte sobre "A Love Supreme" y otros artículos de F. J. González (autoficción) (I)

Archivado en: Ficciones

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            En su último email, F. J. González, un verdadero experto, aunque asegurase que el jazz no le gustaba, fue a cifrarme este misterio en un trayecto abstracto que le llevó de la épica a la lírica. Le respondí al punto, el tiempo que me llevó teclear un ruego de concreción: "¿Puedes ser más preciso?". Supuse que su respuesta tardaría lo que se demorase abundando en el tema. González siempre me contestaba con una diligencia inimaginable en un periodista de su prestigio. Nunca le faltó tiempo para perder conmigo. Pero en aquella ocasión no habría respuesta alguna: la mañana siguiente leí su obituario en Lester. Esta última era la web en la que F. J. firmó sus artículos postreros. "Llamada así en un claro tributo a Lester Young", puntualizaba siempre el ya finado.

            A mí me gusta el jazz por un relato que publicó Jaime Rosal en 1976 -Debo al jazz- y la pasión con la que F.J. González y otros autores, que tan a menudo él me descubrió, escribieron sobre esta música. Mi tradición, como la del propio González, es el rock. Pero el amor al rock, como el don poético, es un fulgor juvenil. De modo que no es raro, incluso puede decirse que es frecuente, que cuando los ánimos se apaciguan con la edad adulta y el rock deja de conmover, los antiguos amantes de El ritmo del Diablo descubran con sumo deleite el bebop y luego el cool, yendo a volar así desde la costa oeste a la este.

  

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Publicado el 9 de octubre de 2019 a las 22:15.

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Continúa mi lectura de Bertrand Russell (y III)

Archivado en: Cuaderno de lecturas, Historia de la filosofía occidental

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(Viene del aseinto del 10 de septiembre)

Un filósofo literario

 

            Otra de las cosas que me han llamado la atención es la distinción que hace el autor entre filósofos académicos -Kant, Hegel- y literarios. Nietzsche pertenece a estos últimos porque, aun siendo profesor, no "inventó nuevas teorías técnicas en ontología o epistemología; su importancia radica principalmente en la ética y, en segundo lugar, como crítico histórico agudo".

 

            Lo que pasa es que la crítica de Nietzsche da miedo. Su teoría del superhombre es todo un precedente del biologicismo de los nazis. Si bien su machismo, aunque mayor que el de Schopenhauer, apenas se conoce -Nietzsche no trató a más mujeres que a su hermana, su colaboración con Lou Andreas-Salome fue meramente profesional-, su espeluznante inclinación supremacista era harto conocida. Lo que me sorprende es que, en su momento, durante la Transición española a la democracia, cuando yo me interesaba por estos temas, hubiese gente que afirmase que el autor de Más allá del bien y del mal (1886) también presenta una lectura ácrata. Algo así como el antimilitarismo de Céline en Viaje al fin de la noche empero sus posteriores panfletos antisemitas durante la ocupación alemana de Francia.

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Publicado el 30 de septiembre de 2019 a las 09:45.

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El valle de los inmortales, nuevo díptico de Blake y Mortimer

Archivado en: Cuaderno de lecturas, Las aventuras de Blake y Mortimer, "El valle de los inmortales".

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            Las aventuras de Blake y Mortimer son una de las muchas cosas en las que nunca soy objetivo: a mi juicio siempre son arte mayor. Sean quienes sean sus responsables, abro cada nuevo álbum con una disposición del ánimo que no dispenso a ningún otro cómic. Ahora bien, cuando la entrega viene a celebrar el universo de su creador original, el gran Edgar P. Jacobs, el júbilo es aún mayor. Me gusta ver a los dos amigos en el Centaur Club o en su residencia de Park Lane. Una vez allí, reencontrarme con la señora Benson, la viuda del mayor Benson, quien encargó a Blake la misión de La vara de Plutarco (Yves Sente y André Juillard, 2015), salvando así el desembarco aliado en Normandía y librando a la vez al mundo de una nueva amenaza.

 

            Me gusta volver a ver a Sharky, el secuaz estadounidense del coronel Olrik, y comprobar otra vez cómo este último, junto con el Rastapopoulos de Las aventuras de Tintín, es el villano más grande de toda la historia del Noveno Arte. Y, por supuesto, me gusta reencontrarme con el fiel Ahmed Nassir, el sargento hindú de los Makram Levy Corps en el tríptico del espadón (1947). Rencontrado como mayordomo de Mortimer en el díptico de El misterio de la gran pirámide (1950), Nassir desapareció de las viñetas posteriores de la colección como lo fue haciendo el imperio británico de la escena internacional. Volver a verle aquí, en El valle de los inmortales, primer tomo de la última aventura de Blake y Mortimer, ha sido toda una alegría. Bien es cierto que su aparición es fugaz (págs. 18 y 19), pero promete ser mayor en la segunda parte.

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Publicado el 26 de septiembre de 2019 a las 15:30.

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Los relatos más bellos del mundo (V)

Archivado en: Cuaderno de lecturas, Los relatos más bellos del mundo

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(viene de la entrada de 23 de abril de 2019)

 

            Publicado por primera vez en 1930, acaso sea Una rosa para Emily el relato más conocido de William Faulkner, y acaso también sea un cuento de miedo. De hecho, es el que abre el capítulo dedicado al terror y al suspense de Los relatos más bellos del mundo. Particularmente me parece más acertada la elección de Augusto Monterroso y Bárbara Jacobs, quienes lo incluyeron en su célebre Antología del cuento triste (1990). Su asunto -que a grandes rasgos puede resumirse en una mujer que ha convivido durante cuarenta años con el cadáver de el único pretendiente que le conocieron sus paisanos- da para cualquiera de las dos elecciones. Hasta cierto punto, en eso de encontrarse en la linde que separa el miedo de la tristeza, Una rosa para Emily coincide con Un extraño suceso en la vida Schalken el pintor, el predilecto de entre mis terrores favoritos (1).

            Antes de descubrírsenos el cadáver de Homer Barron -el capataz yanqui que arribó a la población "con mulas y negros" para pavimentar las calles y acabó convirtiéndose en el pretendiente de Emily Grierson- la historia se nos comienza a contar con un flashback que se abre en el entierro de nuestra protagonista, una mujer que ha envejecido sola, hasta convertirse en uno de esos "monumentos derribados" prototípicos en Faulkner.

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Publicado el 21 de septiembre de 2019 a las 17:45.

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Javier Memba

Javier Memba

            Periodista con más de cuarenta años de experiencia –su primer texto apareció en la revista Ozono en 1978-, Javier Memba (Madrid, 1959) fue colaborador habitual del diario EL MUNDO entre junio de 1990 y febrero de 2020. Actualmente lo es en Zenda Libros. Estudioso del cine antiguo, en todos los medios donde ha publicado sus cientos de piezas ha demostrado un decidido interés por cuanto concierne a la gran pantalla. Puede y debe decirse que el setenta por ciento de su actividad literaria viene a dar cuenta de su actividad cinéfila. Ha dado a la estampa La nouvelle vague (2003 y 2009), El cine de terror de la Universal (2004 y 2006), La década de oro de la ciencia-ficción (2005) –edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción-, La serie B (2006), La Hammer (2007) e Historia del cine universal (2008).

 

            Asimismo ha sido guionista de cine, radio y televisión. Como novelista se dio a conocer en títulos como Homenaje a Kid Valencia (1989), Disciplina (1991) o Good-bye, señorita Julia (1993) y ha reunido algunos de sus artículos en Mi adorada Nicole y otras perversiones (2007). Vinilos rock español (2009) fue una evocación nostálgica del rock y de quienes le amaron en España mientras éste se grabó en vinilo. Cuanto sabemos de Bosco Rincón (2010) supuso su regreso a la narrativa tras quince años de ausencia. La nueva era del cine de ciencia-ficción (2011), junto a La edad de oro de la ciencia-ficción, constituye una historia completa del género, aunque ambos textos son de lectura independiente. No halagaron opiniones (2014) fue un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada. Por su parte, David Lynch, el onirismo de la modernidad (2017), fue un estudio de la filmografía de este cineasta. El cine negro español (2020) es su última publicación hasta la fecha.  

 


 

          

 

Miniatura no disponible

 

Javier Memba en 2009

 

Javier Memba en 1988

 

Javier Memba en 1987

 

1996

 

 

Javier Memba en la librería Shakespeare & Co. de París

 

 

 

 

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Enlaces

-La linterna mágica

-Unas palabras sobre Vida en sombras

-Unas palabras sobre La torre de los siete jorobados

-50 años de la Nouvelle Vague en Días de cine

-David Lynch, el onirismo de la modernidad en Radio 3

-Unas palabras sobre Casablanca en Telemadrid

-Unas palabras sobre Tintín en Cuatro TV

 

 

ALGUNOS ARTÍCULOS:

Malditos, heterodoxos y alucinados

Malditos, heterodoxos y alucinados de la gran pantalla

Nuevos momentos estelares de la humanidad

Chicas yeyés

Chicas de ayer

Prólogo al nº 4 de la revista "Flamme" de la Universidad de Limoges

Destinos literarios

Sobre La naranja mecánica

Mi tributo al gran Chris Marker

El otro Borau

Bohemia del 89

Unos apuntes sobre las distopías

Elogio de Richard Matheson

En memoria de Bernadette Lafont

Homenaje al gran Jean-Pierre Melville

Los amores de Édith

Unos apuntes sobre La reina Margot

Tributo a Yasujiro Ozu con motivo del 50 aniversario de su fallecimiento

Muere Henry Miller

Unos apuntes sobre dos cintas actuales

Las legendarias chicas de los Stones

Unos apuntes sobre el "peplum"

El cine soviético del deshielo

El operador que nos devolvió el blanco y negro

Más real que Homeland

El cine de la Gran Guerra

Del porno a la pantalla comercial

Formentera cinema

Edward Hopper en estado puro

El cine de terror de los años 70

Mi tributo a Lauren Bacall

Mi tributo a Jean Renoir

Una entrevista a Lee Child

Una entrevista a William McLivanney 

Novelistas japonesas

Treinta años de Malevaje

Las grandes rediciones del cómic franco-belga

El estigma de La campana del infierno

Una reedición de Dalton Trumbo

75 años de un canto a la esperanza

Un siglo de El nacimiento de una nación

60 años de Semilla de maldad

Sobre las adaptaciones de Vicente Aranda

Regreso al futuro, treinta años después 

La otra cabeza de Murnau

Un tributo a las actrices de mi adolescencia

Cineastas españoles en Francia

El primer surrealista

La traba como materia literaria

La ilustración infantil de los años 70

Una exposición sobre la UFA

La musa de John Ford

Los icebergs de Jorge Fin

Un recorrido por los cineastas/novelistas -y viceversa-

Ettore Scola

Mi tributo a Jacques Rivette

Una película a la altura de la novela en que se basa

Mi tributo a James Cagney en el trigésimo aniversario de su fallecimiento

Recordando a Audrey Hepburn

El rey de los mamporros

Una guía clásica de la ciencia ficción

Musas de grandes canciones

Memorias de la España del tebeo

70 años de la revista Tintín

Ediciones JC regresa a sus orígenes

Seis claves para entender a Hergé

La chica del "Drácula" español

La primera princesa de la lejana galaxia

El primer Tintín coloreado

Paloma Chamorro: el fin de "La edad de oro"

Una entrevista a la fotógrafa Vanessa Winship

Una recuperación del Instituto Murnau

Heroínas de la revolución sexual

Muere George A. Romero

Un mito del cine francés

Semblanza de Basilio Martín Patino

Malevaje en la Gran Vía

Entrevista a Benjamin Black

Un circunloquio sobre la provocación

Una nueva aventura de Yeruldelgger

Una dama del crimen se despide

Recordando a Peggy Cummins

Un tributo a las yeyés francesas

La última reina del Technicolor

Recordando a John Gavin

Las referencias de La forma del agua

El Madrid de 1988

La nueva ola checa

Un apunte sobre Nelson Pereira dos Santos

Una simbiosis perfecta

Un maestro del neorrealismo tardío

El inovidable Yellowstone Kelly

Que Dios bendiga a John Ford

Muere Darío Villalba

Los recuerdos sentimentales de Enrique Herreros

Mi tributo a Harlan Ellison

La inglesa que presidió el cine español

La última rubia de Hitchcock

Unos apuntes sobre Neil Simon

Recordando Musicolandia

Una novelista italiana

Recordando a Scott Wilson

Cämilla Lackberg inaugura Getafe Negro

Una conversación entre Läckberg y Silva

El guionista de Dos hombres y un destino

Noir español y hermoso

Noir italiano

Mi tributo al gran Nicholas Roeg

De la Escuela de Barcelona al fantaterror patrio

Recordando a Rosenda Monteros

Unas palabras sobre Andrés Sorel

Farewell to Julia Adams

Corto Maltés vuelve a los quioscos

Un editor veterano

Una entrevista a Wendy Guerra

Continúa el misterio de Leonardo

Los cantos de Maldoror

Un encuentro con Clara Sánchez

Recuerdos de la Feria del Libro

Viajes a la Luna en la ficción

Los pecados de Los cinco

La última copa de Jack Kerouac

Astérix cumple 60 años

Getafe Negro 2019

Un actriz entrañable

Ochenta años de "El sueño eterno"

Sam Spade cumple 90 años

Un western en la España vaciada

Romy Schneider: el triste destino de Sissi

La nínfula maldita

Jean Vigo: el Rimbaud del cine francés

El último vuelo de Lois Lane

Claudio Guerin Hill

Dennis Hopper: El alucinado del Hollywood finisecular

Jean Seberg: la difamada por el FBI

Wener Herzog y la cólera de Dios

Gordad, el gran maese de la heterodoxia cinematográfica

Frances Farmer, la esquizofrénica que halló un inquietante sosiego

El hombre al que gustaba odiar

El gran amor de John Wayne

Iván Zulueta, arrebatado por una imagen efímera

Agnès Varda, entre el feminismo y la memoria

La reina olvidada del noir de los 40

Judy Garland al final del camino de adoquines amarillos

Jonas Mekas, el catalizador del cine independiente estadounidense

El gran Edgar G. Ulmer

La última flapper; la primera it girl

El estigmatizado por Stalin

La controvertida Egeria del Führer

El gran Tod Browning

Una chica de ayer

El niño que perdió su tren eléctrico

La primera chica de Éric Rohmer

El último cadáver bonito

La exnovia de James Dean que no quiso cumplir 40 años

Don Luis Buñuel, "ateo gracias a Dios"

La estrella cuyo fulgor se extinguió en sus depresiones

El gran cara de palo

Sylvia Kristel más allá de Emmanuelle

Roscoe Arbuckle, cuando se acabaron las risas

Laura Antonelli, la reina del softcore que perdió la razón

Nicholas Ray, que nunca volvió a casa

El vuelo más bajo de la princesa Leia Organa

Eloy de la Iglesia y el cine quinqui

Entiérralo con sus botas, su cartuchera y su revólver

La chica sin suerte

Bela Lugosi y la sombría majestuosidad de Drácula

La estrella de triste suerte

La desmesura de Jacques Rivette

Françoise Dorléac

Klaus el loco

Una hippie de los 70

Jean Esustache, entre la Nouvelle Vague y el ascetismo

Nadiuska, un juguete roto

Thea von Harbou

Jesús Franco

David Cronenberg

Sharon Tate, como en un cuento de Sheridan Le Fanu

Un guionista sediento

La reina del fantaterror patrio

Dalton Trumbo y los diez de Hollywood

La primera chica que arrojó una tarta 

El desdichado Hércules contemporáneo

En la tradición familiar

El músico del realismo poético

Otro tributo a la gran Patty Shepard

Elmer Modlin y su extraña familia

Las coproducciones internacionales rodadas en España

Marilyn Monrore y su desesperado último gesto

Un amor más poderosos que la vida

El actor atrapado en sus personajes

Entre el fantasma de su madre y el final del musical

Barbet Schroeder

Amparo Muñoz

Samuel Bronston más alla de Las Rozas

Chantal Akerman

Françoise Hardy 

Un antiguo dogmático

Jane Birkin

Anna Karina, su turbulento amor y el Madison

Sandie Shaw, ya con calzado

El gran Serge Gainsbourg

Entre la niña prodigio y la mujer concienciada

La intérprete de Shakespeare que inspiró a The Rolling Stones

La maleta del capitán Wajda

Val Lewton y su dramatización de la psicología del miedo

La alimaña de Whitechapel

Cristina Galbó

La caravana Donner

Eddie Constantine

Un nuevo curso del tiempo

Rosenda Monteros

Una criatura de la noche

Una carta a Nicolás I

Edison y el 35 mm

Barbara Steele

El felón Esquieu de Floyran acaba con los templarios

Entre Lovecraft y Hitchcock

Tchang Tchong Yen recuerda a Hergé

La musa del ciberpunk

Néstor Majnó

Una leyenda del Madrid finisecular

El rey de la serie B

La primera cosmonauta soviética

Cuando la injuria sucede a la fatalidad

Bajo Ulloa y sus cuentos crueles

La cicerone de los Stones en el infierno 

Nace Toulouse-Lautrec

El París del Charlestón se rinde a Josephine Baker

Nastassja Kinski, la dulce hija del ogro

Un tributo a Sam Peckinpah

La leyenda del London Calling

Fiódor Dostoievski frente al pelotón de fusilamiento

Mi alucinada favorita

El hombre de las mil caras

El 7º de Caballería pierde la gloria

Un recuerdo de Silke

El genocidio camboyano

Peter Bogdanovich

Guy Debord y la sociedad del espectáculo

Un héroe de Iwo Jima 

Lupe Vélez tras el último tequila sunrise

El general Lee

Roman Polanski

Un hampón italoamericano

Jane Fonda en su juventud

Kraken en la Cuesta de Moyano

Josef von Sternberg

The Beatles en The Carvern y en el show de Ed Sullivan

Que la tierra le sea leve a Douglas Trumbull

El último superviviente del hampa de Chicago

Inma de Santis

El Álamo

Una musa insumisa

El malvado Zaroff y un elogio a las revistas pulp

Miles Davis

Un polaco y el amour fou

La Legión extranjera como género literario

Conchita Montenegro

Peter Lorre y su cara de villano

El juez de la horca

Syd Barrett

Kathleen Turner

Una caricatura de la hombría

Eric Clapton

Helga Liné

Butch Cassidy

Carlos Arévalo, un cineasta español

Nace el último bohemio

Pascual García Arano

María Perschy

El Combray de Ingmar Bergman

Carlos Castaneda

Una canción de Neil Young

Un suicida dandi

Hedy Lamarr

Philip K. Dick y sus realidades bastardas

La última mujer fatal

Andréi Tarkovski, otro maldito por la censura soviética

Nace la música de la New Age

"Wie einst" Lili Marleen

Una lectura de Byron en Villa Diodati

Un apostol de la sedición juvenil

Ava en mi ciudad

Rider Haggard

Una entrada para la "Historia universal de la infamia"

La Marguerite Duras cineasta

Gallardo y calavera

El hombre que vendió su alma a Elizabeth Taylor

El crímen de Charlotte Corday

Un elogio entusiasta de la urbe

Un ángel caído

Mary Bradbury teme por su vida

Pierre Étaix y su triste gracia

El mejor verano de los Rolling

María Rosa Salgado y su conmovedora discrección

La valentía de Ramón Acín

Sylvie Vartan

La cruz de Malta de Wim Wenders

La epifanía de Louis Daguerre

Carroll Baker

Marie Laforêt y mi amigo Eloy

Eliseo Reclus atisba su quimera

Patty Pravo

Richard Pryor contra sí mismo

Miroslava, una actriz marcada por la fatalidad

France Gall y el doble sentido

Robert Bresson y el cine puro

La gesta de Alekséi Stajánov

Nace el Rimbaud del Rock & Roll seminal

Dominique Dunne, una filmografía que se quedó en el aire

Un actor vampirizado por un personaje

Tolkien publica El Hobbit

La segunda musa de Godard

John Dos Passos entra en la eternidad

Alain Resnais, el cine de la memoria

Una musa del filme noir

El cadáver de Nancy Spungen en el Chelsea Hotel

La historia de Bobby Driscoll

Un icono del feminismo

Recordando a Tina Aumont

Colgaron a Gilles de Rais

Dario Argento

Nico en el cine

Dylan Thomas en su último trance

Brigitte Helm

Un punkie en la Disney 

Nace Billy el Niño

The Wall

Tennessee Williams

Vivien Leigh

Kazuo Sakamaki salva la vida en Pearl Harbor

El proscrito de la Escuela de Barcelona 

47 hombres de honor

Charlotte Rampling

La incomunicabilità del gran MIchelangelo Antonioni

F. Scott Fitzgerald

Un pilar del cómic estadounidense

Juliet Berto

Erik, el fantasma de la Ópera

Una comedia francesa

Un pesimista alegre

Una mirada indolente a la derrota 

Sender en Casas Viejas

Kipling en su último momento

Los hermanos Marx

Puente sobre aguas turbulentas

Anouk Aimée

Mary Shelley

Quentin Tarantino

Neal Cassady 

Natalie Wood

La heterodoxia de Ermanno Olmi

Fu-Manchú

Stefan Zweig pone fin a sus días

 

 

 

 

 

 

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