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Blog de Javier Memba

El insolidario

Cinco de Hollywood en la guerra

Archivado en: Series de televisión

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Cuando aún bebía, a menudo lo hacía con un pobre anciano al que la botella llevó al hoyo, no mucho después de aquellas copas, mientras él aún se creía el gran tipo que fue en su juventud. Ya cocidos, pero aún capaces de hablar, solíamos recordar cierto dialogo de Raíces profundas (Georges Stevens, 1953): aquel en el que el niño, Joey Starrett (Brandon De Wilde), advierte que Shane (Alan Ladd), el pistolero que se quiere enmendar trabajando la tierra de los Starrett, está a punto de ser atacado por varios malotes. "Son muchos, Shane", le hace notar el muchacho. A lo que Shane, como esperábamos escuchar todos los niños que crecimos amando la épica del western, responde: "No querrás que huya como un cobarde". Acto seguido, hace frente a los villanos sin parase a contar.

 

Ese diálogo, toda esa secuencia -una lección de coraje a los niños y jóvenes, que siempre fueron los espectadores objetivos de las películas del Oeste-, hoy es una de las causas de que abogue porque el western sea declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Sin embargo, si vuelvo sobre ella ahora es porque tras dar cuenta con la avidez que requiere su excelencia de Five Came Back (2017), el espléndido documental de Laurent Bouzereau para Netflix sobre la experiencia de varios cineastas del Hollywood clásico en la Segunda Guerra Mundial, he comprendido que Stevens, como su personaje en Raíces profundas, tampoco huyó como un cobarde cuando fueron muchos los villanos a los que tuvo que enfrentar. Y eso que, los que se encontró en la Segunda Guerra Mundial, destacan entre los asesinos más grandes de la historia de la Humanidad.

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Publicado el 12 de mayo de 2017 a las 12:30.

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Yo también leí el TBO

Archivado en: Cuaderno de lecturas, TBO

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(publicado originalmente en La linterna mágica)

 

El pasado diecisiete de marzo se cumplió un siglo de la aparición del primer número del TBO y el centenario me ha hecho evocar los orígenes de mi amor al cómic. La efeméride me ha cogido leyendo El Incal, las aventuras del detective John Difool con guión de Alejandro Jodorowsky y dibujos de Moebius. Siendo esta historieta -considerada la obra maestra del cómic de ciencia ficción y una de los más vendidas de los últimos cuarenta años- tan alucinada como suelen serlo todos los argumentos de Jodorowsky y tan abigarrada como es costumbre en las ilustraciones de Moebius, aquellas viñetas del TBO, comparadas con estas que me ocupan actualmente, se me han antojado ingenuas. Tan ingenuas y entrañables como resultan ser, con el correr del tiempo, los primeros pasos en cuanto nos es querido. Porque lo cierto es que ahora, que mi experiencia como lector de cómics cincuentón me ha llevado a las space opera de los Humanoides Asociados -la agrupación de historietistas surgida en torno a El Incal- las páginas del TBO se me antojan revestidas por esa magia del átomo que sintetiza toda la grandeza del universo.

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Publicado el 30 de abril de 2017 a las 16:00.

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Volver a Freddy Lombard

Archivado en: Cuaderno de lecturas, Freddy Lombard

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            Supongo que los cincuenta y siete años que tengo ya no son edad para seguir leyendo tebeos. Sin embargo, mi afición al cómic es tan grande desde antes de saber leer, cuando me cautivaron las viñetas de las aventuras de Tintín sin entender ni una palabra de sus bocadillos, que en los últimos meses le he dado muchas vueltas al asunto. Al final he concluido que mientras viva, voy a seguir leyendo tebeos con regularidad semanal. La cuestión es mucho menos singular de lo que me parece. A la postre, ese cómic en que los lectores de mi generación tuvimos una de las maravillas de nuestra infancia, ha ido creciendo con nosotros, dando lugar a ese cómic adulto que, al día de hoy, cuando apenas se publican tebeos infantiles, copa la práctica totalidad de la producción.

 

            Resuelto ya a leer un álbum por semana, como en mis primeros años, cuando como poco eran un placer de los domingos, he descubierto algunas historietas que, pese a llevar ya décadas en el mercado, me eran desconocidas. Mis siempre limitados espacio y presupuesto -unos estantes y unos números contra los que no hay resoluciones que valgan-, sólo me dan para las nuevas entregas de las colecciones de Blake y Mortimer, Alix, Jhen y poco más. Ese ha sido el motivo de que XIII, la serie creada por Jean Van Hamme (guion) y William Vance (dibujo) me fuera desconocida. Hasta que hace unos meses descubrí el fondo de cómics de la Biblioteca Ángel González. Es más pequeño que el que yo mismo he ido reuniendo a lo largo de esos cincuenta y cuatro años que llevo atesorando tebeos. Pero incluye varias propuestas para las que no me habían llegado ni el espacio ni el presupuesto.

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Publicado el 11 de abril de 2017 a las 08:30.

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El primer Tintín coloreado

Archivado en: Cuaderno de lecturas, Tintín, Hergé

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(Publicado originalmente en Zenda)

            Los más suspicaces podrán notar cierta beligerancia en el hecho de que, coincidiendo con las innumerables conmemoraciones del centenario de la Revolución Soviética que veremos en los próximos meses, haya llegado a las librerías la primera versión coloreada de Tintín en el país de los soviets (1929). Cabe esperar que no tardarán mucho las traducciones españolas. Como su propio título índica, se trata del álbum anticomunista de Hergé. Sin embargo, también fue el único que el Maestro jamás coloreó en vida y sólo accedió a reeditarlo a regañadientes.

 

Los tintinófilos más ponderados tienden a pensar que ese ostracismo, al que el propio Hergé condenó la primera aventura de Tintín, fue debió a que, a medida que sus posiciones de la juventud se fueron atemperando con el paso del tiempo, él mismo -siempre esforzado en no molestar a nadie- prefirió no reeditarla. Hasta que las ediciones piratas que comenzaron a surgir a partir de una edición no venal de 1969, impresa por los Estudios Hergé a modo de obsequio a sus allegados -alguno de los cuales les traicionó pirateándola-, le llevaron a incluirla junto a Tintín en el Congo (1930) y Tintín en América (1931) en el primer volumen de Los archivos de Hergé (1973). Fueron aquellos unos tomos en los que el Maestro fue reuniendo sus álbumes publicados originalmente en blanco y negro.

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Publicado el 29 de marzo de 2017 a las 11:45.

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12 monos, Chris Marker transciende a la nueva televisión

Archivado en: Inéditos cine, series de televisión

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La experiencia me ha enseñado que no se puede ser categórico al afirmar que una obra es la mejor en su género. Apuntaré por tanto que La Jetée (1962), la cinta del gran Chris Marker cuyo protagonista, siendo aún un niño, contempla el rostro de una muchacha (Hélène Chatelain) en el aeropuerto de Orly mientras un hombre cae asesinado a su lado, es uno de los mejores cortometrajes de toda la historia del cine.

 

Concebido en los días en que el miedo al holocausto nuclear alcanzó su punto más álgido e inspiró cintas como -Five (Arch Oboler, 1951), El mundo la carne y el diablo (Ranald MacDougall, 1959) o La hora final (Stanley Kramer, 1959-, los escasos veintinueve minutos que dura La Jetée bastaron para que Marker llevara a cabo una de las mejores pastorales poscatástrofe atómica de toda de toda la historia del cine de ciencia ficción. Pero también uno de los mejores viajes en el tiempo. Porque La Jetée -junto con Lemmy contra Alphaville (Jean-Luc Godard, 1962), Fahrenheit 451 (François Truffaut, 1966) y Te amo, te amo (Alain Resnais, 1968)- es el mejor ejemplo de la calidad alcanzada por el cine fantacientífico de la Nouvelle Vague, de cuya Rive Gauche -la otra escuela, la ajena a Cahiers du Cinéma-, Marker -junto con Resnais y Agnès Varda- fue uno de sus representantes más genuinos.

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Publicado el 20 de marzo de 2017 a las 18:45.

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Autoría en las nuevas series de televisión

Archivado en: Series de televisión

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Mucho antes de que Alexandre Astruc publicase su Caméra-stylo (1948), el célebre artículo donde pergeñaba la teoría del cine de autor -el cineasta ha de escribir con su cámara como el escritor con su pluma-, que darían a conocer universalmente los miembros más destacados de la Nouvelle Vague a finales de los años 50, cuando aún ejercían la crítica en Cahiers du Cinéma... Mucho antes de todo aquello, las estrellas más rutilantes de la pantalla silente, endiosadas y adoradas como ningún otro interprete lo ha vuelto a estar desde entonces, sabían a ciencia cierta que el cineasta es como el escritor: el responsable omnisciente de la cinta.

 

Si su realizador no fuese el autor de la película, como pretenden los consabidos apologetas de la grey, la colectividad y el trabajo en equipo, en 1929, Gloria Swanson hubiese sustituido al gran Erich von Stroheim por un espejo durante el rodaje de La reina Kelly en la idea de que ella misma se bastaba y se sobraba para la creación de Kitty Kelly. Aquella princesa del pueblo, que del orfanato de la Alemania imperial donde se había criado pasaba a ser la reina de un burdel en Dar-es-Salam, obedecía a una inspiración singular, que no a un trabajo en común. Sólo un maestro como el gran von Stroheim podía narrar con la destreza precisa la peripecia de Kelly, que con el curso del tiempo la llevaba de regreso al palacio alemán, del que fue expulsada en su primera visita. Allí compartía el trono junto al príncipe -ya rey- que enamoró cuando, siendo aún la gentil huérfana, se le cayeron los pantalones al ver a su futuro pasar al trote al frente de su regimiento.

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Publicado el 8 de marzo de 2017 a las 16:30.

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David Lynch, el onirismo de la modernidad

Archivado en: Bibliografia, David Lynch, el onirismo de la modernidad

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(extraído de la introducción de mi nuevo libro, David Lynch, el onirismo de la modernidad (Ediciones JC), que en los próximos días se pone a la venta) 

     Así que pasaran veinticinco años, Laura Palmer (Sheryl Lee) habría de regresar. Fue ella, la asesinada más célebre de la televisión de los noventa, quien, al final de la segunda temporada de Twin Peaks (1990-1991), volvió fugazmente de la muerte para entrar en un sueño del agente Dale B. Cooper (Kyle Mac Lachlan) y fijar para ese plazo su retorno. Fue, naturalmente, en la habitación roja, "un lugar sin contexto, una secuencia sin contexto, sin nada antes ni después", comentaría Michel J. Anderson -intérprete del enano bailarín- recordando la explicación que le dio David Lynch el día que le pidió referencias para interpretar a aquel "hombre de otro lugar". Además de él, fueron testigos el turbador decorado del sofá y las cortinas rojas. Allí todo era del mismo color. Llegado el momento de cumplir lo prometido, la tercera temporada de Twin Peaks, cuya emisión se anunció para 2017, es una de las opciones que despiertan más expectación en ese esplendor de las series de televisión al que asistimos. Y es de ley apuntar que algunos de los parámetros de toda esa bonanza de la ficción catódica de nuestros días fueron sentados en la primera temporada de Twin Peaks, la propuesta que puso en marcha la revolución de la televisión. David Lynch, su creador junto a Mark Frost, es, por tanto, uno de los precursores indiscutibles de la nueva narrativa televisiva. De ahí que sea oportuno analizar ahora su filmografía.

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Publicado el 20 de febrero de 2017 a las 18:00.

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Sven Hassel inspira un cómic

Archivado en: Cuaderno de lecturas, sobre Los panzer de la muerte

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(Publicado originalmente en La linterna mágica, mi blog de Descubrir el arte)    

El de "novela gráfica" es un término controvertido. Supongo que en gran medida obedeciendo al eterno afán de la historieta de ser considera exactamente igual que el resto de las bellas artes, la denominación se estima más elevada que la de "cómic".

 

Aunque tampoco es ajeno a la controversia el interés del medio en reivindicar su madurez frente a las revistas infantiles que le dieron la gloria mediado el siglo XX. Porque, si hay algo que ha quedado definitivamente atrás de forma incontestable, esos son los tebeos para niños. A los pequeños de hoy día les gusta el manga o los superhéroes, dos asuntos diferentes a la historieta europea a la que me refiero.

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Publicado el 8 de febrero de 2017 a las 01:45.

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La patrulla del tiempo, de Poul Anderson (y II)

Archivado en: Cuaderno de lecturas, sobre La patrulla del tiempo, de Poul Anderson

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(viene del asiento publicado el 28.9.2016)

            Delenda Est es una ucronía pura. Aquí el punto Jombar -ese acontecimiento singular y alternativo que determinó la historia- se remonta a la antigüedad clásica. Anderson nos propone que, en los albores de la cultura occidental, los celtas fueron los hegemónicos en los tiempos del esplendor grecorromano. Con estos antecedentes, en el siglo XXX los "danelianos", los superhombres venideros, que según el canon de estos textos fundaron la Patrulla del tiempo, no han existido para poder hacerlo. Everard y su compañero en esta pieza, Van Saravak*, lo comprenden cuando, dispuestos a pasar unos días de asueto en la Nueva York de 1960, se encuentran con una ciudad extraña, que no tiene nada que ver con aquella que fuera la de los rascacielos a comienzos de los felices 60. De ahí el título, que no son sino las dos últimas palabras de la locución latina "Cartago delenda est" (Cartago debe ser destruida).

 

Aquí alude a un Cartago que no lo fue, posibilitando a la larga ese mundo predominantemente celta que, con el correr de su propia línea temporal, dio lugar a Catavellaunan la extraña ciudad que debió ser la Nueva York que nuestros crononautas visitan.

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Publicado el 31 de enero de 2017 a las 19:00.

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Unas consideraciones sobre la nueva ficcion televisiva

Archivado en: Series de televisión

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            Ya he tenido oportunidad de afirmar en estas mismas notas que lo de seguir llamando a la televisión "la caja tonta" es algo tan simple, manido e incierto como sostener que la falta de calidad de la obra de un autor -sea cual sea su tiempo y su lugar- obedece a la censura que el poder de su época ejerció sobre él. La sugerencia -y cuanto más sutil mejor- es más difícil de prohibir que la evidencia. Por lo demás, en una narración, supone la excelencia frente a la vulgaridad de lo obvio. Seamos sutiles y no demos nombres. Basta con pasar de una cadena a otra para dejar atrás la telebasura, que indudablemente aún persiste, y encontrar una televisión didáctica, divertida y enriquecedora. En definitiva, una antena inteligente, que no una caja tonta.

 

Con todo, he de reconocer que mi querencia a los grandes formatos de pantalla, en los que me formé como espectador de cine, hizo nacer en mí un arraigado prejuicio contra la pequeña pantalla que me ha mantenido alejado de ese esplendor de las nuevas series al que asistimos. Hasta que, hace apenas unos meses, el streaming y ubicuidad del DVD me descubrieron esa nueva narrativa televisiva que han puesto en marcha las series de autor.

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Publicado el 13 de enero de 2017 a las 15:30.

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Javier Memba

Javier Memba

            Periodista con más de cuarenta años de experiencia –su primer texto apareció en la revista Ozono en 1978-, Javier Memba (Madrid, 1959) fue colaborador habitual del diario EL MUNDO entre junio de 1990 y febrero de 2020. Actualmente lo es en Zenda Libros. Estudioso del cine antiguo, en todos los medios donde ha publicado sus cientos de piezas ha demostrado un decidido interés por cuanto concierne a la gran pantalla. Puede y debe decirse que el setenta por ciento de su actividad literaria viene a dar cuenta de su actividad cinéfila. Ha dado a la estampa La nouvelle vague (2003 y 2009), El cine de terror de la Universal (2004 y 2006), La década de oro de la ciencia-ficción (2005) –edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción-, La serie B (2006), La Hammer (2007) e Historia del cine universal (2008).

 

            Asimismo ha sido guionista de cine, radio y televisión. Como novelista se dio a conocer en títulos como Homenaje a Kid Valencia (1989), Disciplina (1991) o Good-bye, señorita Julia (1993) y ha reunido algunos de sus artículos en Mi adorada Nicole y otras perversiones (2007). Vinilos rock español (2009) fue una evocación nostálgica del rock y de quienes le amaron en España mientras éste se grabó en vinilo. Cuanto sabemos de Bosco Rincón (2010) supuso su regreso a la narrativa tras quince años de ausencia. La nueva era del cine de ciencia-ficción (2011), junto a La edad de oro de la ciencia-ficción, constituye una historia completa del género, aunque ambos textos son de lectura independiente. No halagaron opiniones (2014) fue un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada. Por su parte, David Lynch, el onirismo de la modernidad (2017), fue un estudio de la filmografía de este cineasta. El cine negro español (2020) es su última publicación hasta la fecha.  

 


 

          

 

Miniatura no disponible

 

Javier Memba en 2009

 

Javier Memba en 1988

 

Javier Memba en 1987

 

1996

 

 

Javier Memba en la librería Shakespeare & Co. de París

 

 

 

 

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Enlaces

-La linterna mágica

-Unas palabras sobre Vida en sombras

-Unas palabras sobre La torre de los siete jorobados

-50 años de la Nouvelle Vague en Días de cine

-David Lynch, el onirismo de la modernidad en Radio 3

-Unas palabras sobre Casablanca en Telemadrid

-Unas palabras sobre Tintín en Cuatro TV

 

 

ALGUNOS ARTÍCULOS:

Malditos, heterodoxos y alucinados de la gran pantalla

Nuevos momentos estelares de la humanidad

Chicas yeyés

Chicas de ayer

Prólogo al nº 4 de la revista "Flamme" de la Universidad de Limoges

Destinos literarios

Sobre La naranja mecánica

Mi tributo al gran Chris Marker

El otro Borau

Bohemia del 89

Unos apuntes sobre las distopías

Elogio de Richard Matheson

En memoria de Bernadette Lafont

Homenaje al gran Jean-Pierre Melville

Los amores de Édith

Unos apuntes sobre La reina Margot

Tributo a Yasujiro Ozu con motivo del 50 aniversario de su fallecimiento

Muere Henry Miller

Unos apuntes sobre dos cintas actuales

Las legendarias chicas de los Stones

Unos apuntes sobre el "peplum"

El cine soviético del deshielo

El operador que nos devolvió el blanco y negro

Más real que Homeland

El cine de la Gran Guerra

Del porno a la pantalla comercial

Formentera cinema

Edward Hopper en estado puro

El cine de terror de los años 70

Mi tributo a Lauren Bacall

Mi tributo a Jean Renoir

Una entrevista a Lee Child

Una entrevista a William McLivanney 

Novelistas japonesas

Treinta años de Malevaje

Las grandes rediciones del cómic franco-belga

El estigma de La campana del infierno

Una reedición de Dalton Trumbo

75 años de un canto a la esperanza

Un siglo de El nacimiento de una nación

60 años de Semilla de maldad

Sobre las adaptaciones de Vicente Aranda

Regreso al futuro, treinta años después 

La otra cabeza de Murnau

Un tributo a las actrices de mi adolescencia

Cineastas españoles en Francia

El primer surrealista

La traba como materia literaria

La ilustración infantil de los años 70

Una exposición sobre la UFA

La musa de John Ford

Los icebergs de Jorge Fin

Un recorrido por los cineastas/novelistas -y viceversa-

Ettore Scola

Mi tributo a Jacques Rivette

Una película a la altura de la novela en que se basa

Mi tributo a James Cagney en el trigésimo aniversario de su fallecimiento

Recordando a Audrey Hepburn

El rey de los mamporros

Una guía clásica de la ciencia ficción

Musas de grandes canciones

Memorias de la España del tebeo

70 años de la revista Tintín

Ediciones JC regresa a sus orígenes

Seis claves para entender a Hergé

La chica del "Drácula" español

La primera princesa de la lejana galaxia

El primer Tintín coloreado

Paloma Chamorro: el fin de "La edad de oro"

Una entrevista a la fotógrafa Vanessa Winship

Una recuperación del Instituto Murnau

Heroínas de la revolución sexual

Muere George A. Romero

Un mito del cine francés

Semblanza de Basilio Martín Patino

Malevaje en la Gran Vía

Entrevista a Benjamin Black

Un circunloquio sobre la provocación

Una nueva aventura de Yeruldelgger

Una dama del crimen se despide

Recordando a Peggy Cummins

Un tributo a las yeyés francesas

La última reina del Technicolor

Recordando a John Gavin

Las referencias de La forma del agua

El Madrid de 1988

La nueva ola checa

Un apunte sobre Nelson Pereira dos Santos

Una simbiosis perfecta

Un maestro del neorrealismo tardío

El inovidable Yellowstone Kelly

Que Dios bendiga a John Ford

Muere Darío Villalba

Los recuerdos sentimentales de Enrique Herreros

Mi tributo a Harlan Ellison

La inglesa que presidió el cine español

La última rubia de Hitchcock

Unos apuntes sobre Neil Simon

Recordando Musicolandia

Una novelista italiana

Recordando a Scott Wilson

Cämilla Lackberg inaugura Getafe Negro

Una conversación entre Läckberg y Silva

El guionista de Dos hombres y un destino

Noir español y hermoso

Noir italiano

Mi tributo al gran Nicholas Roeg

De la Escuela de Barcelona al fantaterror patrio

Recordando a Rosenda Monteros

Unas palabras sobre Andrés Sorel

Farewell to Julia Adams

Corto Maltés vuelve a los quioscos

Un editor veterano

Una entrevista a Wendy Guerra

Continúa el misterio de Leonardo

Los cantos de Maldoror

Un encuentro con Clara Sánchez

Recuerdos de la Feria del Libro

Viajes a la Luna en la ficción

Los pecados de Los cinco

La última copa de Jack Kerouac

Astérix cumple 60 años

Getafe Negro 2019

Un actriz entrañable

Ochenta años de "El sueño eterno"

Sam Spade cumple 90 años

Un western en la España vaciada

Romy Schneider: el triste destino de Sissi

La nínfula maldita

Jean Vigo: el Rimbaud del cine francés

El último vuelo de Lois Lane

Claudio Guerin Hill

Dennis Hopper: El alucinado del Hollywood finisecular

Jean Seberg: la difamada por el FBI

Wener Herzog y la cólera de Dios

Gordad, el gran maese de la heterodoxia cinematográfica

Frances Farmer, la esquizofrénica que halló un inquietante sosiego

El hombre al que gustaba odiar

El gran amor de John Wayne

Iván Zulueta, arrebatado por una imagen efímera

Agnès Varda, entre el feminismo y la memoria

La reina olvidada del noir de los 40

Judy Garland al final del camino de adoquines amarillos

Jonas Mekas, el catalizador del cine independiente estadounidense

El gran Edgar G. Ulmer

La última flapper; la primera it girl

El estigmatizado por Stalin

La controvertida Egeria del Führer

El gran Tod Browning

Una chica de ayer

El niño que perdió su tren eléctrico

La primera chica de Éric Rohmer

El último cadáver bonito

La exnovia de James Dean que no quiso cumplir 40 años

Don Luis Buñuel, "ateo gracias a Dios"

La estrella cuyo fulgor se extinguió en sus depresiones

El gran cara de palo

Sylvia Kristel más allá de Emmanuelle

Roscoe Arbuckle, cuando se acabaron las risas

Laura Antonelli, la reina del softcore que perdió la razón

Nicholas Ray, que nunca volvió a casa

El vuelo más bajo de la princesa Leia Organa

Eloy de la Iglesia y el cine quinqui

Entiérralo con sus botas, su cartuchera y su revólver

La chica sin suerte

Bela Lugosi y la sombría majestuosidad de Drácula

La estrella de triste suerte

La desmesura de Jacques Rivette

Françoise Dorléac

Klaus el loco

Una hippie de los 70

Jean Esustache, entre la Nouvelle Vague y el ascetismo

Nadiuska, un juguete roto

Thea von Harbou

Jesús Franco

David Cronenberg

Sharon Tate, como en un cuento de Sheridan Le Fanu

Un guionista sediento

La reina del fantaterror patrio

Dalton Trumbo y los diez de Hollywood

La primera chica que arrojó una tarta 

El desdichado Hércules contemporáneo

En la tradición familiar

El músico del realismo poético

Otro tributo a la gran Patty Shepard

Elmer Modlin y su extraña familia

Las coproducciones internacionales rodadas en España

Marilyn Monrore y su desesperado último gesto

Un amor más poderosos que la vida

El actor atrapado en sus personajes

Entre el fantasma de su madre y el final del musical

Barbet Schroeder

Amparo Muñoz

Samuel Bronston más alla de Las Rozas

Chantal Akerman

Françoise Hardy 

Un antiguo dogmático

Jane Birkin

Anna Karina, su turbulento amor y el Madison

Sandie Shaw, ya con calzado

El gran Serge Gainsbourg

Entre la niña prodigio y la mujer concienciada

La intérprete de Shakespeare que inspiró a The Rolling Stones

La maleta del capitán Wajda

Val Lewton y su dramatización de la psicología del miedo

La alimaña de Whitechapel

Cristina Galbó

La caravana Donner

Eddie Constantine

Un nuevo curso del tiempo

Rosenda Monteros

Una criatura de la noche

Una carta a Nicolás I

Edison y el 35 mm

Barbara Steele

El felón Esquieu de Floyran acaba con los templarios

Entre Lovecraft y Hitchcock

Tchang Tchong Yen recuerda a Hergé

La musa del ciberpunk

Néstor Majnó

Una leyenda del Madrid finisecular

El rey de la serie B

La primera cosmonauta soviética

Cuando la injuria sucede a la fatalidad

Bajo Ulloa y sus cuentos crueles

La cicerone de los Stones en el infierno 

Nace Toulouse-Lautrec

El París del Charlestón se rinde a Josephine Baker

Nastassja Kinski, la dulce hija del ogro

Un tributo a Sam Peckinpah

La leyenda del London Calling

Fiódor Dostoievski frente al pelotón de fusilamiento

Mi alucinada favorita

El hombre de las mil caras

El 7º de Caballería pierde la gloria

Un recuerdo de Silke

El genocidio camboyano

Peter Bogdanovich

Guy Debord y la sociedad del espectáculo

Un héroe de Iwo Jima 

Lupe Vélez tras el último tequila sunrise

El general Lee

Roman Polanski

Un hampón italoamericano

Jane Fonda en su juventud

Kraken en la Cuesta de Moyano

Josef von Sternberg

The Beatles en The Carvern y en el show de Ed Sullivan

Que la tierra le sea leve a Douglas Trumbull

El último superviviente del hampa de Chicago

Inma de Santis

El Álamo

Una musa insumisa

El malvado Zaroff y un elogio a las revistas pulp

Miles Davis

Un polaco y el amour fou

La Legión extranjera como género literario

Conchita Montenegro

Peter Lorre y su cara de villano

El juez de la horca

Syd Barrett

Kathleen Turner

Una caricatura de la hombría

Eric Clapton

Helga Liné

Butch Cassidy

Carlos Arévalo, un cineasta español

Nace el último bohemio

Pascual García Arano

María Perschy

El Combray de Ingmar Bergman

Carlos Castaneda

Una canción de Neil Young

Un suicida dandi

Hedy Lamarr

Philip K. Dick y sus realidades bastardas

La última mujer fatal

Andréi Tarkovski, otro maldito por la censura soviética

Nace la música de la New Age

"Wie einst" Lili Marleen

Una lectura de Byron en Villa Diodati

Un apostol de la sedición juvenil

Ava en mi ciudad

Rider Haggard

Una entrada para la "Historia universal de la infamia"

La Marguerite Duras cineasta

Gallardo y calavera

El hombre que vendió su alma a Elizabeth Taylor

El crímen de Charlotte Corday

Un elogio entusiasta de la urbe

Un ángel caído

Mary Bradbury teme por su vida

Pierre Étaix y su triste gracia

El mejor verano de los Rolling

María Rosa Salgado y su conmovedora discrección

La valentía de Ramón Acín

Sylvie Vartan

La cruz de Malta de Wim Wenders

La epifanía de Louis Daguerre

Carroll Baker

Marie Laforêt y mi amigo Eloy

Eliseo Reclus atisba su quimera

Patty Pravo

Richard Pryor contra sí mismo

Miroslava, una actriz marcada por la fatalidad

France Gall y el doble sentido

Robert Bresson y el cine puro

La gesta de Alekséi Stajánov

Nace el Rimbaud del Rock & Roll seminal

Dominique Dunne, una filmografía que se quedó en el aire

Un actor vampirizado por un personaje

Tolkien publica El Hobbit

La segunda musa de Godard

John Dos Passos entra en la eternidad

Alain Resnais, el cine de la memoria

Una musa del filme noir

El cadáver de Nancy Spungen en el Chelsea Hotel

La historia de Bobby Driscoll

Un icono del feminismo

Recordando a Tina Aumont

Colgaron a Gilles de Rais

Dario Argento

Nico en el cine

Dylan Thomas en su último trance

Brigitte Helm

Un punkie en la Disney 

Nace Billy el Niño

The Wall

Tennessee Williams

Vivien Leigh

Kazuo Sakamaki salva la vida en Pearl Harbor

El proscrito de la Escuela de Barcelona 

47 hombres de honor

Charlotte Rampling

La incomunicabilità del gran MIchelangelo Antonioni

F. Scott Fitzgerald

Un pilar del cómic estadounidense

Juliet Berto

Erik, el fantasma de la Ópera

Una comedia francesa

Un pesimista alegre

Una mirada indolente a la derrota 

Sender en Casas Viejas

Kipling en su último momento

Los hermanos Marx

Puente sobre aguas turbulentas

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Natalie Wood

La heterodoxia de Ermanno Olmi

Fu-Manchú

Stefan Zweig pone fin a sus días

 

 

 

 

 

 

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