Las aventuras de Arno
Comenzadas a escribir por Jacques Martin en 1983, con anterioridad a las de Jhen y Orion, las tres primeras aventuras de Arno conocieron una edición española veinte años después bajo el sello de Glénat. Apenas me fueron obsequiadas por sus editores, di cuenta de ellas con avidez. Aunque aquella también fue una lectura gozosa, el grafismo de André Juillard me chocó. Ya había tenido oportunidad de leer La maquinación Voronov (2000), primera entrega de las aventuras de Blake y Mortimer dibujada por Juillard, y la similitud entre los trazos de ambas series me chirrió.
Ha sido ahora, al volver sobre el álbum y mis apuntes del 2003 para adecuarlos a este asiento, cuando la armadura de Djeila me ha recordado sobremanera a la del emperador Açoka de las dos entregas de Los sarcófagos del 6º continente (2003 y 2004), díptico de las aventuras de Blake y Mortimer y también dibujado por Juillard.
La Pica Roja, primero de los tres episodios aquí reunidos, comienza con Napoleón recién llegado a Venecia. Bonaparte está siendo agasajado por los ediles de la república cuando escucha una melodía que le magnetiza. Tanto le llama la atención que al punto quiere conocer a su intérprete. Éste no es otro que Arno Firenze, un músico local. La amistad que surge entre Arno y el Emperador -que ha venido a recordarme a la que el Napoleón (Pierre Mondy) de Austerlitz (Abel Gance, 1960) parece mantener con Alboise (Michel Simon)- le llevará a descubrir un complot que trama contra Bonaparte la Pica Roja. Estamos en 1797 y ya se atisba el tiempo de los carbonarios y el resto de las sociedades secretas, que en gran medida surgieron en oposición a Napoleón.
La Pica Roja es una de estas inteligencias. Los patriotas venecianos conjuramentados en ella, no dudan en introducirse en el cuartel general de los franceses para dar muerte a sus propios miembros, allí detenidos, antes de que las torturas del invasor les hagan delatar sus planes. Arno que los descubre casualmente, cuando en una de sus escaramuzas dan muerte a un amigo suyo, no tardará en convertirse en su principal enemigo.
Además de con la ayuda del ejercito francés, el músico contará con la colaboración de su joven compañero Grazzio, el hermano de la muchacha que le salva cuando los pica roja le tiran al fondo de la laguna. Seguro que los lectores italianos de estas páginas, a todas luces imbuidas por la veneración que los franceses sienten por su emperador, tendrían mucho que reprochar a un veneciano que traiciona a los suyos en beneficio de los invasores de su país.
Entre los Pica Roja -que se distinguen por llevar tatuada dicha estampa de los naipes y usar la misma carta para sus inteligencias- destaca Rezzo, un noble que está en tratos con los austriacos, a la sazón enemigos de los franceses.
Finalmente, muerto Rezzo, Arno acudirá a una recepción de Bonaparte en la que la misma hermana del general -todavía está construyendo su imperio- quedará prendada de él.
El ojo de Keops -segundo álbum de esta edición- nos presenta a Arno junto a la "elite científica y artística que acompaña al ejército francés" en Egipto. También allí se encuentran los pica roja, quienes siguen queriendo acabar con Napoleón. Sin embargo, ahora, los enemigos no son venecianos, son ingleses. Douglas Month, un agente de Londres que conspira entre los árabes, destaca entre todos ellos.
En uno de los lances de la aventura, cuando Arno y un grupo de franceses se disponen a visitar las pirámides, son perseguidos por unos mamelucos. En efecto, son los mismos que una vez convertidos en mercenarios de Francia acuchillarán a los madrileños en la Puerta del Sol. Pero entonces, hay algo en el veneciano que le impide disparar al jefe de los nativos. Por su parte, el árabe tampoco puede agredir al pianista. Ha sido un flechazo. Como descubriremos algunas viñetas después, no se trata de un hombre, sino de una mujer -Djeila- quien se convertirá en el gran amor de Arno.
La pareja vivirá su romance entre los laberintos de las pirámides y las charcas de los oasis. Hasta que una maniobra de Month pone fin a la vida de la muchacha. Arno jura entonces venganza.
Puesto a buscar dicha satisfacción encontramos al veneciano al comienzo de El pozo Nubio, tercera de las entregas aquí copiladas. En sus páginas vivirá un nuevo amor con una nativa -Tara- prima de Djeila. Ella será quien le salve cuando Arno es atrapado por Month, atado y arrojado al fondo de un pozo.
Pero el recuerdo Djeila pesa demasiado sobre Arno y el veneciano, siempre pensando en vengarla, haciéndose pasar por árabe, se embarca en el mismo navío que devuelve a Douglas a Inglaterra. Antes de despedirse, Tara le regalará un cofre lleno de riquezas arqueológicas.
Una vez en Inglaterra, gracias al obsequio de su nubia -"nubiana" para el traductor (pág.10)-, Arno se compra unas tierras colindantes a las Month. Tras salvar de unos salteadores de caminos -entre los que también se encuentra un pica roja- a Stuart Stanford, un aristócrata local, éste será quien auspicie al veneciano en su transformación inglesa.
Paralelamente, Douglas Month hace uso de su derecho de pernada con una joven campesina local. En el mismo lugar donde abusa de la infeliz encontrará la muerte a manos del enamorado de la muchacha. Aunque Arno puede remediar el final de su enemigo prefiere no hacerlo.
De igual manera que me ha chocado la idea de un veneciano amigo de Napoleón, el invasor de la entonces república, los amores interraciales y las viñetas eróticas que jalonan estás páginas han venido a ratificarme que Martin fue el más singular de los discípulos de Hergé.
Las estampas referidas a las torturas de los pica roja detenidos por los franceses en Venecia, el esparcimiento de cabezas de algunos nativos que se han rebelado contra los franceses en El ojo de Keops e incluso el suplicio de Arno en el pozo del Nilo de El pozo nubio, vienen a corroborar ese espanto que a parece interesar a Martin en exclusiva de todos los cultivadores de la Línea Clara.
Las aventuras de Arno se prolongaron hasta 1997 en otras tres entregas que, me parece, no llegaron a conocer traducción española. Así pues este álbum no era una edición integral como se anunciaba en su portada.
Publicado el 31 de enero de 2014 a las 00:30.