viernes, 29 de marzo de 2024 00:13 www.gentedigital.es
Gente blogs

Gente Blogs

Blog de Javier Memba

El insolidario

Más cuentos de Horacio Quiroga (y II)

Archivado en: Cuaderno de lecturas, Más cuentos de Horacio Quiroga

imagen

(viene del asiento anterior)

Si a El síncope blanco le sumamos El llamado, puede hablarse de la hospitalaria como otra constante en la narrativa de Quiroga, quien precisamente puso fin a sus días en la cama del hospital donde se le había diagnosticado un cáncer. De momento, este segundo cuento clínico nos es contado por un tipo que acude a uno de estos establecimientos a visitar a un médico. El facultativo le invita a escuchar el relato de una mujer en compañía de unos "espiritistas" que se disponen a hacerlo.

Internada desde cuatro días antes, está aquejada de una obsesión que le hace perder el juicio. Se trata al cabo de una viuda que prometió en su lecho de muerte a su marido no escatimar esfuerzos para el porvenir de su hija. Su entrega a la pequeña era total, hasta que ésta quedó sumida en una extraña enfermedad. Entonces una voz -esa clásica voz que en una primera lectura se cree una de esas que dicen escuchar los dementes- le advierte de que la niña morirá en un accidente doméstico.

Empezando por sacar a la niña de la cocina[1], la viuda y madre tomó todas las precauciones al respecto. Sin embargo, todos los miramientos fueron inútiles: la niña se mató accidentalmente jugando con una pistola guardada en el fondo de un cajón.

Huelga detenerse en las analogías este accidente y el que protagonizó el propio Quiroga al quitar la vida de forma fortuita al también escritor Federico Ferrando, mientras revisaba las pistolas con las que el desdichado iba a batirse con un crítico que había despreciado su obra. Lo que cuenta es el final de El llamado, cuando la mujer confiesa que la voz que le advertía del peligro que corría la niña era la de su difunto marido.

***

El procedimiento de El llamado es muy semejante al de Los guantes de goma. Pero en esta última pieza la historia que se nos cuenta es la de una hipocondríaca que, no en vano, responde al nombre de Desdémona. Si la mujer de Otelo halló la muerte por una infidelidad que no había sido, su tocaya de Quiroga fue víctima de unos microbios que no le hubieran atacado de no haber tomado tantas precauciones contra estos microrganismos. Apenas tiene noticia de su capacidad para causar infecciones, comienza a tomar medidas, a cuál más desmesurada, contra ellos. A los guantes de goma del título les suceden unas vendas. Hasta que nuestra Desdémona decide quitarse los vendajes para lavarse las manos frotándoselas con un cepillo. Pone tanta energía que llega a dejarse la piel en carne viva Y entonces sí, los microbios le producen una infección que le lleva a la muerte.

***

Los perseguidos es un relato clásico de locura en el que además se hace hincapié en algo que no suele tenerse en cuenta: los locos son extremadamente inteligentes, que no idiotas como tan a menudo se les considera. Publicado en 1905, es todo un precedente de la novela psicológica venidera. Ambientado en julio de 1903, Leopoldo Lugones y Misiones aparecen con su propio nombre. Siendo su tema el del doble, suele hablarse de la influencia de Poe -del Poe de William Wilson (1839), supongo-, pero también cumple destacar la de Maupassant de El horla. Bajo este título -que alude a las palabras francesas "¡hors là!" (fuera)-, Maupassant -otro loco egregio, por cierto- trata sobre la triste experiencia de un hombre que comienza a ser poseído por el desquiciado que late en él. En este caso, el alienado es un tal Lucas Díaz Vélez. Quiroga lo conoce en casa de Lugones cuando Lucas se presenta inesperadamente mientras los dos escritores charlan sobre los perseguidos (los locos), cuya mirada cree distinguir Quiroga en el recién llegado.

Magnetizado por el perseguido, cuando días después lo ve de lejos en la calle, va su encuentro como si todo fuera un casual. Pero antes estudia su fisonomía obsesivamente. Cuando finalmente entabla conversación con Díaz Vélez, Quiroga empieza a perder el juicio: "Y mis ideas, en perfecta fila hasta ese momento, comenzaron a cambiar de posición" (pág. 118). Díaz Vélez se da cuenta, al igual que sabe que Lugones y Quiroga le creen "un perseguido". En efecto, el loco, con esa lucidez que brinda la enajenación entre dos crisis, reconoce su desequilibrio. Al igual que el de Quiroga, a quien, en un momento dado, con esa ironía que imprimen los lunáticos a sus verdades irrefutables, le anuncia que se cree que él mismo, Díaz Vélez le está persiguiendo. Al punto, como si la alienación también se contagiase por una bacteria, Díaz Vélez advierte sobre lo pernicioso que es que sigan charlando y se marcha.

En las semanas siguientes, el perseguido invitará a Quiroga a su casa en dos ocasiones. La segunda de ellas, Lucas Díaz Vélez está en plena crisis. Cuatro meses después, el perseguido se encuentra recluido en el Instituto (manicomio) cuando el autor vuelve a visitarle. Mientras el médico está presente, la conversación discurre con normalidad, a excepción de la ironía de algunas insinuaciones. Ahora bien, apenas el psiquiatra les deja solos, el loco reconoce en su visita a su perseguidor. Cuando el relato termina, ha levantado la mano para agredirle.

...

Otro texto que puede incluirse de forma inequívoca entre los cuentos de locura es Su ausencia. Su protagonista, es un tipo que sufre un desdoblamiento de personalidad. Pero el autor nos lo cuenta con tanta maestría que, en las primeras líneas, se antoja un viaje en el tiempo. El protagonista, un tal Roldán Berger tiene su último recuerdo fechado en el 24 de febrero de 1921. Cree estar en el día siguiente y caminar a su oficina cuando, al avanzar unos pasos, resulta estar viviendo el 2 de abril de 1927 y va a casarse.

Abrumado ante la nueva fecha, acude a ver a su alienista en Buenos Aires, el doctor Campillo. Es éste quien le aclara que en los "dos mil ciento noventa y tantos días" de su lapsus ha sido un intelectual brillante. Autor de un lúcido ensayo titulado El cielo abierto, las gentes cultivadas lo han celebrado como si en sus páginas, Roldán hubiera resumido la totalidad del ser. No sólo en Argentina, en toda América e incluso en Europa se le venera como sólo se hace con los escritores. No hay duda de que Quiroga conoce esa idolatría. Aunque me da la impresión de que, más que por haber gozado él de ella, por haber visto cómo se les dispensa a otros autores. De una u otra manera, el caso es que la ironía sobre la gloria intelectual -que aquí se le brinda a alguien que ha ejercido su magisterio sin saber lo que decía, ¡casi nada!- bien podría ser el verdadero argumento de este otro cuento de locura, que, en ese sentido, entroncaría con los relatos humorísticos de Poe

Quedémonos, de momento, con el autor de El cielo abierto. Entre sus más rendidos admiradores destaca una de las familias más notables y adineradas del país. Su hija, la bella Nora, es la que ha de casarse con Roldán. Como el verdadero Roldán es el oficinista, un tipo apocado y sin la más mínima inquietud intelectual, definido por su alienista en un momento dado como "hombre de acción" tiene miedo a no saber estar a la altura de las circunstancias ante semejante esposa. Sin embargo, son tantos sus encantos que a Campillo no le cuesta demasiado convencerle para que acuda a la cita en el altar.

Ya casado, cuando no llegan esas conferencias, artículos y nuevas publicaciones que cabría esperar en un intelectual de la talla del que nos ocupa, Roldán confiesa a Nora la verdad. Pero ella ya ha tenido tiempo para enamorarse de su marido por lo es, no porque el libro que escribió poseído por su otra personalidad.

***

Los relatos que nos hablan de antiguos seductores, venidos a menos en el otoño de su edad, no distan mucho en la jerarquía de mis altares de los cuentos de miedo. Quiero recordar La máscara del gran Guy de Maupassant, sobre un galán envejecido que, para seguir asistiendo, sin que se note que es un anciano, a los bailes de Montmatre donde brilló en su juventud, se cubre el rostro tras una máscara.

El protagonista de El ocaso, otra de las piezas de Quiroga que acompañan a El síncope blanco, es un hombre de sesenta años que sedujo a innumerables mujeres en sus días de esplendor. Sin embargo, el recuerdo de la primera que se le entregó permanece incólume. "Tengo la impresión de no haber estado con un hombre", le reprochó ella al despedirse por su precipitación en la entrega. Y como nuestro seductor, en efecto, no era un hombre sino un "muchacho brioso", aún recuerda la queja cuando una mujer, exactamente igual a aquella de su primera vez, se acerca a él en balneario de moda donde el otrora galán asiste a su ocaso.

El parecido de la recién llegada con la mujer pretérita es tan asombro que el narrador lo cree obra de una transmigración de las alamas. Dice llamarse Lucila y, avanzando en la lectura, se nos dirá que es hija de aquella del reproche. Nuestro seductor le pone en antecedentes sobre su parecido y del recuerdo que guarda. Lucila se le entrega y al acabar, cuarenta años después, le hace el mismo reproche que su madre. Antaño por bisoño y ahora por marchito, nuestro hombre nunca ha podido satisfacer a las dos mujeres que han abierto y cerrado su experiencia sexual.

***

El más allá del que nos habla la pieza homónima, última de la selección, es ese limbo donde -según las algunas películas[2] y ficciones como este texto- permanecen los recién fallecidos antes de perderse definitivamente en el reino de los muertos. En ese lugar -donde según el cine, como todo sigue siendo igual que en la última visión de la vida, el difunto no sabe que ya lo es hasta que ve su propio cadáver y comprende que ni se puede comunicar con ellos ni los demás le ven- se encuentra la pareja que protagoniza la pieza. Decidieron quitarse la vida cuando la familia de ella les impidió su amor y ahora, mientras nos lo cuentan, observan como lloran ante sus cadáveres.

El más allá sería un cuento romántico si no fuera porque al gran Quiroga se le suicido el padrastro, una esposa y algún otro allegado antes de convertirse él mismo en asesino de sí mismo.

 


[1] Esto me ha recordado que en mi más tierna infancia mi madre me impuso la prohibición de la entrada la cocina para evitar los peligros que esa estancia tiene para los niños. Como aún me daba miedo la oscuridad, me quedaba jugando en el quicio de la puerta. En el descansillo que delante de la puerta, que ella dejaba abierta para que la luz de la cocina lo iluminara. Es uno de mis primeros recuerdos.

 

[2] Quiero recordar El carnaval de las almas (Herk Harvey, 1962).

Publicado el 28 de julio de 2017 a las 09:15.

añadir a meneame  añadir a freski  añadir a delicious  añadir a digg  añadir a technorati  añadir a yahoo  compartir en facebook  twittear  votar

Comentarios - 0

No hay comentarios



Tu comentario

NORMAS

  • - Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
  • - Toda alusión personal injuriosa será automáticamente borrada.
  • - No está permitido hacer comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
  • - Gente Digital no se hace responsable de las opiniones publicadas.
  • - No está permito incluir código HTML.

* Campos obligatorios

Javier Memba

Javier Memba

            Periodista con más de cuarenta años de experiencia –su primer texto apareció en la revista Ozono en 1978-, Javier Memba (Madrid, 1959) fue colaborador habitual del diario EL MUNDO entre junio de 1990 y febrero de 2020. Actualmente lo es en Zenda Libros. Estudioso del cine antiguo, en todos los medios donde ha publicado sus cientos de piezas ha demostrado un decidido interés por cuanto concierne a la gran pantalla. Puede y debe decirse que el setenta por ciento de su actividad literaria viene a dar cuenta de su actividad cinéfila. Ha dado a la estampa La nouvelle vague (2003 y 2009), El cine de terror de la Universal (2004 y 2006), La década de oro de la ciencia-ficción (2005) –edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción-, La serie B (2006), La Hammer (2007) e Historia del cine universal (2008).

 

            Asimismo ha sido guionista de cine, radio y televisión. Como novelista se dio a conocer en títulos como Homenaje a Kid Valencia (1989), Disciplina (1991) o Good-bye, señorita Julia (1993) y ha reunido algunos de sus artículos en Mi adorada Nicole y otras perversiones (2007). Vinilos rock español (2009) fue una evocación nostálgica del rock y de quienes le amaron en España mientras éste se grabó en vinilo. Cuanto sabemos de Bosco Rincón (2010) supuso su regreso a la narrativa tras quince años de ausencia. La nueva era del cine de ciencia-ficción (2011), junto a La edad de oro de la ciencia-ficción, constituye una historia completa del género, aunque ambos textos son de lectura independiente. No halagaron opiniones (2014) fue un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada. Por su parte, David Lynch, el onirismo de la modernidad (2017), fue un estudio de la filmografía de este cineasta. El cine negro español (2020) es su última publicación hasta la fecha.  

 


 

          

 

Miniatura no disponible

 

Javier Memba en 2009

 

Javier Memba en 1988

 

Javier Memba en 1987

 

1996

 

 

Javier Memba en la librería Shakespeare & Co. de París

 

 

 

 

Imagen

 

 

COMPRAR EN KINDLE:

 

 

 

contador de visitas en mi web



 

 

Enlaces

-La linterna mágica

-Unas palabras sobre Vida en sombras

-Unas palabras sobre La torre de los siete jorobados

-50 años de la Nouvelle Vague en Días de cine

-David Lynch, el onirismo de la modernidad en Radio 3

-Unas palabras sobre Casablanca en Telemadrid

-Unas palabras sobre Tintín en Cuatro TV

 

 

ALGUNOS ARTÍCULOS:

Malditos, heterodoxos y alucinados

Malditos, heterodoxos y alucinados de la gran pantalla

Nuevos momentos estelares de la humanidad

Chicas yeyés

Chicas de ayer

Prólogo al nº 4 de la revista "Flamme" de la Universidad de Limoges

Destinos literarios

Sobre La naranja mecánica

Mi tributo al gran Chris Marker

El otro Borau

Bohemia del 89

Unos apuntes sobre las distopías

Elogio de Richard Matheson

En memoria de Bernadette Lafont

Homenaje al gran Jean-Pierre Melville

Los amores de Édith

Unos apuntes sobre La reina Margot

Tributo a Yasujiro Ozu con motivo del 50 aniversario de su fallecimiento

Muere Henry Miller

Unos apuntes sobre dos cintas actuales

Las legendarias chicas de los Stones

Unos apuntes sobre el "peplum"

El cine soviético del deshielo

El operador que nos devolvió el blanco y negro

Más real que Homeland

El cine de la Gran Guerra

Del porno a la pantalla comercial

Formentera cinema

Edward Hopper en estado puro

El cine de terror de los años 70

Mi tributo a Lauren Bacall

Mi tributo a Jean Renoir

Una entrevista a Lee Child

Una entrevista a William McLivanney 

Novelistas japonesas

Treinta años de Malevaje

Las grandes rediciones del cómic franco-belga

El estigma de La campana del infierno

Una reedición de Dalton Trumbo

75 años de un canto a la esperanza

Un siglo de El nacimiento de una nación

60 años de Semilla de maldad

Sobre las adaptaciones de Vicente Aranda

Regreso al futuro, treinta años después 

La otra cabeza de Murnau

Un tributo a las actrices de mi adolescencia

Cineastas españoles en Francia

El primer surrealista

La traba como materia literaria

La ilustración infantil de los años 70

Una exposición sobre la UFA

La musa de John Ford

Los icebergs de Jorge Fin

Un recorrido por los cineastas/novelistas -y viceversa-

Ettore Scola

Mi tributo a Jacques Rivette

Una película a la altura de la novela en que se basa

Mi tributo a James Cagney en el trigésimo aniversario de su fallecimiento

Recordando a Audrey Hepburn

El rey de los mamporros

Una guía clásica de la ciencia ficción

Musas de grandes canciones

Memorias de la España del tebeo

70 años de la revista Tintín

Ediciones JC regresa a sus orígenes

Seis claves para entender a Hergé

La chica del "Drácula" español

La primera princesa de la lejana galaxia

El primer Tintín coloreado

Paloma Chamorro: el fin de "La edad de oro"

Una entrevista a la fotógrafa Vanessa Winship

Una recuperación del Instituto Murnau

Heroínas de la revolución sexual

Muere George A. Romero

Un mito del cine francés

Semblanza de Basilio Martín Patino

Malevaje en la Gran Vía

Entrevista a Benjamin Black

Un circunloquio sobre la provocación

Una nueva aventura de Yeruldelgger

Una dama del crimen se despide

Recordando a Peggy Cummins

Un tributo a las yeyés francesas

La última reina del Technicolor

Recordando a John Gavin

Las referencias de La forma del agua

El Madrid de 1988

La nueva ola checa

Un apunte sobre Nelson Pereira dos Santos

Una simbiosis perfecta

Un maestro del neorrealismo tardío

El inovidable Yellowstone Kelly

Que Dios bendiga a John Ford

Muere Darío Villalba

Los recuerdos sentimentales de Enrique Herreros

Mi tributo a Harlan Ellison

La inglesa que presidió el cine español

La última rubia de Hitchcock

Unos apuntes sobre Neil Simon

Recordando Musicolandia

Una novelista italiana

Recordando a Scott Wilson

Cämilla Lackberg inaugura Getafe Negro

Una conversación entre Läckberg y Silva

El guionista de Dos hombres y un destino

Noir español y hermoso

Noir italiano

Mi tributo al gran Nicholas Roeg

De la Escuela de Barcelona al fantaterror patrio

Recordando a Rosenda Monteros

Unas palabras sobre Andrés Sorel

Farewell to Julia Adams

Corto Maltés vuelve a los quioscos

Un editor veterano

Una entrevista a Wendy Guerra

Continúa el misterio de Leonardo

Los cantos de Maldoror

Un encuentro con Clara Sánchez

Recuerdos de la Feria del Libro

Viajes a la Luna en la ficción

Los pecados de Los cinco

La última copa de Jack Kerouac

Astérix cumple 60 años

Getafe Negro 2019

Un actriz entrañable

Ochenta años de "El sueño eterno"

Sam Spade cumple 90 años

Un western en la España vaciada

Romy Schneider: el triste destino de Sissi

La nínfula maldita

Jean Vigo: el Rimbaud del cine francés

El último vuelo de Lois Lane

Claudio Guerin Hill

Dennis Hopper: El alucinado del Hollywood finisecular

Jean Seberg: la difamada por el FBI

Wener Herzog y la cólera de Dios

Gordad, el gran maese de la heterodoxia cinematográfica

Frances Farmer, la esquizofrénica que halló un inquietante sosiego

El hombre al que gustaba odiar

El gran amor de John Wayne

Iván Zulueta, arrebatado por una imagen efímera

Agnès Varda, entre el feminismo y la memoria

La reina olvidada del noir de los 40

Judy Garland al final del camino de adoquines amarillos

Jonas Mekas, el catalizador del cine independiente estadounidense

El gran Edgar G. Ulmer

La última flapper; la primera it girl

El estigmatizado por Stalin

La controvertida Egeria del Führer

El gran Tod Browning

Una chica de ayer

El niño que perdió su tren eléctrico

La primera chica de Éric Rohmer

El último cadáver bonito

La exnovia de James Dean que no quiso cumplir 40 años

Don Luis Buñuel, "ateo gracias a Dios"

La estrella cuyo fulgor se extinguió en sus depresiones

El gran cara de palo

Sylvia Kristel más allá de Emmanuelle

Roscoe Arbuckle, cuando se acabaron las risas

Laura Antonelli, la reina del softcore que perdió la razón

Nicholas Ray, que nunca volvió a casa

El vuelo más bajo de la princesa Leia Organa

Eloy de la Iglesia y el cine quinqui

Entiérralo con sus botas, su cartuchera y su revólver

La chica sin suerte

Bela Lugosi y la sombría majestuosidad de Drácula

La estrella de triste suerte

La desmesura de Jacques Rivette

Françoise Dorléac

Klaus el loco

Una hippie de los 70

Jean Esustache, entre la Nouvelle Vague y el ascetismo

Nadiuska, un juguete roto

Thea von Harbou

Jesús Franco

David Cronenberg

Sharon Tate, como en un cuento de Sheridan Le Fanu

Un guionista sediento

La reina del fantaterror patrio

Dalton Trumbo y los diez de Hollywood

La primera chica que arrojó una tarta 

El desdichado Hércules contemporáneo

En la tradición familiar

El músico del realismo poético

Otro tributo a la gran Patty Shepard

Elmer Modlin y su extraña familia

Las coproducciones internacionales rodadas en España

Marilyn Monrore y su desesperado último gesto

Un amor más poderosos que la vida

El actor atrapado en sus personajes

Entre el fantasma de su madre y el final del musical

Barbet Schroeder

Amparo Muñoz

Samuel Bronston más alla de Las Rozas

Chantal Akerman

Françoise Hardy 

Un antiguo dogmático

Jane Birkin

Anna Karina, su turbulento amor y el Madison

Sandie Shaw, ya con calzado

El gran Serge Gainsbourg

Entre la niña prodigio y la mujer concienciada

La intérprete de Shakespeare que inspiró a The Rolling Stones

La maleta del capitán Wajda

Val Lewton y su dramatización de la psicología del miedo

La alimaña de Whitechapel

Cristina Galbó

La caravana Donner

Eddie Constantine

Un nuevo curso del tiempo

Rosenda Monteros

Una criatura de la noche

Una carta a Nicolás I

Edison y el 35 mm

Barbara Steele

El felón Esquieu de Floyran acaba con los templarios

Entre Lovecraft y Hitchcock

Tchang Tchong Yen recuerda a Hergé

La musa del ciberpunk

Néstor Majnó

Una leyenda del Madrid finisecular

El rey de la serie B

La primera cosmonauta soviética

Cuando la injuria sucede a la fatalidad

Bajo Ulloa y sus cuentos crueles

La cicerone de los Stones en el infierno 

Nace Toulouse-Lautrec

El París del Charlestón se rinde a Josephine Baker

Nastassja Kinski, la dulce hija del ogro

Un tributo a Sam Peckinpah

La leyenda del London Calling

Fiódor Dostoievski frente al pelotón de fusilamiento

Mi alucinada favorita

El hombre de las mil caras

El 7º de Caballería pierde la gloria

Un recuerdo de Silke

El genocidio camboyano

Peter Bogdanovich

Guy Debord y la sociedad del espectáculo

Un héroe de Iwo Jima 

Lupe Vélez tras el último tequila sunrise

El general Lee

Roman Polanski

Un hampón italoamericano

Jane Fonda en su juventud

Kraken en la Cuesta de Moyano

Josef von Sternberg

The Beatles en The Carvern y en el show de Ed Sullivan

Que la tierra le sea leve a Douglas Trumbull

El último superviviente del hampa de Chicago

Inma de Santis

El Álamo

Una musa insumisa

El malvado Zaroff y un elogio a las revistas pulp

Miles Davis

Un polaco y el amour fou

La Legión extranjera como género literario

Conchita Montenegro

Peter Lorre y su cara de villano

El juez de la horca

Syd Barrett

Kathleen Turner

Una caricatura de la hombría

Eric Clapton

Helga Liné

Butch Cassidy

Carlos Arévalo, un cineasta español

Nace el último bohemio

Pascual García Arano

María Perschy

El Combray de Ingmar Bergman

Carlos Castaneda

Una canción de Neil Young

Un suicida dandi

Hedy Lamarr

Philip K. Dick y sus realidades bastardas

La última mujer fatal

Andréi Tarkovski, otro maldito por la censura soviética

Nace la música de la New Age

"Wie einst" Lili Marleen

Una lectura de Byron en Villa Diodati

Un apostol de la sedición juvenil

Ava en mi ciudad

Rider Haggard

Una entrada para la "Historia universal de la infamia"

La Marguerite Duras cineasta

Gallardo y calavera

El hombre que vendió su alma a Elizabeth Taylor

El crímen de Charlotte Corday

Un elogio entusiasta de la urbe

Un ángel caído

Mary Bradbury teme por su vida

Pierre Étaix y su triste gracia

El mejor verano de los Rolling

María Rosa Salgado y su conmovedora discrección

La valentía de Ramón Acín

Sylvie Vartan

La cruz de Malta de Wim Wenders

La epifanía de Louis Daguerre

Carroll Baker

Marie Laforêt y mi amigo Eloy

Eliseo Reclus atisba su quimera

Patty Pravo

Richard Pryor contra sí mismo

Miroslava, una actriz marcada por la fatalidad

France Gall y el doble sentido

Robert Bresson y el cine puro

La gesta de Alekséi Stajánov

Nace el Rimbaud del Rock & Roll seminal

Dominique Dunne, una filmografía que se quedó en el aire

Un actor vampirizado por un personaje

Tolkien publica El Hobbit

La segunda musa de Godard

John Dos Passos entra en la eternidad

Alain Resnais, el cine de la memoria

Una musa del filme noir

El cadáver de Nancy Spungen en el Chelsea Hotel

La historia de Bobby Driscoll

Un icono del feminismo

Recordando a Tina Aumont

Colgaron a Gilles de Rais

Dario Argento

Nico en el cine

Dylan Thomas en su último trance

Brigitte Helm

Un punkie en la Disney 

Nace Billy el Niño

The Wall

Tennessee Williams

Vivien Leigh

Kazuo Sakamaki salva la vida en Pearl Harbor

El proscrito de la Escuela de Barcelona 

47 hombres de honor

Charlotte Rampling

La incomunicabilità del gran MIchelangelo Antonioni

F. Scott Fitzgerald

Un pilar del cómic estadounidense

Juliet Berto

Erik, el fantasma de la Ópera

Una comedia francesa

Un pesimista alegre

Una mirada indolente a la derrota 

Sender en Casas Viejas

Kipling en su último momento

Los hermanos Marx

Puente sobre aguas turbulentas

Anouk Aimée

Mary Shelley

Quentin Tarantino

Neal Cassady 

Natalie Wood

La heterodoxia de Ermanno Olmi

Fu-Manchú

Stefan Zweig pone fin a sus días

 

 

 

 

 

 

EN TU MAIL

Recibe los blogs de Gente en tu email

Introduce tu correo electrónico:

FeedBurner

Archivo

Grupo de información GENTE · el líder nacional en prensa semanal gratuita según PGD-OJD