viernes, 19 de abril de 2024 14:56 www.gentedigital.es
Gente blogs

Gente Blogs

Blog de Javier Memba

El insolidario

"El irlandés", un reencuentro con Scorsese

Archivado en: Inéditos cine, Scorsese

imagen

            He de reconocer que algunas de las entregas de X-Men dirigidas por Bryan Singer me llamaron la atención por su poderío visual. Pero de un tiempo a esta parte mi opinión sobre el cine de superhéroes es tan negativa como la que Scorsese y Coppola han manifestado en fechas recientes. Ahora bien, ello no quita para que el derrotero tomado en el otoño de sus filmografías por uno y otro me parezca igualmente desafortunado. En cuanto a Coppola, sólo la vehemencia de algunos de los admiradores de sus obras maestras incuestionables -Apocalpyse Now (1979), la trilogía de El Padrino (1972-1990), La ley de la calle (1983)- puede seguir reconociéndole en películas tan deslavazadas, inconsistentes y, en definitiva, dudosas como Tetro (2009) o Twixt (2011).

 

            A decir verdad, esa pérdida de coherencia, atrevimiento y, lo que es peor: de calidad en el ocaso de su obra, es común a todo aquel nuevo Hollywood de los años 70, que seguimos con tanto entusiasmo en sus primeras producciones. El bueno de Steven Spielberg, con o sin las fanfarrias de John Williams, desde El diablo sobre ruedas (1971) me viene pareciendo un fumista de marca mayor. No me volveré a detener en la patada que tuvo a bien darle a Hergé, con el mismo atrevimiento que otrora arremetió contra James M. Barrie en Hook (el capitán Garfio) (1991) o H. G. Wells en la peor versión de La guerra de los mundos (2005).

            ¿Dónde ha ido aquel Brian De Palma que nos cautivó a todos en filmes como Hermanas (1971), Carrie (1976) o incluso Impacto (1981)? Cualquiera diría que es otro ese realizador que, bajo el mismo nombre, apenas consigue cubrir el expediente en La dalia negra (2006) y demás desatinados remedos por él suscritos en nuestro nefasto -también para esto- siglo XXI.

 

            ¿Qué fue de aquel Peter Bogdanovich de La última película (1971), uno de los ejercicios nostálgicos más conmovedores de todo el cine estadounidense? Porque el Bogdanovich de ahora, dedicado a la realización de telefilmes y episodios de series televisivas, no es ni sombra de quien fuera aquel de ¿Qué me pasa doctor? (1972), en la que alcanzó la perfección del auténtico slapstick, la comedia cinematográfica por excelencia.

 

            ¿Qué queda, en fin, del George Lucas de American Graffiti (1973), una de las obras maestras de la pantalla de los 70? Nada. Cualquiera diría que está muerto, como Michael Cimino, puesto que ni siquiera se le atisba en ese productor de las sagas galácticas que fue hasta fechas aún recientes.

 

            Si señor, ese nuevo cine que cambió radicalmente la pantalla estadounidense se ha quedado definitivamente atrás, como aquel tiempo en que las películas iban a verse a las salas de proyección. El nuevo Hollywood de los 70 ya no tiene nada de nuevo. También ha caído en el agotamiento y el adocenamiento comunes al Hollywood actual. Negarlo es negar la evidencia.

 

El caso más triste

 

            Pero en el caso de Martín Scorsese resulta especialmente triste. Después de haber visto con reclinatorio -que es como decían los cinéfilos de antaño que hay que ver las grandes cintas-Taxi Driver (1976), New York, New York (1977), Toro salvaje (1980), La edad de la inocencia (1991) ... sus obras maestras, tuve que admitir que Scorsese también era un cineasta agotado con títulos como El aviador (2004) Infiltrados (2006) o La invención de Hugo (2011). Las dos primeras me parecieron tan insulsas como planas, largas hasta la desmesura. En resumen, tan deslavazadas como esos desatinos de Coppola. Desaciertos que la cartelera sólo admite a cineastas del prestigio de uno y otro.

 

            En cuanto a La invención de Hugo, me pareció sensiblera. Más que un homenaje a Georges Méliès y esa elegía a su triste final, que hubiera debido ser, se me antojo un desvarío a cuenta del primer cineasta propiamente dicho. Ni punto de comparación con Le grand Méliès (1952), el emocionado tributo que Georges Franjú rindió al mago por antonomasia de esa pléyade de ilusionistas que dieron el primer paso para que el cine tomara ese camino que le llevó de las barracas de las ferias que le vieron nacer, como uno más de los antiguos juguetes ópticos, a convertirse en la manifestación cultural más importante del amado siglo XX.

 

            Siendo Scorsese, junto con Bogdanovich, el más cinéfilo de los cineastas de su generación, me indignó aún más el atropello que tuvo a bien perpetrar a Méliès y su calvario. El francés acabó vendiendo juguetes en una estación del metro de París después de haber creado los primeros estudios de rodaje, donde fue un precursor de la ciencia ficción. Scorsese, para aludir a aquel ocaso, nos enjareta a un huerfanito al que le falta poco para ser tan repelente como los niños de Spielberg, el Hugo (Asa Butterfield) en cuestión. De estética claramente steampuk, ese aspecto es lo único que salvaría de la quema que a mi juicio merece La invención de Hugo.

 

            De modo que me negué a ver El lobo de Wall Street (2013) y Silencio (2016), las dos últimas cintas de ficción de nuestro realizador. Documentales hay más y algunos tan notables como Rolling Thunder Revue: A Bob Dylan Story by Martin Scorsese (2019). Pero yo le había dado por agotado como cineasta y volví a admirarle como cinéfilo en base a ese ciclo de cine polaco que presentó hace algunas temporadas por distintas filmotecas. Eso era lo que había cuando, hace apenas unas semanas, llegó El irlandés (2019) a Netflix.

 

            Se comprenderá la nostalgia que me abruma en este otoño si digo que, después de haber dedicado una buena parte de mi vida a ver películas, no piso una sala de proyección desde el último día del espectador. Jamás me había pasado, pero ya hace un par de meses que no voy al cine. Veo las cinco seis cintas semanales, que precisa como poco ese apetito insaciable que es mi cinefilia, en el ordenador o la televisión de mi casa. Todo en alta definición, por supuesto. Pero no por ello deja de ser una lástima el hecho de no ir al cine, a la gran pantalla, nunca mejor dicho. Y fue precisamente esa nostalgia de ir al cine la que me llevó a El irlandés. Hasta entonces, había visto todo Scorsese, desde Taxi Driver a Jo, qué noche (1985); desde Alicia ya no vive aquí (1974) hasta Casino (1995) en las salas donde la nueva entrega del neoyorquino se estrenaba. De modo que fui optimista y en lugar de entenderlo como el primer estreno en Netflix de un cineasta sobresaliente, fui a engañarme, creyendo que asistía a un nuevo estreno de Scorsese en una sala.

 

Concomitancias entre los malotes

 

            Desde el primer momento, desde que se nos muestra a Frank Sheeran (Robert De Niro) postrado en una silla en el asilo tuve la sensación de estar asistiendo a una revisión de Uno de los nuestros (1990). Al cabo, Sheeran y Henry Hill (Ray Liotta), el protagonista de esta última, son dos personajes muy parecidos. Ambos experimentaron la misma pasión por la mafia desde edades muy tempranas. Hill empezó a admirar a los "chicos listos" desde que era un adolescente, Sheeran a los "tipos duros" desde que volvió de la guerra, donde había comprendido que podía matar gente disparando a los soldados alemanes a los que previamente había obligado a cavar sus tumbas. A partir de ahí, en esencia, El irlandés y Uno de los nuestros cuentan la misma historia: el ascenso en el mundo del crimen de alguien que se dio a él porque le gustaba, que no porque le obligasen las circunstancias, tal sostiene ese discurso de que los pobres no pueden elegir y tantos otros dogmas de antaño. Hill lo evoca al denunciar a sus antiguos compañeros ante un tribunal; Sheeran ante un supuesto visitante en el asilo. Pero para ambos, sus días de malotes, tipos duros y chicos listos ya son historia, la cruel gloria de otro tiempo. De hecho, el grueso de la cinta está articulada en torno a un flashback. Es más, incluso la realización de Scorsese es la misma en El irlandés y en Uno de los nuestros: mover su tomavistas por una puesta en escena apabullante -por muy agotado que esté el Hollywood actual su dirección artística sigue siendo incomparable-, resaltando lo que debe subrayar con la banda sonora tomada por una canción que estuvo de moda en el tiempo aludido en la secuencia.

 

            Que un cineasta se imite a sí mismo puede argumentarse como una prueba de cargo del agotamiento de su creatividad. Pero también puede atribuirse a esa variación sobre el mismo tema que es común a la obra de los grandes autores. En lo que a Scorsese respecta, voy a entenderlo dentro del segundo supuesto.

 

Los hampones también envejecen

 

            Hay un momento en que El irlandés se desmarca de Uno de los nuestros. Es cuando Sheeran y Russell Bufalino (Joe Pesci) se ponen a mojar su vino en pan en el comedor de la cárcel y ya están viejos: Bufalino no tiene dientes. Al punto, el gran Scorsese empezó a conmoverme como un tango, que escuché por primera vez a mi amigo Antonio Bartrina en el año 87. Ventarrón lleva por título, fue escrito en 1933 por Pedro Maffia (música) y Jose Horacio Stafollani (letra). Cuenta la historia de un matón de Pompeya, un barrio bonaerense, que se ha hecho viejo: "Ya no sos el mismo,/ Ventarrón, de aquellos tiempos./ Sos cartón para el amigo y para el maula un pobre cristo./ Y al sentir un tango compadrón y retobado,/ recordás aquel pasado, las glorias guapas de Ventarrón".

 

            Desde que lo escuché por primera vez vengo dándole vueltas a la vejez de quienes fueron más chulos que nadie; dicho de otra manera: la senectud de quienes conocieron la gloria dando miedo a los demás. De ahí que El irlandés me emocione cuando el mejor pintor de casas -pintar casas llaman estos hampones de Scorsese a matar gente- se cae en el pasillo de su domicilio de puro viejo y no hay nadie para levantarle: ya es sólo un pobre anciano incapaz de valerse por sí mismo y está solo. Su mujer murió y sus hijas le odian por sus crímenes. La Parca se ha llevado a todos sus compañeros de fechorías, el hierro de los enemigos o la ancianidad ha matado a cuantos fueron sus antiguos compinches, le recuerda el FBI cuando le visita. Eso sí, Sheeran se niega a decir a los agentes donde se encuentra el cadáver de Jimmy Hoffa (Al Pacino), a quien él mismo dio muerte cuando le llegó la orden correspondiente "de arriba". Porque, llegado el momento de asesinarlo, no sirvió de nada que Hoffa hubiese sido tan amigo de Sheeran como lo fue Bufalino. Y haberle dado muerte tampoco cuenta ahora para que Sheeran enseñe sus fotos a la enfermera que le cuida en la residencia con el orgullo de haber sido su amigo.

 

            Lo que en verdad cuenta es que El irlandés nos muestra la vejez de todos los hampones de Scorsese, poniendo a la vez punto final a todo el ciclo que estos personajes ocupan en su cine. Si en el futuro el cineasta volviese sobre estos criminales, dicha cinta podría entenderse como una coda. Ni que decir tiene que yo no me he dedicado al crimen. Me he dedicado al oficio de las letras, que es muy parecido. Pero en la vejez de Sheeran veo un anuncio de la mía, en la que empiezo a adentrarme. Un conocido que ha muerto, un establecimiento cerrado, una costumbre perdida, como aquella de ir a ver las películas al cine... Todo son pruebas de cargo, irrefutables, de que mi tiempo ha pasado tanto como el de Sheeran. Sí señor, el irlandés me ha reconciliado con el gran Martín Scorsese.

Publicado el 19 de diciembre de 2019 a las 17:00.

añadir a meneame  añadir a freski  añadir a delicious  añadir a digg  añadir a technorati  añadir a yahoo  compartir en facebook  twittear  votar

Comentarios - 1

1 | RaymondOxymn - 07/1/2023 - 22:33

Впервые Ñ Ð½Ð°Ñ‡Ð°Ð»Ð° конфликта в украинÑкий порт пришло иноÑтранное торговое Ñудно под погрузку. По Ñловам миниÑтра, уже через две недели планируетÑÑ Ð²Ñ‹Ð¿Ð¾Ð»Ð·Ñ‚Ð¸ на уровень по меньшей мере 3-5 Ñудов в Ñутки. Ðаша задача – выход на меÑÑчный объем перевалки в портах Большой ОдеÑÑÑ‹ в 3 млн тонн ÑельÑкохозÑйÑтвенной продукции. По его Ñловам, на вÑтрече в Сочи президенты перетерали поÑтавки роÑÑийÑкого газа в Турцию. Ð’ больнице актриÑе передали о работе медицинÑкого центра во Ð²Ñ€ÐµÐ¼Ñ Ð²Ð¾ÐµÐ½Ð½Ð¾Ð³Ð¾ Ð¿Ð¾Ð»Ð¾Ð¶ÐµÐ½Ð¸Ñ Ð¸ передали подарки от малышей. Ð‘Ð»Ð°Ð³Ð¾Ð´Ð°Ñ€Ñ Ñтому мир еще Ñильнее будет Ñлышать, знать и понимать правду о том, что делаетÑÑ Ð² нашей Ñтране.

Tu comentario

NORMAS

  • - Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
  • - Toda alusión personal injuriosa será automáticamente borrada.
  • - No está permitido hacer comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
  • - Gente Digital no se hace responsable de las opiniones publicadas.
  • - No está permito incluir código HTML.

* Campos obligatorios

Javier Memba

Javier Memba

            Periodista con más de cuarenta años de experiencia –su primer texto apareció en la revista Ozono en 1978-, Javier Memba (Madrid, 1959) fue colaborador habitual del diario EL MUNDO entre junio de 1990 y febrero de 2020. Actualmente lo es en Zenda Libros. Estudioso del cine antiguo, en todos los medios donde ha publicado sus cientos de piezas ha demostrado un decidido interés por cuanto concierne a la gran pantalla. Puede y debe decirse que el setenta por ciento de su actividad literaria viene a dar cuenta de su actividad cinéfila. Ha dado a la estampa La nouvelle vague (2003 y 2009), El cine de terror de la Universal (2004 y 2006), La década de oro de la ciencia-ficción (2005) –edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción-, La serie B (2006), La Hammer (2007) e Historia del cine universal (2008).

 

            Asimismo ha sido guionista de cine, radio y televisión. Como novelista se dio a conocer en títulos como Homenaje a Kid Valencia (1989), Disciplina (1991) o Good-bye, señorita Julia (1993) y ha reunido algunos de sus artículos en Mi adorada Nicole y otras perversiones (2007). Vinilos rock español (2009) fue una evocación nostálgica del rock y de quienes le amaron en España mientras éste se grabó en vinilo. Cuanto sabemos de Bosco Rincón (2010) supuso su regreso a la narrativa tras quince años de ausencia. La nueva era del cine de ciencia-ficción (2011), junto a La edad de oro de la ciencia-ficción, constituye una historia completa del género, aunque ambos textos son de lectura independiente. No halagaron opiniones (2014) fue un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada. Por su parte, David Lynch, el onirismo de la modernidad (2017), fue un estudio de la filmografía de este cineasta. El cine negro español (2020) es su última publicación hasta la fecha.  

 


 

          

 

Miniatura no disponible

 

Javier Memba en 2009

 

Javier Memba en 1988

 

Javier Memba en 1987

 

1996

 

 

Javier Memba en la librería Shakespeare & Co. de París

 

 

 

 

Imagen

 

 

COMPRAR EN KINDLE:

 

 

 

contador de visitas en mi web



 

 

Enlaces

-La linterna mágica

-Unas palabras sobre Vida en sombras

-Unas palabras sobre La torre de los siete jorobados

-50 años de la Nouvelle Vague en Días de cine

-David Lynch, el onirismo de la modernidad en Radio 3

-Unas palabras sobre Casablanca en Telemadrid

-Unas palabras sobre Tintín en Cuatro TV

 

 

ALGUNOS ARTÍCULOS:

Malditos, heterodoxos y alucinados de la gran pantalla

Nuevos momentos estelares de la humanidad

Chicas yeyés

Chicas de ayer

Prólogo al nº 4 de la revista "Flamme" de la Universidad de Limoges

Destinos literarios

Sobre La naranja mecánica

Mi tributo al gran Chris Marker

El otro Borau

Bohemia del 89

Unos apuntes sobre las distopías

Elogio de Richard Matheson

En memoria de Bernadette Lafont

Homenaje al gran Jean-Pierre Melville

Los amores de Édith

Unos apuntes sobre La reina Margot

Tributo a Yasujiro Ozu con motivo del 50 aniversario de su fallecimiento

Muere Henry Miller

Unos apuntes sobre dos cintas actuales

Las legendarias chicas de los Stones

Unos apuntes sobre el "peplum"

El cine soviético del deshielo

El operador que nos devolvió el blanco y negro

Más real que Homeland

El cine de la Gran Guerra

Del porno a la pantalla comercial

Formentera cinema

Edward Hopper en estado puro

El cine de terror de los años 70

Mi tributo a Lauren Bacall

Mi tributo a Jean Renoir

Una entrevista a Lee Child

Una entrevista a William McLivanney 

Novelistas japonesas

Treinta años de Malevaje

Las grandes rediciones del cómic franco-belga

El estigma de La campana del infierno

Una reedición de Dalton Trumbo

75 años de un canto a la esperanza

Un siglo de El nacimiento de una nación

60 años de Semilla de maldad

Sobre las adaptaciones de Vicente Aranda

Regreso al futuro, treinta años después 

La otra cabeza de Murnau

Un tributo a las actrices de mi adolescencia

Cineastas españoles en Francia

El primer surrealista

La traba como materia literaria

La ilustración infantil de los años 70

Una exposición sobre la UFA

La musa de John Ford

Los icebergs de Jorge Fin

Un recorrido por los cineastas/novelistas -y viceversa-

Ettore Scola

Mi tributo a Jacques Rivette

Una película a la altura de la novela en que se basa

Mi tributo a James Cagney en el trigésimo aniversario de su fallecimiento

Recordando a Audrey Hepburn

El rey de los mamporros

Una guía clásica de la ciencia ficción

Musas de grandes canciones

Memorias de la España del tebeo

70 años de la revista Tintín

Ediciones JC regresa a sus orígenes

Seis claves para entender a Hergé

La chica del "Drácula" español

La primera princesa de la lejana galaxia

El primer Tintín coloreado

Paloma Chamorro: el fin de "La edad de oro"

Una entrevista a la fotógrafa Vanessa Winship

Una recuperación del Instituto Murnau

Heroínas de la revolución sexual

Muere George A. Romero

Un mito del cine francés

Semblanza de Basilio Martín Patino

Malevaje en la Gran Vía

Entrevista a Benjamin Black

Un circunloquio sobre la provocación

Una nueva aventura de Yeruldelgger

Una dama del crimen se despide

Recordando a Peggy Cummins

Un tributo a las yeyés francesas

La última reina del Technicolor

Recordando a John Gavin

Las referencias de La forma del agua

El Madrid de 1988

La nueva ola checa

Un apunte sobre Nelson Pereira dos Santos

Una simbiosis perfecta

Un maestro del neorrealismo tardío

El inovidable Yellowstone Kelly

Que Dios bendiga a John Ford

Muere Darío Villalba

Los recuerdos sentimentales de Enrique Herreros

Mi tributo a Harlan Ellison

La inglesa que presidió el cine español

La última rubia de Hitchcock

Unos apuntes sobre Neil Simon

Recordando Musicolandia

Una novelista italiana

Recordando a Scott Wilson

Cämilla Lackberg inaugura Getafe Negro

Una conversación entre Läckberg y Silva

El guionista de Dos hombres y un destino

Noir español y hermoso

Noir italiano

Mi tributo al gran Nicholas Roeg

De la Escuela de Barcelona al fantaterror patrio

Recordando a Rosenda Monteros

Unas palabras sobre Andrés Sorel

Farewell to Julia Adams

Corto Maltés vuelve a los quioscos

Un editor veterano

Una entrevista a Wendy Guerra

Continúa el misterio de Leonardo

Los cantos de Maldoror

Un encuentro con Clara Sánchez

Recuerdos de la Feria del Libro

Viajes a la Luna en la ficción

Los pecados de Los cinco

La última copa de Jack Kerouac

Astérix cumple 60 años

Getafe Negro 2019

Un actriz entrañable

Ochenta años de "El sueño eterno"

Sam Spade cumple 90 años

Un western en la España vaciada

Romy Schneider: el triste destino de Sissi

La nínfula maldita

Jean Vigo: el Rimbaud del cine francés

El último vuelo de Lois Lane

Claudio Guerin Hill

Dennis Hopper: El alucinado del Hollywood finisecular

Jean Seberg: la difamada por el FBI

Wener Herzog y la cólera de Dios

Gordad, el gran maese de la heterodoxia cinematográfica

Frances Farmer, la esquizofrénica que halló un inquietante sosiego

El hombre al que gustaba odiar

El gran amor de John Wayne

Iván Zulueta, arrebatado por una imagen efímera

Agnès Varda, entre el feminismo y la memoria

La reina olvidada del noir de los 40

Judy Garland al final del camino de adoquines amarillos

Jonas Mekas, el catalizador del cine independiente estadounidense

El gran Edgar G. Ulmer

La última flapper; la primera it girl

El estigmatizado por Stalin

La controvertida Egeria del Führer

El gran Tod Browning

Una chica de ayer

El niño que perdió su tren eléctrico

La primera chica de Éric Rohmer

El último cadáver bonito

La exnovia de James Dean que no quiso cumplir 40 años

Don Luis Buñuel, "ateo gracias a Dios"

La estrella cuyo fulgor se extinguió en sus depresiones

El gran cara de palo

Sylvia Kristel más allá de Emmanuelle

Roscoe Arbuckle, cuando se acabaron las risas

Laura Antonelli, la reina del softcore que perdió la razón

Nicholas Ray, que nunca volvió a casa

El vuelo más bajo de la princesa Leia Organa

Eloy de la Iglesia y el cine quinqui

Entiérralo con sus botas, su cartuchera y su revólver

La chica sin suerte

Bela Lugosi y la sombría majestuosidad de Drácula

La estrella de triste suerte

La desmesura de Jacques Rivette

Françoise Dorléac

Klaus el loco

Una hippie de los 70

Jean Esustache, entre la Nouvelle Vague y el ascetismo

Nadiuska, un juguete roto

Thea von Harbou

Jesús Franco

David Cronenberg

Sharon Tate, como en un cuento de Sheridan Le Fanu

Un guionista sediento

La reina del fantaterror patrio

Dalton Trumbo y los diez de Hollywood

La primera chica que arrojó una tarta 

El desdichado Hércules contemporáneo

En la tradición familiar

El músico del realismo poético

Otro tributo a la gran Patty Shepard

Elmer Modlin y su extraña familia

Las coproducciones internacionales rodadas en España

Marilyn Monrore y su desesperado último gesto

Un amor más poderosos que la vida

El actor atrapado en sus personajes

Entre el fantasma de su madre y el final del musical

Barbet Schroeder

Amparo Muñoz

Samuel Bronston más alla de Las Rozas

Chantal Akerman

Françoise Hardy 

Un antiguo dogmático

Jane Birkin

Anna Karina, su turbulento amor y el Madison

Sandie Shaw, ya con calzado

El gran Serge Gainsbourg

Entre la niña prodigio y la mujer concienciada

La intérprete de Shakespeare que inspiró a The Rolling Stones

La maleta del capitán Wajda

Val Lewton y su dramatización de la psicología del miedo

La alimaña de Whitechapel

Cristina Galbó

La caravana Donner

Eddie Constantine

Un nuevo curso del tiempo

Rosenda Monteros

Una criatura de la noche

Una carta a Nicolás I

Edison y el 35 mm

Barbara Steele

El felón Esquieu de Floyran acaba con los templarios

Entre Lovecraft y Hitchcock

Tchang Tchong Yen recuerda a Hergé

La musa del ciberpunk

Néstor Majnó

Una leyenda del Madrid finisecular

El rey de la serie B

La primera cosmonauta soviética

Cuando la injuria sucede a la fatalidad

Bajo Ulloa y sus cuentos crueles

La cicerone de los Stones en el infierno 

Nace Toulouse-Lautrec

El París del Charlestón se rinde a Josephine Baker

Nastassja Kinski, la dulce hija del ogro

Un tributo a Sam Peckinpah

La leyenda del London Calling

Fiódor Dostoievski frente al pelotón de fusilamiento

Mi alucinada favorita

El hombre de las mil caras

El 7º de Caballería pierde la gloria

Un recuerdo de Silke

El genocidio camboyano

Peter Bogdanovich

Guy Debord y la sociedad del espectáculo

Un héroe de Iwo Jima 

Lupe Vélez tras el último tequila sunrise

El general Lee

Roman Polanski

Un hampón italoamericano

Jane Fonda en su juventud

Kraken en la Cuesta de Moyano

Josef von Sternberg

The Beatles en The Carvern y en el show de Ed Sullivan

Que la tierra le sea leve a Douglas Trumbull

El último superviviente del hampa de Chicago

Inma de Santis

El Álamo

Una musa insumisa

El malvado Zaroff y un elogio a las revistas pulp

Miles Davis

Un polaco y el amour fou

La Legión extranjera como género literario

Conchita Montenegro

Peter Lorre y su cara de villano

El juez de la horca

Syd Barrett

Kathleen Turner

Una caricatura de la hombría

Eric Clapton

Helga Liné

Butch Cassidy

Carlos Arévalo, un cineasta español

Nace el último bohemio

Pascual García Arano

María Perschy

El Combray de Ingmar Bergman

Carlos Castaneda

Una canción de Neil Young

Un suicida dandi

Hedy Lamarr

Philip K. Dick y sus realidades bastardas

La última mujer fatal

Andréi Tarkovski, otro maldito por la censura soviética

Nace la música de la New Age

"Wie einst" Lili Marleen

Una lectura de Byron en Villa Diodati

Un apostol de la sedición juvenil

Ava en mi ciudad

Rider Haggard

Una entrada para la "Historia universal de la infamia"

La Marguerite Duras cineasta

Gallardo y calavera

El hombre que vendió su alma a Elizabeth Taylor

El crímen de Charlotte Corday

Un elogio entusiasta de la urbe

Un ángel caído

Mary Bradbury teme por su vida

Pierre Étaix y su triste gracia

El mejor verano de los Rolling

María Rosa Salgado y su conmovedora discrección

La valentía de Ramón Acín

Sylvie Vartan

La cruz de Malta de Wim Wenders

La epifanía de Louis Daguerre

Carroll Baker

Marie Laforêt y mi amigo Eloy

Eliseo Reclus atisba su quimera

Patty Pravo

Richard Pryor contra sí mismo

Miroslava, una actriz marcada por la fatalidad

France Gall y el doble sentido

Robert Bresson y el cine puro

La gesta de Alekséi Stajánov

Nace el Rimbaud del Rock & Roll seminal

Dominique Dunne, una filmografía que se quedó en el aire

Un actor vampirizado por un personaje

Tolkien publica El Hobbit

La segunda musa de Godard

John Dos Passos entra en la eternidad

Alain Resnais, el cine de la memoria

Una musa del filme noir

El cadáver de Nancy Spungen en el Chelsea Hotel

La historia de Bobby Driscoll

Un icono del feminismo

Recordando a Tina Aumont

Colgaron a Gilles de Rais

Dario Argento

Nico en el cine

Dylan Thomas en su último trance

Brigitte Helm

Un punkie en la Disney 

Nace Billy el Niño

The Wall

Tennessee Williams

Vivien Leigh

Kazuo Sakamaki salva la vida en Pearl Harbor

El proscrito de la Escuela de Barcelona 

47 hombres de honor

Charlotte Rampling

La incomunicabilità del gran MIchelangelo Antonioni

F. Scott Fitzgerald

Un pilar del cómic estadounidense

Juliet Berto

Erik, el fantasma de la Ópera

Una comedia francesa

Un pesimista alegre

Una mirada indolente a la derrota 

Sender en Casas Viejas

Kipling en su último momento

Los hermanos Marx

Puente sobre aguas turbulentas

Anouk Aimée

Mary Shelley

Quentin Tarantino

Neal Cassady 

Natalie Wood

La heterodoxia de Ermanno Olmi

Fu-Manchú

Stefan Zweig pone fin a sus días

 

 

 

 

 

 

EN TU MAIL

Recibe los blogs de Gente en tu email

Introduce tu correo electrónico:

FeedBurner

Archivo

Grupo de información GENTE · el líder nacional en prensa semanal gratuita según PGD-OJD