Mi madre esperando el 2
Archivado en: Miscelánea, Julia González
Guardo miles de recuerdos de mi madre. Los años que vivimos juntos y los que, ya independiente yo, alquilé un humilde piso en la Arganzuela -que no significó que dejáramos de vernos o telefonearnos casi todos los días- suman un total de tres décadas. Si imagino mi vida como un camino, pienso que todo el primer tramo lo recorrí a su lado. Me trajo al mundo en 1959 y ella lo abandonó en 1990. Entre medias tuve tiempo de memorizarla en tantas situaciones que, sea cual sea la vicisitud con la que el destino me sorprende, antes de actuar la recuerdo ante una suerte semejante y procuro salvar el trance como lo hubiera hecho la autora de mis días.
Guardo miles de recuerdos de mi madre. A cuál más dichoso. Uno de los más entrañables es el de ella esperando el 2, el autobús número 2, en la parada de la Plaza de España. Acabábamos de comer en un restaurante autoservicio de la Plaza de los Mostenses que se llamaba Topics y ya nadie recuerda. Estando separada, fue madre y padre para mí. Pluriempleada en tres sitios para sacarme adelante, no le quedaba tiempo para hacer la comida. De modo que, entre semana, comíamos durante esa hora y media que ella tenía libre al finalizar su jornada laboral en el ministerio y empezar la de la tarde, en un colegio que había "al final de la Avenida de la reina Victoria", que decía. Allí iniciaba a niños en la lengua de Shakespeare. Ya al caer la tarde, más de lo mismo en clases particulares o en una academia.
Al mediodía, yo la esperaba a las dos en la parada del 2 de la Gran Vía. Media hora después, ya comidos, bajábamos discutiendo, hasta la Plaza de España. Nada serio, aunque a veces lo parecía. "Me das mucha guerra" se quejaba siempre cuando la besaba al despedirnos en la parada del 2. Esta vez la de la Plaza de España. Y también siempre me volvía para mirarla: mi madre esperaba, preocupada si el 2 no llegaba, con la cara al frío. Cuando lo hace en Madrid, allí, delante del hotel Plaza, arrecia. Al verla subir al autobús, había algo que me reconfortaba.
Una vida después, aquel recuerdo de la rutina de su esfuerzo para sacarme adelante -abnegada por mí, pese a las majaderías que yo, en una edad del pavo que se prolongó hasta bien entrados los veinte años tenía a bien soltarla-, me conmueve y me ilumina. Guardo miles de recuerdos de mi madre. Ese de ella en la parada del 2, me reconforta como ningún otro en horas de desaliento. Soy más mayor de lo que era ella cuando comíamos en Topics, en este recuerdo que sintetiza los esfuerzos de la autora de mis días para sacarme adelante. Por hacer honor a esa tarea, procuro no hacer ni decir tonterías.
Publicado el 3 de diciembre de 2022 a las 04:30.