jueves, 25 de abril de 2024 17:11 www.gentedigital.es
Gente blogs

Gente Blogs

Blog de Javier Memba

El insolidario

Hermosos y malditos

Archivado en: Cuaderno de lecturas sobre "Hermosos y malditos"

Foto Javier Memba

MI apreciada edición del texto de Scott Fitzgerald.

 

Ésta es, sin lugar a dudas, una de las mejores novelas que he descubierto en mucho tiempo. Su dilatada lectura se debe única y exclusivamente a mis problemas con ciertos placeres cuando dejan de serlo, que no a que esta excelente prosa, encomiablemente traducida, que tanto me atrajo siempre desde que leí esa observación sobre la ironía en la primera página -que es a la inteligencia algo así como esa última pasada con el cepillo que se da a unos zapatos ya limpios-, sea en modo alguno pesada.

Los protagonistas de esta maravilla son Anthony Patch y Gloria Gilbert. La narración comienza en 1913, cuando "el joven Patch", de 25 años, acaba de terminar sus estudios en Harvard y se dispone a afrontar su futuro. Heredero de la fortuna de su abuelo, Adam Patch, que asciende a treinta millones de dólares, Anthony se plantea su futuro en las primeras páginas. No sabe si quiere ser escritor -llega a esbozar un ensayo de tema histórico- o seguir el consejo de su abuelo y hacerse un hombre de provecho. Sus mejores amigos son Maury Noble y Richard Caramel, todos coincidieron en la universidad. Junto a ellos pasa sus primeras borracheras en su Nueva York natal. Vive en un lujoso apartamento y tiene un mayordomo inglés.

Para los tres amigos todo parece tan fácil como el éxito literario que alcanza Richard -Dick- con sus primeras publicaciones. La temporada está divertida en Nueva York para los últimos exponentes "de una generación a punto de desaparecer que había vivido una ilusión absurda y elegante al mismo tiempo". Así las cosas, el joven Patch conoce a Gloria Gilbert, una prima de Caramel que es la "sirena" más guapa de Kansas. La joven, que no ha hecho un café en su vida -como se nos referirá más adelante, al dársenos noticia de su decadencia- ha enamorado a infinidad de hombres -entre ellos a un judío productor de cine, responsable de Films Par Excelence, un tal Bloeckman- y nuestro protagonista es el último de la lista.

Este coqueteo constituye uno de los asuntos que más me han llamado la atención de una novela técnicamente clásica, escrita en pasado y en tercera persona, salvo fragmentos como el concerniente a la boda, redactado como una especie de guión. Es decir en presente y a través de los diálogos de los protagonistas, incluyendo alguna breve descripción de la acción entre paréntesis.

Ya casados, las juergas del matrimonio Patch prosiguen a la espera de heredar al abuelo. Anthony demuestra ser un cobarde durante un episodio en un hotel en el cual hace entrar a varios empleados en su habitación convencido de que hay alguien que quiere atacarle. Por su parte, Gloria ni siquiera es capaz de encargar que le laven la ropa cuando debe hacerlo.

Más adelante, tras una primera etapa dedicada a los viajes, como tantos jóvenes herederos que animan la costa oeste en la era del jazz, nuestros protagonistas alquilan un chalet para pasar el verano. Al principio les sirve una escandinava, más tarde un japonés al que Gloria no tarda en odiar tanto como el joven Patch al ascensorista negro de su casa de su casa de Nueva York, un emigrante caribeño al que el heredero aborrece porque le desconcierta su perfecto acento británico -Scott Fitzgerald es tan racista aquí como en El gran Gatsby-.

En las juergas de entonces surgen las primeras fisuras entre el matrimonio, las primeras discusiones serias, que ya han tenido un primer conato en cierta ocasión en que Gloria ha querido conducir el coche. Pero lo peor de aquellas fiestas en la casa de verano es que Adam Patch, el abuelo -hombre recto donde los haya- se presenta inesperadamente en una de ellas y, tras macharse muy asustado decide desheredar al joven Patch y legar su fortuna a Edward Shuttleworth, su secretario, para que la emplee en actividades filantrópicas.

Llamado a filas en 1917, el reclutamiento del joven Patch coincide con el comienzo del pleito en que impugna el testamento. Realmente, el frustrado heredero nunca llegará a marchar al frente. Su vida castrense se reducirá al periodo de instrucción en un campamento de Carolina del Sur. Mientras Gloria le sigue siendo fiel, por más que la antigua sirena aún siga siendo muy solicitada por los hombres -ahora todos héroes-, Anthony se lía con una tal Dot, un necia aldeana que ya ha sido seducida y abandonada por un par de hombres.

La vida castrense es un verdadero infierno para el antiguo alumno de Harvard. Degradado por engañar a un oficial, cuando el superior le sorprende regresando al campamento tras el toque de retreta después de haber ido a consolar a Dot, es arrestado. Posteriormente es víctima de unas fiebres y acaba medio enloquecido.

La licencia del ejército es también el principio de la degeneración de los hermosos y malditos. El pleito tarda en resolverse y la fortuna de los Patch va mermando a pasos agigantados. El heredero frustrado intenta ponerse a trabajar como vendedor de libros de autoayuda, pero apenas realiza las primeras visitas comienza a beber para darse ánimos ante los primeros fracasos y acaba borracho.

Ni que decir tiene que cuantos han acudido a sus fiestas en la casa de la costa y el resto de los amigos de cuando eran herederos les van dado de lado, mientras comentan que Anthony debería de ponerse a trabajar. Muriel, una antigua compañera de Gloria, es una de las pocas que les visita y el joven Patch -cuyos ojos ya están destrozados por intentar leer estando borracho[1]-le monta un número tras asegurarle que por mucho que trabajara, la vida le resultaría imposible sin el dinero de su abuelo.

El descenso prosigue implacable, Anthony ha de darse de baja en todos sus clubes. El último dinero que le queda es para whisky -son los días de la prohibición, pero está completamente alcoholizado- y el nieto de Adam Patch verá como le clausuran la cuenta en el banco por tener en ella menos de quinientos dólares.

Mientras tanto, hay veces que Gloria se ve obligada a cocinar tres comidas al día, en tanto que consideran la posibilidad -si pierden la impugnación- de vivir en Italia mientras le quede dinero y suicidarse después. Bajo el título de La paliza[2], la desdicha alcanza el paroxismo un sábado que sólo les quedan dos dólares, un par de huevos y un poco de bacon. El heredero decide entonces salir a empeñar su reloj. Gloria -que según ha explicado a Muriel no sabe si perdona a su marido o si simplemente sigue adelante junto a él- intenta decirle que deje el dinero en casa, Anthony simula no haberla oído. Como imaginamos, el joven Patch va a beber.

Entre toda la excelencia que rezuman estas páginas, hay que destacar el acierto con que el autor describe las miserias del alcohol, desde los temblores de la abstinencia -aún en la cama-, calmados con la primera copa -aún en ayunas- hasta esa borrachera que surge sin querer y molesta a los demás. Cuando el antiguo alumno de Harvard entra en el club donde bebe ahora, su intención es tomar una rápida y marcharse a la casa de empeños. Tras la primera, sus camaradas le parecen la mejor gente del mundo: le invitan a beber y Patch también invita a algunas rondas.

Total, cuando sale del bar sin haberse atrevido a pedirles dinero a sus amigos, está borracho como una cuba. Las tiendas de empeño están cerradas y el nieto de Adam Patch sólo tiene unos centavos. Intenta volver al club donde se ha emborrachado pero ya está cerrado. Casualmente se encuentra a Maury Noble en compañía de una dama. Se acerca a él para pedirle dinero pero no se atreve. Maury -que ya apenas bebe y tiene el rostro gordo como un bostoniano- se siente muy incomodado ante la presencia de su antiguo amigo y le deja con la palabra en la boca.

En su delirio, Patch recuerda que, antes de salir de casa, Gloria le comentó que se presentó a una prueba para trabajar en las producciones de Bloeckman -quien ahora se hace llamar Black- y fue rechazada. El heredero decide entonces visitar a Bloeckman y se acerca al club donde le han dicho que se encuentra. El productor recibe al joven Patch con la misma mala disposición que de Maury Noble. Anthony no se atreve a pedirle dinero y le ordena que deje en paz a Gloria. Bloeckman. Le reprocha entonces que hable de ella estando borracho y Patch le llama "sucio judío". Cuando va a repetirlo, Bloeckman le da un puñetazo, el heredero intenta defenderse pero recibe nuevos golpes antes de ser echado a patadas del club.

Entra entonces en escena un "buen samaritano" que tras hacer entrar en razón al joven Patch -quien aún jura que va a matar a Bloeckman- se ofrece a acompañarle a su casa en taxi. Cuando, una vez en el domicilio del heredero, el "buen samaritano" comprueba que Patch no tiene dinero para pagar la carrera, le suelta un último puñetazo que rompe un diente al antiguo alumno de Harvard. El heredero se cae en la puerta de su casa y pierde el conocimiento. Cuando lo recupera ya está sereno.

El siguiente fragmento tiene lugar el día en que ha de hacerse público el fallo del jurado respecto a la herencia. Richard -el único de los viejos camaradas que no les ha dado de lado- se acerca al apartamento de los Patch para llevar a Gloria a dar un paseo antes de verse todos en el juzgado. El heredero empieza a beber en casa cuando se presenta Dot -a la que abandonó sin mayor problema- asegurando que le quiere. El joven Patch comienza a arrojarle los muebles. Cuando Gloria y Richard regresan para anunciarle que ha ganado la impugnación, que posee una fortuna de treinta millones, Anthony se encuentra desquiciado.

El último capítulo tiene lugar a bordo de un barco en el que viajan los Patch en compañía del médico de Anthony. Nos es referido a través de los comentarios de otros pasajeros. Gracias a los cuales sabemos que Shuttleworth se ha suicidado al tener noticia de que el juez falló en su contra. Según el autor, el joven Patch lo observa todo como un general triunfante vuelve la vista terminada una campaña.

Mucho menos experimental que Faulkner -e infinitamente más racista-, Scott Fitzgerald confirma en estas páginas la fascinación que me causó en El gran Gatsby.

 


[1] Página 479.

[2] Página 498.

Publicado el 6 de noviembre de 2010 a las 23:30.

añadir a meneame  añadir a freski  añadir a delicious  añadir a digg  añadir a technorati  añadir a yahoo  compartir en facebook  twittear  votar

Comentarios - 0

No hay comentarios



Tu comentario

NORMAS

  • - Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
  • - Toda alusión personal injuriosa será automáticamente borrada.
  • - No está permitido hacer comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
  • - Gente Digital no se hace responsable de las opiniones publicadas.
  • - No está permito incluir código HTML.

* Campos obligatorios

Javier Memba

Javier Memba

            Periodista con más de cuarenta años de experiencia –su primer texto apareció en la revista Ozono en 1978-, Javier Memba (Madrid, 1959) fue colaborador habitual del diario EL MUNDO entre junio de 1990 y febrero de 2020. Actualmente lo es en Zenda Libros. Estudioso del cine antiguo, en todos los medios donde ha publicado sus cientos de piezas ha demostrado un decidido interés por cuanto concierne a la gran pantalla. Puede y debe decirse que el setenta por ciento de su actividad literaria viene a dar cuenta de su actividad cinéfila. Ha dado a la estampa La nouvelle vague (2003 y 2009), El cine de terror de la Universal (2004 y 2006), La década de oro de la ciencia-ficción (2005) –edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción-, La serie B (2006), La Hammer (2007) e Historia del cine universal (2008).

 

            Asimismo ha sido guionista de cine, radio y televisión. Como novelista se dio a conocer en títulos como Homenaje a Kid Valencia (1989), Disciplina (1991) o Good-bye, señorita Julia (1993) y ha reunido algunos de sus artículos en Mi adorada Nicole y otras perversiones (2007). Vinilos rock español (2009) fue una evocación nostálgica del rock y de quienes le amaron en España mientras éste se grabó en vinilo. Cuanto sabemos de Bosco Rincón (2010) supuso su regreso a la narrativa tras quince años de ausencia. La nueva era del cine de ciencia-ficción (2011), junto a La edad de oro de la ciencia-ficción, constituye una historia completa del género, aunque ambos textos son de lectura independiente. No halagaron opiniones (2014) fue un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada. Por su parte, David Lynch, el onirismo de la modernidad (2017), fue un estudio de la filmografía de este cineasta. El cine negro español (2020) es su última publicación hasta la fecha.  

 


 

          

 

Miniatura no disponible

 

Javier Memba en 2009

 

Javier Memba en 1988

 

Javier Memba en 1987

 

1996

 

 

Javier Memba en la librería Shakespeare & Co. de París

 

 

 

 

Imagen

 

 

COMPRAR EN KINDLE:

 

 

 

contador de visitas en mi web



 

 

Enlaces

-La linterna mágica

-Unas palabras sobre Vida en sombras

-Unas palabras sobre La torre de los siete jorobados

-50 años de la Nouvelle Vague en Días de cine

-David Lynch, el onirismo de la modernidad en Radio 3

-Unas palabras sobre Casablanca en Telemadrid

-Unas palabras sobre Tintín en Cuatro TV

 

 

ALGUNOS ARTÍCULOS:

Malditos, heterodoxos y alucinados de la gran pantalla

Nuevos momentos estelares de la humanidad

Chicas yeyés

Chicas de ayer

Prólogo al nº 4 de la revista "Flamme" de la Universidad de Limoges

Destinos literarios

Sobre La naranja mecánica

Mi tributo al gran Chris Marker

El otro Borau

Bohemia del 89

Unos apuntes sobre las distopías

Elogio de Richard Matheson

En memoria de Bernadette Lafont

Homenaje al gran Jean-Pierre Melville

Los amores de Édith

Unos apuntes sobre La reina Margot

Tributo a Yasujiro Ozu con motivo del 50 aniversario de su fallecimiento

Muere Henry Miller

Unos apuntes sobre dos cintas actuales

Las legendarias chicas de los Stones

Unos apuntes sobre el "peplum"

El cine soviético del deshielo

El operador que nos devolvió el blanco y negro

Más real que Homeland

El cine de la Gran Guerra

Del porno a la pantalla comercial

Formentera cinema

Edward Hopper en estado puro

El cine de terror de los años 70

Mi tributo a Lauren Bacall

Mi tributo a Jean Renoir

Una entrevista a Lee Child

Una entrevista a William McLivanney 

Novelistas japonesas

Treinta años de Malevaje

Las grandes rediciones del cómic franco-belga

El estigma de La campana del infierno

Una reedición de Dalton Trumbo

75 años de un canto a la esperanza

Un siglo de El nacimiento de una nación

60 años de Semilla de maldad

Sobre las adaptaciones de Vicente Aranda

Regreso al futuro, treinta años después 

La otra cabeza de Murnau

Un tributo a las actrices de mi adolescencia

Cineastas españoles en Francia

El primer surrealista

La traba como materia literaria

La ilustración infantil de los años 70

Una exposición sobre la UFA

La musa de John Ford

Los icebergs de Jorge Fin

Un recorrido por los cineastas/novelistas -y viceversa-

Ettore Scola

Mi tributo a Jacques Rivette

Una película a la altura de la novela en que se basa

Mi tributo a James Cagney en el trigésimo aniversario de su fallecimiento

Recordando a Audrey Hepburn

El rey de los mamporros

Una guía clásica de la ciencia ficción

Musas de grandes canciones

Memorias de la España del tebeo

70 años de la revista Tintín

Ediciones JC regresa a sus orígenes

Seis claves para entender a Hergé

La chica del "Drácula" español

La primera princesa de la lejana galaxia

El primer Tintín coloreado

Paloma Chamorro: el fin de "La edad de oro"

Una entrevista a la fotógrafa Vanessa Winship

Una recuperación del Instituto Murnau

Heroínas de la revolución sexual

Muere George A. Romero

Un mito del cine francés

Semblanza de Basilio Martín Patino

Malevaje en la Gran Vía

Entrevista a Benjamin Black

Un circunloquio sobre la provocación

Una nueva aventura de Yeruldelgger

Una dama del crimen se despide

Recordando a Peggy Cummins

Un tributo a las yeyés francesas

La última reina del Technicolor

Recordando a John Gavin

Las referencias de La forma del agua

El Madrid de 1988

La nueva ola checa

Un apunte sobre Nelson Pereira dos Santos

Una simbiosis perfecta

Un maestro del neorrealismo tardío

El inovidable Yellowstone Kelly

Que Dios bendiga a John Ford

Muere Darío Villalba

Los recuerdos sentimentales de Enrique Herreros

Mi tributo a Harlan Ellison

La inglesa que presidió el cine español

La última rubia de Hitchcock

Unos apuntes sobre Neil Simon

Recordando Musicolandia

Una novelista italiana

Recordando a Scott Wilson

Cämilla Lackberg inaugura Getafe Negro

Una conversación entre Läckberg y Silva

El guionista de Dos hombres y un destino

Noir español y hermoso

Noir italiano

Mi tributo al gran Nicholas Roeg

De la Escuela de Barcelona al fantaterror patrio

Recordando a Rosenda Monteros

Unas palabras sobre Andrés Sorel

Farewell to Julia Adams

Corto Maltés vuelve a los quioscos

Un editor veterano

Una entrevista a Wendy Guerra

Continúa el misterio de Leonardo

Los cantos de Maldoror

Un encuentro con Clara Sánchez

Recuerdos de la Feria del Libro

Viajes a la Luna en la ficción

Los pecados de Los cinco

La última copa de Jack Kerouac

Astérix cumple 60 años

Getafe Negro 2019

Un actriz entrañable

Ochenta años de "El sueño eterno"

Sam Spade cumple 90 años

Un western en la España vaciada

Romy Schneider: el triste destino de Sissi

La nínfula maldita

Jean Vigo: el Rimbaud del cine francés

El último vuelo de Lois Lane

Claudio Guerin Hill

Dennis Hopper: El alucinado del Hollywood finisecular

Jean Seberg: la difamada por el FBI

Wener Herzog y la cólera de Dios

Gordad, el gran maese de la heterodoxia cinematográfica

Frances Farmer, la esquizofrénica que halló un inquietante sosiego

El hombre al que gustaba odiar

El gran amor de John Wayne

Iván Zulueta, arrebatado por una imagen efímera

Agnès Varda, entre el feminismo y la memoria

La reina olvidada del noir de los 40

Judy Garland al final del camino de adoquines amarillos

Jonas Mekas, el catalizador del cine independiente estadounidense

El gran Edgar G. Ulmer

La última flapper; la primera it girl

El estigmatizado por Stalin

La controvertida Egeria del Führer

El gran Tod Browning

Una chica de ayer

El niño que perdió su tren eléctrico

La primera chica de Éric Rohmer

El último cadáver bonito

La exnovia de James Dean que no quiso cumplir 40 años

Don Luis Buñuel, "ateo gracias a Dios"

La estrella cuyo fulgor se extinguió en sus depresiones

El gran cara de palo

Sylvia Kristel más allá de Emmanuelle

Roscoe Arbuckle, cuando se acabaron las risas

Laura Antonelli, la reina del softcore que perdió la razón

Nicholas Ray, que nunca volvió a casa

El vuelo más bajo de la princesa Leia Organa

Eloy de la Iglesia y el cine quinqui

Entiérralo con sus botas, su cartuchera y su revólver

La chica sin suerte

Bela Lugosi y la sombría majestuosidad de Drácula

La estrella de triste suerte

La desmesura de Jacques Rivette

Françoise Dorléac

Klaus el loco

Una hippie de los 70

Jean Esustache, entre la Nouvelle Vague y el ascetismo

Nadiuska, un juguete roto

Thea von Harbou

Jesús Franco

David Cronenberg

Sharon Tate, como en un cuento de Sheridan Le Fanu

Un guionista sediento

La reina del fantaterror patrio

Dalton Trumbo y los diez de Hollywood

La primera chica que arrojó una tarta 

El desdichado Hércules contemporáneo

En la tradición familiar

El músico del realismo poético

Otro tributo a la gran Patty Shepard

Elmer Modlin y su extraña familia

Las coproducciones internacionales rodadas en España

Marilyn Monrore y su desesperado último gesto

Un amor más poderosos que la vida

El actor atrapado en sus personajes

Entre el fantasma de su madre y el final del musical

Barbet Schroeder

Amparo Muñoz

Samuel Bronston más alla de Las Rozas

Chantal Akerman

Françoise Hardy 

Un antiguo dogmático

Jane Birkin

Anna Karina, su turbulento amor y el Madison

Sandie Shaw, ya con calzado

El gran Serge Gainsbourg

Entre la niña prodigio y la mujer concienciada

La intérprete de Shakespeare que inspiró a The Rolling Stones

La maleta del capitán Wajda

Val Lewton y su dramatización de la psicología del miedo

La alimaña de Whitechapel

Cristina Galbó

La caravana Donner

Eddie Constantine

Un nuevo curso del tiempo

Rosenda Monteros

Una criatura de la noche

Una carta a Nicolás I

Edison y el 35 mm

Barbara Steele

El felón Esquieu de Floyran acaba con los templarios

Entre Lovecraft y Hitchcock

Tchang Tchong Yen recuerda a Hergé

La musa del ciberpunk

Néstor Majnó

Una leyenda del Madrid finisecular

El rey de la serie B

La primera cosmonauta soviética

Cuando la injuria sucede a la fatalidad

Bajo Ulloa y sus cuentos crueles

La cicerone de los Stones en el infierno 

Nace Toulouse-Lautrec

El París del Charlestón se rinde a Josephine Baker

Nastassja Kinski, la dulce hija del ogro

Un tributo a Sam Peckinpah

La leyenda del London Calling

Fiódor Dostoievski frente al pelotón de fusilamiento

Mi alucinada favorita

El hombre de las mil caras

El 7º de Caballería pierde la gloria

Un recuerdo de Silke

El genocidio camboyano

Peter Bogdanovich

Guy Debord y la sociedad del espectáculo

Un héroe de Iwo Jima 

Lupe Vélez tras el último tequila sunrise

El general Lee

Roman Polanski

Un hampón italoamericano

Jane Fonda en su juventud

Kraken en la Cuesta de Moyano

Josef von Sternberg

The Beatles en The Carvern y en el show de Ed Sullivan

Que la tierra le sea leve a Douglas Trumbull

El último superviviente del hampa de Chicago

Inma de Santis

El Álamo

Una musa insumisa

El malvado Zaroff y un elogio a las revistas pulp

Miles Davis

Un polaco y el amour fou

La Legión extranjera como género literario

Conchita Montenegro

Peter Lorre y su cara de villano

El juez de la horca

Syd Barrett

Kathleen Turner

Una caricatura de la hombría

Eric Clapton

Helga Liné

Butch Cassidy

Carlos Arévalo, un cineasta español

Nace el último bohemio

Pascual García Arano

María Perschy

El Combray de Ingmar Bergman

Carlos Castaneda

Una canción de Neil Young

Un suicida dandi

Hedy Lamarr

Philip K. Dick y sus realidades bastardas

La última mujer fatal

Andréi Tarkovski, otro maldito por la censura soviética

Nace la música de la New Age

"Wie einst" Lili Marleen

Una lectura de Byron en Villa Diodati

Un apostol de la sedición juvenil

Ava en mi ciudad

Rider Haggard

Una entrada para la "Historia universal de la infamia"

La Marguerite Duras cineasta

Gallardo y calavera

El hombre que vendió su alma a Elizabeth Taylor

El crímen de Charlotte Corday

Un elogio entusiasta de la urbe

Un ángel caído

Mary Bradbury teme por su vida

Pierre Étaix y su triste gracia

El mejor verano de los Rolling

María Rosa Salgado y su conmovedora discrección

La valentía de Ramón Acín

Sylvie Vartan

La cruz de Malta de Wim Wenders

La epifanía de Louis Daguerre

Carroll Baker

Marie Laforêt y mi amigo Eloy

Eliseo Reclus atisba su quimera

Patty Pravo

Richard Pryor contra sí mismo

Miroslava, una actriz marcada por la fatalidad

France Gall y el doble sentido

Robert Bresson y el cine puro

La gesta de Alekséi Stajánov

Nace el Rimbaud del Rock & Roll seminal

Dominique Dunne, una filmografía que se quedó en el aire

Un actor vampirizado por un personaje

Tolkien publica El Hobbit

La segunda musa de Godard

John Dos Passos entra en la eternidad

Alain Resnais, el cine de la memoria

Una musa del filme noir

El cadáver de Nancy Spungen en el Chelsea Hotel

La historia de Bobby Driscoll

Un icono del feminismo

Recordando a Tina Aumont

Colgaron a Gilles de Rais

Dario Argento

Nico en el cine

Dylan Thomas en su último trance

Brigitte Helm

Un punkie en la Disney 

Nace Billy el Niño

The Wall

Tennessee Williams

Vivien Leigh

Kazuo Sakamaki salva la vida en Pearl Harbor

El proscrito de la Escuela de Barcelona 

47 hombres de honor

Charlotte Rampling

La incomunicabilità del gran MIchelangelo Antonioni

F. Scott Fitzgerald

Un pilar del cómic estadounidense

Juliet Berto

Erik, el fantasma de la Ópera

Una comedia francesa

Un pesimista alegre

Una mirada indolente a la derrota 

Sender en Casas Viejas

Kipling en su último momento

Los hermanos Marx

Puente sobre aguas turbulentas

Anouk Aimée

Mary Shelley

Quentin Tarantino

Neal Cassady 

Natalie Wood

La heterodoxia de Ermanno Olmi

Fu-Manchú

Stefan Zweig pone fin a sus días

 

 

 

 

 

 

EN TU MAIL

Recibe los blogs de Gente en tu email

Introduce tu correo electrónico:

FeedBurner

Archivo

Grupo de información GENTE · el líder nacional en prensa semanal gratuita según PGD-OJD