Historia de cien años de música en el cine (y X)
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10. La música en el primer cine español
Casi puede decirse que a España, el cine sonoro, llegó con la República. Cierto, El misterio de la Puerta del Sol (Francisco Elías, 1929) fue la primera película parlante. Pero su procedimiento de sonorización, el Phonofilm, no coincidió con el de las salas de proyección, con lo que se decidió mayoritariamente adaptar las últimas películas silentes al nuevo prodigio en estudios foráneos. Así las cosas, cuando La aldea maldita (Florián Rey, 1930) y el resto de aquellos títulos volvieron, el país ya cantaba el Himno de Riego. De poco sirvió que Prim (José Buchs, 1930), una de aquellas cintas que regresaron sonorizadas del extranjero, fuera una hagiografía del militar liberal y defensor de la monarquía aludido en el título. España ya era republicana.
En 1933, Miguel Fleta, el tenor de efímera estrella, se hace notar interpretando algunos fragmentos de la partitura que Pablo Luna escribe para Miguelón de Adolfo Azanar y Hans Behrendt. Ya en el 34, Imperio Argentina entona con un primor que deja boquiabiertos a sus espectadores Viva Sevilla, una sevillana de Juan Quintero Muñoz incluida en La hermana San Sulpicio, de Florián Rey.
Casi puede decirse, también, que la zarzuela fue a nuestra pantalla lo que Broadway a la estadounidense. Y la más representativa de las grandes del género chico, La verbena de la Paloma, supuso uno de los primeros éxitos del sonoro patrio en la versión dirigida por Benito Perojo en 1935. Ese mismo año, el célebre Angelillo cantaba en La hija de Juan Simón, de José Luis Sáenz de Heredia, la Milonga de Juan Simón, que habría de tararear media España en los siguientes años. Idéntico habría de ser el caso del Échale guindas al pavo, de Juan Mostazo, que Imperio Argentina entonaba con su habitual gracejo en Morena Clara (Florián Rey, 1936), el gran éxito de la cartelera cuando se declaró la guerra... En fin, fueron varias las piezas que ya formaban parte del repertorio popular cuando cobraron una nueva dimensión al ser incluidas entre las primeras bandas sonoras de nuestra pantalla. Pero fueron pocas las escritas expresamente para esos primeros scores de ese cine sonoro español todavía en ciernes.
Aun a riesgo de que parezca que vitoreamos las cadenas, permítasenos convenir con Xalabarder que "el cine de la dictadura franquista contó con algunas de las mejores bandas sonoras de la historia de nuestro país". Ya en sus primeras manifestaciones, aquellas cintas de exaltación castrense incluyeron partituras tan dadas a las fanfarrias, las marchas y demás solemnidades como requería el tema. Su ejemplo meridiano fue Raza (José Luis Sáenz de Heredia, 1941), que incluso obedeció a un guión del anterior jefe del estado, quien lo firmó bajo el seudónimo de Jaime de Andrade. Manuel Parada precisamente, el compositor del score de esta última, fue uno de los músicos más notables de aquel tiempo. A él se debe asimismo la música de Los últimos de Filipinas (Antonio Román, 1945). Pero aquel Yo te diré, el tema que Isa Pereira canta en la cinta para solaz de los soldados españoles, acaso la primera canción que el cine español habría de incluir en la memoria colectiva, era original de Jorge Halpern y Enrique Llovet. Tal vez fuera Karina, nuestra chica yeyé por excelencia, la primera -y la única- en registrar en vinilo tan conocida pieza. Recuérdese que los vinilos no empezaron a comercializarse hasta mediados los años 50 y a popularizarse hasta una década después.
Jesús García Leoz fue otro de los compositores más brillantes de aquellas producciones de exaltación castrense. Botón de ancla (Ramón Torrado, 1947) es su trabajo mas recordado. Sin olvidar su partitura para Serenata española, el homenaje que Juan de Orduña rindió a Isaac Albéniz en 1947. También serían obra suya las partituras de un cine muy diferente, ese neorrealismo español que, a imitación del italiano, tiene algunos de sus mejores ejemplos en Surcos (José Antonio Nieves Conde, 1951) o Bienvenido Mister Marshall (Luis García Berlanga, 1953), aunque la célebre Coplillas de las divisas en la voz de Lolita Sevilla, el "americanos", fuera original de José Antonio Ochaíta, Antonio Valero y Juan Solano.
El cine pío, sin embargo, no fue dado a la buena música. También muy estilado en aquellos días y en los siguientes, cuando la pantalla española pasó del cuartel a la sacristía, en esa alternancia entre la espiritualidad y la milicia que imaginaba para el país el antiguo régimen.
La banda sonora patria vive su segundo esplendor con Joselito, heraldo de todos los niños prodigio que vendrán después. Acaso fuera este portento jienense el primero en grabar en disco las canciones incluidas en los scores de los filmes que protagonizaba a las órdenes de Antonio del Amo mediados los años 50.
Lo rigurosamente cierto es que Marisol fue la primera maravilla de aquellas infancias. No en vano estaba llamada a hacer cantar a España entera las piezas incluidas en las bandas sonoras de las cintas que interpretaba la entonces salerosa malagueña. Muchas de aquellas canciones de Marisol eran originales de Augusto Algueró, uno de los compositores más prolíficos del cine español desde comienzos de los años 50 hasta finales de los 70, por no hablar de sus colaboraciones con la pequeña pantalla y de sus piezas al margen de ambos medios. Siempre merecedoras del favor del público. Siendo a lo largo de toda sus carrera un músico popular -autor de éxitos como Estando contigo, Tómbola o La chica yeyé, entre otros muchos- todavía es ahora cuando sus canciones, esas que forman parte del repertorio de la memoria colectiva del país, son incluidas entre la música diegética de no pocas cintas y series de televisión.
La carrera de Antón García Abril, el compositor por antonomasia de todas aquellas comedias que mostraban y alegraban a la España de los planes de desarrollo, especialmente las de Pedro Masó, discurrió en paralelo a la de Augusto Algueró, con la que registrará varias concomitancias. Puede que la banda sonora de El turismo es un gran invento (Pedro Lazaga, 1968) sea su trabajo más representativo.
Y llegamos así al cine yeyé, que tuvo en las bandas sonoras de las dos cintas protagonizadas por Los Bravos Los chicos con las chicas (Javier Aguirre, 1967) y Dame un poco de amooor..! (José María Forqué, 1968) sus más sonadas ascensiones en las listas de éxitos hasta la fecha.
Unos años antes Carmelo Bernaola colaboró por primera vez con Basilio Martín Patino en Nueve cartas a Berta (1965), unos de los mejores ejemplos del cine de autor que se empieza a rodar en España al margen de esas comedías que dejan constancia del buen humor de la época. Bernaola seguirá frecuentando ese cine de autor, a menudo en alternancia con el fantaterror patrio y otros géneros comerciales hasta el final de su filmografía.
Pero la banda sonora de Basilio Martín Patino favorita del gran público, muy probablemente la que más copias vendió en la historia de la banda sonora española, es totalmente ajena a Bernaola. Canciones para después de una guerra (1976), el título referido, era un documental sobre la posguerra organizado en torno a filmaciones de la época y a las canciones que integraron la banda sonora de los años del hambre. Así, la primera era el Cara al sol, el himno de Falange, y la última, La televisión pronto llegará, que en la voz de Lolita Garrido anunciaba la inminente comercialización del electrodoméstico que habría de marcar una antes y un después en la vida familiar, además de ratificar ese fin a una posguerra que ya había sido finiquitada en 1952 con la supresión de las cartillas de racionamiento.
A la larga, ese aplauso que dispensó el público a unas canciones pretéritas también fue a demostrar el agotamiento en el que parecía estar sumida en nuestro país la música para la pantalla.
Y entonces llegó José Nieto, que habría de insuflar nuevos aires a la banda sonora española. Antes de que los cd sustituyeran a los vinilos, Bernardo Bonezzi tuvo tiempo de musicalizar las primeras películas de Pedro Amodóvar.
Publicado el 9 de agosto de 2011 a las 14:00.