jueves, 25 de abril de 2024 15:03 www.gentedigital.es
Gente blogs

Gente Blogs

Blog de Javier Memba

El insolidario

Vigencia y actualidad de Edgar Neville

Archivado en: Inéditos, cine, Edgar Neville

imagen

Un fotograma de "El crimen de la calle Bordadores"

            Puede que las primeras noticias que tuve de Edgar Neville se remonten a una aquellas emisiones dedicadas a la pantalla autóctona que Fernando Méndez-Leite condujo en la antena pública, entre 1982 y 1983, bajo el título de La noche del cine español. No podría asegurarlo.

            Lo que sí tengo claro es que fue mi buen amigo el guionista Juan Tébar quien en 1996 me descubrió el verdadero encanto de La torre de los siete jorobados. Dirigida por Neville en el 44 sobre una novela de Emilio Carrere, en sus secuencias -señalaba con tino meridiano Tébar- el casticismo se muestra trufado por la estética de la Universal en su ciclo de terror clásico de los años 30.

            Hasta hace unas semanas creí que dicho encanto se reducía únicamente a esta gran película -junto con El sexto sentido (Nemesio Sobrevila, 1929) y Vida en sombras (Lorenzo Llobet Gràcia, 1948)- una de mis favoritas de toda la historia del cine español. Pero estos últimos días, merced a la encomiable programación de 8 Madrid y a un pequeño ciclo que ha dedicado a Neville la bienamada Filmoteca -alabado sea por siempre su nombre- con motivo de la reedición en DVD de La torre de los siete jorobados, he tenido oportunidad de comprobar que ese equilibrio entre lo universal -en la primera acepción de la palabra, no en lo que al nombre del estudio fundado por Carl Laemmle se refiere- y lo castizo es la primera gracia del cine del gran Edgar Neville.

            Seguro que ese don de la alternancia -o ambivalencia tal vez sea mejor decir- entre lo propio y lo que es común al mundo entero también tiene mucho que ver con la vigencia y actualidad que al día de hoy se detecta en un realizador tan pretérito como Juan de Orduña, José Luis Sáenz de Heredia o Luis Lucia, tres de los más destacados directores de la pantalla española de su tiempo.

            Como cualquiera que miré la foto de esta bitácora comprenderá, eso de la universalidad y el casticismo es algo que a mí me llega a la masa de la sangre. No obstante mis características, fui un niño al que le daba miedo salir de su Madrid natal. Todo era raro fuera de mi ciudad, todo asustaba. Y todavía es ahora, a mis cincuenta y dos años, cuando no he conseguido estar más de tres semanas seguidas fuera de ella.

            Que el gran Edgar Neville alardeara de ser británico hubiese sido tan comprensible como que yo alardee de ser madrileño -el buen entendedor sabrá leer entre líneas-. Hijo de un ingeniero inglés llegado a España para trabajar en una fábrica de motores y una condesa española, el cineasta -por referirnos a uno sólo de sus múltiples talentos- podría haberse sentido tan british como los -ponga el lector el adjetivo que quiera- gibraltareños. Pero Neville siempre sintió una fascinación infinita por el Madrid que le vio nacer en 1899 y morir 67 años después. Lo más curioso es que aquel Madrid, el de Carlos Arniches -cuyo hijo, el arquitecto Carlos Arniches Moltó fue amigo de nuestro cineasta-, bajo su mirada pierde ese folclor rancio de las zarzuelas y los sainetes y se observa con el cariño que suscita lo entrañable en la segunda década de nuestro siglo XXI.

            Así, en Domingo de carnaval (1945), una intriga criminal ambientada en El Rastro, es un placer ver la plaza del Campillo del Mundo Nuevo, la Ribera de Curtidores con sus charlatanes gritando contra la incultura y el alcoholismo o la misma calle de Carlos Arniches desde la perspectiva de Neville. Esta última precisamente, una de las cuestas más empinadas de mi ciudad si se sube desde la plaza del Campillo..., cuando nos es mostrada en la secuencia en que Nieves (Conchita Montes) va a visitar a la tía abuela de Gonzalo Fonseca (Guillermo Marín), luce con toda esa magia que se me presentan las calles del Madrid de antes de que yo naciera cuando se me muestran a través una mirada lúcida y lo bastante perspicaz como para ver más allá del pintoresquismo, aunque en una primera apreciación sea eso lo que muestra.

            Tanto es así que, en el cine de Neville, incluso hago oídos sordos a esas voces engoladas de los actores y los doblajes de los años 40 -lo único que detesto de mi amado cine antiguo- y me quedo con esa maravilla del Madrid pretérito, que, aun siendo más sencillo, apenas difiere de la ciudad de mi vida. Esa conmovedora sintonía es algo que no encuentro en ninguna de las innumerables adaptaciones de La verbena de La Paloma, en los consabidos sainetes de Arniches ni en los comedores de los repugnantes entresijos y gallinejas.

            Pero hay más, incluso cuando en El crimen de la calle Bordadores (1946) -que junto a La torre de los siete jorobados y Domingo de carnaval integra su trilogía criminal-, Neville detiene la narración para mostrarnos un numero de la zarzuela Cuadros disolventes, de Guillermo Perrin, Miguel de Palacios y Manuel Nieto, dicha pieza es el chotis Con una falda de percal "planchá", que tantas veces escuché entonar a mi madre, quien a su vez lo había aprendido de mi abuela.

            Destacado por esa singularidad de su discurso entre el cine español de su tiempo, Neville es un autor, un auténtico cineasta y no un director profesional de películas. Por lo tanto, nada más lógico su mirada obedezca siempre a las mismas obsesiones. Una de ellas es el Paseo de Coches de El Retiro. En la Plaza del Ángel Caído lo retrata en el comienzo del flashback de El crimen de la calle bordadores para volver al mismo lugar en la primera secuencia de El baile (1959), todo un homenaje a Conchita Montes, la compañera de su vida. Sus descendientes dicen que uno de los espacios más felices de la infancia del realizador fue un palacete familiar en la localidad valenciana de Alfafar. Pero no hay duda de que su paraíso perdido fue ese Madrid de los albores del siglo XX, el de su infancia y el de mi abuela.

            Pero ese Madrid, tan castizo como la Plaza de Ramales y la calle de Fernando VII mostradas en las contadas secuencias de exteriores de El Baile, el Paseo de la Virgen del Puerto de La torre de los siete jorobados o incluso el Parque del Oeste sobre el que discurren los créditos de Mi calle (1960), también es universal. Sin ir más lejos, el baile del Parque de La Bombilla de El crimen de la calle bordadores bien podría ser uno de los mostrados por el realismo poético francés de los años 30. O aquel subsuelo del paseo de la Virgen del Puerto de La torre de los siete jorobados, donde no sólo parece habitar ese terror de la Universal al que aludía mi amigo Juan Tébar, sino también ese expresionismo alemán en que tuvo su origen esa mítica estética del estudio de Laemmle. Y esos serenos gallegos, también de El crimen de la calle bordadores, bien podrían ser los gendarmes mostrados por Robert Florey en Doble asesinato en la calle Morgue (1932). Y es universal, por supuesto, ese capricho del destino que determinará la infelicidad del matrimonio de Mercedes en La vida en un hilo (1945), la obra maestra absoluta de nuestro cineasta.

            Asimismo, es asombroso que esa ambivalencia entre lo universal y lo castizo del cine de Neville sea extensible a esa distancia que en lo temporal separa a lo pretérito de lo eterno. Deliciosamente nostálgico, el cineasta siempre dirigió su mirada el tiempo perdido. Mi calle es la evocación del paso de los primeros cincuenta años del siglo XX a través de una vía de La Latina; El baile, una comedia sobre un amor que se mantiene incólume frente al discurrir de los días y El último caballo (1950) es todo un homenaje a un mundo en extinción: el arma de caballería.

            No obstante esa tendencia a lo pasado, en sus cintas siempre hay algo que es eterno. Para empezar, la belleza de Conchita Montes -uno de los pilares del cine de Neville y una de las actrices más irónicas de toda la historia de nuestra pantalla- es, junto a la de María Rosa Salgado, una de las pocas que también aplaude el canon de nuestros días. Nada que ver con esas mujeres, que hoy se nos antojan tan antiguas, que poblaban la pantalla española de la época. La secuencia de la mascarada de Domingo de carnaval en que esconde sus ojos tras un antifaz es de antología.

            Cumple asimismo dar noticia de la crítica que le merece al cineasta la burguesía. Sus costumbres son culpables del desdichado matrimonio de Mercedes, frente a la felicidad que representa la vida bohemia junto a Miguel Ángel (Rafael Durán); sus damas pueden llegar a resultar tan perversas como Mariana (Julia Lajos), dispuesta a entregar a Lola (Mary Delgado) a la trata de blancas en El crimen de la calle bordadores con tal de apartarla de apartarla de Miguel (Manuel Luna). En ambos casos, un sentir mucho más próximo a nuestros días que a aquellos en los que Neville emplazaba su cámara.

            En cuanto a los diálogos, una vez superado el engolamiento es fácil volver a escuchar interjecciones tan de antaño como aquel "¡ea!" que decían algunos de mis mayores hace más de cuarenta años. Y sin embargo, son tan ocurrentes y tan vertiginosos como el vacile de toda la vida. Sí señor, pese a estar localizado en el Madrid de hace cien años, hay algo en el cine de Neville que alude al Madrid de nuestros días

Publicado el 21 de enero de 2012 a las 00:15.

añadir a meneame  añadir a freski  añadir a delicious  añadir a digg  añadir a technorati  añadir a yahoo  compartir en facebook  twittear  votar

Comentarios - 0

No hay comentarios



Tu comentario

NORMAS

  • - Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
  • - Toda alusión personal injuriosa será automáticamente borrada.
  • - No está permitido hacer comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
  • - Gente Digital no se hace responsable de las opiniones publicadas.
  • - No está permito incluir código HTML.

* Campos obligatorios

Javier Memba

Javier Memba

            Periodista con más de cuarenta años de experiencia –su primer texto apareció en la revista Ozono en 1978-, Javier Memba (Madrid, 1959) fue colaborador habitual del diario EL MUNDO entre junio de 1990 y febrero de 2020. Actualmente lo es en Zenda Libros. Estudioso del cine antiguo, en todos los medios donde ha publicado sus cientos de piezas ha demostrado un decidido interés por cuanto concierne a la gran pantalla. Puede y debe decirse que el setenta por ciento de su actividad literaria viene a dar cuenta de su actividad cinéfila. Ha dado a la estampa La nouvelle vague (2003 y 2009), El cine de terror de la Universal (2004 y 2006), La década de oro de la ciencia-ficción (2005) –edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción-, La serie B (2006), La Hammer (2007) e Historia del cine universal (2008).

 

            Asimismo ha sido guionista de cine, radio y televisión. Como novelista se dio a conocer en títulos como Homenaje a Kid Valencia (1989), Disciplina (1991) o Good-bye, señorita Julia (1993) y ha reunido algunos de sus artículos en Mi adorada Nicole y otras perversiones (2007). Vinilos rock español (2009) fue una evocación nostálgica del rock y de quienes le amaron en España mientras éste se grabó en vinilo. Cuanto sabemos de Bosco Rincón (2010) supuso su regreso a la narrativa tras quince años de ausencia. La nueva era del cine de ciencia-ficción (2011), junto a La edad de oro de la ciencia-ficción, constituye una historia completa del género, aunque ambos textos son de lectura independiente. No halagaron opiniones (2014) fue un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada. Por su parte, David Lynch, el onirismo de la modernidad (2017), fue un estudio de la filmografía de este cineasta. El cine negro español (2020) es su última publicación hasta la fecha.  

 


 

          

 

Miniatura no disponible

 

Javier Memba en 2009

 

Javier Memba en 1988

 

Javier Memba en 1987

 

1996

 

 

Javier Memba en la librería Shakespeare & Co. de París

 

 

 

 

Imagen

 

 

COMPRAR EN KINDLE:

 

 

 

contador de visitas en mi web



 

 

Enlaces

-La linterna mágica

-Unas palabras sobre Vida en sombras

-Unas palabras sobre La torre de los siete jorobados

-50 años de la Nouvelle Vague en Días de cine

-David Lynch, el onirismo de la modernidad en Radio 3

-Unas palabras sobre Casablanca en Telemadrid

-Unas palabras sobre Tintín en Cuatro TV

 

 

ALGUNOS ARTÍCULOS:

Malditos, heterodoxos y alucinados de la gran pantalla

Nuevos momentos estelares de la humanidad

Chicas yeyés

Chicas de ayer

Prólogo al nº 4 de la revista "Flamme" de la Universidad de Limoges

Destinos literarios

Sobre La naranja mecánica

Mi tributo al gran Chris Marker

El otro Borau

Bohemia del 89

Unos apuntes sobre las distopías

Elogio de Richard Matheson

En memoria de Bernadette Lafont

Homenaje al gran Jean-Pierre Melville

Los amores de Édith

Unos apuntes sobre La reina Margot

Tributo a Yasujiro Ozu con motivo del 50 aniversario de su fallecimiento

Muere Henry Miller

Unos apuntes sobre dos cintas actuales

Las legendarias chicas de los Stones

Unos apuntes sobre el "peplum"

El cine soviético del deshielo

El operador que nos devolvió el blanco y negro

Más real que Homeland

El cine de la Gran Guerra

Del porno a la pantalla comercial

Formentera cinema

Edward Hopper en estado puro

El cine de terror de los años 70

Mi tributo a Lauren Bacall

Mi tributo a Jean Renoir

Una entrevista a Lee Child

Una entrevista a William McLivanney 

Novelistas japonesas

Treinta años de Malevaje

Las grandes rediciones del cómic franco-belga

El estigma de La campana del infierno

Una reedición de Dalton Trumbo

75 años de un canto a la esperanza

Un siglo de El nacimiento de una nación

60 años de Semilla de maldad

Sobre las adaptaciones de Vicente Aranda

Regreso al futuro, treinta años después 

La otra cabeza de Murnau

Un tributo a las actrices de mi adolescencia

Cineastas españoles en Francia

El primer surrealista

La traba como materia literaria

La ilustración infantil de los años 70

Una exposición sobre la UFA

La musa de John Ford

Los icebergs de Jorge Fin

Un recorrido por los cineastas/novelistas -y viceversa-

Ettore Scola

Mi tributo a Jacques Rivette

Una película a la altura de la novela en que se basa

Mi tributo a James Cagney en el trigésimo aniversario de su fallecimiento

Recordando a Audrey Hepburn

El rey de los mamporros

Una guía clásica de la ciencia ficción

Musas de grandes canciones

Memorias de la España del tebeo

70 años de la revista Tintín

Ediciones JC regresa a sus orígenes

Seis claves para entender a Hergé

La chica del "Drácula" español

La primera princesa de la lejana galaxia

El primer Tintín coloreado

Paloma Chamorro: el fin de "La edad de oro"

Una entrevista a la fotógrafa Vanessa Winship

Una recuperación del Instituto Murnau

Heroínas de la revolución sexual

Muere George A. Romero

Un mito del cine francés

Semblanza de Basilio Martín Patino

Malevaje en la Gran Vía

Entrevista a Benjamin Black

Un circunloquio sobre la provocación

Una nueva aventura de Yeruldelgger

Una dama del crimen se despide

Recordando a Peggy Cummins

Un tributo a las yeyés francesas

La última reina del Technicolor

Recordando a John Gavin

Las referencias de La forma del agua

El Madrid de 1988

La nueva ola checa

Un apunte sobre Nelson Pereira dos Santos

Una simbiosis perfecta

Un maestro del neorrealismo tardío

El inovidable Yellowstone Kelly

Que Dios bendiga a John Ford

Muere Darío Villalba

Los recuerdos sentimentales de Enrique Herreros

Mi tributo a Harlan Ellison

La inglesa que presidió el cine español

La última rubia de Hitchcock

Unos apuntes sobre Neil Simon

Recordando Musicolandia

Una novelista italiana

Recordando a Scott Wilson

Cämilla Lackberg inaugura Getafe Negro

Una conversación entre Läckberg y Silva

El guionista de Dos hombres y un destino

Noir español y hermoso

Noir italiano

Mi tributo al gran Nicholas Roeg

De la Escuela de Barcelona al fantaterror patrio

Recordando a Rosenda Monteros

Unas palabras sobre Andrés Sorel

Farewell to Julia Adams

Corto Maltés vuelve a los quioscos

Un editor veterano

Una entrevista a Wendy Guerra

Continúa el misterio de Leonardo

Los cantos de Maldoror

Un encuentro con Clara Sánchez

Recuerdos de la Feria del Libro

Viajes a la Luna en la ficción

Los pecados de Los cinco

La última copa de Jack Kerouac

Astérix cumple 60 años

Getafe Negro 2019

Un actriz entrañable

Ochenta años de "El sueño eterno"

Sam Spade cumple 90 años

Un western en la España vaciada

Romy Schneider: el triste destino de Sissi

La nínfula maldita

Jean Vigo: el Rimbaud del cine francés

El último vuelo de Lois Lane

Claudio Guerin Hill

Dennis Hopper: El alucinado del Hollywood finisecular

Jean Seberg: la difamada por el FBI

Wener Herzog y la cólera de Dios

Gordad, el gran maese de la heterodoxia cinematográfica

Frances Farmer, la esquizofrénica que halló un inquietante sosiego

El hombre al que gustaba odiar

El gran amor de John Wayne

Iván Zulueta, arrebatado por una imagen efímera

Agnès Varda, entre el feminismo y la memoria

La reina olvidada del noir de los 40

Judy Garland al final del camino de adoquines amarillos

Jonas Mekas, el catalizador del cine independiente estadounidense

El gran Edgar G. Ulmer

La última flapper; la primera it girl

El estigmatizado por Stalin

La controvertida Egeria del Führer

El gran Tod Browning

Una chica de ayer

El niño que perdió su tren eléctrico

La primera chica de Éric Rohmer

El último cadáver bonito

La exnovia de James Dean que no quiso cumplir 40 años

Don Luis Buñuel, "ateo gracias a Dios"

La estrella cuyo fulgor se extinguió en sus depresiones

El gran cara de palo

Sylvia Kristel más allá de Emmanuelle

Roscoe Arbuckle, cuando se acabaron las risas

Laura Antonelli, la reina del softcore que perdió la razón

Nicholas Ray, que nunca volvió a casa

El vuelo más bajo de la princesa Leia Organa

Eloy de la Iglesia y el cine quinqui

Entiérralo con sus botas, su cartuchera y su revólver

La chica sin suerte

Bela Lugosi y la sombría majestuosidad de Drácula

La estrella de triste suerte

La desmesura de Jacques Rivette

Françoise Dorléac

Klaus el loco

Una hippie de los 70

Jean Esustache, entre la Nouvelle Vague y el ascetismo

Nadiuska, un juguete roto

Thea von Harbou

Jesús Franco

David Cronenberg

Sharon Tate, como en un cuento de Sheridan Le Fanu

Un guionista sediento

La reina del fantaterror patrio

Dalton Trumbo y los diez de Hollywood

La primera chica que arrojó una tarta 

El desdichado Hércules contemporáneo

En la tradición familiar

El músico del realismo poético

Otro tributo a la gran Patty Shepard

Elmer Modlin y su extraña familia

Las coproducciones internacionales rodadas en España

Marilyn Monrore y su desesperado último gesto

Un amor más poderosos que la vida

El actor atrapado en sus personajes

Entre el fantasma de su madre y el final del musical

Barbet Schroeder

Amparo Muñoz

Samuel Bronston más alla de Las Rozas

Chantal Akerman

Françoise Hardy 

Un antiguo dogmático

Jane Birkin

Anna Karina, su turbulento amor y el Madison

Sandie Shaw, ya con calzado

El gran Serge Gainsbourg

Entre la niña prodigio y la mujer concienciada

La intérprete de Shakespeare que inspiró a The Rolling Stones

La maleta del capitán Wajda

Val Lewton y su dramatización de la psicología del miedo

La alimaña de Whitechapel

Cristina Galbó

La caravana Donner

Eddie Constantine

Un nuevo curso del tiempo

Rosenda Monteros

Una criatura de la noche

Una carta a Nicolás I

Edison y el 35 mm

Barbara Steele

El felón Esquieu de Floyran acaba con los templarios

Entre Lovecraft y Hitchcock

Tchang Tchong Yen recuerda a Hergé

La musa del ciberpunk

Néstor Majnó

Una leyenda del Madrid finisecular

El rey de la serie B

La primera cosmonauta soviética

Cuando la injuria sucede a la fatalidad

Bajo Ulloa y sus cuentos crueles

La cicerone de los Stones en el infierno 

Nace Toulouse-Lautrec

El París del Charlestón se rinde a Josephine Baker

Nastassja Kinski, la dulce hija del ogro

Un tributo a Sam Peckinpah

La leyenda del London Calling

Fiódor Dostoievski frente al pelotón de fusilamiento

Mi alucinada favorita

El hombre de las mil caras

El 7º de Caballería pierde la gloria

Un recuerdo de Silke

El genocidio camboyano

Peter Bogdanovich

Guy Debord y la sociedad del espectáculo

Un héroe de Iwo Jima 

Lupe Vélez tras el último tequila sunrise

El general Lee

Roman Polanski

Un hampón italoamericano

Jane Fonda en su juventud

Kraken en la Cuesta de Moyano

Josef von Sternberg

The Beatles en The Carvern y en el show de Ed Sullivan

Que la tierra le sea leve a Douglas Trumbull

El último superviviente del hampa de Chicago

Inma de Santis

El Álamo

Una musa insumisa

El malvado Zaroff y un elogio a las revistas pulp

Miles Davis

Un polaco y el amour fou

La Legión extranjera como género literario

Conchita Montenegro

Peter Lorre y su cara de villano

El juez de la horca

Syd Barrett

Kathleen Turner

Una caricatura de la hombría

Eric Clapton

Helga Liné

Butch Cassidy

Carlos Arévalo, un cineasta español

Nace el último bohemio

Pascual García Arano

María Perschy

El Combray de Ingmar Bergman

Carlos Castaneda

Una canción de Neil Young

Un suicida dandi

Hedy Lamarr

Philip K. Dick y sus realidades bastardas

La última mujer fatal

Andréi Tarkovski, otro maldito por la censura soviética

Nace la música de la New Age

"Wie einst" Lili Marleen

Una lectura de Byron en Villa Diodati

Un apostol de la sedición juvenil

Ava en mi ciudad

Rider Haggard

Una entrada para la "Historia universal de la infamia"

La Marguerite Duras cineasta

Gallardo y calavera

El hombre que vendió su alma a Elizabeth Taylor

El crímen de Charlotte Corday

Un elogio entusiasta de la urbe

Un ángel caído

Mary Bradbury teme por su vida

Pierre Étaix y su triste gracia

El mejor verano de los Rolling

María Rosa Salgado y su conmovedora discrección

La valentía de Ramón Acín

Sylvie Vartan

La cruz de Malta de Wim Wenders

La epifanía de Louis Daguerre

Carroll Baker

Marie Laforêt y mi amigo Eloy

Eliseo Reclus atisba su quimera

Patty Pravo

Richard Pryor contra sí mismo

Miroslava, una actriz marcada por la fatalidad

France Gall y el doble sentido

Robert Bresson y el cine puro

La gesta de Alekséi Stajánov

Nace el Rimbaud del Rock & Roll seminal

Dominique Dunne, una filmografía que se quedó en el aire

Un actor vampirizado por un personaje

Tolkien publica El Hobbit

La segunda musa de Godard

John Dos Passos entra en la eternidad

Alain Resnais, el cine de la memoria

Una musa del filme noir

El cadáver de Nancy Spungen en el Chelsea Hotel

La historia de Bobby Driscoll

Un icono del feminismo

Recordando a Tina Aumont

Colgaron a Gilles de Rais

Dario Argento

Nico en el cine

Dylan Thomas en su último trance

Brigitte Helm

Un punkie en la Disney 

Nace Billy el Niño

The Wall

Tennessee Williams

Vivien Leigh

Kazuo Sakamaki salva la vida en Pearl Harbor

El proscrito de la Escuela de Barcelona 

47 hombres de honor

Charlotte Rampling

La incomunicabilità del gran MIchelangelo Antonioni

F. Scott Fitzgerald

Un pilar del cómic estadounidense

Juliet Berto

Erik, el fantasma de la Ópera

Una comedia francesa

Un pesimista alegre

Una mirada indolente a la derrota 

Sender en Casas Viejas

Kipling en su último momento

Los hermanos Marx

Puente sobre aguas turbulentas

Anouk Aimée

Mary Shelley

Quentin Tarantino

Neal Cassady 

Natalie Wood

La heterodoxia de Ermanno Olmi

Fu-Manchú

Stefan Zweig pone fin a sus días

 

 

 

 

 

 

EN TU MAIL

Recibe los blogs de Gente en tu email

Introduce tu correo electrónico:

FeedBurner

Archivo

Grupo de información GENTE · el líder nacional en prensa semanal gratuita según PGD-OJD