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Blog de Javier Memba

El insolidario

Historia de cien años de música en el cine (y X)

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10. La música en el primer cine español

            Casi puede decirse que a España, el cine sonoro, llegó con la República. Cierto, El misterio de la Puerta del Sol (Francisco Elías, 1929) fue la primera película parlante. Pero su procedimiento de sonorización, el Phonofilm, no coincidió con el de las salas de proyección, con lo que se decidió mayoritariamente adaptar las últimas películas silentes al nuevo prodigio en estudios foráneos. Así las cosas, cuando La aldea maldita (Florián Rey, 1930) y el resto de  aquellos títulos volvieron, el país ya cantaba el Himno de Riego. De poco sirvió que Prim (José Buchs, 1930), una de aquellas cintas que regresaron sonorizadas del extranjero, fuera una hagiografía del militar liberal y defensor de la monarquía aludido en el título. España ya era republicana.

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Publicado el 9 de agosto de 2011 a las 14:00.

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Historia de cien años de música en el cine (IX)

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9. La decadencia y el resurgimiento

            "Los años setenta representaron, de forma global aunque no generalizada, el periodo más difícil para la partitura cinematográfica, y no tanto porque la calidad de las composiciones disminuyera, sino debido a la aparición de elementos totalmente ajenos a la esencia de esa música. Fueron las canciones (...), meramente comerciales, imperantes entre la juventud del momento, que hicieron que la banda sonora como aportación dramática a las películas perdiese preponderancia en beneficio de las ventas de éstas en disco", escribe Conrado Xalabarder.

            En efecto, carentes de ese equilibrio entre comercialidad y dramatismo -implicación en la narración del filme será mejor apuntar-, que Henry Mancini trazó con tino y brillo, las películas comenzaron a incluir un videoclip en el que, en un intento de emular el éxito de Mrs Robinson y Raindrops Keep Fallin' on My Head, la historia que se nos estaba contando se detenía para ilustrar la pieza que empezaba a sonar. Eran canciones que sí, estaban bien para tararear inconscientemente, sin recordar su título. Pero que no aportaban nada al filme, antes al contrario. Nada que ver con aquel Qué será que entonaba desesperada Josephine Conway McKenna (Doris Day) para salvar a su hijo Hank (Christopher Olsen) en la segunda versión de El hombre que sabía demasiado (Alfred Hitchcock, 1954).

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Publicado el 4 de agosto de 2011 a las 16:00.

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Historia de cien años de música en el cine (VIII)

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8. La popularización y el apogeo de la banda sonora

            Hay una anécdota que ilustra a la perfección el destino que aguardaba a la grandilocuencia, las polifonías y el resto de las inmensidades, que habían marcado la pauta en las bandas sonoras hasta entonces, a comienzos de los años 60. Después de haber trabajo juntos, con relativa regularidad, desde Sólo los ángeles tienen alas (1939), la relación entre Howard Hawks y Dimitri Tiomkin se rompió cuando el realizador y el compositor se disponían a discutir la música del que habría de ser su nuevo trabajo: ¡Hatari! (1962). Era aquella una aventura africana en la que John Wayne cazaba elefantes a lazo como hiciera con las vacas en Río Rojo, también dirigida por Hawks en el 48 y musicalizada por Tiomkin.

            Para aquella nueva colaboración que nunca llegaría a producirse, Hawks pidió a su músico una partitura que incluyera motivos locales. Al día siguiente, el músico llamó al realizador -que también era el productor de la cinta- para preguntarle si hablaba en serio cuando se refirió a esos localismos en la banda sonora. Hawks, con uno de esos prontos tan frecuentes en los cineastas de su generación, no sólo contestó a Tiomkin que hablaba totalmente en serio, le anunció además que estaba despedido. Para sustituirle, Hawks contrató a Henry Mancini, acaso el más popular de los músicos del cine, quien tras recorrer la sabana africana e impregnarse de sus sonoridades, realizó uno de los más célebres temas de la pantalla: Baby Elephant Walk. Todavía es ahora cuando al volver a escucharlo nos parece ver al pequeño elefante siguiendo a esa maravillosa Elsa Martinelli -la fotógrafa Anna Maria d'Alessandro en la ficción- que tantos cuidados le prodiga.

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Publicado el 25 de julio de 2011 a las 14:15.

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Historia de cien años de música en el cine (VII)

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7. El musical estadounidense

            Ese entusiasmo de Jimmy Doyle en New York, New York el día de la Victoria de 1945 es el mismo que inspiró el renacer del cine musical en la posguerra, tras el relativo declive que conoció al final de los años 30. No hace falta ser Adorno para comprender: era la paz después de tanta sangre y había ganas de cantar y de bailar. Todo era alegría y fue ese Minnelli ya citado en el capítulo anterior quien mejor la supo expresar.

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Publicado el 14 de julio de 2011 a las 11:15.

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Historia de cien años de múscia en el cine (V)

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5. El estudio para el que todo era música

            Para dar cuenta de la importancia de la música en las producciones de Walt Disney basta un dato. Las Silly Symphonys, las Sinfonías tontas que fueron el germen y el corpus de toda la animación posterior del estudio, obedecían a una premisa: cualquier cosa puede convertirse en un instrumento musical. En efecto, incluso antes de que llegara esa antropomorfización de los animales que habría de ser una de las principales señas de identidad de la casa y una de las claves de su éxito -Goofy es un perro convertido en un hombre simplón; Donald un pato con trazas de un cascarrabias, etc.-, las Sinfonías tontas ya tenían una máxima: el ritmo puede aplicarse a cualquier cuerpo sonoro.

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Publicado el 22 de junio de 2011 a las 11:45.

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Historia de cien años de música en el cine (IV)

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4. Primeros compositores europeos

            En Europa, el cine sonoro alcanza por primera vez la belleza con el realismo poético francés. De ahí que no sólo sea lícito, sino también de obligado rigor, empezar la nómina de los primeros músicos europeos de la gran pantalla con Maurice Jaubert. Hombre de vida breve, de obra más prematuramente cortada que la de Victor Young, pero también de gran trascendencia en la historia de la banda sonora.

            A estas alturas de nuestro relato ya habrá comprendido el lector que la precocidad musical es inherente al compositor. Puede que Jaubert no lo fuera tanto como alguno de sus colegas y predecesores estadounidenses, que en ocasiones llegó igualar en virtuosismo temprano al mismísimo Mozart. Pero la historia nos dice que el francés sólo tenía dieciséis años cuando obtuvo el primer premio de piano en el conservatorio de esa Niza que le vio nacer en 1900. Ya en 1923, después de haberse hecho abogado y cumplido con sus obligaciones militares, obtiene sus primeros aplausos como compositor de piezas para piano y música de cámara. Junto a sus amigos Maurice Ravel y Arthur Honegger es considerado el renovador de la escena musical francesa.

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Publicado el 14 de junio de 2011 a las 23:45.

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Historia de cien años de música en el cine (III)

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3. La música en el Hollywood clásico

            Nacido en New Haven (Coneccticut) en 1901, bien es cierto que Alfred Newman fue el primer músico de Hollywood de origen estadounidense. Pero no lo es menos que la música autóctona, esa trinidad integrada por George Gershwin, Jerome Kern e Irving Berlin, se le queda mucho más lejana que la faceta melódica de Richard Strauss. Sólo al final de su filmografía se acercará ligeramente al jazz en Aeropuerto (George Seaton, 1967), película totalmente prescindible, sin más mérito que el de inaugurar ese dudoso cine de catástrofes que se enseñorearía de las pantallas en los años siguientes, cuya banda sonora ocupaba a Newman cuando La Parca se lo llevó.

            Así las cosas, musicalmente hablando, este compositor -que también fue a decir de los expertos, el mejor director de orquesta del Hollywood clásico- fue un epígono de la primera generación de músicos de la pantalla estadounidense. Lo que, siguiendo con las paradojas de nuestro relato, no significa en modo alguno que hiciera una música genuinamente americana, como aquella que, cuando fumábamos, acompañaba el anuncio de una marca de cigarrillos. Muy por el contrario -hay que insistir- está mucho más cerca de la música sinfónica europea.

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Publicado el 8 de junio de 2011 a las 13:30.

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Historia de cien años de música en el cine (II)

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2. La eclosión del primer musical y el nacimiento de la banda sonora

            Por mucho que a ochenta años vista, desde la era de los DVD, pueda parecer un esnobismo filmófilo, la irrupción del sonido en la pantalla fue traumática. Sí señor, la riqueza del lenguaje cinematográfico, que al carecer de palabras se había desarrollado de forma sorprendente, se vio cercenada. Esa movilidad que alcanzó el tomavistas de King Vidor puesto a retratar las trincheras de la Gran Guerra en El gran desfile (1925), otro buen ejemplo de ese cine pacifista surgido tras el primer conflicto mundial al que también cabe adscribir Armas al hombro (1918), se atajó de cuajo.

            En efecto, la cámara se supeditó al micrófono, que a la sazón era un armatoste que requería todo un estudio de grabación detrás. Incluso la dirección de actores se vio afectada con la irrupción del sonido. No fue sólo que interpretes como John Gilbert asistieran al declive inexorable de su estrella porque el timbre de su voz -o su forma de declamar- defraudaron la imagen que el respetable se había creado de ellos. Fue también la mecánica misma del rodaje. Esos gritos con los que el cineasta daba sus instrucciones se acallaron. "De repente, con el advenimiento del sonoro, teníamos que trabajar todos como si estuviésemos en una tumba. Cuando se encendían las luces rojas, todo el mundo se quedaba congelado en su posición, una tos bastaba para estropear una escena", recordaba Frank Capra. "Para acabar con el ruido que hacían, nuestras maravillosas cámaras móviles se vieron momificadas y sepultadas en cabinas gruesamente almohadilladas con una ventanilla insonorizada delante y una puerta, también almohadillada, detrás". Y se hizo el silencio.

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Publicado el 31 de mayo de 2011 a las 14:15.

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Historia de cien años de música en el cine

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1. La entelequia del silencio

            El bienamado amado cine mudo nunca existió. O, por mejor decir: fue mudo, pero no silente. A poco que el melómano, el cinéfilo o el simple comentarista eche la vista atrás, comprende que, si damos por válida esa definición de la música como "el más bello de los ruidos" -atribuida a Napoleón Bonaparte-, en el cine primigenio siempre hubo ruido.

            Ante este panorama, por más que los cinéfilos, para diferenciarnos del común de los mortales, los simples espectadores, que hablan del "cine mudo", nos refiramos a esa primera pantalla como "la imagen silente", lo cierto es que dicho silencio, amen de una simpática muestra de nuestra pasión filmófila, es una entelequia absoluta.

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Publicado el 25 de mayo de 2011 a las 11:15.

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El rock y el cine (1954-1990)

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            A diferencia de lo ocurrido con el jazz, que precisó décadas para que Hollywood lo asimilara en estado puro, sin haber pasado antes por Broadway y adecuado convenientemente a las audiencias mayoritarias, el rock llamó la atención del cine poco tiempo después de su alumbramiento. Es más, fue tanta y tan inmediata la atención que los tomavistas prestaron al nuevo ritmo que algunos comentaristas sostienen que el rock nació en los títulos de crédito de Semilla de maldad (Richard Brooks, 1955), acompañados musicalmente por Rock Around the Clock, el primer rock & roll. Tampoco es eso, habría que apostillar.

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Publicado el 17 de mayo de 2011 a las 15:15.

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Javier Memba

Javier Memba

            Periodista con más de cuarenta años de experiencia –su primer texto apareció en la revista Ozono en 1978-, Javier Memba (Madrid, 1959) fue colaborador habitual del diario EL MUNDO entre junio de 1990 y febrero de 2020. Actualmente lo es en Zenda Libros. Estudioso del cine antiguo, en todos los medios donde ha publicado sus cientos de piezas ha demostrado un decidido interés por cuanto concierne a la gran pantalla. Puede y debe decirse que el setenta por ciento de su actividad literaria viene a dar cuenta de su actividad cinéfila. Ha dado a la estampa La nouvelle vague (2003 y 2009), El cine de terror de la Universal (2004 y 2006), La década de oro de la ciencia-ficción (2005) –edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción-, La serie B (2006), La Hammer (2007) e Historia del cine universal (2008).

 

            Asimismo ha sido guionista de cine, radio y televisión. Como novelista se dio a conocer en títulos como Homenaje a Kid Valencia (1989), Disciplina (1991) o Good-bye, señorita Julia (1993) y ha reunido algunos de sus artículos en Mi adorada Nicole y otras perversiones (2007). Vinilos rock español (2009) fue una evocación nostálgica del rock y de quienes le amaron en España mientras éste se grabó en vinilo. Cuanto sabemos de Bosco Rincón (2010) supuso su regreso a la narrativa tras quince años de ausencia. La nueva era del cine de ciencia-ficción (2011), junto a La edad de oro de la ciencia-ficción, constituye una historia completa del género, aunque ambos textos son de lectura independiente. No halagaron opiniones (2014) fue un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada. Por su parte, David Lynch, el onirismo de la modernidad (2017), fue un estudio de la filmografía de este cineasta. El cine negro español (2020) es su última publicación hasta la fecha.  

 


 

          

 

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Javier Memba en 2009

 

Javier Memba en 1988

 

Javier Memba en 1987

 

1996

 

 

Javier Memba en la librería Shakespeare & Co. de París

 

 

 

 

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Enlaces

-La linterna mágica

-Unas palabras sobre Vida en sombras

-Unas palabras sobre La torre de los siete jorobados

-50 años de la Nouvelle Vague en Días de cine

-David Lynch, el onirismo de la modernidad en Radio 3

-Unas palabras sobre Casablanca en Telemadrid

-Unas palabras sobre Tintín en Cuatro TV

 

 

ALGUNOS ARTÍCULOS:

Malditos, heterodoxos y alucinados de la gran pantalla

Nuevos momentos estelares de la humanidad

Chicas yeyés

Chicas de ayer

Prólogo al nº 4 de la revista "Flamme" de la Universidad de Limoges

Destinos literarios

Sobre La naranja mecánica

Mi tributo al gran Chris Marker

El otro Borau

Bohemia del 89

Unos apuntes sobre las distopías

Elogio de Richard Matheson

En memoria de Bernadette Lafont

Homenaje al gran Jean-Pierre Melville

Los amores de Édith

Unos apuntes sobre La reina Margot

Tributo a Yasujiro Ozu con motivo del 50 aniversario de su fallecimiento

Muere Henry Miller

Unos apuntes sobre dos cintas actuales

Las legendarias chicas de los Stones

Unos apuntes sobre el "peplum"

El cine soviético del deshielo

El operador que nos devolvió el blanco y negro

Más real que Homeland

El cine de la Gran Guerra

Del porno a la pantalla comercial

Formentera cinema

Edward Hopper en estado puro

El cine de terror de los años 70

Mi tributo a Lauren Bacall

Mi tributo a Jean Renoir

Una entrevista a Lee Child

Una entrevista a William McLivanney 

Novelistas japonesas

Treinta años de Malevaje

Las grandes rediciones del cómic franco-belga

El estigma de La campana del infierno

Una reedición de Dalton Trumbo

75 años de un canto a la esperanza

Un siglo de El nacimiento de una nación

60 años de Semilla de maldad

Sobre las adaptaciones de Vicente Aranda

Regreso al futuro, treinta años después 

La otra cabeza de Murnau

Un tributo a las actrices de mi adolescencia

Cineastas españoles en Francia

El primer surrealista

La traba como materia literaria

La ilustración infantil de los años 70

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Un recorrido por los cineastas/novelistas -y viceversa-

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Una película a la altura de la novela en que se basa

Mi tributo a James Cagney en el trigésimo aniversario de su fallecimiento

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Ediciones JC regresa a sus orígenes

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La chica del "Drácula" español

La primera princesa de la lejana galaxia

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Malevaje en la Gran Vía

Entrevista a Benjamin Black

Un circunloquio sobre la provocación

Una nueva aventura de Yeruldelgger

Una dama del crimen se despide

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Un tributo a las yeyés francesas

La última reina del Technicolor

Recordando a John Gavin

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El inovidable Yellowstone Kelly

Que Dios bendiga a John Ford

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Los recuerdos sentimentales de Enrique Herreros

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La inglesa que presidió el cine español

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Recordando a Scott Wilson

Cämilla Lackberg inaugura Getafe Negro

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El guionista de Dos hombres y un destino

Noir español y hermoso

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De la Escuela de Barcelona al fantaterror patrio

Recordando a Rosenda Monteros

Unas palabras sobre Andrés Sorel

Farewell to Julia Adams

Corto Maltés vuelve a los quioscos

Un editor veterano

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Continúa el misterio de Leonardo

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Un encuentro con Clara Sánchez

Recuerdos de la Feria del Libro

Viajes a la Luna en la ficción

Los pecados de Los cinco

La última copa de Jack Kerouac

Astérix cumple 60 años

Getafe Negro 2019

Un actriz entrañable

Ochenta años de "El sueño eterno"

Sam Spade cumple 90 años

Un western en la España vaciada

Romy Schneider: el triste destino de Sissi

La nínfula maldita

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El último vuelo de Lois Lane

Claudio Guerin Hill

Dennis Hopper: El alucinado del Hollywood finisecular

Jean Seberg: la difamada por el FBI

Wener Herzog y la cólera de Dios

Gordad, el gran maese de la heterodoxia cinematográfica

Frances Farmer, la esquizofrénica que halló un inquietante sosiego

El hombre al que gustaba odiar

El gran amor de John Wayne

Iván Zulueta, arrebatado por una imagen efímera

Agnès Varda, entre el feminismo y la memoria

La reina olvidada del noir de los 40

Judy Garland al final del camino de adoquines amarillos

Jonas Mekas, el catalizador del cine independiente estadounidense

El gran Edgar G. Ulmer

La última flapper; la primera it girl

El estigmatizado por Stalin

La controvertida Egeria del Führer

El gran Tod Browning

Una chica de ayer

El niño que perdió su tren eléctrico

La primera chica de Éric Rohmer

El último cadáver bonito

La exnovia de James Dean que no quiso cumplir 40 años

Don Luis Buñuel, "ateo gracias a Dios"

La estrella cuyo fulgor se extinguió en sus depresiones

El gran cara de palo

Sylvia Kristel más allá de Emmanuelle

Roscoe Arbuckle, cuando se acabaron las risas

Laura Antonelli, la reina del softcore que perdió la razón

Nicholas Ray, que nunca volvió a casa

El vuelo más bajo de la princesa Leia Organa

Eloy de la Iglesia y el cine quinqui

Entiérralo con sus botas, su cartuchera y su revólver

La chica sin suerte

Bela Lugosi y la sombría majestuosidad de Drácula

La estrella de triste suerte

La desmesura de Jacques Rivette

Françoise Dorléac

Klaus el loco

Una hippie de los 70

Jean Esustache, entre la Nouvelle Vague y el ascetismo

Nadiuska, un juguete roto

Thea von Harbou

Jesús Franco

David Cronenberg

Sharon Tate, como en un cuento de Sheridan Le Fanu

Un guionista sediento

La reina del fantaterror patrio

Dalton Trumbo y los diez de Hollywood

La primera chica que arrojó una tarta 

El desdichado Hércules contemporáneo

En la tradición familiar

El músico del realismo poético

Otro tributo a la gran Patty Shepard

Elmer Modlin y su extraña familia

Las coproducciones internacionales rodadas en España

Marilyn Monrore y su desesperado último gesto

Un amor más poderosos que la vida

El actor atrapado en sus personajes

Entre el fantasma de su madre y el final del musical

Barbet Schroeder

Amparo Muñoz

Samuel Bronston más alla de Las Rozas

Chantal Akerman

Françoise Hardy 

Un antiguo dogmático

Jane Birkin

Anna Karina, su turbulento amor y el Madison

Sandie Shaw, ya con calzado

El gran Serge Gainsbourg

Entre la niña prodigio y la mujer concienciada

La intérprete de Shakespeare que inspiró a The Rolling Stones

La maleta del capitán Wajda

Val Lewton y su dramatización de la psicología del miedo

La alimaña de Whitechapel

Cristina Galbó

La caravana Donner

Eddie Constantine

Un nuevo curso del tiempo

Rosenda Monteros

Una criatura de la noche

Una carta a Nicolás I

Edison y el 35 mm

Barbara Steele

El felón Esquieu de Floyran acaba con los templarios

Entre Lovecraft y Hitchcock

Tchang Tchong Yen recuerda a Hergé

La musa del ciberpunk

Néstor Majnó

Una leyenda del Madrid finisecular

El rey de la serie B

La primera cosmonauta soviética

Cuando la injuria sucede a la fatalidad

Bajo Ulloa y sus cuentos crueles

La cicerone de los Stones en el infierno 

Nace Toulouse-Lautrec

El París del Charlestón se rinde a Josephine Baker

Nastassja Kinski, la dulce hija del ogro

Un tributo a Sam Peckinpah

La leyenda del London Calling

Fiódor Dostoievski frente al pelotón de fusilamiento

Mi alucinada favorita

El hombre de las mil caras

El 7º de Caballería pierde la gloria

Un recuerdo de Silke

El genocidio camboyano

Peter Bogdanovich

Guy Debord y la sociedad del espectáculo

Un héroe de Iwo Jima 

Lupe Vélez tras el último tequila sunrise

El general Lee

Roman Polanski

Un hampón italoamericano

Jane Fonda en su juventud

Kraken en la Cuesta de Moyano

Josef von Sternberg

The Beatles en The Carvern y en el show de Ed Sullivan

Que la tierra le sea leve a Douglas Trumbull

El último superviviente del hampa de Chicago

Inma de Santis

El Álamo

Una musa insumisa

El malvado Zaroff y un elogio a las revistas pulp

Miles Davis

Un polaco y el amour fou

La Legión extranjera como género literario

Conchita Montenegro

Peter Lorre y su cara de villano

El juez de la horca

Syd Barrett

Kathleen Turner

Una caricatura de la hombría

Eric Clapton

Helga Liné

Butch Cassidy

Carlos Arévalo, un cineasta español

Nace el último bohemio

Pascual García Arano

María Perschy

El Combray de Ingmar Bergman

Carlos Castaneda

Una canción de Neil Young

Un suicida dandi

Hedy Lamarr

Philip K. Dick y sus realidades bastardas

La última mujer fatal

Andréi Tarkovski, otro maldito por la censura soviética

Nace la música de la New Age

"Wie einst" Lili Marleen

Una lectura de Byron en Villa Diodati

Un apostol de la sedición juvenil

Ava en mi ciudad

Rider Haggard

Una entrada para la "Historia universal de la infamia"

La Marguerite Duras cineasta

Gallardo y calavera

El hombre que vendió su alma a Elizabeth Taylor

El crímen de Charlotte Corday

Un elogio entusiasta de la urbe

Un ángel caído

Mary Bradbury teme por su vida

Pierre Étaix y su triste gracia

El mejor verano de los Rolling

María Rosa Salgado y su conmovedora discrección

La valentía de Ramón Acín

Sylvie Vartan

La cruz de Malta de Wim Wenders

La epifanía de Louis Daguerre

Carroll Baker

Marie Laforêt y mi amigo Eloy

Eliseo Reclus atisba su quimera

Patty Pravo

Richard Pryor contra sí mismo

Miroslava, una actriz marcada por la fatalidad

France Gall y el doble sentido

Robert Bresson y el cine puro

La gesta de Alekséi Stajánov

Nace el Rimbaud del Rock & Roll seminal

Dominique Dunne, una filmografía que se quedó en el aire

Un actor vampirizado por un personaje

Tolkien publica El Hobbit

La segunda musa de Godard

John Dos Passos entra en la eternidad

Alain Resnais, el cine de la memoria

Una musa del filme noir

El cadáver de Nancy Spungen en el Chelsea Hotel

La historia de Bobby Driscoll

Un icono del feminismo

Recordando a Tina Aumont

Colgaron a Gilles de Rais

Dario Argento

Nico en el cine

Dylan Thomas en su último trance

Brigitte Helm

Un punkie en la Disney 

Nace Billy el Niño

The Wall

Tennessee Williams

Vivien Leigh

Kazuo Sakamaki salva la vida en Pearl Harbor

El proscrito de la Escuela de Barcelona 

47 hombres de honor

Charlotte Rampling

La incomunicabilità del gran MIchelangelo Antonioni

F. Scott Fitzgerald

Un pilar del cómic estadounidense

Juliet Berto

Erik, el fantasma de la Ópera

Una comedia francesa

Un pesimista alegre

Una mirada indolente a la derrota 

Sender en Casas Viejas

Kipling en su último momento

Los hermanos Marx

Puente sobre aguas turbulentas

Anouk Aimée

Mary Shelley

Quentin Tarantino

Neal Cassady 

Natalie Wood

La heterodoxia de Ermanno Olmi

Fu-Manchú

Stefan Zweig pone fin a sus días

 

 

 

 

 

 

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