El chiringuito de la SGAE
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Lo de la Sociedad General de Autores y Editores, la principal entidad que gestiona los derechos de autor en España es un culebrón que huele francamente mal. Esta institución, que ha llevado la necesaria protección de los derechos de autor al límite del esperpento con sus arrogantes métodos recaudatorios, incluida la irrupción de sus inspectores en bodas y cualquier tipo de acto público o privado donde se reprodujera una creación artística, resulta que había montado un chiringuito para desviar fondos. El juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz expone en su auto la existencia de una trama empresarial parasitaria que facturaba millones de euros a la SGAE por servicios inexistentes, un fraude que podría superar los 30 millones de euros. El escándalo salpica a los ministerios de Industria y Cultura, que han dado jugosas subvenciones y créditos a la entidad, y que deberían haber sometido a la SGAE a un control mas estricto, máxime cuando esta institución se ha estado embolsando buena parte del dinero recaudado por el canon digital. El descubrimiento de esta trama corrupta, mas allá de las responsabilidades que habrá que depurar, revela la necesidad de una reforma urgente del modelo de protección de la propiedad intelectual, puesto ya en cuestión por dos sentencias del Tribunal de Justicia de la UE y de la Audiencia Nacional contra el cobro indiscriminado del canon digital. Una reforma en la que tendrían que participar todos los sectores implicados, incluidos los consumidores. Nadie pone en cuestión la necesidad de compensar a los autores por copias privadas. Lo que se trata de evitar son los abusos y las tasas indiscriminadas que gravan por igual al que compra un CD virgen para guardar sus propios archivos que al que adquiere un disco duro o un teléfono móvil, sin que se menoscaben los derechos de propiedad intelectual de los creadores. Pero al margen de esta cuestión, que el gobierno de turno, ya sea este o el que venga, tendrá que solucionar, resulta cuanto menos sorprendente el mutis de los de los artistas de la Ceja -el silencio de los corderos- a los que les han esquilmado buena parte del dinero recaudado que debería destinarse al pago de sus derechos de autor. Que no hayan exigido en bloque la dimisión de Teddy Bautista, recaudador jefe y que según el auto del juez, "autorizó, consintió e impulsó" la trama que presuntamente se lo ha estado llevando crudo no hay quien lo entienda, salvo que sigan instalados en el discurso de buenos y malos que ha estado utilizando la SGAE para defender su pésima imagen.
Publicado el 7 de julio de 2011 a las 12:00.