No solo hay que ser honrado, sino parecerlo
Archivado en: Urdangarín, Monarquía
Iñaki Urdangarín es el primer miembro de la Familia Real que acude a declarar como imputado a un juzgado. No hay precedentes en la monarquía de un vendaval que haya socavado los cimientos de la institución con el ímpetu con que lo está haciendo el caso Urdangarín, cuyo comportamiento, reconocido por la propia Casa Real, no ha sido especialmente ejemplar. La imagen de la monarquía ha quedado seriamente dañada, aún cuando pueda demostrarse la inocencia del Duque. La opinión pública está demasiado acostumbrada a los escándalos protagonizados por políticos corruptos, pero no está preparada para que la monarquía, cuyo principal sustento se basa en la ejemplaridad, ocupe portadas de periódicos y telediarios porque uno de sus miembros ha utilizado la imagen de la Corona para enriquecerse. Es un caso que provoca especial repulsa por afectar a la mas alta institución del Estado y no es de extrañar que el pueblo haya salido en tromba a opinar sobre la conducta del yernísimo, y de paso, cuestionar la propia existencia de la monarquía. Lo primero que hay que recordar es que todos somos iguales ante la ley. Lo dijo el Rey en su discurso de nochebuena:"Cualquier actuación censurable deberá ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley porque la justicia es igual para todos". Así que si todos somos iguales, también estamos sujetos a las críticas por nuestro comportamiento, más aún aquellos miembros de instituciones de las que se espera un comportamiento ejemplar. Cierto es que por las circunstancias del caso, y por ser quien es y por lo que representa, el Duque de Palma ya ha sido juzgado y condenado por la opinión pública. Todo el espectáculo, más parecido a un circo, montado en torno al caso y a la declaración de Urdangarín, le ha hecho aparecer como un delincuente de guante blanco y no como un imputado sobre el que pesa la presunción de inocencia. Aunque es poco verosimil que toda la responsabilidad la tuviera el ex socio Diego Torres, o que desconociera los movimioentos de dinero en el Instituto Noos. Mientras no se demuestre lo contrario, el marido de la Infanta Cristina es inocente, y si se demuestra su culpabilidad, que los jueces dicten la sentencia que corresponda. Demos la oportunidad a la justicia para que se pronuncie, pero entre tanto, no nos rasguemos las vestiduras por la reacción de repulsa que el caso provoca, porque ni siquiera la presunción de inocencia puede hurtar el derecho de los ciudadanos a opinar libremente, y la realidad es que aquí huele a podrido.
Publicado el 2 de marzo de 2012 a las 10:15.







