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Blog de Alberto Castillo

Sin acritud

Fracaso general

Archivado en: Editorial, huelga general, sindicatos, 29-S

La liturgia posterior a una huelga general siempre es la misma. El Gobierno habla de un "seguimiento desigual y moderado" y los sindicatos califican la huelga como un "éxito" con un 70% de seguimiento. Un despropósito que ahonda en el descrédito de los sindicatos. Por mucho que intenten calificar de masiva la respuesta de los trabajadores a la huelga, fue un clamoroso fracaso reducida a paros sectoriales en la industria, y escasa o nula incidencia en  las administraciones públicas, los servicios, el comercio o la hostelería, si acaso algunos cierres provocados por la coacción de los piquetes. Uno de los datos más objetivos para acercarse a la realidad es el relativo al consumo eléctrico de todo el sistema nacional que facilitó Red Eléctrica, alrededor de un 16% menos de lo previsto en las horas punta. El dato incluye desde las grandes industrias a las pequeñas, y a todas las empresas y particulares. En la huelga general del 20-J contra el gobierno de Aznar, la caída del consumo fue mucho mayor, más del doble que en la jornada del 29-S. Pero independientemente de las cifras, lo cierto es que el resultado no ha sorprendido a nadie porque desde su convocatoria nadie se creyó esta huelga de opereta, con la que los sindicatos no pretendían otra cosa que medir su desgastado nivel de influencia y recuperar su mermada credibilidad. Demasiado evidente. Una huelga descafeinada, porque no querían hacer mucho ruido ni desgastar excesivamente al Gobierno que les ha mantenido dócilmente alfombrados. Tampoco el Gobierno deseaba un fracaso tan estrepitoso como para dejar en evidencia a los sindicatos con los que en breve se volverá a sentar para negociar nada, pues nada hay que negociar. La reforma laboral ha venido impuesta por Europa y ha sido aprobada por el parlamento, por lo que Zapatero carece de margen para rectificar su política económica. Los ciudadanos  han dado la espalda a los sindicatos a los que han negado legitimidad para protestar contra el Gobierno, mostrándoles su indiferencia ante la pantomima. Tendrán que extraer sus propias conclusiones. La primera de ellas, el deterioro de su imagen y su distanciamiento cada vez mayor de los intereses reales de los trabajadores. La segunda, su dependencia de las subvenciones públicas, que sólo alimentan una maquinaria con la que gestionan sus propios intereses. Y la tercera, la superación de un discurso trasnochado que exige una revisión a fondo de sus planteamientos sindicales. Para las miles de familias que carecen de trabajo y expectativas, el 29-S fue un fracaso general.

Publicado el 30 de septiembre de 2010 a las 14:00.

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¿Piquetes informativos o comandos?

Archivado en: Editorial, huelga general, sindicatos, 29-S, piquetes informativos

Los cursos de formación que imparten los sindicatos deberían enseñar que la huelga es un derecho que ejerce el que voluntariamente quiere, no el que es obligado a la fuerza. Porque una cosa es una huelga general y otra muy distinta el intento de secuestro de un país. Cuando un dirigente sindical aseguró días antes del 29-s que paralizarían Madrid por las buenas o por las malas, estaba mostrando la peor cara del sindicalismo más radical. Aquel que no entiende que tan legítimo y constitucional es el derecho de huelga como la libertad de acudir voluntariamente al puesto de trabajo. ¿Por qué si un trabajador no quiere secundar la huelga tiene que hacerlo por narices? Se llenan la boca clamando contra el recorte a los derechos de los trabajadores, pero pasan por encima de los derechos de quienes no quieren ser cómplices de este brindis al sol, a destiempo y sin convicción,  y que deciden acudir a sus puestos de trabajo. Algunos sindicalistas se tomaron tan en serio el envite que madrugaron más que en toda su vida laboral. Desde primeras horas de la madrugada y armados de toda la parafernalia de pitos, gorras, brazaletes, silicona para las cerraduras, banderas, pancartas, y muchos con pasamontañas y palos para tratar de impedir el acceso a los medios de producción, distribución y transporte. Esto último es una fijación, la bestia negra de los piquetes, sabedores de que si paralizan el transporte colapsan las ciudades. La consigna era ir de oscuro, que amedrenta más. Hay piquetes "informativos" que actúan como si fueran comandos que han mamado la estrategia de la kale borroka. Muchos de los pequeños negocios, comercios, bares, tiendas prefirieron cerrar y no arriesgarse. No secundaron la huelga, pero ante la amenaza de rotura de escaparates o cristales, coches y furgones, optaron por no abrir. La huelga del miedo. ¿Qué democracia es ésta que permite que se pisoteen las libertades de unos ciudadanos por otros que dicen defender los derechos de la clase trabajadora?  Ha habido muchas oportunidades para plantar cara a la destrucción de empleo, motivos sobrados para levantarse contra el Gobierno. Los que primero padecieron los efectos de la crisis, y los que se han ido sumando a las listas del INEM han esperado ese desmarque sindical de la errática política económica de Zapatero que tanto ha tardado en llegar. Hay también muchas maneras de expresar el descontento social y el rechazo al recorte de sueldos y pensiones, muchas formas de protestar. De todas, la coacción mediante la violencia, es la peor posible.

Publicado el 29 de septiembre de 2010 a las 11:30.

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Liberados sindicales y asesores varios

Archivado en: Editorial, Esperanza Aguirre, huelga general, sindicatos, liberados sindicales, asesores

La que ha organizado Esperanza Aguirre con su anuncio de meter mano a los liberados sindicales, esa modalidad tan española de trabajador que no trabaja, pero que cobra tan ricamente. Ha dicho la presidenta que ajustará el número de  liberados sindicales de acuerdo a lo que corresponde a la ley, "lo que además de ser respetuoso con los derechos de los trabajadores y con la ley permitirá un mejor aprovechamiento de los efectivos con los que cuenta la Administración autonómica". Se puede decir más alto, pero no más claro. Quiere Esperanza Aguirre acabar con aquellos que se han tomado la defensa de los trabajadores como excusa para no arrimar el hombro. Aguirre ha puesto el dedo en la llaga, porque no hay nadie, salvo los propios liberados sindicales, que no vea la gran patraña en la que se refugian buen número de zánganos con escasas o nulas ganas de trabajar y de cumplir rigurosamente un horario como el resto de trabajadores, pero que cobran religiosamente su peonada por rascarse la barriga. No es razonable que para defender los derechos de los trabajadores haya que dejar de trabajar. Si los sindicatos quieren liberar a trabajadores en las empresas y organismos oficiales que lo paguen con las cuotas de sus afiliados y con las jugosas subvenciones que reciben con los impuestos de todos los españoles. Pero el problema es que esas subvenciones sólo sirven para alimentar y mantener unos mastodónticos sindicatos apesebrados que han mirado para otro lado ante la destrucción masiva de empleo. La duda que suscita la decisión de la presidenta es por qué adopta ahora esta medida, pues caraduras ha habido siempre. ¿No estaban antes por encima de lo que corresponde por ley? Deberá aclararlo, porque en caso contrario podemos pensar que es un golpe de efecto ante la próxima huelga general. Pero puestos a sugerir medidas de recorte de gasto, le propongo a la presidenta, con acuse de recibo a otros presidentes, ministros, alcaldes y similares, que le den una vuelta a otro de los gastos que asfixia las administraciones públicas, ya sean del gobierno nacional, de los gobiernos regionales, o de las administraciones locales, y es el de los puestos de confianza, también conocidos como asesores, un grupo laboral tan numeroso y gravoso como innecesario, pues se supone que nuestros gobernantes están sobradamente capacitados para tomar por sí mismos las decisiones más justas y necesarias para el bien de los ciudadanos. ¿O no lo están?

Publicado el 17 de septiembre de 2010 a las 09:45.

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El termómetro de la huelga general

Archivado en: Editorial, huelga general, sindicatos, liberados sindicales

Nadie puede poner en duda que los sindicatos juegan un papel relevante en España, y que su papel de interlocución es necesaria, y más aún si cabe en un tiempo de crisis tan aguda como la que estamos viviendo. Por eso la huelga general del próximo 29 de septiembre y su consiguiente éxito o fracaso es tan importante para los sindicatos, pues se trata de un termómetro con el que van a medir ante la opinión pública su fuerza y capacidad de movilizar a los trabajadores. Ahora bien, ¿cómo se mide el éxito o el fracaso de una convocatoria como ésta? ¿Es un éxito para los sindicatos que la huelga tenga un seguimiento masivo? UGT y CCOO aspiran a que el gobierno con el que dócilmente han comulgado mientras nos adentrábamos en la crisis se vea obligado a modificar el rumbo de su política económica ante la protesta multitudinaria de los trabajadores. Pero parece ser que la apatía se ha adueñado de los ciudadanos, que no confían en que las cosas puedan cambiar en el corto plazo y que su movilización vaya a servir para algo más que para medir la capacidad de convocatoria de las centrales sindicales. Ha habido un precedente con la reciente huelga de los funcionarios, que demostró lo alejados que están los sindicatos de  aquellos a los que dicen representar. A estas alturas de la película, a UGT y CCOO parece importarles más demostrar que aún tienen capacidad para movilizar a los trabajadores y paralizar el país con una huelga en la que no creen ni ellos, que plantar cara ante un gobierno al que no han sabido decirle basta ante la destrucción masiva de empleo. Por eso, ocurra lo que ocurra el 29 de septiembre, sea un éxito o un fracaso, los sindicatos tendrán que valorar para qué ha servido la huelga, la repercusión que ha tenido y sobre todo, reflexionar y mirarse al ombligo sin complejos para analizar qué papel quieren jugar en lo que queda de crisis y asimilar que necesitan un cambio radical de estrategia, arrimando el hombro con responsabilidad. El camino emprendido por la presidenta de la Comunidad de Madrid, que ha  anunciado un ajuste del número de liberados sindicales, lo que en la práctica supone acabar con la impunidad de sindicalistas que se dedican a cobrar por no hacer nada, es sintomático del profundo cambio que deben acometer los sindicatos en sus estructuras. Lo contrario será seguir agrandando la brecha que cada vez les separa más de los trabajadores que no se sienten identificados con sus sindicatos.

Publicado el 16 de septiembre de 2010 a las 10:30.

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Alberto Castillo

Alberto Castillo

Director de Gente en Madrid. Periodista madrileño, de 46 años, cuenta con una dilatada experiencia en medios. Ha sido subdirector general de la Agencia de Noticias Servimedia. Gran parte de su carrera profesional ha estado vinculado a la radio en distintas cadenas. Comenzó en la Cadena Rato en los años 80 y de ahí pasó a la COPE, cadena en la que fue redactor de informativos locales, redactor jefe del informativo matinal "La Mañana" (con el desaparecido Antonio Herrero), redactor jefe de informativos de fin de semana y jefe de prensa. Su última etapa en la radio fue en la extinta Radio España-Cadena Ibérica.

 

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