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Blog de José Luis Gutiérrez Muñoz

Sonrisas de colores

Carrizo

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Cada vez que veo mi rostro reflejado en el espejo del cuarto de baño, me sorprendo. No me reconozco. La última vez que me afeité fue el 30 de junio, antes de salir de casa. Llevo años rasurándome la barba diariamente, y no tenía previsto dejar de hacerlo aquí, pero cuando recogimos nuestro equipaje, tras la llegada a Ecuador, comprobamos que nos faltaba una maleta, justamente la que contenía mi maquinilla eléctrica de afeitar. Pensando que la maleta perdida llegaría muy pronto, fui dejando crecer la barba, hasta llegar a tener el actual aspecto de fugitivo.

Hubiera podido utilizar una de esas maquinillas desechables que se encuentran fácilmente en cualquier comercio, pero mi torpeza con las manos me hizo desistir, y decidí esperar a que llegara el equipaje extraviado. Ayer mismo nos comunicaron que la maleta, por fin, había aparecido. Se había quedado en Madrid. El empleado de la compañía aérea, con quien Aurora ha hablado diariamente desde que llegamos a Ecuador, para tratar de averiguar el paradero de la valija, nos dijo que probablemente este fin de semana podríamos recogerla en el aeropuerto de Cuenca. Si no surgen nuevos contratiempos, la próxima semana el espejo de mi cuarto de baño volverá a mostrarme el mismo rostro absorto que desde hace años me observa cada mañana mientras me afeito.

Afortunadamente, éste ha sido el único infortunio, todo lo demás está saliendo bien, mejor incluso de lo que habíamos imaginado. Ya hemos empezado a construir el "volcán enfadado". El primer día, Manuel contó cuatro veces el cuento que había creado sobre el Chimborazo, una por cada uno de los grupos que tenemos. No lo leyó, sino que lo relató teatralizadamente, sin obviar ninguno de los detalles, y gesticulando mucho. Nosotros cinco le acompañamos con exclamaciones, alguna que otra pregunta, y haciendo todo tipo de sonidos ilustrativos de cada escena descrita. Incluso, en un pasaje determinado del cuento, cantamos a coro con Manuel:

Chimborazo cálmate,
que la tierra se inundó.
¿Por qué éstas están enfadado?
¿Qué te pasa? Dínoslo.

Los niños y niñas, que acudían a nuestro taller por primera vez, muchos de los cuales no nos conocían del año pasado, nos contemplaban atónitos, con los ojos abiertos como platos. No debían de estar acostumbrados a ver adultos haciendo el tonto de manera tan desvergonzada; pero pensamos que era el mejor modo de romper el hielo, y efectivamente, a partir de ese momento, el ambiente con los menores ha sido muy distendido.

Después, les explicamos que pretendíamos construir un gigantesco "volcán enfadado", utilizando cañas, cuerda, cartón, papel de periódico y cola; con la intención de colorearlo cuando estuviera totalmente terminado, introducir los deseos de cada menor en el cráter del volcán, y finalmente prenderle fuego en una fiesta de despedida.

Antes de que regresarán a casa, les pedimos que cada uno de ellos tratará de traer una caña, que aquí llaman carrizo, lo más larga posible. Tremendamente obedientes y cumplidores con todo lo que les hemos ido encargando, al día siguiente, cada uno de los menores se presentó con un largo carrizo. Pronto empezamos a construir el armazón del volcán. Ahora ya está terminado, y en las próximas jornadas empezaremos a recubrir la estructura con cartón, y luego forraremos todo el volumen con papel de periódico y cola, para finalmente pintarlo.

Lo que menos nos está gustando de esta experiencia es tener que decir no cada día a menores que no paran de llegar, la mayoría con sus madres, para pedirnos que les dejemos participar en estas actividades. Todos tienen aspecto muy humilde. Algunas de las madres, vestidas con las ropas propias de los campesinos de los Andes, llevaban atado a sus espaldas, con una especie de mantilla, un bebé. Lamentablemente no podemos trabajar con más de 30 menores por grupo. No hay suficiente espacio en la pequeña aula taller que utilizamos, y tampoco podríamos atender en buenas condiciones a mayor número de niños y niñas. Nos duele mucho, pero una y otra vez tenemos que decir que ya es demasiado tarde, que los grupos están llenos. No podemos hacer otra cosa.

 

Publicado el 13 de julio de 2009 a las 16:30.

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Bomberos

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En todos nuestros proyectos, resultan de gran ayuda los amigos que vamos haciendo en los lugares en donde se desarrollan las actividades con los niños. En ese sentido, en Ecuador hemos tenido la gran fortuna de entablar amistad con distintas personas que, desde el primer momento, se han interesado por nuestro trabajo, y nos han ayudado con una generosidad, entrega y entusiasmo, fuera de lo común.

Dolores, Carlos, Fernando, Handel, Lizi y Rolando, se implicaron decididamente en nuestro primer proyecto en Ecuador, el que llevamos a cabo en 2007, asumiéndolo como suyo, y poniendo tanto empeño en que todo saliera bien, como cualquiera de nosotros, con la diferencia y que ellos, al ser de aquí, podían gestionar y solucionar problemas que nosotros no hubiéramos sido capaces de resolver. Por otro lado, como todos ellos tienen vinculación estrecha con el mundo del arte y la cultura, sus aportaciones resultaron especialmente enriquecedoras.

En Cuenca, además de la ayuda de las Hermanas Mercenarias, en cuyo convento de Sinincay nos alojamos y trabajamos, tenemos el apoyo incondicional de nuestros amigos Ricardo y Diana.

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Publicado el 10 de julio de 2009 a las 10:15.

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Trabajar en Sinincay

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José Luis Gutiérrez
Sinincay, 6 de julio de 2009

Sinincay no es un pueblo, ni una ciudad, es una parroquia perteneciente a Cuenca, una preciosa ciudad, cuyo centro histórico se encuentra a 6 Km. hacia el noroeste; pese a lo cual, Sinincay tiene cierta independencia administrativa respecto de esa ciudad, al estar gobernada por una Junta Parroquial elegida democráticamente. Sinincay está a unos 2.700 m. de altitud, en plena cordillera de los Andes.

Según el último censo, de 2001, en Sinincay hay 12.650 habitantes, más mujeres que hombres, porque la emigración ha afectado más a los varones. La población de Sinincay es joven, según ese censo, el 86% de los habitantes son menores de 46 años. Las estadísticas añaden que más del 90% de la población de Sinincay es indígena. Sinincay engloba a 39 sectores dispersos por la montaña, de modo que, a pesar de estas cifras, uno tiene la sensación de estar en un lugar no muy poblado. La tasa de analfabetismo aquí es muy alta, y afecta tres veces más a las mujeres que a los hombres.

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Publicado el 8 de julio de 2009 a las 08:30.

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Chimborazo

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El volcán Chimborazo, en plena cordillera de los Andes, con 6.310 m. de altitud, es el punto más alto de Ecuador. Los incas siempre pensaron que no existía en el mundo entero una cumbre más elevada que la de este volcán, y en cierto modo, muchos años después, la ciencia les ha dado la razón, porque aunque el monte Everest, en el otro extremo del planeta, alcanza los 8.848 m. sobre el nivel del mar, la cima del Chimborazo es el punto más alejado del centro de la tierra, debido a que nuestro planeta no es totalmente redondo.

El Chimborazo está en la misma cordillera de los Andes en la que se asienta Sinincay, pero a unos 200 Km. hacia el norte. Desde aquí, rodeados de montañas como estamos, no podemos verlo; pero todo el mundo, incluso los niños, sabe de su existencia. Es un volcán amigo, porque lleva cerca de mil años sin arrojar fuego, lava, ni cenizas a través de su cráter; y además, las nieves perpetuas que cubren su cima, proveen de agua a todas las poblaciones de las inmediaciones. Precisamente su inactividad, y su actual carácter amigable, nos servirán de argumento para el trabajo que pretendemos hacer este año con los niños y niñas de Sinincay.

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Publicado el 6 de julio de 2009 a las 17:30.

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Silla de ruedas

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Durante el presente curso académico, que está a punto de concluir, dos alumnas de la Facultad de Bellas Artes, en distintos momentos, se han dirigido a mí para decirme, confidencialmente, que también ellas padecen esclerosis múltiple. Están recién diagnosticadas. Por su aspecto y por su forma de moverse, nadie podría adivinar que sufren tal enfermedad. Una de ellas afirmó tener 19 años, y la otra 22.

La más joven me expresó su deseo de presentar solicitud para participar en los proyectos que llevaremos a cabo este año en distintos orfanatos, pero le retenía saber que las vacunas que recomiendan ponerse para viajar a esos lugares, podrían ser contraproducentes en el desarrollo de su enfermedad. Trasladarme esas dudas, me pareció que era una manera indirecta de pedir mi opinión al respecto, y no tardé en dársela.

-Debes atenerte a lo que diga tu neurólogo -le dije.
-No obstante, yo llevo muchos años acudiendo a esos lugares, sin ponerme ninguna vacuna -añadí irreflexivamente ante su prolongado silencio.
-Pero tú eres mucho más mayor que yo -respondió ella con absoluta espontaneidad, pero sin ocultar cierto enojo por las limitaciones que su caprichosa fisionomía, o su miedo, le empezaba a imponer.
-Cierto -le dije sonriendo, al tiempo que calculaba que, efectivamente, mi edad era más del doble de la suya, que ella era incluso más joven que cualquiera de mis dos hijas; luego, le quedaba prácticamente toda la vida por delante, en buena lógica, mucha más que a mí, y por tanto no debía asumir riesgos.

Pensé que tal vez fuese ése el razonamiento que le había impulsado a darme esa respuesta.
Aunque la otra alumna no mostró interés por participar en nuestros proyectos, ambas manifestaban similar preocupación y desánimo ante las consecuencias de ese diagnóstico que, sobre todo al principio, adquiere tintes de sentencia a cadena perpetua. Sin quitarle gravedad al asunto, traté de alentarlas, subrayando lo bien que estaban físicamente. También utilice, en las dos ocasiones, el manido argumento de los avances de la ciencia médica, algo que, en este ámbito, siempre me ha parecido ciencia ficción, pero en aquellas dos ocasiones me vi impulsado a utilizarlo, ante mi incapacidad de encontrar otras explicaciones capaces de transmitir optimismo.

Ya no recuerdo muy bien cómo reaccioné yo, hace once años, ante ese diagnóstico; supongo que inconscientemente he relegado aquel suceso a la habitación de la memoria de los acontecimientos amargos. Nunca había oído hablar de esa enfermedad neurológica, pero pronto supe lo esencial: que era crónica y degenerativa; y que, en consecuencia, podría dejarme postrado en una silla de ruedas en poco tiempo. Aunque siempre he sido de natural optimista, pensar en la necesidad de tener que utilizar ese aparato para moverme, me asustaba y deprimía. No sé por qué soslayé otras consecuencias de la enfermedad, y focalicé mi temor en ese artefacto, como si fuera el símbolo de todo lo malo que me podría ocurrir, como si sus ruedas y hierros representaran la cárcel a la que inexorablemente me condenaba la esclerosis.

Afortunadamente, la vida continuaba a mi alrededor. Mi mujer y yo habíamos puesto en marcha, hacía unos años, un proyecto muy ilusionante que ya no podíamos detener. En el momento de mi diagnóstico, había ya dos niñas, en el orfanato que ahora se llama Matruchhaya, en India, que estaban esperando a que finalizásemos los últimos trámites legales, para regresar al hospicio a recogerlas, y traerlas España para iniciar una nueva vida con nosotros. Ellas no sabían nada de esa estúpida sustancia que se llama mielina, cuyo deterioro es responsable de la esclerosis múltiple, ni de otras enfermedades neurológicas.

El tiempo fue colocando todo en su sitio, y los nubarrones que al principio ensombrecían mi pensamiento, fueron lentamente disolviéndose, con el inestimable apoyo de mi esposa. No fue fácil, ni inmediato; de hecho, el proceso de adaptación a las limitaciones que la esclerosis múltiple me va imponiendo progresivamente, continúa abierto. Pero los radios de las ruedas de la silla dejaron de ser los barrotes de una celda. Dejé de ver ese artilugio como una cárcel; por el contrario, ahora me parece una herramienta de libertad, que me permite no detenerme ante los impedimentos, no renunciar a mis sueños.

En octubre de 2006 acudí a Matruchhaya con un nuevo grupo de alumnos, para trabajar con sus niños y niñas, aprovechando, como siempre, sus vacaciones escolares del Diwali. Con ellos empezamos a hacer figuras de animales en papel maché, y eso nos sirvió de excusa para alquilar un autobús, e irnos hasta Baroda, para visitar un zoológico.

Me extrañó observar que, además de comida para hacer un almuerzo campestre en los jardines del zoo, los niños subieran al autobús una silla rígida de plástico, imagino que por indicación de las monjas. El calor debía tener reblandecidas mis neuronas y embotado mi entendimiento, porque no alcancé a comprender la razón por la qué viajábamos con esa silla de color rosa; ni siquiera entendí por qué los niños y niñas marchaban por el zoo cargando con ella a las espaldas o sobre la cabeza, turnándose. Yo andaba con ayuda de dos muletas, como ahora, aunque entonces tenía más resistencia. Llevaríamos un cuarto de hora paseando entre jaulas de tigres, leones y demás fieras, cuando hice una pausa en mi lento caminar, aprovechando que los niños y niñas se entretenían en la contemplación de los monos.

En ese instante, Ashok, un niño de Matruchhaya, al que conozco desde que era un bebé, especialmente atento y vigilante siempre conmigo, que casualmente portaba la silla, se acercó a mí, posó su carga en el suelo, y con un sencillo gesto me indicó que me sentara para descansar. Con mi natural terquedad, traté de declinar su ofrecimiento, pero Ashok, que debía percibir ya en mí signos de cansancio, insistió con un gesto autoritario impropio de un niño de 12 años, al tiempo que me agarraba del brazo y prácticamente me obligaba a tomar asiento.

Aceptada con resignación, y alivio, pues realmente estaba fatigado, la exigencia de Ashok, recordé con remordimiento que me había negado a viajar a India con una silla de ruedas que me habían ofrecido en préstamo, y me avergoncé de que mi tozudez hubiese obligado a los niños y niñas de Matruchhaya a pasear por el zoológico como si estuviésemos de mudanza. Desde entonces, viajo a todos los proyectos con una silla de ruedas, aunque procuró utilizarla lo menos posible.

El año pasado, cuando estábamos trabajando con los menores de Bal Mandir, en Nepal, un perro callejero entró en el recinto del orfanato; algo que es bastante habitual, y que siempre provoca cierta alarma entre los más pequeños. Niruta, una niña de unos cuatro años de edad, se acercó a mí, que me encontraba sentado en mi silla de ruedas, contemplando cómo se desarrollaba el trabajo de la pintura mural. Me pareció natural que Niruta buscara protección en un adulto frente al famélico visitante, pero por su actitud en el momento en que el animal se acercó a nosotros, me pareció que Niruta estaba junto a mí, con una mano posada sobre mi pierna, no para refugiarse, sino para defenderme de un posible ataque. Quizás fuera sólo mi imaginación, pero esa sensación, que en aquel momento fue una certeza, me estremeció.

Este tipo de situaciones paradójicas, que se producen con cierta frecuencia, aumentan hasta límites insospechados, la ya de por sí alta estima que siento hacia esos menores. Supuestamente acudimos allí para ayudarles de algún modo, para compartir con ellos nuestro tiempo y nuestra pasión por la actividad creativa, pero también para ofrecerles algún tipo de apoyo, extendiéndonos a otros ámbitos, más allá de lo puramente artístico; y sin embargo, en numerosas ocasiones, he de aceptar que sea yo el ayudado.

Al principio me costaba asumir esa realidad, aunque poco a poco, he ido entendiendo que en el intercambio que pone en marcha cada nuevo proyecto, la mayor generosidad la ponen siempre los niños y niñas con los que trabajamos, y tratar de ayudarme o protegerme, es un modo de mostrarme su gratitud y afecto.

Publicado el 12 de junio de 2009 a las 11:15.

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Así es 'Tres en raya', la muestra sobre orfanatos de India y Nepal en Madrid

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Aquí os dejo algunas fotografías de la exposición 'Tres en raya', que hasta el 19 de junio puede verse en el jardín tropical de la Estación de Atocha, en Madrid. Las dos primeras fotografías fueron tomadas el 1 de junio, el día del montaje. Las siguientes han sido tomadas por nuestra compañera Mónica, el pasado jueves 4 de junio.

Publicado el 8 de junio de 2009 a las 13:45.

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'Tres en raya' en Atocha: los huérfanos de Sinincay, Bal Mandir y Matruchhaya

Archivado en: Sinincay, Bal Mandir, Matruchhaya, India, orfanatos, huérfanos

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El año pasado expusimos fotografías de los proyectos que habíamos llevado a cabo en Ecuador, India y Nepal, en los vestíbulos de diversas estaciones ferroviarias de España. La muestra itinerante inició su peregrinaje por la antigua estación de Atocha, ésa que desde hace unos años se ha convertido en jardín tropical.

Pese a su nuevo aspecto de gigantesco invernadero, aquel espacio para mí seguía cargado de recuerdos asociados a la infancia, porque cada año, al finalizar el curso escolar, desde allí iniciábamos las vacaciones veraniegas familiares, rumbo a Málaga, la provincia natal de mi madre.

Para que sobrevivan las especies tropicales que se plantaron en el lugar que antes ocupaban las cabeceras de las vías de tren, fue preciso poblar el espacio de difusores de vapor de agua, que dan al lugar la humedad necesaria para esa exótica vegetación, propia de otros lugares. Justamente, la elevada humedad nos obligó imprimir las fotografías en planchas especiales de aluminio; porque el cartón pluma que habitualmente utilizamos, no hubiera soportado esa concentración de agua en el ambiente.

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Publicado el 25 de mayo de 2009 a las 20:15.

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Luisma y Rubén

Archivado en: discapacidad intelectual, Matadero, escultura, Bellas Artes

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Pese a sus muchos problemas, el "Taller de Técnicas de la Escultura" de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid, es un lugar mágico. Por él pasan más de quinientos alumnos a la semana, de todos los cursos, a diferentes horas, distintos días, con diversos profesores, en jornadas de mañana o de tarde.

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Publicado el 20 de abril de 2009 a las 08:15.

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60 imágenes de 'color' en la UCM

Archivado en: Ecuador, India, Nepal, UCM, orfanatos

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Tres en raya. Color en orfanatos de Ecuador, India y Nepal se puede visitar hasta el viernes 3 de abril, en la Sala de Exposiciones de la Facultad de Bellas Artes de la UCM, de lunes a viernes de 9 a 14 horas, y además, lunes y martes de 15 a 17 horas.

Esta exposición consta de 60 fotografías de gran formato, que ilustran el trabajo que llevamos a cabo en 2008 con los menores que habitan los orfanatos de Matruchhaya (India) y Bal Mandir (Nepal), y con cien niños de Sinincay, un "pueblo huérfano" de Ecuador.

A pesar de que la exposición ya está abierta, el viernes 27 de marzo, a las 18 horas, en el Salón de Actos de la Facultad de Bellas Artes, haremos una breve presentación de los proyectos, Y estrenaremos el documental Color en Matruchhaya 2008 (27 minutos de duración). Después bajaremos a la Sala de Exposiciones, para ver juntos las fotografías y tomar un aperitivo. Vuestra asistencia será motivo de alegría.

Publicado el 24 de marzo de 2009 a las 12:30.

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Cap.3. 'Tres en raya', color en Matruchhaya

Archivado en: Gujarat, Matruchhaya, India, orfanatos

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Entre octubre y noviembre de 2008, coincidiendo con las vacaciones indias del Diwali, trabajamos con los huérfanos de Matruchhaya, en la región india de Gujarat.

Ha sido la quinta vez que acudimos allí para llevar a cabo diversas actividades artísticas con ellos, pero sobre todo para hacerles pasar unos días divertidos, en compañía de unos jóvenes universitarios dispuestos a dedicarles todo su tiempo durante un mes, y a darles todo su afecto.

Con ellos hemos pintado un mural en su patio de recreo. Además, desde España llevamos pintura especial para tela, en India compramos una camiseta para cada menor, y luego las pintaron con su nombre y con los dibujos que ellos mismos habían creado.

También elaboraron unas bolas que llamamos "cariocas", y una de nuestras alumnas les enseñó a bailarlas.

Publicado el 26 de enero de 2009 a las 11:00.

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José Luis Gutiérrez Muñoz

José Luis Gutiérrez Muñoz

José Luis Gutiérrez Muñoz (Madrid, 1963), pofesor Titular y Director del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Director del Grupo de Investigación UCM "Arte al servicio de la sociedad". Responsable de diversos proyectos de cooperación al desarrollo que desde 2004 vienen llevándose a cabo en orfanatos de India, Nepal y Ecuador.

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