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Blog de José Luis Gutiérrez Muñoz

Sonrisas de colores

Papá Raman

Archivado en: adopcion, india, papa Raman

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El domingo 16 de agosto, a las cinco de la tarde, Aurora recibió una llamada en su móvil, que le despertó de la siesta con enorme sobresalto. Por el auricular del teléfono Aurora escuchaba a nuestra hija Chandrika, cuyo llanto no le permitía articular palabra. En unos angustiosos segundos, por la imaginación de mi mujer pasaron varias posibilidades, todas ellas alarmantes, hasta que por fin Chandrika pudo pronunciar, entre sollozos, "el papá Raman ha muerto".

Una mujer, también llamada Chandrika, acababa de comunicarle, desde la India , que su padre biológico había fallecido. Nuestras hijas recuerdan haber estado en casa de esa vecina de su padre en numerosas ocasiones, cuando siendo niñas, el papá Raman las recogía del orfanato, o del internado, y las llevaba a casa para pasar unos días con ellas. La señora explicó a nuestra hija, que ella misma había llevado a su vecino hasta un hospital de Ahmedabad, al comprobar que sus dificultades respiratorias se agravaban, y allí mismo había sufrido un paro cardiaco y había fallecido.

Hace algo más de veinte años, el peluquero Raman vivía en una pequeña casa con su mujer y sus dos hijas, en un pueblo de la región india de Gujarat llamado Khadana, cuando su mujer, inesperadamente, les abandonó. Pronto comprobó que resultaba imposible continuar con su trabajo, y atender a sus hijas a la vez, por lo que se decidió a dejarlas al cuidado de unas monjas católicas que regentaban un pequeño hospital en Nadiad, una ciudad a unos 60 Km . de donde ellos vivían. Las monjas accedieron a quedarse con Chandrika y Roshní, que no tendrían más de uno y dos años de edad respectivamente.

Cuando se supo que las misioneras cuidaban de dos bebés, no tardaron en recibir otros menores en situación de desamparo; y al poco tiempo, aquello condujo a la creación de un orfanato, ahora llamado Matruchhaya, que en todos estos años ha dado muchas niñas y algunos niños en adopción, principalmente a España, pero también a Estados Unidos, Italia, y otros países desarrollados; y últimamente, cada vez más, a familias de la India.

El peluquero no se desentendió de sus hijas. Cuando les llegó la edad de ir al colegio, las monjas decidieron escolarizarlas en el internado católico de Amod, cerca de donde vivía el papá Raman, gracias a lo cual pudo visitarlas casi todos los domingos. Ellas sólo regresaban al orfanato en los periodos vacacionales, pero pronto comenzaron a echar en falta a algunas de sus amigas del hospicio, y de ese modo entendieron lo que significaba la palabra "adopción"; incluso coincidieron con alguna pareja española que acudió allí para recoger a la que, a partir de ese momento, sería su hija.

-¿Por qué otras niñas se van a España con papás nuevos y nosotras no? -preguntó un día Roshní a la hermana María.

-Porque vuestro papá se niega a firmar los papeles necesarios para que podáis salir -respondió la misionera española.

Cuando el peluquero Raman volvió a visitar a sus hijas, la mayor, que tendría ya unos diez años de edad, le dijo que Chandrika y ella deseaban abandonar el orfanato, e ir a España con unos padres nuevos, como hacían muchas otras de las niñas que allí vivían. El hombre no respondió, simplemente se quedó pensando en ese requerimiento que, hasta la fecha, le había venido siempre de boca de la hermana María, y en todas las ocasiones había rechazado, porque esas dos niñas eran su única familia. Pero, ahora era su hija mayor quien se lo pedía, y por primera vez empezó a considerar los argumentos que la monja había esgrimido en reiteradas ocasiones: que las niñas se hacían mayores y perdían posibilidades de encontrar padres adoptivos, que él no iba a poder hacerse cargo de ellas, y que las estaba privando de un futuro lleno de posibilidades.

El peluquero Raman comunicó a la hermana María que estaba dispuesto a firmar la renuncia a sus hijas, para que pudieran ser dadas en adopción. Una semana después, el 28 de diciembre de 1997, Aurora y yo visitamos el orfanato de Nadiad por primera vez. Nuestro expediente de adopción, que iniciamos varios años antes, por fin había llegado a un orfanato, y cuando nos pusimos en contacto con su directora, nos dijo que antes de asignamos un bebé, deseaba conocernos en persona, para lo cual, no quedaba más remedio que viajar hasta allí. Pasamos más de diez días alojados en el propio orfanato, conocimos a Roshní y Chandrika, ellas mismas unos pidieron que fuéramos sus padres, nos enamoramos de esas dos preciosas hermanas desde el primer momento, y decidimos que ya no deseábamos adoptar ningún bebé.

En abril de 1998 regresamos a India, para visitar a las que, cuando concluyese el proceso legal, serían nuestras hijas. En ese viaje conocimos al peluquero Raman. Cuando llegamos al orfanato, nos dirigimos directamente al internado de Amod, porque las monjas nos dijeron que a las niñas les faltaban un par de días para coger las vacaciones. Estábamos tan impacientes por verlas, que decidimos no esperar hasta ese momento. Fue un reencuentro muy emotivo. Nos sorprendió la familiaridad con que nos trataban, ya nos llamaban "papá" y "mamá". Pocos minutos después, las oímos decir "papá Raman", señalando a un hombre que se dirigía hacia nosotros. Enseguida comprendimos que sería su padre. Las niñas se acercaron a saludarle, pero nosotros permanecimos quietos, preguntándonos cómo sería su reacción, al saber que éramos la pareja que pronto le arrebataría a sus dos hijas. No me hubiera sorprendido una reacción violenta, de hecho, todas las niñas del internado nos observaban con morbosa curiosidad, esperando tal vez una escena de celos.

El peluquero se acercó hasta donde nosotros estábamos, y repentinamente le vimos caer de rodillas al suelo. En mi desconocimiento de las costumbres indias, pensé que tal vez había sufrido un desmayo, pero no, el papá Raman tocó mis pies con su mano derecha, y después se la llevó a su frente, un gesto que en la India es la máxima señal de respeto. A continuación hizo eso mismo con Aurora. Su rostro expresaba humildad y gratitud. Por culpa de nuestra ignorancia del gujarati, no pudimos intercambiar palabra alguna con aquel buen hombre, y verdaderamente lo lamenté, porque me hubiera gustado decirle que mi mujer y yo cuidaríamos de sus hijas como si realmente fueran nuestras, que jamás trataría de eclipsarle, y que, por el contrario, intentaría que Roshní y Chandrika se mantuvieran en contacto con él.

Mi mujer y yo vimos al papá Raman por última vez en junio de 1999, fecha en la que, por fin, concluyó nuestro largo proceso de adopción, acudimos a India para recoger a nuestras hijas, y antes de salir hacia España, nos reunimos con él para despedirnos. Nuestras hijas volvieron a verle en verano de 2006, cuando, ya mayores de edad, se aventuraron a regresar por su cuenta a la India , para trabajar como voluntarias en Matruchhaya.

No sé muy bien por qué escribo todo esto. Supongo que es un modo de rendir homenaje a un humilde peluquero que, hace ya más de diez años, nos dio una lección de amor.

 

 

Publicado el 26 de agosto de 2009 a las 12:00.

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Chandrika

Archivado en: Chandrika, Bombay, Nadiad, Matruchhaya, Veronika, adopción, orfanato

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Nadiad, 17 de noviembre

En este momento, Chandrika es la niña más feliz del orfanato. Sus padres adoptivos llegaron el sábado, y ella les recibió con absoluta naturalidad, como si les conociera de toda la vida. Hacía días que sabía que sus papás iban a venir a recogerla para llevársela a España, pero yo creo que ella no era consciente de lo que eso significaba, y aún hoy no puede siquiera intuir el cambio tan grande que esto supondrá en su vida.

Todos estábamos pendientes del primer encuentro. Tratábamos de imaginar cómo serían los padres que le habían tocado en suerte a la preciosa niña. Pablo y Rosa, los nuevos padres de Chandrika, nos causaron muy buena impresión, nos saludaron afectuosamente, y se interesaron por nuestro trabajo, aunque no podían disimular que el verdadero foco de interés para ellos era otro.

Rosa besaba y abrazaba a Chandrika como lo haría cualquier madre que llevara varias semanas sin ver a su hija. Se la veía nerviosa. Pablo en cambio se mantenía sereno, más distante. Su actitud me pareció prudente, era mejor esperar a que la niña iniciara por sí misma el acercamiento, no era bueno agobiarla, y parecía claro que la pequeña mostraba una querencia más clara hacia la madre. Chandrika no paraba de sonreír. Era el centro de atención de todas las miradas, pese a lo cual no se sentía intimidada.

Chandrika ahora tiene unos tres años y medio. Resulta imposible saber con exactitud su fecha de nacimiento porque fue abandonada en la estación de tren de Nadiad hace poco menos de dos años. Las estaciones ferroviarias en India son lugares tremendamente transitados; miles de personas se mueven a todas horas por el vestíbulo y por las inmediaciones de la estación, en todas las direcciones, y entre ellos, muchos vendedores ambulantes.

Un comerciante, que vendía unos bollitos que aquí llaman "cara de luna", vio un bebé junto a su carro, y se sorprendió porque no había visto a nadie dejarlo allí, pero en definitiva, tal era el trasiego, que era natural que le hubiera pasado desapercibido. Además ese día estaba haciendo muchas ventas. Tal vez por no interrumpir su buena racha, quiso pensar que la madre de la criatura la había dejado allí momentáneamente, pero regresaría pronto. Ninguno de sus clientes, ni los transeúntes, debieron de extrañarse, porque el bebé estaba tan próximo al carro, que debieron de pensar que era del tendero.

No tardó mucho en terminar de vender toda su mercancía, y entonces ya sí decidió hacer algo al respecto. Se acercó al bebé, y le pareció que se encontraba bien, incluso le dedicó una sonrisa. El hombre aprovechó que un policía pasaba por allí, para comunicarle el abandono.

A partir de ese momento se puso en marcha el protocolo establecido para estos casos: ficha policial, traslado al orfanato, examen médico, anuncios en prensa y en televisión, para tratar de encontrar a la madre, o a algún familiar que pudiera dar cuenta de su procedencia, y finalmente, transcurrido el tiempo reglamentado sin que nadie reclame a la niña, el consentimiento gubernamental para que la niña pueda ser ofrecida en adopción.

La fecha de nacimiento la determinaron en la comisaría de policía por estimación, y el nombre, Chandrika, que en gujarati significa "luz de luna", por alusión al humilde vendedor de "caras de luna" que la encontró.

El año pasado por estas fechas, trabajamos con ella por primera vez, y era una de las niñas más queridas del orfanato, por pequeña, por guapa, por simpática y por graciosa. Ahora ha pasado a ser la más afortunada de Matruchhaya. Todos nos alegramos por ella, y por Pablo y Rosa, que ahora concluyen un tortuoso periplo por la adopción, de más de cuatro años.

También los niños y niñas de Matruchhaya, que quieren mucho a Chandrika, se sienten felices de que su historia tenga un final feliz, pero es inevitable que en estos momentos se pregunten por su propio futuro. La mayoría no dicen nada, pero percibimos en sus caras cierta pena, no sólo por que su amiga se va, sino también porque ellos se quedan, y no ven en el horizonte cercano posibilidades de seguir el camino de Chandrika.

Estos días que han estado aquí Pablo y Rosa, hemos notado al resto de niños y niñas más afectivos con nosotros, más necesitados de cariño.

Veronika ya me ha preguntado tres veces si ella puede ir a España. No he sabido qué responderle. Hubiera querido darle una explicación, decirle al menos que, aunque nunca llegue a ser adoptada, en Matruchhaya y en España hay mucha gente que la queremos, y que la vamos a apoyar en todo lo que necesite; pero el idioma para este tipo de razonamientos es una barrera, pues estos niños saben muy poco inglés, y nuestro conocimiento del gujarati no da para tanto.

A estas horas Rosa, Pablo y Chandrika ya están de camino hacia Bombay. Allí tendrán que arreglar los trámites finales en el consulado español, y el jueves saldrán de India hacia nuestro país. Muy pronto en España habrá dos Chandrikas: mi hija menor, que ya ha cumplido veintiún años, y la pequeña Chandrika. Ojala que todas las niñas y niños de Matruchhaya tuvieran la misma suerte que ellas.

Publicado el 18 de noviembre de 2008 a las 11:45.

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Sapna

Archivado en: Nadiad, India, Matruchhaya, Baroda, adopciones

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Nadiad, 8 de noviembre de 2008

Sapna tiene cuatro años. Es una niña muy activa, simpática, alegre, muy habladora y, en ocasiones, demasiado mandona. Llegó a Matruchhaya poco después de su nacimiento. Su madre la abandonó, a plena luz del día, en una calle transitada de Baroda, una ciudad grande, a unos sesenta kilómetros de Nadiad, con la probable intención de que alguno de los transeúntes reparara pronto en ella y avisara a la policía; pero un perro famélico se percató de su abandono antes que cualquier viandante, y de un certero mordisco le arrancó el carrillo izquierdo de su mofletuda cara.

Un hombre que vio la escena aseguró que no pudo hacer nada por evitarlo, y cuando acudió a socorrer al bebé, el perro ya huía a toda velocidad con la mejilla de la niña entre los dientes.

Sapna, Chandrika y Bhauna son buenas amigas. Aunque también pelean de vez en cuando, pasan muchas horas juntas y se llevan bien. Dentro de muy pocos días una pareja española se llevará en adopción a Chandrika. Seguro que sus dos compañeras de juegos la echarán de menos. Bhauna y Sapna también pueden ser adoptadas, pero lo tienen mucho más difícil.

Bhauna tiene un serio problema cardiaco, que los especialistas no se atreven a tratar de solucionar con intervención quirúrgica, porque la operación entraña mucho riesgo para la vida de la niña.

El problema de Sapna es diferente. La cirugía plástica hace maravillas en este tipo de lesiones, aunque los médicos estiman que es demasiado pronto para tratar de reconstruir su cara. Prefieren esperar, supongo que porque con esta edad la fisonomía cambia muy rápidamente. Pero, desgraciadamente este no es el único impedimento que tiene Sapna para ser adoptada. Además tiene enanismo.

Publicado el 10 de noviembre de 2008 a las 20:30.

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José Luis Gutiérrez Muñoz

José Luis Gutiérrez Muñoz

José Luis Gutiérrez Muñoz (Madrid, 1963), pofesor Titular y Director del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Director del Grupo de Investigación UCM "Arte al servicio de la sociedad". Responsable de diversos proyectos de cooperación al desarrollo que desde 2004 vienen llevándose a cabo en orfanatos de India, Nepal y Ecuador.

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