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Blog de José Luis Gutiérrez Muñoz

Sonrisas de colores

Globo

Archivado en: India, Diwali, globo, cooperación, desarrollo, ONG, orfanatos, Matruchhaya

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No recuerdo qué día del mes de julio de este año, cuando estábamos trabajando con los niños y niñas de Sinincay, en Ecuador, vimos que la plaza se engalanaba para una fiesta. Ésa misma noche participamos de los bailes, y contemplamos un humilde espectáculo pirotécnico, que tenía embelesados a los menores. Cuando terminaron los fuegos artificiales, desplegaron un globo de papel de seda, en forma de cubo, de aproximadamente un metro de lado, compuesto por una sucesión de formas geométricas, de llamativos colores.

Todo el globo estaba cerrado, excepto por la parte inferior, donde un aro, de fina varilla de caña, dejaba una abertura circular de unos 40 cm . de diámetro. En el centro del círculo se suspendía una tira de lienzo, enrollada a dos alambres tensados en forma de cruz desde el aro. El lienzo estaba impregnado en parafina, el combustible capaz de hacer volar el artefacto. Prendieron varias hojas de papel de periódico, con las que calentaron el aire del interior del globo para, poco después, encender el lienzo.

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Publicado el 19 de octubre de 2009 a las 09:15.

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Cinco chicas

Archivado en: cooperación, desarrollo, ONG, Bal Mandir, India, orfanatos

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El pasado domingo, 20 de septiembre, comimos en uno de los apartamentos que tenemos alquilados, con cinco chicas ex Bal Mandir, a las que, desde principios de año, estamos ayudando económicamente para que puedan continuar con sus estudios. Indira (21 años), Laxmi (22 años) y Grishma (22 años) están estudiando Business, algo parecido a lo que en España sería Empresariales o Dirección de empresa. Sumitra (21 años) y Kamala (23 años) están estudiando Sociología y Psicología.

Las cinco tienen en común que se criaron en Bal Mandir y que, cuando se acercaron a la mayoría de edad, fueron trasladadas a la NGCC (Nepali Girl Care Centre). Allí vivieron durante tres años, tras los cuales, tuvieron que alquilar una habitación o compartir un apartamento con otras chicas, con ayuda de la propia NGCC durante el primer año. La intención de esta institución es que, pasado ese tiempo, las chicas sean capaces de vivir por sí mismas; pero lo cierto es que muchas de ellas encuentran grandes dificultades para poder sobrevivir a partir de ese momento, y al mismo tiempo finalizar sus estudios.

Indira, Laxmi, Grishna, Sumitra y Kamala nos pidieron ayuda a través de nuestro amigo Mahen, y fue él quien, después de entrevistarse con cada una de ellas, y evaluar el coste de ese apoyo, nos dijo hiciésemos todo lo posible por atender su solicitud, porque las cinco se encontraban en una situación muy delicada. Todas ellas van un poco retrasadas en los estudios con respecto a su edad, pero eso es algo muy habitual en los niños y niñas de Bal Mandir, y se debe a que han tenido una escolarización irregular, generalmente han empezado a estudiar más tarde de lo normal.

Pudimos enviar el dinero necesario para estas cinco chicas ex Bal Mandir continuasen con sus estudios, gracias a las aportaciones particulares de algunos amigos, y a un grupo de familias que se creó en Cabezón de la Sal, y posteriormente se ha ido extendiendo, que aportan mensualmente 10 Euros o más, dependiendo de las posibilidades económicas de cada cual.

Debemos de ser muy exigentes a la ahora de pedir cuentas, y todo tipo de explicaciones, en lo que respecta a este tipo de ayudas. El año pasado, con dinero de nuestros amigos, becamos a tres chicos recién salidos de Bal Mandir: Subas, Bharat y Narendra. Gestionamos la ayuda económica a través del propio orfanato. Corrimos con los gastos de alojamiento, manutención y escolarización de los tres. Aunque de todos ellos teníamos muy buenas referencias, lo cierto es que, con sólo 18 años de edad, pasaron de estar muy vigilados, a tener absoluta libertad de movimientos, sin tener que dar explicaciones a nadie.

Los tres suspendieron la primera evaluación. Entonces, tanto el director de Bal Mandir, como nosotros, nos dirigimos a ellos haciéndoles saber que si no mejoraban sus resultados, la ayuda terminaría. A partir de ese momento, no volvimos a tener información de su evolución académica, pero al poco de llegar a Kathmandu, nos reunimos con ellos y les pedimos explicaciones. Finalmente, con mucho dolor, hemos decidido retirar la ayuda a Subas y Bharat, pero mantenerla a Narendra, ya que es el único que ha podido justificar su bajo rendimiento, porque las fiebres tifoideas le obligaron a faltar a clase durante mucho tiempo.

No obstante, a partir de ahora, Narendra, al igual que las otras cinco chicas ex Bal Mandir, estarán bajo la vigilancia y tutela de nuestro amigo Mahen, que les obliga a rendir cuentas una vez al mes; y la continuidad de la ayuda, como en el caso de las chicas, estará condicionada a su resultado académico.

 

Publicado el 28 de septiembre de 2009 a las 09:15.

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Fotografías

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Desde principios de este año, hemos estado exponiendo sesenta fotografías de gran formato, que ilustran los resultados de nuestro trabajo en Ecuador, India y Nepal durante 2008, veinte fotografías por cada uno de los tres proyectos. La muestra, que denominamos "Tres en raya", pudo verse en Zaragoza, Málaga, Madrid y distintos puntos de Cantabria; y a finales de año viajará a La Coruña.

Poco antes de salir hacia Nepal, decidimos tratar de facturar, junto con nuestro equipaje, las veinte fotografías correspondientes al proyecto de Bal Mandir del año pasado. Hicimos un gran paquete, y nos presentamos con ellas en el mostrador de facturación de la compañía aérea que nos llevaba hasta Kathmandu. Tuvimos suerte de que nos dejaran incluir esa caja, además de nuestro equipaje, que excedía con mucho los 20 Kg. reglamentarios por pasajero.

En Bal Mandir siempre han sido reacios a que tomemos imágenes fotográficas o de video; de hecho, a la entrada del orfanato un gran cartel anuncia que está prohibido hacer fotografías o filmar en video. Fue necesario explicar al director que esas imágenes eran el único modo de mostrar nuestro trabajo en España y que, por tanto, la financiación de futuros proyectos en Bal Mandir, dependía directamente de ellas. Además, le prometimos que haríamos buen uso de las fotografías y del video.

Finalmente consintió; pero cada año, excepto éste, hemos tenido que volver a dialogar, al inicio, sobre este delicado tema. Aunque no era esta nuestra intención, traer a Bal Mandir las imágenes que hemos expuesto en España, ha sido muy positivo para reforzar la confianza del director del orfanato en nosotros, porque ha tenido ocasión de comprobar que dichas imágenes ofrecen una visión alegre y colorista de Bal Mandir, y eluden cualquier tipo de enfoque sensacionalista, o simplemente realista.

Por otro lado, para nosotros ha sido muy satisfactorio poder traer a Bal Mandir estas veinte fotografías de gran formato, y poder colgarlas de las paredes del orfanato. Creemos que los comedores y los pasillos en donde hemos colocado las imágenes son ahora un poco más cálidos y alegres. Los menores del orfanato se reconocen en esas imágenes, aunque obviamente no había espacio para los doscientos niños y niñas que viven aquí; pese a lo cual, a todos les servirá para reavivar el recuerdo de aquellas vacaciones de Dashain de 2008 que pasamos juntos.

Publicado el 23 de septiembre de 2009 a las 08:30.

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Wilson Academy

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El pasado viernes por la mañana, visitamos el Wilson Academy, el colegio en el que tenemos escolarizados a cinco menores de Bal Mandir.

Los alumnos y alumnas del Instituto de Educación Secundaria "Valle del Saja", de Cabezón de la Sal (Cantabria), decidieron a principios del año pasado, hacerse cargo de los gastos que implicaría escolarizar a uno de los menores de Bal Mandir en un colegio con alojamiento interno, de manera que recibiera una buena educación, y no tuviese que regresar al orfanato, excepto en los periodos vacacionales. Elegimos a Sudeep Magar dejándonos llevar por nuestra intuición, porque en realidad no tuvimos acceso a los expedientes académicos de cada uno de los menores que habitan Bal Mandir. Sudeep nos parecía inteligente, atento, cariñoso y educado. Además, tenía un extraordinario talento para el dibujo. Los estudiantes del mencionado Instituto recaudaron el dinero suficiente para escolarizarle, durante el curso 2008-2009, en el Wilson Academy.

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Publicado el 21 de septiembre de 2009 a las 16:30.

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Enfermera

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Con el objetivo de tratar de mejorar las condiciones higiénico-sanitarias de los menores que viven en Bal Mandir, el año pasado incorporamos a nuestro equipo de trabajo a Ana, una pediatra que se había ofrecido a colaborar con nosotros gratuitamente, aún sabiendo que para ello tendría que pedir un mes de permiso sin sueldo. Hemos vuelto a contar con ella, porque nos pareció que la labor que realizó durante el mes que estuvimos aquí el año pasado, fue muy buena; sobre todo teniendo en cuenta que era especialmente difícil, pues no era tanto una tarea curativa como educativa, ya que nos proponíamos, además de atender a los niños y niñas que estuviesen enfermos, cambiar algunos hábitos de las cuidadoras, especialmente de las que se ocupan de los bebés.

En los días que llevamos aquí, Ana se ha sentido desmoralizada en numerosas ocasiones porque, un año después, con la mayoría de las cuidadoras nuevas, ha tenido la sensación de que su esfuerzo de la edición anterior no ha servido de nada; y ha tenido que volver a explicar cosas tan elementales como que no les deben limpiar la cara y los mocos a todos los bebés con el mismo pañuelo. Pese a su comprensible desánimo, pienso que esta vez es posible que su labor perdure más allá de nuestra breve estancia en el orfanato, porque desde el primer día le hemos asignado a Sunita como ayudante y aprendiz.

Sunita se ha criado en Bal Mandir, aunque lleva ya más de dos años en la NGCC (Nepali Girl Care Centre), una institución que recibe ayudas de Holanda y Noruega, para acoger a niñas de Bal Mandir de dieciséis años de edad, durante tres años, con el propósito de prepararlas para su emancipación.

Pocos días antes de nuestra llegada a Kathmandu, Sunita supo que la nota media del equivalente a nuestro bachillerato, le permitirá estudiar Enfermería. La buena noticia prácticamente ha coincidido con su decimoctavo cumpleaños. Como todos los años Sunita se ofrece para colaborar con nosotros, pensamos que si la asignábamos como tarea la asistencia a nuestra doctora, su ayuda sería más útil, y estaría relacionada con aquello que desea estudiar.

Sunita está facilitando la comunicación entre Ana y las cuidadoras, pero al mismo tiempo está tratando de aprender todo lo posible de ella. Teniendo en cuenta que Sunita se siente comprometida con la situación de los menores de Bal Mandir, y que muy a menudo va a visitarles, creo que en el futuro podrá jugar un papel más activo en la educación de las cuidadoras de Bal Mandir.

La carrera de Enfermería tendrá ocupada a Sunita durante los tres próximos años. En la NGCC le quedan cinco meses de estancia, luego seguirán pagando sus estudios, y sus gastos de alojamiento y manutención, fuera de la NGCC , durante un año más, después tendrá que empezar a ser completamente autónoma. La generosidad de los patrocinadores de esta institución, mantiene protegidas a las chicas de Bal Mandir hasta los veinte años de edad. Los chicos no tienen tanta suerte, porque no existe una institución similar para ellos, aunque probablemente, a esas edades, el desamparo de una chica sea más peligroso que el de un chico.

De momento Sunita debe preocuparse sólo de sus estudios, porque cuando la ayuda de la NGCC finalice, si sigue dando muestras de responsabilidad e interés por sus estudios, trataremos de esponsorizarla desde España, como ya estamos haciendo con cinco chicas y un chico, ex Bal Mandir, que están en estas mismas circunstancias.

Personalmente, pienso que para una chica que ha crecido en un lugar como Bal Mandir, sin el apoyo y el estímulo de unos padres, haber alcanzado la nota media necesaria para estudiar Enfermería, es un logro importantísimo. Estoy seguro que logrará concluir sus estudios de manera brillante, y que será una enfermera formidable, porque además de las ganas de aprender, Sunita derrocha amabilidad y cariño hacia el prójimo, especialmente hacia los más necesitados; por eso en Bal Mandir todo el mundo la quiere muchísimo.

Kathmandu, 18 de septiembre de 2009

 

Publicado el 19 de septiembre de 2009 a las 11:15.

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Mahen

Archivado en: Kathmandu, Nepal, orfanatos, cooperación, desarrollo, ONG, India

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En verano de 1995 mi mujer y yo estuvimos en Kathmandu por primera vez. Fue un viaje meramente turístico, que abarcó también los lugares más emblemáticos del norte de la India. Ya habíamos iniciado trámites de adopción en India, por eso, además de contemplar los innumerables atractivos arquitectónicos y paisajísticos de cuanto visitábamos, observábamos embelesados a los niños y niñas, tanto de India como de Nepal, tratando de imaginar cómo sería nuestra futura hija. En los papeles de adopción habíamos expresado que preferiríamos una niña, tan pequeña como fuera posible. Permanecimos en la capital de Nepal sólo una semana, pero fue suficiente para darnos cuenta de que era un lugar bellísimo, aunque muy pobre, y de que su gente, como la de la India, tenía un carácter especial. Nuestro periplo por la adopción terminó en 1999, y finalmente no fue una, sino dos niñas, hermanas, y de más de diez años de edad, pero eso es otra historia.

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Publicado el 17 de septiembre de 2009 a las 10:15.

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Papá Raman

Archivado en: adopcion, india, papa Raman

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El domingo 16 de agosto, a las cinco de la tarde, Aurora recibió una llamada en su móvil, que le despertó de la siesta con enorme sobresalto. Por el auricular del teléfono Aurora escuchaba a nuestra hija Chandrika, cuyo llanto no le permitía articular palabra. En unos angustiosos segundos, por la imaginación de mi mujer pasaron varias posibilidades, todas ellas alarmantes, hasta que por fin Chandrika pudo pronunciar, entre sollozos, "el papá Raman ha muerto".

Una mujer, también llamada Chandrika, acababa de comunicarle, desde la India , que su padre biológico había fallecido. Nuestras hijas recuerdan haber estado en casa de esa vecina de su padre en numerosas ocasiones, cuando siendo niñas, el papá Raman las recogía del orfanato, o del internado, y las llevaba a casa para pasar unos días con ellas. La señora explicó a nuestra hija, que ella misma había llevado a su vecino hasta un hospital de Ahmedabad, al comprobar que sus dificultades respiratorias se agravaban, y allí mismo había sufrido un paro cardiaco y había fallecido.

Hace algo más de veinte años, el peluquero Raman vivía en una pequeña casa con su mujer y sus dos hijas, en un pueblo de la región india de Gujarat llamado Khadana, cuando su mujer, inesperadamente, les abandonó. Pronto comprobó que resultaba imposible continuar con su trabajo, y atender a sus hijas a la vez, por lo que se decidió a dejarlas al cuidado de unas monjas católicas que regentaban un pequeño hospital en Nadiad, una ciudad a unos 60 Km . de donde ellos vivían. Las monjas accedieron a quedarse con Chandrika y Roshní, que no tendrían más de uno y dos años de edad respectivamente.

Cuando se supo que las misioneras cuidaban de dos bebés, no tardaron en recibir otros menores en situación de desamparo; y al poco tiempo, aquello condujo a la creación de un orfanato, ahora llamado Matruchhaya, que en todos estos años ha dado muchas niñas y algunos niños en adopción, principalmente a España, pero también a Estados Unidos, Italia, y otros países desarrollados; y últimamente, cada vez más, a familias de la India.

El peluquero no se desentendió de sus hijas. Cuando les llegó la edad de ir al colegio, las monjas decidieron escolarizarlas en el internado católico de Amod, cerca de donde vivía el papá Raman, gracias a lo cual pudo visitarlas casi todos los domingos. Ellas sólo regresaban al orfanato en los periodos vacacionales, pero pronto comenzaron a echar en falta a algunas de sus amigas del hospicio, y de ese modo entendieron lo que significaba la palabra "adopción"; incluso coincidieron con alguna pareja española que acudió allí para recoger a la que, a partir de ese momento, sería su hija.

-¿Por qué otras niñas se van a España con papás nuevos y nosotras no? -preguntó un día Roshní a la hermana María.

-Porque vuestro papá se niega a firmar los papeles necesarios para que podáis salir -respondió la misionera española.

Cuando el peluquero Raman volvió a visitar a sus hijas, la mayor, que tendría ya unos diez años de edad, le dijo que Chandrika y ella deseaban abandonar el orfanato, e ir a España con unos padres nuevos, como hacían muchas otras de las niñas que allí vivían. El hombre no respondió, simplemente se quedó pensando en ese requerimiento que, hasta la fecha, le había venido siempre de boca de la hermana María, y en todas las ocasiones había rechazado, porque esas dos niñas eran su única familia. Pero, ahora era su hija mayor quien se lo pedía, y por primera vez empezó a considerar los argumentos que la monja había esgrimido en reiteradas ocasiones: que las niñas se hacían mayores y perdían posibilidades de encontrar padres adoptivos, que él no iba a poder hacerse cargo de ellas, y que las estaba privando de un futuro lleno de posibilidades.

El peluquero Raman comunicó a la hermana María que estaba dispuesto a firmar la renuncia a sus hijas, para que pudieran ser dadas en adopción. Una semana después, el 28 de diciembre de 1997, Aurora y yo visitamos el orfanato de Nadiad por primera vez. Nuestro expediente de adopción, que iniciamos varios años antes, por fin había llegado a un orfanato, y cuando nos pusimos en contacto con su directora, nos dijo que antes de asignamos un bebé, deseaba conocernos en persona, para lo cual, no quedaba más remedio que viajar hasta allí. Pasamos más de diez días alojados en el propio orfanato, conocimos a Roshní y Chandrika, ellas mismas unos pidieron que fuéramos sus padres, nos enamoramos de esas dos preciosas hermanas desde el primer momento, y decidimos que ya no deseábamos adoptar ningún bebé.

En abril de 1998 regresamos a India, para visitar a las que, cuando concluyese el proceso legal, serían nuestras hijas. En ese viaje conocimos al peluquero Raman. Cuando llegamos al orfanato, nos dirigimos directamente al internado de Amod, porque las monjas nos dijeron que a las niñas les faltaban un par de días para coger las vacaciones. Estábamos tan impacientes por verlas, que decidimos no esperar hasta ese momento. Fue un reencuentro muy emotivo. Nos sorprendió la familiaridad con que nos trataban, ya nos llamaban "papá" y "mamá". Pocos minutos después, las oímos decir "papá Raman", señalando a un hombre que se dirigía hacia nosotros. Enseguida comprendimos que sería su padre. Las niñas se acercaron a saludarle, pero nosotros permanecimos quietos, preguntándonos cómo sería su reacción, al saber que éramos la pareja que pronto le arrebataría a sus dos hijas. No me hubiera sorprendido una reacción violenta, de hecho, todas las niñas del internado nos observaban con morbosa curiosidad, esperando tal vez una escena de celos.

El peluquero se acercó hasta donde nosotros estábamos, y repentinamente le vimos caer de rodillas al suelo. En mi desconocimiento de las costumbres indias, pensé que tal vez había sufrido un desmayo, pero no, el papá Raman tocó mis pies con su mano derecha, y después se la llevó a su frente, un gesto que en la India es la máxima señal de respeto. A continuación hizo eso mismo con Aurora. Su rostro expresaba humildad y gratitud. Por culpa de nuestra ignorancia del gujarati, no pudimos intercambiar palabra alguna con aquel buen hombre, y verdaderamente lo lamenté, porque me hubiera gustado decirle que mi mujer y yo cuidaríamos de sus hijas como si realmente fueran nuestras, que jamás trataría de eclipsarle, y que, por el contrario, intentaría que Roshní y Chandrika se mantuvieran en contacto con él.

Mi mujer y yo vimos al papá Raman por última vez en junio de 1999, fecha en la que, por fin, concluyó nuestro largo proceso de adopción, acudimos a India para recoger a nuestras hijas, y antes de salir hacia España, nos reunimos con él para despedirnos. Nuestras hijas volvieron a verle en verano de 2006, cuando, ya mayores de edad, se aventuraron a regresar por su cuenta a la India , para trabajar como voluntarias en Matruchhaya.

No sé muy bien por qué escribo todo esto. Supongo que es un modo de rendir homenaje a un humilde peluquero que, hace ya más de diez años, nos dio una lección de amor.

 

 

Publicado el 26 de agosto de 2009 a las 12:00.

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Silla de ruedas

Archivado en: esclerosis múltiple, silla de ruedas, orfanatos, india

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Durante el presente curso académico, que está a punto de concluir, dos alumnas de la Facultad de Bellas Artes, en distintos momentos, se han dirigido a mí para decirme, confidencialmente, que también ellas padecen esclerosis múltiple. Están recién diagnosticadas. Por su aspecto y por su forma de moverse, nadie podría adivinar que sufren tal enfermedad. Una de ellas afirmó tener 19 años, y la otra 22.

La más joven me expresó su deseo de presentar solicitud para participar en los proyectos que llevaremos a cabo este año en distintos orfanatos, pero le retenía saber que las vacunas que recomiendan ponerse para viajar a esos lugares, podrían ser contraproducentes en el desarrollo de su enfermedad. Trasladarme esas dudas, me pareció que era una manera indirecta de pedir mi opinión al respecto, y no tardé en dársela.

-Debes atenerte a lo que diga tu neurólogo -le dije.
-No obstante, yo llevo muchos años acudiendo a esos lugares, sin ponerme ninguna vacuna -añadí irreflexivamente ante su prolongado silencio.
-Pero tú eres mucho más mayor que yo -respondió ella con absoluta espontaneidad, pero sin ocultar cierto enojo por las limitaciones que su caprichosa fisionomía, o su miedo, le empezaba a imponer.
-Cierto -le dije sonriendo, al tiempo que calculaba que, efectivamente, mi edad era más del doble de la suya, que ella era incluso más joven que cualquiera de mis dos hijas; luego, le quedaba prácticamente toda la vida por delante, en buena lógica, mucha más que a mí, y por tanto no debía asumir riesgos.

Pensé que tal vez fuese ése el razonamiento que le había impulsado a darme esa respuesta.
Aunque la otra alumna no mostró interés por participar en nuestros proyectos, ambas manifestaban similar preocupación y desánimo ante las consecuencias de ese diagnóstico que, sobre todo al principio, adquiere tintes de sentencia a cadena perpetua. Sin quitarle gravedad al asunto, traté de alentarlas, subrayando lo bien que estaban físicamente. También utilice, en las dos ocasiones, el manido argumento de los avances de la ciencia médica, algo que, en este ámbito, siempre me ha parecido ciencia ficción, pero en aquellas dos ocasiones me vi impulsado a utilizarlo, ante mi incapacidad de encontrar otras explicaciones capaces de transmitir optimismo.

Ya no recuerdo muy bien cómo reaccioné yo, hace once años, ante ese diagnóstico; supongo que inconscientemente he relegado aquel suceso a la habitación de la memoria de los acontecimientos amargos. Nunca había oído hablar de esa enfermedad neurológica, pero pronto supe lo esencial: que era crónica y degenerativa; y que, en consecuencia, podría dejarme postrado en una silla de ruedas en poco tiempo. Aunque siempre he sido de natural optimista, pensar en la necesidad de tener que utilizar ese aparato para moverme, me asustaba y deprimía. No sé por qué soslayé otras consecuencias de la enfermedad, y focalicé mi temor en ese artefacto, como si fuera el símbolo de todo lo malo que me podría ocurrir, como si sus ruedas y hierros representaran la cárcel a la que inexorablemente me condenaba la esclerosis.

Afortunadamente, la vida continuaba a mi alrededor. Mi mujer y yo habíamos puesto en marcha, hacía unos años, un proyecto muy ilusionante que ya no podíamos detener. En el momento de mi diagnóstico, había ya dos niñas, en el orfanato que ahora se llama Matruchhaya, en India, que estaban esperando a que finalizásemos los últimos trámites legales, para regresar al hospicio a recogerlas, y traerlas España para iniciar una nueva vida con nosotros. Ellas no sabían nada de esa estúpida sustancia que se llama mielina, cuyo deterioro es responsable de la esclerosis múltiple, ni de otras enfermedades neurológicas.

El tiempo fue colocando todo en su sitio, y los nubarrones que al principio ensombrecían mi pensamiento, fueron lentamente disolviéndose, con el inestimable apoyo de mi esposa. No fue fácil, ni inmediato; de hecho, el proceso de adaptación a las limitaciones que la esclerosis múltiple me va imponiendo progresivamente, continúa abierto. Pero los radios de las ruedas de la silla dejaron de ser los barrotes de una celda. Dejé de ver ese artilugio como una cárcel; por el contrario, ahora me parece una herramienta de libertad, que me permite no detenerme ante los impedimentos, no renunciar a mis sueños.

En octubre de 2006 acudí a Matruchhaya con un nuevo grupo de alumnos, para trabajar con sus niños y niñas, aprovechando, como siempre, sus vacaciones escolares del Diwali. Con ellos empezamos a hacer figuras de animales en papel maché, y eso nos sirvió de excusa para alquilar un autobús, e irnos hasta Baroda, para visitar un zoológico.

Me extrañó observar que, además de comida para hacer un almuerzo campestre en los jardines del zoo, los niños subieran al autobús una silla rígida de plástico, imagino que por indicación de las monjas. El calor debía tener reblandecidas mis neuronas y embotado mi entendimiento, porque no alcancé a comprender la razón por la qué viajábamos con esa silla de color rosa; ni siquiera entendí por qué los niños y niñas marchaban por el zoo cargando con ella a las espaldas o sobre la cabeza, turnándose. Yo andaba con ayuda de dos muletas, como ahora, aunque entonces tenía más resistencia. Llevaríamos un cuarto de hora paseando entre jaulas de tigres, leones y demás fieras, cuando hice una pausa en mi lento caminar, aprovechando que los niños y niñas se entretenían en la contemplación de los monos.

En ese instante, Ashok, un niño de Matruchhaya, al que conozco desde que era un bebé, especialmente atento y vigilante siempre conmigo, que casualmente portaba la silla, se acercó a mí, posó su carga en el suelo, y con un sencillo gesto me indicó que me sentara para descansar. Con mi natural terquedad, traté de declinar su ofrecimiento, pero Ashok, que debía percibir ya en mí signos de cansancio, insistió con un gesto autoritario impropio de un niño de 12 años, al tiempo que me agarraba del brazo y prácticamente me obligaba a tomar asiento.

Aceptada con resignación, y alivio, pues realmente estaba fatigado, la exigencia de Ashok, recordé con remordimiento que me había negado a viajar a India con una silla de ruedas que me habían ofrecido en préstamo, y me avergoncé de que mi tozudez hubiese obligado a los niños y niñas de Matruchhaya a pasear por el zoológico como si estuviésemos de mudanza. Desde entonces, viajo a todos los proyectos con una silla de ruedas, aunque procuró utilizarla lo menos posible.

El año pasado, cuando estábamos trabajando con los menores de Bal Mandir, en Nepal, un perro callejero entró en el recinto del orfanato; algo que es bastante habitual, y que siempre provoca cierta alarma entre los más pequeños. Niruta, una niña de unos cuatro años de edad, se acercó a mí, que me encontraba sentado en mi silla de ruedas, contemplando cómo se desarrollaba el trabajo de la pintura mural. Me pareció natural que Niruta buscara protección en un adulto frente al famélico visitante, pero por su actitud en el momento en que el animal se acercó a nosotros, me pareció que Niruta estaba junto a mí, con una mano posada sobre mi pierna, no para refugiarse, sino para defenderme de un posible ataque. Quizás fuera sólo mi imaginación, pero esa sensación, que en aquel momento fue una certeza, me estremeció.

Este tipo de situaciones paradójicas, que se producen con cierta frecuencia, aumentan hasta límites insospechados, la ya de por sí alta estima que siento hacia esos menores. Supuestamente acudimos allí para ayudarles de algún modo, para compartir con ellos nuestro tiempo y nuestra pasión por la actividad creativa, pero también para ofrecerles algún tipo de apoyo, extendiéndonos a otros ámbitos, más allá de lo puramente artístico; y sin embargo, en numerosas ocasiones, he de aceptar que sea yo el ayudado.

Al principio me costaba asumir esa realidad, aunque poco a poco, he ido entendiendo que en el intercambio que pone en marcha cada nuevo proyecto, la mayor generosidad la ponen siempre los niños y niñas con los que trabajamos, y tratar de ayudarme o protegerme, es un modo de mostrarme su gratitud y afecto.

Publicado el 12 de junio de 2009 a las 11:15.

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Así es 'Tres en raya', la muestra sobre orfanatos de India y Nepal en Madrid

Archivado en: Sinincay, Bal Mandir, Matruchhaya, India, Nepal, orfanatos

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Aquí os dejo algunas fotografías de la exposición 'Tres en raya', que hasta el 19 de junio puede verse en el jardín tropical de la Estación de Atocha, en Madrid. Las dos primeras fotografías fueron tomadas el 1 de junio, el día del montaje. Las siguientes han sido tomadas por nuestra compañera Mónica, el pasado jueves 4 de junio.

Publicado el 8 de junio de 2009 a las 13:45.

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'Tres en raya' en Atocha: los huérfanos de Sinincay, Bal Mandir y Matruchhaya

Archivado en: Sinincay, Bal Mandir, Matruchhaya, India, orfanatos, huérfanos

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El año pasado expusimos fotografías de los proyectos que habíamos llevado a cabo en Ecuador, India y Nepal, en los vestíbulos de diversas estaciones ferroviarias de España. La muestra itinerante inició su peregrinaje por la antigua estación de Atocha, ésa que desde hace unos años se ha convertido en jardín tropical.

Pese a su nuevo aspecto de gigantesco invernadero, aquel espacio para mí seguía cargado de recuerdos asociados a la infancia, porque cada año, al finalizar el curso escolar, desde allí iniciábamos las vacaciones veraniegas familiares, rumbo a Málaga, la provincia natal de mi madre.

Para que sobrevivan las especies tropicales que se plantaron en el lugar que antes ocupaban las cabeceras de las vías de tren, fue preciso poblar el espacio de difusores de vapor de agua, que dan al lugar la humedad necesaria para esa exótica vegetación, propia de otros lugares. Justamente, la elevada humedad nos obligó imprimir las fotografías en planchas especiales de aluminio; porque el cartón pluma que habitualmente utilizamos, no hubiera soportado esa concentración de agua en el ambiente.

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Publicado el 25 de mayo de 2009 a las 20:15.

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José Luis Gutiérrez Muñoz

José Luis Gutiérrez Muñoz

José Luis Gutiérrez Muñoz (Madrid, 1963), pofesor Titular y Director del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Director del Grupo de Investigación UCM "Arte al servicio de la sociedad". Responsable de diversos proyectos de cooperación al desarrollo que desde 2004 vienen llevándose a cabo en orfanatos de India, Nepal y Ecuador.

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