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Blog de José Luis Gutiérrez Muñoz

Sonrisas de colores

Bal Mandir diverso

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Esta es la cuarta vez que trabajamos con los menores de Bal Mandir. Al finalizar cualquiera de las anteriores ediciones, hemos sentido la satisfacción de haber realizado una labor provechosa para los niños y niñas del orfanato, o al menos haberles hecho pasar unos días algo más felices de lo habitual; pese a lo cual, en numerosas ocasiones nos hemos sentido frustrados porque, a pesar de nuestros continuos esfuerzos, Bal Mandir sigue siendo una dura realidad, difícil de transformar. Al hacer balance final de cada experiencia, hemos encontrado aciertos, pero también nos hemos dado cuenta de errores y aspectos que mejorar, no ya en Bal Mandir, sino en nuestra propia labor con los menores.

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Publicado el 5 de octubre de 2009 a las 10:30.

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Keshab y Janak

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A principios de esta semana, nuestra amiga Blanqui, de Cabezón de la Sal, nos escribió diciendo que unos amigos suyos de Castro Urdiales deseaban asumir los gastos de escolarización, en régimen de alojamiento interno, de algún niño o niña de Bal Mandir. Inmediatamente hablamos con Kalpana, y le pedimos que ese día, en lugar de colaborar en nuestras actividades creativas, dedicase todo el tiempo necesario para averiguar quién, de todos los habitantes del orfanato, estaba más necesitado de ayuda al respecto.

Nadie mejor que Kalpana para este tipo de indagaciones, puesto que ha vivido en Bal Mandir desde que fue abandonada, con unos tres años de edad, hasta los dieciséis, cuando fue enviada a la NGCC, donde vive actualmente. Ahora tiene 19 años. Tres horas hablando con unos y otros, con las cuidadoras, con las niñas más mayores del orfanato y con los pequeños, fueron suficientes para que Kalpana nos diera el nombre del que consideraba que se encontraba en peor situación de escolarización: un niño de diez años de edad llamado Keshab.

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Publicado el 30 de septiembre de 2009 a las 15:15.

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Fotografías

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Desde principios de este año, hemos estado exponiendo sesenta fotografías de gran formato, que ilustran los resultados de nuestro trabajo en Ecuador, India y Nepal durante 2008, veinte fotografías por cada uno de los tres proyectos. La muestra, que denominamos "Tres en raya", pudo verse en Zaragoza, Málaga, Madrid y distintos puntos de Cantabria; y a finales de año viajará a La Coruña.

Poco antes de salir hacia Nepal, decidimos tratar de facturar, junto con nuestro equipaje, las veinte fotografías correspondientes al proyecto de Bal Mandir del año pasado. Hicimos un gran paquete, y nos presentamos con ellas en el mostrador de facturación de la compañía aérea que nos llevaba hasta Kathmandu. Tuvimos suerte de que nos dejaran incluir esa caja, además de nuestro equipaje, que excedía con mucho los 20 Kg. reglamentarios por pasajero.

En Bal Mandir siempre han sido reacios a que tomemos imágenes fotográficas o de video; de hecho, a la entrada del orfanato un gran cartel anuncia que está prohibido hacer fotografías o filmar en video. Fue necesario explicar al director que esas imágenes eran el único modo de mostrar nuestro trabajo en España y que, por tanto, la financiación de futuros proyectos en Bal Mandir, dependía directamente de ellas. Además, le prometimos que haríamos buen uso de las fotografías y del video.

Finalmente consintió; pero cada año, excepto éste, hemos tenido que volver a dialogar, al inicio, sobre este delicado tema. Aunque no era esta nuestra intención, traer a Bal Mandir las imágenes que hemos expuesto en España, ha sido muy positivo para reforzar la confianza del director del orfanato en nosotros, porque ha tenido ocasión de comprobar que dichas imágenes ofrecen una visión alegre y colorista de Bal Mandir, y eluden cualquier tipo de enfoque sensacionalista, o simplemente realista.

Por otro lado, para nosotros ha sido muy satisfactorio poder traer a Bal Mandir estas veinte fotografías de gran formato, y poder colgarlas de las paredes del orfanato. Creemos que los comedores y los pasillos en donde hemos colocado las imágenes son ahora un poco más cálidos y alegres. Los menores del orfanato se reconocen en esas imágenes, aunque obviamente no había espacio para los doscientos niños y niñas que viven aquí; pese a lo cual, a todos les servirá para reavivar el recuerdo de aquellas vacaciones de Dashain de 2008 que pasamos juntos.

Publicado el 23 de septiembre de 2009 a las 08:30.

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Enfermera

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Con el objetivo de tratar de mejorar las condiciones higiénico-sanitarias de los menores que viven en Bal Mandir, el año pasado incorporamos a nuestro equipo de trabajo a Ana, una pediatra que se había ofrecido a colaborar con nosotros gratuitamente, aún sabiendo que para ello tendría que pedir un mes de permiso sin sueldo. Hemos vuelto a contar con ella, porque nos pareció que la labor que realizó durante el mes que estuvimos aquí el año pasado, fue muy buena; sobre todo teniendo en cuenta que era especialmente difícil, pues no era tanto una tarea curativa como educativa, ya que nos proponíamos, además de atender a los niños y niñas que estuviesen enfermos, cambiar algunos hábitos de las cuidadoras, especialmente de las que se ocupan de los bebés.

En los días que llevamos aquí, Ana se ha sentido desmoralizada en numerosas ocasiones porque, un año después, con la mayoría de las cuidadoras nuevas, ha tenido la sensación de que su esfuerzo de la edición anterior no ha servido de nada; y ha tenido que volver a explicar cosas tan elementales como que no les deben limpiar la cara y los mocos a todos los bebés con el mismo pañuelo. Pese a su comprensible desánimo, pienso que esta vez es posible que su labor perdure más allá de nuestra breve estancia en el orfanato, porque desde el primer día le hemos asignado a Sunita como ayudante y aprendiz.

Sunita se ha criado en Bal Mandir, aunque lleva ya más de dos años en la NGCC (Nepali Girl Care Centre), una institución que recibe ayudas de Holanda y Noruega, para acoger a niñas de Bal Mandir de dieciséis años de edad, durante tres años, con el propósito de prepararlas para su emancipación.

Pocos días antes de nuestra llegada a Kathmandu, Sunita supo que la nota media del equivalente a nuestro bachillerato, le permitirá estudiar Enfermería. La buena noticia prácticamente ha coincidido con su decimoctavo cumpleaños. Como todos los años Sunita se ofrece para colaborar con nosotros, pensamos que si la asignábamos como tarea la asistencia a nuestra doctora, su ayuda sería más útil, y estaría relacionada con aquello que desea estudiar.

Sunita está facilitando la comunicación entre Ana y las cuidadoras, pero al mismo tiempo está tratando de aprender todo lo posible de ella. Teniendo en cuenta que Sunita se siente comprometida con la situación de los menores de Bal Mandir, y que muy a menudo va a visitarles, creo que en el futuro podrá jugar un papel más activo en la educación de las cuidadoras de Bal Mandir.

La carrera de Enfermería tendrá ocupada a Sunita durante los tres próximos años. En la NGCC le quedan cinco meses de estancia, luego seguirán pagando sus estudios, y sus gastos de alojamiento y manutención, fuera de la NGCC , durante un año más, después tendrá que empezar a ser completamente autónoma. La generosidad de los patrocinadores de esta institución, mantiene protegidas a las chicas de Bal Mandir hasta los veinte años de edad. Los chicos no tienen tanta suerte, porque no existe una institución similar para ellos, aunque probablemente, a esas edades, el desamparo de una chica sea más peligroso que el de un chico.

De momento Sunita debe preocuparse sólo de sus estudios, porque cuando la ayuda de la NGCC finalice, si sigue dando muestras de responsabilidad e interés por sus estudios, trataremos de esponsorizarla desde España, como ya estamos haciendo con cinco chicas y un chico, ex Bal Mandir, que están en estas mismas circunstancias.

Personalmente, pienso que para una chica que ha crecido en un lugar como Bal Mandir, sin el apoyo y el estímulo de unos padres, haber alcanzado la nota media necesaria para estudiar Enfermería, es un logro importantísimo. Estoy seguro que logrará concluir sus estudios de manera brillante, y que será una enfermera formidable, porque además de las ganas de aprender, Sunita derrocha amabilidad y cariño hacia el prójimo, especialmente hacia los más necesitados; por eso en Bal Mandir todo el mundo la quiere muchísimo.

Kathmandu, 18 de septiembre de 2009

 

Publicado el 19 de septiembre de 2009 a las 11:15.

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Mahen

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En verano de 1995 mi mujer y yo estuvimos en Kathmandu por primera vez. Fue un viaje meramente turístico, que abarcó también los lugares más emblemáticos del norte de la India. Ya habíamos iniciado trámites de adopción en India, por eso, además de contemplar los innumerables atractivos arquitectónicos y paisajísticos de cuanto visitábamos, observábamos embelesados a los niños y niñas, tanto de India como de Nepal, tratando de imaginar cómo sería nuestra futura hija. En los papeles de adopción habíamos expresado que preferiríamos una niña, tan pequeña como fuera posible. Permanecimos en la capital de Nepal sólo una semana, pero fue suficiente para darnos cuenta de que era un lugar bellísimo, aunque muy pobre, y de que su gente, como la de la India, tenía un carácter especial. Nuestro periplo por la adopción terminó en 1999, y finalmente no fue una, sino dos niñas, hermanas, y de más de diez años de edad, pero eso es otra historia.

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Publicado el 17 de septiembre de 2009 a las 10:15.

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Gondra y Drago

Archivado en: Bal Mandir, Kathmandu, Nepal, Matruchhaya, orfanatos, cooperación, desarrollo, ONG

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Ya hemos empezado a trabajar con los menores de Bal Mandir. Este año, entre otras actividades, queremos hacer una pintura mural en las paredes exteriores de un pequeño edificio, anexo al orfanato, que sirve de comedor y cocina. Sobre las mesas del propio comedor, los niños y niñas han realizado cientos de dibujos, después de explicarles que pretendíamos basarnos en sus representaciones para la pintura mural. Les dimos libertad temática, con la idea de observar detenidamente lo que realizaban, y después tratar de definir un tema, capaz de aglutinar las creaciones infantiles. Hemos guardado todos los dibujos que han hecho, y hemos visto que hay muchos dibujos muy buenos; pero no sabíamos bien cómo ponerlos en común, con una temática capaz de recorrer las cuatro paredes externas del pequeño edificio. Finalmente, pensamos que podríamos dibujar dos enormes dragones cuyo cuerpo estuviese formado por muchos de esos dibujos. Entonces, para hacer más comprensible el motivo de la representación, inventamos el siguiente cuento:

Érase una vez un niño llamado Prem, que vivía con sus padres en un pueblecito de montaña, en la cordillera del Himalaya, en Nepal. A Prem le gustaba explorar el monte; fue así como, un día escuchó una especie de lamento que salía de una cueva, y movido por la curiosidad, se adentró en ella y descubrió dos pequeños dragones que lloraban junto al cuerpo de su madre, que yacía muerta. Prem vació la mochila, en la que guardaba comida, y con mucho cuidado acomodó en ella a los dos bebés de dragón. Conforme descendía por la montaña, iba pensando qué hacer con esas dos criaturas recién nacidas. Cuando llegó al pueblo les mostró el hallazgo a sus padres, y les explicó que quería llevarlos a la ciudad, a un lugar en donde, según había oído, cuidaban de los niños perdidos. Sus padres comprendieron que nada ni nadie podría impedir que Prem siguiera adelante con su plan, de modo que le dieron su bendición, y le rogaron que tuviese mucho cuidado.

Prem tardó dos semanas en llegar a Kathmandu con los dos bebés de dragón a los que llamó Gondra y Drago. Desde que los recogió en la cueva, no había sido capaz de hacer que los pequeños comieran nada, únicamente logró que bebieran un poco de agua. En Kathmandu, Prem se dirigió directamente a Bal Mandir, el lugar del que había oído hablar. Cuando llegó allí, mostró al director del orfanato a los dos bebés de dragón, y le explicó que no tenían mamá, que él mismo la había visto muerta, y que no tenían a nadie que los cuidase. Tampoco él podía atenderles, porque tenía que ir todos los días a la escuela, y además debía ayudar a sus padres.

El director de Bal Mandir le respondió que allí sólo recogían niños y niñas sin padres, o cuyos padres no pudieran cuidar de ellos, pero nunca se habían hecho cargo de ningún bebé de dragón, ni de ningún otro animal.
-Si no los recogen aquí, Drago y Gondra morirán -dijo Prem. -Llevan dos semanas sin comer, y no creo que aguanten mucho más.
El director se compadeció de los dos bebés de dragón, y dijo:
-Está bien, déjalos con nosotros, y veremos si somos capaces de hacerles comer.

Durante los días siguientes, el cocinero y las cuidadoras de Bal Mandir ofrecieron a Drago y Gondra todo tipo de alimentos: arroz, huevos, leche, chapatis o lentejas; pero los bebés de dragón no quisieron probar nada. Se les veía muy tristes, y ya casi no tenían fuerzas ni para llorar.
Todos los niños y niñas de Bal Mandir estaban muy preocupados, porque sabían que si seguían negándose a comer, morirían pronto. Un día, una niña pequeña, llamada Sima, se acercó a los cachorros de dragón y les obsequió un dibujo. Gondra se quedó mirando aquel extraño papel lleno de líneas y colores, sonrió, y se lo comió. Entonces Sima sacó su caja de lapiceros de colores e hizo otro dibujo. En esta ocasión fue Drago quien se lo comió. Sima volvió corriendo a su habitación en busca de más hojas de papel, y fue pregonando que los bebés de dragón comían dibujos.

Todos los menores del orfanato sacaron papeles y lapiceros de colores, y empezaron a realizar todo tipo de dibujos, dibujos preciosos que los pequeños dragones no tardaban en devorar. Pronto comprobaron sorprendidos que los dibujos que Gondra y Drago se comían aparecían mágicamente en su piel, de modo que la superficie de ambos quedó totalmente cubierta de coloridos dibujos. Como no paraban de comer, los nuevos dibujos iban reemplazando a los viejos. Poco a poco los jóvenes dragones empezaron a ingerir algunas frutas y verduras, pero su comida predilecta eran los dibujos de los niños y niñas de Bal Mandir.

Gondra y Drago se hicieron mayores, y un día el director de Bal Mandir les explicó que tenían que emanciparse, y empezar a vivir como dragones adultos y responsables. Gondra y Drago lo comprendieron, se despidieron de todos sus amigos de Bal Mandir, y se fueron a vivir a una cueva en la montaña. Desde ese momento, se dice que en las cumbres de Himalaya viven dos enormes dragones que protegen a todos los niños y niñas de Nepal cuando tienen alguna dificultad.

Publicado el 15 de septiembre de 2009 a las 12:15.

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Una mancha

Archivado en: Bal Mandir, Kathmandu, Nepal, Matruchhaya, Sinincay

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La contera de mi muleta izquierda todavía conserva una mancha de pintura de color azafrán que, en septiembre del año pasado, algún niño o niña de Bal Mandir, involuntariamente me hizo con su brocha, mientras pintábamos una de las paredes exteriores del orfanato. Tiempo he tenido de quitarla, pero no he querido, porque esa nota cromática tenía la extraña capacidad de evocarme un sinfín de vivencias que no quería olvidar, aunque no todas eran agradables. Cada vez que la miraba, me venían a la memoria imágenes, sonidos y olores de nuestra última experiencia en el hospicio de Kathmandu, y ese recuerdo dibujaba en mi rostro una bobalicona sonrisa, que probablemente a más de uno habrá inquietado al observarme.

Creo que tampoco a los niños y niñas de Bal Mandir les preocupan mucho esas máculas producidas por el trabajo; algo que, en cualquier otro lugar provocaría el enfado de sus progenitores y una buena regañina. Aunque intentamos siempre que sus envejecidas ropas no se manchen, este tipo de accidentes resultan inevitables. Por otro lado, sus cuidadoras parecen indiferentes a esas pequeñeces. Tendrán cosas más importantes por las que preocuparse. Ojalá también a los menores de Bal Mandir, como me ocurre a mí, esos pequeños rastros de la actividad pictórica les hagan rememorar el tiempo excepcional que pasamos juntos en sus vacaciones. Y si duran hasta el siguiente Dashain, mejor todavía, porque podrían ayudar a mantener viva la ilusión del reencuentro.

Publicado el 14 de septiembre de 2009 a las 10:15.

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Reencuentro con Bal Mandir

Archivado en: Bal Mandir, Kathmandu, Nepal, Matruchhaya, Sinincay, Pinto, UCM

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El martes, 8 de septiembre, después de un larguísimo viaje, llegamos a Kathmandu; pero hasta hoy no hemos podido reencontrarnos con nuestros niños y niñas de Bal Mandir. Ha sido un día especialmente intenso y lleno de emociones. Nos ha gustado comprobar que todos se alegraban mucho de nuestro regreso. Este año hemos venido desde España un grupo de diez personas, pero se nos sumarán varios alumnos de Bellas Artes de Kathmandu, y recibiremos también la ayuda de algunas niñas ex Bal Mandir como Sunita y Kalpana, de modo que nuestro grupo de trabajo puede ser de unas quince personas. En esta nueva edición de "Color en Bal Mandir" hay algunas novedades.

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Publicado el 10 de septiembre de 2009 a las 11:30.

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Cap.2. 'Tres en raya', color en orfanatos de Nepal

Archivado en: Kathmandu, Nepal, 'Tres en raya'

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Bal Mandir es un enorme orfanato estatal de Kathmandu, la capital de Nepal. En él viven unos doscientos menores de todas las edades, pero más niñas que niños, y con un elevado porcentaje de discapacitados.

Ha sido la tercera vez consecutiva que trabajamos allí, aprovechando su periodo vacacional del Dashain, entre septiembre y octubre de 2008, para tratar de llevarles color, afecto y alegría.

Con ellos hemos dibujado, hemos pintado sobre las paredes de uno de los rincones más emblemáticos del orfanato, y hemos elaborado máscaras para una representación final.

Pero, en esta ocasión nuestro grupo de siete universitarios de la UCM, se ha visto ampliado por cuatro estudiantes de Bellas Artes de Kathmandu, más cuatro expertos de diferentes áreas, que se han sumado a nuestro grupo, y han podido incidir en cuestiones higiénico-sanitarias. Más imágenes

 

 

Publicado el 12 de enero de 2009 a las 18:00.

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Balance final 'Color en Bal Mandir 2008'

Archivado en: Kathmandu, Bal Mandir, Matruchhaya, Pinto, Dashain, Nepali Children Organization

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Madrid, 24 de noviembre de 2008

Cuando regresé de Kathmandu, el 17 de octubre, pasé varios días sin apenas poder dormir, no sólo por el desajuste horario, sino también porque continuamente me venían a la mente escenas de Bal Mandir, y cuando me acostaba, mi cabeza se empeñaba en tratar de encontrar soluciones imposibles a los numerosos problemas de ese orfanato.

Ha sido la tercera vez que trabajo allí. En anteriores ocasiones había regresado impresionado por todo lo visto, pero optimista en cuanto a las posibilidades de modificar esa cruda realidad. Esta vez, en cambio, me he sentido abatido, porque he tenido la impresión de que buena parte de nuestros esfuerzos han sido en vano. Bal Mandir sigue siendo el mismo lugar miserable, donde malviven doscientos niños y niñas en condiciones inhumanas, y me indigna pensar que alguien pueda estar lucrándose gracias a la mala situación de esos menores.

He dejado pasar un tiempo para serenar mis sentimientos. No deseaba hacer un balance final afectado por el pesimismo, la tristeza y la rabia que en esos días sentía. Por otro lado, sabía que era necesario dejar a un lado todos aquellos pensamientos negativos, porque en sólo unos días, el 23 de octubre, iniciaba un nuevo proyecto en Matruchhaya que requería toda mi atención, pero era consciente de que, tarde o temprano, tendría que ordenar mis ideas y tratar de extraer conclusiones de la última experiencia en el orfanato de Kathmandu.

En 2006 trabajé allí con cinco alumnos de mi Facultad, más otros cinco de la Facultad de Bellas Artes de Kathmandu. Nos propusimos llevar color y alegría a aquellos menores, desde el convencimiento de que lo necesitaban tanto como otros asuntos primordiales; pero lo cierto es que no nos conformamos con eso. Las condiciones de vida en ese enorme orfanato nos parecieron tan duras, que inmediatamente pensamos que debíamos de luchar para tratar de transformarlas.

Quizás fuimos demasiado ingenuos, pero lo cierto es que hicimos todo lo posible para que nuestra ayuda sobrepasara el ámbito de lo puramente lúdico o creativo.

En 2007 nuestro grupo fue de siete personas, más cuatro alumnos de Kathmandu. En esa ocasión conseguimos una donación económica adicional del Ayuntamiento de Pinto para la adquisición de artículos de primera necesidad para los huérfanos de Bal Mandir. Estábamos felices con ese logro. Compramos ropa y calzado para los menores de ese orfanato, y de otros cuatro que pertenecen a su misma red.

Por otro lado, con el dinero obtenido por la venta de algunas de las fotografías que expusimos, pudimos comprar muchos medicamentos, de acuerdo con las necesidades expresadas por el doctor que regularmente les visita; y además, a petición del director del orfanato, adquirimos un frigorífico grande para la mejor conservación de las medicinas. Colaboramos personalmente en la distribución de las distintas prendas. Los huérfanos de Bal Mandir parecían contentísimos con sus nuevas ropas y calzado.

Ese año, incluso nos atrevimos a diseñar un programa de becas para ayudar a los niños y niñas de dicho orfanato que deseaban seguir estudiando, y no podían hacerlo, al quedar fuera del amparo de Bal Mandir, por la edad. Creíamos firmemente en nuestra capacidad de transformar esa cruda realidad, con la ayuda de los numerosos amigos que empezaron a prestarnos su apoyo.

Gracias a eso, este año hemos tenido más recursos económicos que nunca, y el equipo ha sido suficientemente numeroso como para atender otras necesidades. Hemos podido distribuir ropa y calzado a más de quinientos niños y niñas de once orfanatos distintos de la red de Bal Mandir. Esta vez hemos sido once voluntarios españoles, más cuatro alumnos de Bellas Artes de Kathmandu. El grupo inicial, financiado por el Ayuntamiento de Pinto, estaba formado por siete personas, pero finalmente el Consejo Social de nuestra Universidad hizo posible ampliar el equipo con cuatro colaboradoras más.

Además de ropa, hemos vuelto a comprar gran cantidad de medicamentos. Para todo ello, hemos recurrido a la mediación de un buen amigo de Kathmandu, de absoluta confianza, al que transferimos la cantidad de dinero necesaria para poder hacer frente a estos gastos, de modo que, cuando llegamos a Kathmandu, el 18 de septiembre, buena parte de las prendas ya estaban distribuidas por los diferentes orfanatos, a la espera de repartirlas entre los niños el día grande del Dashain, el 2 de octubre.

Por otro lado, el programa de becas se pudo hacer realidad, y ya son cinco los menores que se benefician de esta ayuda, que parte de la ilusión y el esfuerzo económico de muchos amigos españoles. Deseamos extender este tipo de ayudas a más niños y niñas, prestando especial atención a los que tienen alguna discapacidad. Creemos que la educación es la mejor herramienta para ayudarles a salir de la marginalidad y pobreza que les condujo al orfanato.

También hemos enviado a un hospital de India, con dinero de nuestros amigos, a dos adultos que acompañan a dos bebés ciegas de Bal Mandir, que en los próximos días serán operadas allí gratuitamente. Dicen que tienen un diez por ciento de posibilidades de recuperar la visión tras la intervención quirúrgica.

Todo esto es muy esperanzador, pero lo cierto es que, al poco de llegar a Bal Mandir, empezamos a ver cosas que no nos gustaban. Los niños y niñas, especialmente los más pequeños y los discapacitados, seguían utilizando las mismas ropas viejas, sucias y rotas de años anteriores.

Muchos de ellos seguían descalzos, y otros usaban unas chanclas tan gastadas, que casi equivalía a no llevar nada en los pies. Bal Mandir seguía siendo un lugar inaceptable para la vida de los niños. Los servicios apestaban, estaban llenos de excrementos diarreicos de los menores. Muchas veces los niños, para evitar pisar las heces de otros, hacían sus necesidades fuera del servicio. Las comidas seguían siendo muy pobres, casi exclusivamente arroz, un día tras otro. Bien es cierto que en estos aspectos ni siquiera hemos tratado de incidir, porque todavía no hemos encontrado el modo de hacerlo. Pero en la ropa y el calzado sí que habíamos gastado mucho dinero. Las prendas de este año todavía no habían sido distribuidas pero, ¿dónde estaban las del año pasado?

Empezamos a preguntar esto mismo a los menores de Bal Mandir. Para ser más concisos, les preguntamos por la prenda más cara del año anterior: un abrigo impermeable con forro polar en su interior, que habíamos comprado para trescientos cincuenta niños y niñas de esos cinco orfanatos de Bal Mandir, para todos los que estaban en edad de poderlo utilizar.

Las niñas más mayores sí conservaban las prendas que habíamos distribuido el año pasado, pero los pequeños afirmaban que el abrigo lo tuvieron varios días, hasta que finalizaron las vacaciones del Dashain, y luego desapareció. Fuimos a hablar con el director, quien se mostró sorprendido, y aseguró que averiguaría lo sucedido. También le dimos la queja a la presidenta del NCO (Nepali Children Organization), quien nos dijo que se sentía muy triste por lo que le contábamos, y que iniciaría una investigación.

Nos fuimos de Bal Mandir sin saber dónde estaban esos abrigos y todas las demás prendas que habían desaparecido. Todavía no hemos recibido una explicación, aunque no perdemos la esperanza, porque les hemos hecho saber que las futuras ayudas, en ese sentido, están condicionadas al esclarecimiento de lo sucedido. Otro día nos reunimos con ambos responsables del orfanato, y les comunicamos que el frigorífico que habíamos comprado el año anterior también había desaparecido. En su lugar, junto a la enfermería, habían colocado otro viejo, más pequeño, que estaba desenchufado y vacío, luego probablemente no funcionaba.

Nuevamente palabras de pesar y promesas de averiguación, pero ni una respuesta hasta la fecha. -"¿Y dónde están los medicamentos?" -preguntamos. -"Se habrán gastado, y los que no, habrán caducado" -nos respondieron.

Las niñas más mayores del orfanato ya nos habían hablado de la corrupción en todos los estamentos de Bal Mandir, desde la presidenta hasta las cuidadoras, pasando por el director y por todos los empleados de las oficinas, pero pensamos que exageraban, que era una forma de rebeldía adolescente.

También nuestros amigos nepaleses, externos a Bal Mandir, nos habían advertido de ese mismo problema, pero nosotros creíamos haber encontrado un modo directo e inmediato de hacer llegar las ayudas a los niños, jamás pensamos que alguien pudiera robarles la ropa y el calzado, después de haberlo marcado con el nombre de cada menor, y de haberlo usado en nuestra presencia durante varios días.

Hay gente sin escrúpulos, que se beneficia de las ayudas que las personas de buen corazón intentan hacer llegar a los más necesitados. Ganas dan de desistir, pero somos rehenes de nuestros sentimientos. Cuanto más conocemos a esos niños y niñas, más les queremos. Son personas muy especiales. Tienen una fuerza increíble para superar las adversidades, y una asombrosa capacidad para devolver con creces el poco afecto que reciben. Por ellos, y sólo por ellos, merece la pena seguir luchando, no podemos abandonarles, pero ya no podemos permitirnos más ingenuidades, debemos de ser muy exigentes con los que gobiernan esa casa, cautos y desconfiados, y estamos obligados a ser absolutamente sinceros con nuestros amigos.

Descárgate el artículo 'Color cántabro en el Orfanato de Bal Mandir' (El Mundo, 19/11/08)

Publicado el 25 de noviembre de 2008 a las 11:15.

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José Luis Gutiérrez Muñoz

José Luis Gutiérrez Muñoz

José Luis Gutiérrez Muñoz (Madrid, 1963), pofesor Titular y Director del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Director del Grupo de Investigación UCM "Arte al servicio de la sociedad". Responsable de diversos proyectos de cooperación al desarrollo que desde 2004 vienen llevándose a cabo en orfanatos de India, Nepal y Ecuador.

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