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Blog de José Luis Gutiérrez Muñoz

Sonrisas de colores

Geeta

Archivado en: Bal Mandir, Kathmandu, Nepal, Matruchhaya, orfanatos, cooperación, desarrollo, ONG

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Geeta es una niña de 12 años de edad, que llegó a Matruchhaya el pasado 31 de julio, hace menos de tres meses. Entendiendo que la niña no podría sobrevivir mucho tiempo más en las condiciones que estaba soportando, por fin una vecina se atrevió a echarle un trapo por encima, cogerla en brazos, y hacer con ella un largo viaje hasta Matruchhaya. A pesar de su estatura, 149 cm., Geeta pesaba tan sólo 23 Kg. Me dicen que la niña era un auténtico esqueleto, y lo creo, porque ahora que ha engordado cuatro kilos, sigue mostrándose extremadamente delgada.

Geeta no tenía fuerzas para caminar, ni siquiera para mantenerse en pie, en realidad estaba al borde de la muerte por inanición. La vecina contó a las monjas de Matruchhaya, que la madre de Geeta había fallecido hacía varios años, y que el padre era vagabundo y alcohólico. Dijo que últimamente estaba siempre borracho, por lo que era incapaz de ocuparse de sí mismo, y mucho menos de su hija, a la que tenía desnuda y tirada en el suelo de la pequeña chabola en la que vivía, como si fuera un animal, pero sin proporcionarle ningún tipo de alimento.

Cuando llegó a Matruchhaya, la niña tenía convulsiones que la dejaban inconsciente. Inmediatamente la lavaron, la vistieron y la llevaron al hospital. Allí determinaron que además de grave desnutrición, la niña padecía ataques epilépticos y tenía un retraso mental del 75%.
Las monjas, las cuidadoras, e incluso los niños y niñas del orfanato, ven a Geeta tan débil y vulnerable, que se han volcado con ella. En los pocos meses que lleva aquí, probablemente Geeta ha recibido más afecto y atenciones que en toda su vida.

Todo el mundo sabe que el amor hace milagros, y en esta niña es evidente que se está produciendo una transformación espectacular. Ahora habla, y no sólo anda, sino que el otro día, cuando empezamos a bailar con los niños y niñas, nos quedamos perplejos al ver que Geeta también empezaba a bailar. Sus pasos eran torpes y desaliñados, como los de un animal recién nacido, pero era evidente que estaba tratando de imitar el modo en que se movían todos los demás al ritmo de la música.

Cuando terminen las vacaciones del Diwali, Geeta viajará a Ahmedabad con Etka y Punam, y será escolarizada en el mismo centro en el que ellas reciben educación especial desde hace años. Aunque seguirá perteneciendo a Matruchhaya, como Etka y Punam, permanecerá allí durante los periodos escolares, y regresará al orfanato sólo por vacaciones. Las Hermanas de la Calidad de Santa Ana, la misma congregación que regenta Matruchhaya, dirigen esa escuela para menores con discapacidad intelectual. Visitamos el lugar hace dos o tres años, cuando se acabaron las vacaciones del Diwali, y acompañamos a Etka y Punam. Nos pareció un lugar magnífico, del estilo de Matruchhaya: limpio y bien atendido, y tuvimos la impresión de que daban un trato exquisito a todos los internos.

La suerte de Geeta ha cambiado desde el día que llegó a Matruchhaya, y creo que ella lo sabe, por eso, aunque su rostro en ocasiones todavía refleja el horror que ha vivido, se muestra cada vez más alegre y participativa.

Publicado el 28 de octubre de 2009 a las 09:00.

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Palacio de la Moncloa

Archivado en: ciudad universitaria, palacio de la moncloa, facultad de bellas artes, Matruchhaya, Sinincay

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Una profesora de mi propio departamento, me ha escrito diciéndome que, el pasado miércoles 21 de octubre, a las 10 de la mañana, divisaron en el cielo de la Ciudad Universitaria un punto brillante que se acercaba hacia nuestra Facultad de Bellas Artes.

Palacio de la MoncloaEnseguida pudieron ver que se trataba del mismo globo aerostático, que hace varios días enviamos desde Matruchhaya. Avanzaba despacio, dejándose ver, no muy alto, lo suficiente para qué los edificios no supusieran un obstáculo. Mi compañera dice que se sorprendieron al comprobar que perdía altura en el momento en que se adentraba en los terrenos del Palacio de la Moncloa. De hecho, pasó a pocos metros de una de las garitas que vigilan su perímetro; entonces ralentizó su avance, y con mucha chulería hizo una rotación completa, para que desde abajo pudieran contemplar su belleza, el esplendor de sus colores, iluminados por la llama interna. A pesar del largo viaje, el globo se mostraba hinchado e intacto; parecía muy seguro de sí mismo, se contorneaba y pavoneaba con cierta arrogancia provocadora, como si en ese momento no le importará el hecho de que aún le quedara la mitad del camino por recorrer.

Entonces se oyó una estridente alarma antiaérea, y de inmediato el globo ganó altura, y se alejó rápidamente de allí, en dirección oeste. Puede que ahora esté sobrevolando el Océano Atlántico, rumbo a Sinincay. Espero que no cometa ninguna imprudencia más, y que su vanidad no le vuelva a hacer pasar por una situación de peligro, y llegue a su destino sin nuevos contratiempos.

Publicado el 23 de octubre de 2009 a las 08:15.

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Khushi y Ravina

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Khushi y Ravina son dos hermanas de tres y cinco años de edad respectivamente, aunque sobre esto no hay certeza, porque no existe ningún documento que refleje su fecha de nacimiento. Tuvo que ser un médico quien estimara una edad aproximada para cada una de las niñas, porque Khushi y Ravina fueron abandonadas en la estación de tren de Nadiad, sin ninguna referencia de su origen. Las estaciones de ferrocarril, muy concurridas siempre en India, son lugares predilectos para abandonar menores, porque el adulto puede pasar desapercibido, y allí el menor será pronto descubierto, alguien llamará a la policía, y se iniciará el trámite que finalmente le conducirá a un orfanato.

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Publicado el 22 de octubre de 2009 a las 09:45.

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Roshni y Chandrika

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Hace varios días, estábamos sentados en unos bancos junto a la puerta de entrada de Matruchhaya, charlando y haciendo tiempo hasta la hora de la cena, cuando llamó mi atención una fotografía colgada en la pared, justo enfrente de mí, que no había visto hasta ese momento. Me levanté para acercarme a la imagen, e inmediatamente reconocí a mi hija Chandrika en el centro de la imagen, con unos tres años de edad. Seguí revisando la foto, suponiendo que no andaría muy lejos Roshní, mi otra hija, la hermana mayor de Chandrika, y rápidamente la descubrí. Las dos aparecían guapísimas, con una preciosa sonrisa que denotaba felicidad.

En la imagen también reconocí a otras niñas. Babika salió en adopción el mismo día que nuestras hijas; hicimos juntos de viaje hacia España, con ella y con sus padres. Usha ha estado viviendo en Matruchhaya hasta hace un año y medio. No fue dada en adopción, porque en realidad no era huérfana, sino hija de leprosos, y esa circunstancia le obligaba a vivir apartada de sus padres. Ahora vive en Ahmedabad, donde las monjas le encontraron un trabajo como secretaria en una oficina. Bali, con 22 años de edad, sigue viviendo en Matruchhaya. Tampoco salió en adopción, porque tenía padres, aunque no se podían ocupar de ella. Ahora estudia enfermería. Arpita fue adoptada antes que nuestras hijas, y ahora estudia medicina. Sumitra y Manju también viven en España. No fueron adoptadas, porque eran ya muy mayores, pero consiguieron un contrato de trabajo con alguna de las familias vinculadas a Matruchhaya.

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Publicado el 21 de octubre de 2009 a las 09:15.

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Globo

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No recuerdo qué día del mes de julio de este año, cuando estábamos trabajando con los niños y niñas de Sinincay, en Ecuador, vimos que la plaza se engalanaba para una fiesta. Ésa misma noche participamos de los bailes, y contemplamos un humilde espectáculo pirotécnico, que tenía embelesados a los menores. Cuando terminaron los fuegos artificiales, desplegaron un globo de papel de seda, en forma de cubo, de aproximadamente un metro de lado, compuesto por una sucesión de formas geométricas, de llamativos colores.

Todo el globo estaba cerrado, excepto por la parte inferior, donde un aro, de fina varilla de caña, dejaba una abertura circular de unos 40 cm . de diámetro. En el centro del círculo se suspendía una tira de lienzo, enrollada a dos alambres tensados en forma de cruz desde el aro. El lienzo estaba impregnado en parafina, el combustible capaz de hacer volar el artefacto. Prendieron varias hojas de papel de periódico, con las que calentaron el aire del interior del globo para, poco después, encender el lienzo.

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Publicado el 19 de octubre de 2009 a las 09:15.

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Colapso

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Después de un mes en Bal Mandir, con la mente volcada en nuestras actividades, y en los problemas de los niños y niñas que viven en ese orfanato, la llegada a Madrid ha sido dura. Reuniones, tareas atrasadas, el inicio del nuevo curso y los últimos preparativos del siguiente proyecto en Matruchhaya, reclamaban mi atención con urgencia, ya que, el próximo miércoles 14 de octubre saldré hacia India con un nuevo grupo, para trabajar con los menores que viven en el orfanato en el que, hace ya más de diez años, adoptamos a nuestras hijas Roshní y Chandrika.

El estrés, el cambio de horarios, la fatiga, el disgusto por el fallecimiento de mi mejor amigo de la infancia mientras estábamos en Kathmandu, o una simple infección de garganta, o tal vez la confluencia de todo esto, han debido provocar una especie de colapso en mi organismo, y de pronto me he visto sin fuerzas para moverme. No me he alarmado mucho, porque no es la primera vez que me ocurre pero, por si acaso, Aurora me llevó al hospital. Nada grave: reposo, beber mucho líquido, tratamiento con antibióticos durante tres días, y con eso, espero estar totalmente recuperado antes del próximo miércoles.

Cuando me vi sin fuerzas para levantarme de la cama por mí mismo, o cuando necesité la ayuda de mi mujer para afeitarme, ducharme, vestirme y tomar el desayuno, no pude evitar acordarme de Lata, Roji y Nimi, prisioneras, como yo en ese momento, de su propio cuerpo.

Entonces pensé que una de las cosas más importantes que hemos hecho durante estos días en Bal Mandir, ha sido recuperar esa silla de ruedas que estaba almacenada en una habitación del orfanato, y utilizarla para sacar a Lata del cuarto en el que permanece recluida, junto con Roji y Nimi, desde hace años. Fue maravilloso ver a Lata recorrer pasillos, patios y exteriores de Bal Mandir; lugares que probablemente nunca había visto; o reírse y participar de la fiesta de despedida, rodeada de niños y niñas que bailaban y se divertían.

Pero somos conscientes de que, en realidad, todo esto sirve de poco si no somos capaces de darle continuidad, si la puerta de la celda de estas tres niñas se abre sólo una vez al año. Por eso, Pablo y Luis, los especialistas en educación especial que ha trabajado con nosotros en esta ocasión, están haciendo gestiones, para poder contratar a Pradeep, el estudiante nepalés que ha participado en las cuatro ediciones de este proyecto, para que vaya todos los días al orfanato para pasear a Lata en la silla de ruedas, y para tratar de estimular también, de alguna manera, a Roji y a Nimi.

Publicado el 13 de octubre de 2009 a las 09:15.

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Pintura mural

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Nuestro trabajo en Bal Mandir llegó a su fin. El lunes 5 de octubre partimos hacia Madrid, y nuestro último día con los niños y niñas del orfanato fue el viernes. Por la mañana dimos los últimos retoques al mural, y por la tarde organizamos una fiesta de despedida en el patio central.

Aunque la reflexión final sobre el resultado de esta nueva edición de "Color en Bal Mandir", habrá que hacerla en Madrid, después de dejar pasar un tiempo para serenar los sentimientos y las ideas, en alguna tertulia de sobremesa ya hemos cambiado impresiones, y parece que estamos de acuerdo en algunos aspectos que debemos mejorar en futuras ocasiones.

La pintura mural nos ha ocupado demasiado tiempo, más de lo que pensábamos. A pesar de que el edificio sobre cuyas paredes hemos pintado, es pequeño, finalmente ha sido una composición pictórica de muchos metros, y plagada de detalles. Sin duda, eso la hace más atractiva, y el cuento que hemos inventado para darle sentido, la hace más interesante; pero nos ha absorbido más de lo que hubiésemos deseado. A pesar de que en el mural han participado mayor número de niños que otros años, y han podido pintar durante más tiempo, lo cierto es que, la fase final ha quedado restringida a los más mayores y a nuestros voluntarios, lo que en cierto modo ha supuesto una frustración para los más pequeños, que hubiesen deseado seguir pintando.

Creemos que las sesiones de dibujo, algunas de ellas preparatorias del propio mural, y la elaboración de las cariocas, han sido muy provechosas. Además, el esfuerzo que hemos realizado para incorporar a nuestras actividades a los menores con diversidad funcional, ha resultado especialmente gratificante, y nos ha abierto una vía de trabajo que deseamos potenciar en el futuro. Ya sabíamos que el arte es una buena herramienta de expresión; pero ahora hemos comprobado que puede ser una forma de estimulación, y un extraordinario cauce comunicativo, para menores que tienen difícil acceso a los canales habituales. En este sentido, creemos que nuestra estancia en Bal Mandir, durante este mes, ha sido especialmente enriquecedora para Lata, Nimi, Roji, Nirmala, Ram, Suseta, Jayanti, Puspa, Madushudhan y Asha.

Publicado el 7 de octubre de 2009 a las 13:45.

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Bal Mandir diverso

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Esta es la cuarta vez que trabajamos con los menores de Bal Mandir. Al finalizar cualquiera de las anteriores ediciones, hemos sentido la satisfacción de haber realizado una labor provechosa para los niños y niñas del orfanato, o al menos haberles hecho pasar unos días algo más felices de lo habitual; pese a lo cual, en numerosas ocasiones nos hemos sentido frustrados porque, a pesar de nuestros continuos esfuerzos, Bal Mandir sigue siendo una dura realidad, difícil de transformar. Al hacer balance final de cada experiencia, hemos encontrado aciertos, pero también nos hemos dado cuenta de errores y aspectos que mejorar, no ya en Bal Mandir, sino en nuestra propia labor con los menores.

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Publicado el 5 de octubre de 2009 a las 10:30.

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Keshab y Janak

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A principios de esta semana, nuestra amiga Blanqui, de Cabezón de la Sal, nos escribió diciendo que unos amigos suyos de Castro Urdiales deseaban asumir los gastos de escolarización, en régimen de alojamiento interno, de algún niño o niña de Bal Mandir. Inmediatamente hablamos con Kalpana, y le pedimos que ese día, en lugar de colaborar en nuestras actividades creativas, dedicase todo el tiempo necesario para averiguar quién, de todos los habitantes del orfanato, estaba más necesitado de ayuda al respecto.

Nadie mejor que Kalpana para este tipo de indagaciones, puesto que ha vivido en Bal Mandir desde que fue abandonada, con unos tres años de edad, hasta los dieciséis, cuando fue enviada a la NGCC, donde vive actualmente. Ahora tiene 19 años. Tres horas hablando con unos y otros, con las cuidadoras, con las niñas más mayores del orfanato y con los pequeños, fueron suficientes para que Kalpana nos diera el nombre del que consideraba que se encontraba en peor situación de escolarización: un niño de diez años de edad llamado Keshab.

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Publicado el 30 de septiembre de 2009 a las 15:15.

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Gondra y Drago

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Ya hemos empezado a trabajar con los menores de Bal Mandir. Este año, entre otras actividades, queremos hacer una pintura mural en las paredes exteriores de un pequeño edificio, anexo al orfanato, que sirve de comedor y cocina. Sobre las mesas del propio comedor, los niños y niñas han realizado cientos de dibujos, después de explicarles que pretendíamos basarnos en sus representaciones para la pintura mural. Les dimos libertad temática, con la idea de observar detenidamente lo que realizaban, y después tratar de definir un tema, capaz de aglutinar las creaciones infantiles. Hemos guardado todos los dibujos que han hecho, y hemos visto que hay muchos dibujos muy buenos; pero no sabíamos bien cómo ponerlos en común, con una temática capaz de recorrer las cuatro paredes externas del pequeño edificio. Finalmente, pensamos que podríamos dibujar dos enormes dragones cuyo cuerpo estuviese formado por muchos de esos dibujos. Entonces, para hacer más comprensible el motivo de la representación, inventamos el siguiente cuento:

Érase una vez un niño llamado Prem, que vivía con sus padres en un pueblecito de montaña, en la cordillera del Himalaya, en Nepal. A Prem le gustaba explorar el monte; fue así como, un día escuchó una especie de lamento que salía de una cueva, y movido por la curiosidad, se adentró en ella y descubrió dos pequeños dragones que lloraban junto al cuerpo de su madre, que yacía muerta. Prem vació la mochila, en la que guardaba comida, y con mucho cuidado acomodó en ella a los dos bebés de dragón. Conforme descendía por la montaña, iba pensando qué hacer con esas dos criaturas recién nacidas. Cuando llegó al pueblo les mostró el hallazgo a sus padres, y les explicó que quería llevarlos a la ciudad, a un lugar en donde, según había oído, cuidaban de los niños perdidos. Sus padres comprendieron que nada ni nadie podría impedir que Prem siguiera adelante con su plan, de modo que le dieron su bendición, y le rogaron que tuviese mucho cuidado.

Prem tardó dos semanas en llegar a Kathmandu con los dos bebés de dragón a los que llamó Gondra y Drago. Desde que los recogió en la cueva, no había sido capaz de hacer que los pequeños comieran nada, únicamente logró que bebieran un poco de agua. En Kathmandu, Prem se dirigió directamente a Bal Mandir, el lugar del que había oído hablar. Cuando llegó allí, mostró al director del orfanato a los dos bebés de dragón, y le explicó que no tenían mamá, que él mismo la había visto muerta, y que no tenían a nadie que los cuidase. Tampoco él podía atenderles, porque tenía que ir todos los días a la escuela, y además debía ayudar a sus padres.

El director de Bal Mandir le respondió que allí sólo recogían niños y niñas sin padres, o cuyos padres no pudieran cuidar de ellos, pero nunca se habían hecho cargo de ningún bebé de dragón, ni de ningún otro animal.
-Si no los recogen aquí, Drago y Gondra morirán -dijo Prem. -Llevan dos semanas sin comer, y no creo que aguanten mucho más.
El director se compadeció de los dos bebés de dragón, y dijo:
-Está bien, déjalos con nosotros, y veremos si somos capaces de hacerles comer.

Durante los días siguientes, el cocinero y las cuidadoras de Bal Mandir ofrecieron a Drago y Gondra todo tipo de alimentos: arroz, huevos, leche, chapatis o lentejas; pero los bebés de dragón no quisieron probar nada. Se les veía muy tristes, y ya casi no tenían fuerzas ni para llorar.
Todos los niños y niñas de Bal Mandir estaban muy preocupados, porque sabían que si seguían negándose a comer, morirían pronto. Un día, una niña pequeña, llamada Sima, se acercó a los cachorros de dragón y les obsequió un dibujo. Gondra se quedó mirando aquel extraño papel lleno de líneas y colores, sonrió, y se lo comió. Entonces Sima sacó su caja de lapiceros de colores e hizo otro dibujo. En esta ocasión fue Drago quien se lo comió. Sima volvió corriendo a su habitación en busca de más hojas de papel, y fue pregonando que los bebés de dragón comían dibujos.

Todos los menores del orfanato sacaron papeles y lapiceros de colores, y empezaron a realizar todo tipo de dibujos, dibujos preciosos que los pequeños dragones no tardaban en devorar. Pronto comprobaron sorprendidos que los dibujos que Gondra y Drago se comían aparecían mágicamente en su piel, de modo que la superficie de ambos quedó totalmente cubierta de coloridos dibujos. Como no paraban de comer, los nuevos dibujos iban reemplazando a los viejos. Poco a poco los jóvenes dragones empezaron a ingerir algunas frutas y verduras, pero su comida predilecta eran los dibujos de los niños y niñas de Bal Mandir.

Gondra y Drago se hicieron mayores, y un día el director de Bal Mandir les explicó que tenían que emanciparse, y empezar a vivir como dragones adultos y responsables. Gondra y Drago lo comprendieron, se despidieron de todos sus amigos de Bal Mandir, y se fueron a vivir a una cueva en la montaña. Desde ese momento, se dice que en las cumbres de Himalaya viven dos enormes dragones que protegen a todos los niños y niñas de Nepal cuando tienen alguna dificultad.

Publicado el 15 de septiembre de 2009 a las 12:15.

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José Luis Gutiérrez Muñoz

José Luis Gutiérrez Muñoz

José Luis Gutiérrez Muñoz (Madrid, 1963), pofesor Titular y Director del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Director del Grupo de Investigación UCM "Arte al servicio de la sociedad". Responsable de diversos proyectos de cooperación al desarrollo que desde 2004 vienen llevándose a cabo en orfanatos de India, Nepal y Ecuador.

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