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Blog de José Luis Gutiérrez Muñoz

Sonrisas de colores

Una mancha

Archivado en: Bal Mandir, Kathmandu, Nepal, Matruchhaya, Sinincay

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La contera de mi muleta izquierda todavía conserva una mancha de pintura de color azafrán que, en septiembre del año pasado, algún niño o niña de Bal Mandir, involuntariamente me hizo con su brocha, mientras pintábamos una de las paredes exteriores del orfanato. Tiempo he tenido de quitarla, pero no he querido, porque esa nota cromática tenía la extraña capacidad de evocarme un sinfín de vivencias que no quería olvidar, aunque no todas eran agradables. Cada vez que la miraba, me venían a la memoria imágenes, sonidos y olores de nuestra última experiencia en el hospicio de Kathmandu, y ese recuerdo dibujaba en mi rostro una bobalicona sonrisa, que probablemente a más de uno habrá inquietado al observarme.

Creo que tampoco a los niños y niñas de Bal Mandir les preocupan mucho esas máculas producidas por el trabajo; algo que, en cualquier otro lugar provocaría el enfado de sus progenitores y una buena regañina. Aunque intentamos siempre que sus envejecidas ropas no se manchen, este tipo de accidentes resultan inevitables. Por otro lado, sus cuidadoras parecen indiferentes a esas pequeñeces. Tendrán cosas más importantes por las que preocuparse. Ojalá también a los menores de Bal Mandir, como me ocurre a mí, esos pequeños rastros de la actividad pictórica les hagan rememorar el tiempo excepcional que pasamos juntos en sus vacaciones. Y si duran hasta el siguiente Dashain, mejor todavía, porque podrían ayudar a mantener viva la ilusión del reencuentro.

Publicado el 14 de septiembre de 2009 a las 10:15.

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Reencuentro con Bal Mandir

Archivado en: Bal Mandir, Kathmandu, Nepal, Matruchhaya, Sinincay, Pinto, UCM

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El martes, 8 de septiembre, después de un larguísimo viaje, llegamos a Kathmandu; pero hasta hoy no hemos podido reencontrarnos con nuestros niños y niñas de Bal Mandir. Ha sido un día especialmente intenso y lleno de emociones. Nos ha gustado comprobar que todos se alegraban mucho de nuestro regreso. Este año hemos venido desde España un grupo de diez personas, pero se nos sumarán varios alumnos de Bellas Artes de Kathmandu, y recibiremos también la ayuda de algunas niñas ex Bal Mandir como Sunita y Kalpana, de modo que nuestro grupo de trabajo puede ser de unas quince personas. En esta nueva edición de "Color en Bal Mandir" hay algunas novedades.

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Publicado el 10 de septiembre de 2009 a las 11:30.

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Así es 'Tres en raya', la muestra sobre orfanatos de India y Nepal en Madrid

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Aquí os dejo algunas fotografías de la exposición 'Tres en raya', que hasta el 19 de junio puede verse en el jardín tropical de la Estación de Atocha, en Madrid. Las dos primeras fotografías fueron tomadas el 1 de junio, el día del montaje. Las siguientes han sido tomadas por nuestra compañera Mónica, el pasado jueves 4 de junio.

Publicado el 8 de junio de 2009 a las 13:45.

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'Tres en raya' en Atocha: los huérfanos de Sinincay, Bal Mandir y Matruchhaya

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El año pasado expusimos fotografías de los proyectos que habíamos llevado a cabo en Ecuador, India y Nepal, en los vestíbulos de diversas estaciones ferroviarias de España. La muestra itinerante inició su peregrinaje por la antigua estación de Atocha, ésa que desde hace unos años se ha convertido en jardín tropical.

Pese a su nuevo aspecto de gigantesco invernadero, aquel espacio para mí seguía cargado de recuerdos asociados a la infancia, porque cada año, al finalizar el curso escolar, desde allí iniciábamos las vacaciones veraniegas familiares, rumbo a Málaga, la provincia natal de mi madre.

Para que sobrevivan las especies tropicales que se plantaron en el lugar que antes ocupaban las cabeceras de las vías de tren, fue preciso poblar el espacio de difusores de vapor de agua, que dan al lugar la humedad necesaria para esa exótica vegetación, propia de otros lugares. Justamente, la elevada humedad nos obligó imprimir las fotografías en planchas especiales de aluminio; porque el cartón pluma que habitualmente utilizamos, no hubiera soportado esa concentración de agua en el ambiente.

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Publicado el 25 de mayo de 2009 a las 20:15.

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Cap.3. 'Tres en raya', color en Matruchhaya

Archivado en: Gujarat, Matruchhaya, India, orfanatos

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Entre octubre y noviembre de 2008, coincidiendo con las vacaciones indias del Diwali, trabajamos con los huérfanos de Matruchhaya, en la región india de Gujarat.

Ha sido la quinta vez que acudimos allí para llevar a cabo diversas actividades artísticas con ellos, pero sobre todo para hacerles pasar unos días divertidos, en compañía de unos jóvenes universitarios dispuestos a dedicarles todo su tiempo durante un mes, y a darles todo su afecto.

Con ellos hemos pintado un mural en su patio de recreo. Además, desde España llevamos pintura especial para tela, en India compramos una camiseta para cada menor, y luego las pintaron con su nombre y con los dibujos que ellos mismos habían creado.

También elaboraron unas bolas que llamamos "cariocas", y una de nuestras alumnas les enseñó a bailarlas.

Publicado el 26 de enero de 2009 a las 11:00.

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Chandrika en España

Archivado en: Chandrika, Matruchhaya, Navidades

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Chandrika, la niña de Matruchhaya que salió en adopción hacia España mientras nosotros estábamos trabajando allí, ya está en su nuevo hogar, y por lo que me dice su madre, se encuentra plenamente feliz.

Está empezando a decir sus primeras palabras en español, y sigue tan risueña y alegre como siempre. Pablo, su hermano, también parece muy contento con su nueva hermana.

Seguramente nos veremos con ellos en Navidades. Mis hijas, que regresan a Madrid para pasar con nosotros las vacaciones navideñas, tienen muchas ganas de encontrarse con la segunda Chandrika de España. Que sepamos, la primera es nuestra hija menor. También a mí me ilusiona mucho reunirme aquí con niños o niñas que he conocido allí.

Publicado el 5 de diciembre de 2008 a las 17:30.

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Balance final 'Color en Bal Mandir 2008'

Archivado en: Kathmandu, Bal Mandir, Matruchhaya, Pinto, Dashain, Nepali Children Organization

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Madrid, 24 de noviembre de 2008

Cuando regresé de Kathmandu, el 17 de octubre, pasé varios días sin apenas poder dormir, no sólo por el desajuste horario, sino también porque continuamente me venían a la mente escenas de Bal Mandir, y cuando me acostaba, mi cabeza se empeñaba en tratar de encontrar soluciones imposibles a los numerosos problemas de ese orfanato.

Ha sido la tercera vez que trabajo allí. En anteriores ocasiones había regresado impresionado por todo lo visto, pero optimista en cuanto a las posibilidades de modificar esa cruda realidad. Esta vez, en cambio, me he sentido abatido, porque he tenido la impresión de que buena parte de nuestros esfuerzos han sido en vano. Bal Mandir sigue siendo el mismo lugar miserable, donde malviven doscientos niños y niñas en condiciones inhumanas, y me indigna pensar que alguien pueda estar lucrándose gracias a la mala situación de esos menores.

He dejado pasar un tiempo para serenar mis sentimientos. No deseaba hacer un balance final afectado por el pesimismo, la tristeza y la rabia que en esos días sentía. Por otro lado, sabía que era necesario dejar a un lado todos aquellos pensamientos negativos, porque en sólo unos días, el 23 de octubre, iniciaba un nuevo proyecto en Matruchhaya que requería toda mi atención, pero era consciente de que, tarde o temprano, tendría que ordenar mis ideas y tratar de extraer conclusiones de la última experiencia en el orfanato de Kathmandu.

En 2006 trabajé allí con cinco alumnos de mi Facultad, más otros cinco de la Facultad de Bellas Artes de Kathmandu. Nos propusimos llevar color y alegría a aquellos menores, desde el convencimiento de que lo necesitaban tanto como otros asuntos primordiales; pero lo cierto es que no nos conformamos con eso. Las condiciones de vida en ese enorme orfanato nos parecieron tan duras, que inmediatamente pensamos que debíamos de luchar para tratar de transformarlas.

Quizás fuimos demasiado ingenuos, pero lo cierto es que hicimos todo lo posible para que nuestra ayuda sobrepasara el ámbito de lo puramente lúdico o creativo.

En 2007 nuestro grupo fue de siete personas, más cuatro alumnos de Kathmandu. En esa ocasión conseguimos una donación económica adicional del Ayuntamiento de Pinto para la adquisición de artículos de primera necesidad para los huérfanos de Bal Mandir. Estábamos felices con ese logro. Compramos ropa y calzado para los menores de ese orfanato, y de otros cuatro que pertenecen a su misma red.

Por otro lado, con el dinero obtenido por la venta de algunas de las fotografías que expusimos, pudimos comprar muchos medicamentos, de acuerdo con las necesidades expresadas por el doctor que regularmente les visita; y además, a petición del director del orfanato, adquirimos un frigorífico grande para la mejor conservación de las medicinas. Colaboramos personalmente en la distribución de las distintas prendas. Los huérfanos de Bal Mandir parecían contentísimos con sus nuevas ropas y calzado.

Ese año, incluso nos atrevimos a diseñar un programa de becas para ayudar a los niños y niñas de dicho orfanato que deseaban seguir estudiando, y no podían hacerlo, al quedar fuera del amparo de Bal Mandir, por la edad. Creíamos firmemente en nuestra capacidad de transformar esa cruda realidad, con la ayuda de los numerosos amigos que empezaron a prestarnos su apoyo.

Gracias a eso, este año hemos tenido más recursos económicos que nunca, y el equipo ha sido suficientemente numeroso como para atender otras necesidades. Hemos podido distribuir ropa y calzado a más de quinientos niños y niñas de once orfanatos distintos de la red de Bal Mandir. Esta vez hemos sido once voluntarios españoles, más cuatro alumnos de Bellas Artes de Kathmandu. El grupo inicial, financiado por el Ayuntamiento de Pinto, estaba formado por siete personas, pero finalmente el Consejo Social de nuestra Universidad hizo posible ampliar el equipo con cuatro colaboradoras más.

Además de ropa, hemos vuelto a comprar gran cantidad de medicamentos. Para todo ello, hemos recurrido a la mediación de un buen amigo de Kathmandu, de absoluta confianza, al que transferimos la cantidad de dinero necesaria para poder hacer frente a estos gastos, de modo que, cuando llegamos a Kathmandu, el 18 de septiembre, buena parte de las prendas ya estaban distribuidas por los diferentes orfanatos, a la espera de repartirlas entre los niños el día grande del Dashain, el 2 de octubre.

Por otro lado, el programa de becas se pudo hacer realidad, y ya son cinco los menores que se benefician de esta ayuda, que parte de la ilusión y el esfuerzo económico de muchos amigos españoles. Deseamos extender este tipo de ayudas a más niños y niñas, prestando especial atención a los que tienen alguna discapacidad. Creemos que la educación es la mejor herramienta para ayudarles a salir de la marginalidad y pobreza que les condujo al orfanato.

También hemos enviado a un hospital de India, con dinero de nuestros amigos, a dos adultos que acompañan a dos bebés ciegas de Bal Mandir, que en los próximos días serán operadas allí gratuitamente. Dicen que tienen un diez por ciento de posibilidades de recuperar la visión tras la intervención quirúrgica.

Todo esto es muy esperanzador, pero lo cierto es que, al poco de llegar a Bal Mandir, empezamos a ver cosas que no nos gustaban. Los niños y niñas, especialmente los más pequeños y los discapacitados, seguían utilizando las mismas ropas viejas, sucias y rotas de años anteriores.

Muchos de ellos seguían descalzos, y otros usaban unas chanclas tan gastadas, que casi equivalía a no llevar nada en los pies. Bal Mandir seguía siendo un lugar inaceptable para la vida de los niños. Los servicios apestaban, estaban llenos de excrementos diarreicos de los menores. Muchas veces los niños, para evitar pisar las heces de otros, hacían sus necesidades fuera del servicio. Las comidas seguían siendo muy pobres, casi exclusivamente arroz, un día tras otro. Bien es cierto que en estos aspectos ni siquiera hemos tratado de incidir, porque todavía no hemos encontrado el modo de hacerlo. Pero en la ropa y el calzado sí que habíamos gastado mucho dinero. Las prendas de este año todavía no habían sido distribuidas pero, ¿dónde estaban las del año pasado?

Empezamos a preguntar esto mismo a los menores de Bal Mandir. Para ser más concisos, les preguntamos por la prenda más cara del año anterior: un abrigo impermeable con forro polar en su interior, que habíamos comprado para trescientos cincuenta niños y niñas de esos cinco orfanatos de Bal Mandir, para todos los que estaban en edad de poderlo utilizar.

Las niñas más mayores sí conservaban las prendas que habíamos distribuido el año pasado, pero los pequeños afirmaban que el abrigo lo tuvieron varios días, hasta que finalizaron las vacaciones del Dashain, y luego desapareció. Fuimos a hablar con el director, quien se mostró sorprendido, y aseguró que averiguaría lo sucedido. También le dimos la queja a la presidenta del NCO (Nepali Children Organization), quien nos dijo que se sentía muy triste por lo que le contábamos, y que iniciaría una investigación.

Nos fuimos de Bal Mandir sin saber dónde estaban esos abrigos y todas las demás prendas que habían desaparecido. Todavía no hemos recibido una explicación, aunque no perdemos la esperanza, porque les hemos hecho saber que las futuras ayudas, en ese sentido, están condicionadas al esclarecimiento de lo sucedido. Otro día nos reunimos con ambos responsables del orfanato, y les comunicamos que el frigorífico que habíamos comprado el año anterior también había desaparecido. En su lugar, junto a la enfermería, habían colocado otro viejo, más pequeño, que estaba desenchufado y vacío, luego probablemente no funcionaba.

Nuevamente palabras de pesar y promesas de averiguación, pero ni una respuesta hasta la fecha. -"¿Y dónde están los medicamentos?" -preguntamos. -"Se habrán gastado, y los que no, habrán caducado" -nos respondieron.

Las niñas más mayores del orfanato ya nos habían hablado de la corrupción en todos los estamentos de Bal Mandir, desde la presidenta hasta las cuidadoras, pasando por el director y por todos los empleados de las oficinas, pero pensamos que exageraban, que era una forma de rebeldía adolescente.

También nuestros amigos nepaleses, externos a Bal Mandir, nos habían advertido de ese mismo problema, pero nosotros creíamos haber encontrado un modo directo e inmediato de hacer llegar las ayudas a los niños, jamás pensamos que alguien pudiera robarles la ropa y el calzado, después de haberlo marcado con el nombre de cada menor, y de haberlo usado en nuestra presencia durante varios días.

Hay gente sin escrúpulos, que se beneficia de las ayudas que las personas de buen corazón intentan hacer llegar a los más necesitados. Ganas dan de desistir, pero somos rehenes de nuestros sentimientos. Cuanto más conocemos a esos niños y niñas, más les queremos. Son personas muy especiales. Tienen una fuerza increíble para superar las adversidades, y una asombrosa capacidad para devolver con creces el poco afecto que reciben. Por ellos, y sólo por ellos, merece la pena seguir luchando, no podemos abandonarles, pero ya no podemos permitirnos más ingenuidades, debemos de ser muy exigentes con los que gobiernan esa casa, cautos y desconfiados, y estamos obligados a ser absolutamente sinceros con nuestros amigos.

Descárgate el artículo 'Color cántabro en el Orfanato de Bal Mandir' (El Mundo, 19/11/08)

Publicado el 25 de noviembre de 2008 a las 11:15.

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Chandrika

Archivado en: Chandrika, Bombay, Nadiad, Matruchhaya, Veronika, adopción, orfanato

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Nadiad, 17 de noviembre

En este momento, Chandrika es la niña más feliz del orfanato. Sus padres adoptivos llegaron el sábado, y ella les recibió con absoluta naturalidad, como si les conociera de toda la vida. Hacía días que sabía que sus papás iban a venir a recogerla para llevársela a España, pero yo creo que ella no era consciente de lo que eso significaba, y aún hoy no puede siquiera intuir el cambio tan grande que esto supondrá en su vida.

Todos estábamos pendientes del primer encuentro. Tratábamos de imaginar cómo serían los padres que le habían tocado en suerte a la preciosa niña. Pablo y Rosa, los nuevos padres de Chandrika, nos causaron muy buena impresión, nos saludaron afectuosamente, y se interesaron por nuestro trabajo, aunque no podían disimular que el verdadero foco de interés para ellos era otro.

Rosa besaba y abrazaba a Chandrika como lo haría cualquier madre que llevara varias semanas sin ver a su hija. Se la veía nerviosa. Pablo en cambio se mantenía sereno, más distante. Su actitud me pareció prudente, era mejor esperar a que la niña iniciara por sí misma el acercamiento, no era bueno agobiarla, y parecía claro que la pequeña mostraba una querencia más clara hacia la madre. Chandrika no paraba de sonreír. Era el centro de atención de todas las miradas, pese a lo cual no se sentía intimidada.

Chandrika ahora tiene unos tres años y medio. Resulta imposible saber con exactitud su fecha de nacimiento porque fue abandonada en la estación de tren de Nadiad hace poco menos de dos años. Las estaciones ferroviarias en India son lugares tremendamente transitados; miles de personas se mueven a todas horas por el vestíbulo y por las inmediaciones de la estación, en todas las direcciones, y entre ellos, muchos vendedores ambulantes.

Un comerciante, que vendía unos bollitos que aquí llaman "cara de luna", vio un bebé junto a su carro, y se sorprendió porque no había visto a nadie dejarlo allí, pero en definitiva, tal era el trasiego, que era natural que le hubiera pasado desapercibido. Además ese día estaba haciendo muchas ventas. Tal vez por no interrumpir su buena racha, quiso pensar que la madre de la criatura la había dejado allí momentáneamente, pero regresaría pronto. Ninguno de sus clientes, ni los transeúntes, debieron de extrañarse, porque el bebé estaba tan próximo al carro, que debieron de pensar que era del tendero.

No tardó mucho en terminar de vender toda su mercancía, y entonces ya sí decidió hacer algo al respecto. Se acercó al bebé, y le pareció que se encontraba bien, incluso le dedicó una sonrisa. El hombre aprovechó que un policía pasaba por allí, para comunicarle el abandono.

A partir de ese momento se puso en marcha el protocolo establecido para estos casos: ficha policial, traslado al orfanato, examen médico, anuncios en prensa y en televisión, para tratar de encontrar a la madre, o a algún familiar que pudiera dar cuenta de su procedencia, y finalmente, transcurrido el tiempo reglamentado sin que nadie reclame a la niña, el consentimiento gubernamental para que la niña pueda ser ofrecida en adopción.

La fecha de nacimiento la determinaron en la comisaría de policía por estimación, y el nombre, Chandrika, que en gujarati significa "luz de luna", por alusión al humilde vendedor de "caras de luna" que la encontró.

El año pasado por estas fechas, trabajamos con ella por primera vez, y era una de las niñas más queridas del orfanato, por pequeña, por guapa, por simpática y por graciosa. Ahora ha pasado a ser la más afortunada de Matruchhaya. Todos nos alegramos por ella, y por Pablo y Rosa, que ahora concluyen un tortuoso periplo por la adopción, de más de cuatro años.

También los niños y niñas de Matruchhaya, que quieren mucho a Chandrika, se sienten felices de que su historia tenga un final feliz, pero es inevitable que en estos momentos se pregunten por su propio futuro. La mayoría no dicen nada, pero percibimos en sus caras cierta pena, no sólo por que su amiga se va, sino también porque ellos se quedan, y no ven en el horizonte cercano posibilidades de seguir el camino de Chandrika.

Estos días que han estado aquí Pablo y Rosa, hemos notado al resto de niños y niñas más afectivos con nosotros, más necesitados de cariño.

Veronika ya me ha preguntado tres veces si ella puede ir a España. No he sabido qué responderle. Hubiera querido darle una explicación, decirle al menos que, aunque nunca llegue a ser adoptada, en Matruchhaya y en España hay mucha gente que la queremos, y que la vamos a apoyar en todo lo que necesite; pero el idioma para este tipo de razonamientos es una barrera, pues estos niños saben muy poco inglés, y nuestro conocimiento del gujarati no da para tanto.

A estas horas Rosa, Pablo y Chandrika ya están de camino hacia Bombay. Allí tendrán que arreglar los trámites finales en el consulado español, y el jueves saldrán de India hacia nuestro país. Muy pronto en España habrá dos Chandrikas: mi hija menor, que ya ha cumplido veintiún años, y la pequeña Chandrika. Ojala que todas las niñas y niños de Matruchhaya tuvieran la misma suerte que ellas.

Publicado el 18 de noviembre de 2008 a las 11:45.

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Saputara

Archivado en: Saputara, Matruchhaya, Gujarat, India, Maharashtra, Baroda, Ahmedabad, Diwali

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Nadiad, 15 de noviembre de 2008

El pasado martes 11 de noviembre, a las once de la noche, un autocar de sesenta plazas nos esperaba en la puerta del orfanato. Durante todo el día los niños y niñas de Matruchhaya estuvieron nerviosos, porque sabían que por la noche saldríamos de viaje hacia Saputara, un pueblecito de montaña, a tres mil metros de altitud, al sur de Gujarat, en el límite con la región de Maharashtra.

Invertimos nueve horas y media en hacer los trescientos cincuenta kilómetros que separan Nadiad del mencionado pueblo. Los niños no paraban de cantar y reír. Tal era la expectación que el viaje había despertado en ellos, que parecía imposible que se llegaran a dormir; pero afortunadamente, después de varias horas, uno tras otro fueron cayendo dormidos. Llevábamos cuarenta menores, desde los tres o cuatro años de edad de Bhauna o Sapna, hasta los dieciocho de Sanguita, todos ellos igualmente ilusionados. Además nos acompañaban diez cuidadoras, y cuatro trabajadores del orfanato. Toda una expedición.

Varios días antes habíamos preparado el viaje con Sister Pushpa, la directora de Matruchhaya. Queríamos que nuestra estancia aquí, además de las actividades lúdicas y creativas que desarrollamos, sirviera de excusa para hacer algo excepcional con los niños.

Hace dos años fue una visita al zoológico de Baroda, el año pasado fuimos al circo de Ahmedabad, y éste queríamos organizar algo diferente, más ambicioso incluso que lo de años anteriores. Sister Pushpa nos habló de Saputara, y nos dijo que unas Hermanas de su congregación regentaban un internado allí, que nos podría servir de alojamiento, pues los estudiantes estaban aún disfrutando de sus vacaciones del Diwali.

Nos pareció buena idea, y contratamos el viaje con un conductor de autocares, conocido de las monjas, que resultó ser un magnífico profesional del volante, que hizo sentirnos seguros en todo momento.

Cuando llegamos a Saputara, por la mañana, después de toda la noche de viaje, tres monjas del internado nos estaban esperando. Tras el desayuno, quisimos tomarnos un tiempo de descanso, pero los niños estaban tan alterados, que salimos inmediatamente hacia el teleférico.

Algunos expresaron cierto temor a la altura, pero arropados por el grupo, todos se fueron subiendo a las cabinas, excepto Bhauna, que al tener un problema de corazón, nos pareció más prudente que se quedara esperándonos, comiéndose un helado con su cuidadora.

La experiencia fue única para todos ellos, y las vistas preciosas. Cuando bajamos, caminamos hasta una planicie donde ofrecían paseos en camello. En esta actividad sí incluimos a Bhauna.
Regresamos a comer al internado y, después de un pequeño descanso, nos fuimos a dar un paseo en barca por el lago de Saputara. Llenamos tres barcazas, pero el dueño del negocio no quiso cobrarnos nada, al saber que los niños eran de un orfanato.

Por esa misma razón, las monjas consiguieron precios muy reducidos en el resto de los sitios a los que fuimos. Cuando volvimos al internado estábamos agotados, pese a lo cual, los niños no paraban de jugar y reír.

El jueves 13 de noviembre, por la mañana, emprendimos el regreso, pero decidimos tomárnoslo con calma, e ir parando en distintos lugares por el camino. Cuando se acercaba la hora de la comida, nos detuvimos junto a un río, en un lugar idóneo para el baño, pues se formaban pequeños remansos de poca profundidad. Entre bromas y salpicaduras, todos los niños y niñas se fueron metiendo en el agua con la ropa que vestían, aunque sin calzado.

Sister Koquila, que nos acompañaba desde Matruchhaya, se metió en el agua con el hábito; parecía una niña más, y ella misma se encargó de echar al agua, uno tras otro, a todos los mayores que parecían conformarse con contemplar la escena desde la orilla. Yo me sentía a salvo, tranquilamente sentado en mi silla de ruedas.

Sabía que les parecería demasiado peligroso arrastrarme hasta el agua; pero entonces, alguien pensó que si yo no podía ir hasta el agua, el agua sí podía llegar hasta mi, y Punam, una de nuestras niñas, se acercó a mí sigilosamente por la espalda, y vació sobre mi cabeza una botella grande de agua, de modo que, terminamos todos empapados, por lo que comimos al sol mientras nos secábamos. Entre unas cosas y otras, llegamos al orfanato a las tres de la madrugada del viernes.

Publicado el 17 de noviembre de 2008 a las 14:30.

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Sapna

Archivado en: Nadiad, India, Matruchhaya, Baroda, adopciones

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Nadiad, 8 de noviembre de 2008

Sapna tiene cuatro años. Es una niña muy activa, simpática, alegre, muy habladora y, en ocasiones, demasiado mandona. Llegó a Matruchhaya poco después de su nacimiento. Su madre la abandonó, a plena luz del día, en una calle transitada de Baroda, una ciudad grande, a unos sesenta kilómetros de Nadiad, con la probable intención de que alguno de los transeúntes reparara pronto en ella y avisara a la policía; pero un perro famélico se percató de su abandono antes que cualquier viandante, y de un certero mordisco le arrancó el carrillo izquierdo de su mofletuda cara.

Un hombre que vio la escena aseguró que no pudo hacer nada por evitarlo, y cuando acudió a socorrer al bebé, el perro ya huía a toda velocidad con la mejilla de la niña entre los dientes.

Sapna, Chandrika y Bhauna son buenas amigas. Aunque también pelean de vez en cuando, pasan muchas horas juntas y se llevan bien. Dentro de muy pocos días una pareja española se llevará en adopción a Chandrika. Seguro que sus dos compañeras de juegos la echarán de menos. Bhauna y Sapna también pueden ser adoptadas, pero lo tienen mucho más difícil.

Bhauna tiene un serio problema cardiaco, que los especialistas no se atreven a tratar de solucionar con intervención quirúrgica, porque la operación entraña mucho riesgo para la vida de la niña.

El problema de Sapna es diferente. La cirugía plástica hace maravillas en este tipo de lesiones, aunque los médicos estiman que es demasiado pronto para tratar de reconstruir su cara. Prefieren esperar, supongo que porque con esta edad la fisonomía cambia muy rápidamente. Pero, desgraciadamente este no es el único impedimento que tiene Sapna para ser adoptada. Además tiene enanismo.

Publicado el 10 de noviembre de 2008 a las 20:30.

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José Luis Gutiérrez Muñoz

José Luis Gutiérrez Muñoz

José Luis Gutiérrez Muñoz (Madrid, 1963), pofesor Titular y Director del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Director del Grupo de Investigación UCM "Arte al servicio de la sociedad". Responsable de diversos proyectos de cooperación al desarrollo que desde 2004 vienen llevándose a cabo en orfanatos de India, Nepal y Ecuador.

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