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Blog de José Luis Gutiérrez Muñoz

Sonrisas de colores

Keshab y Janak

Archivado en: Bal Mandir, Kathmandu, Nepal, Matruchhaya, orfanatos, cooperación, desarrollo, ONG

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A principios de esta semana, nuestra amiga Blanqui, de Cabezón de la Sal, nos escribió diciendo que unos amigos suyos de Castro Urdiales deseaban asumir los gastos de escolarización, en régimen de alojamiento interno, de algún niño o niña de Bal Mandir. Inmediatamente hablamos con Kalpana, y le pedimos que ese día, en lugar de colaborar en nuestras actividades creativas, dedicase todo el tiempo necesario para averiguar quién, de todos los habitantes del orfanato, estaba más necesitado de ayuda al respecto.

Nadie mejor que Kalpana para este tipo de indagaciones, puesto que ha vivido en Bal Mandir desde que fue abandonada, con unos tres años de edad, hasta los dieciséis, cuando fue enviada a la NGCC, donde vive actualmente. Ahora tiene 19 años. Tres horas hablando con unos y otros, con las cuidadoras, con las niñas más mayores del orfanato y con los pequeños, fueron suficientes para que Kalpana nos diera el nombre del que consideraba que se encontraba en peor situación de escolarización: un niño de diez años de edad llamado Keshab.

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Publicado el 30 de septiembre de 2009 a las 15:15.

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Fotografías

Archivado en: Kathmandu, Nepal, orfanatos, cooperación, desarrollo, ONG, India, fotografías, Bal Mandir, tres en raya, exposición

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Desde principios de este año, hemos estado exponiendo sesenta fotografías de gran formato, que ilustran los resultados de nuestro trabajo en Ecuador, India y Nepal durante 2008, veinte fotografías por cada uno de los tres proyectos. La muestra, que denominamos "Tres en raya", pudo verse en Zaragoza, Málaga, Madrid y distintos puntos de Cantabria; y a finales de año viajará a La Coruña.

Poco antes de salir hacia Nepal, decidimos tratar de facturar, junto con nuestro equipaje, las veinte fotografías correspondientes al proyecto de Bal Mandir del año pasado. Hicimos un gran paquete, y nos presentamos con ellas en el mostrador de facturación de la compañía aérea que nos llevaba hasta Kathmandu. Tuvimos suerte de que nos dejaran incluir esa caja, además de nuestro equipaje, que excedía con mucho los 20 Kg. reglamentarios por pasajero.

En Bal Mandir siempre han sido reacios a que tomemos imágenes fotográficas o de video; de hecho, a la entrada del orfanato un gran cartel anuncia que está prohibido hacer fotografías o filmar en video. Fue necesario explicar al director que esas imágenes eran el único modo de mostrar nuestro trabajo en España y que, por tanto, la financiación de futuros proyectos en Bal Mandir, dependía directamente de ellas. Además, le prometimos que haríamos buen uso de las fotografías y del video.

Finalmente consintió; pero cada año, excepto éste, hemos tenido que volver a dialogar, al inicio, sobre este delicado tema. Aunque no era esta nuestra intención, traer a Bal Mandir las imágenes que hemos expuesto en España, ha sido muy positivo para reforzar la confianza del director del orfanato en nosotros, porque ha tenido ocasión de comprobar que dichas imágenes ofrecen una visión alegre y colorista de Bal Mandir, y eluden cualquier tipo de enfoque sensacionalista, o simplemente realista.

Por otro lado, para nosotros ha sido muy satisfactorio poder traer a Bal Mandir estas veinte fotografías de gran formato, y poder colgarlas de las paredes del orfanato. Creemos que los comedores y los pasillos en donde hemos colocado las imágenes son ahora un poco más cálidos y alegres. Los menores del orfanato se reconocen en esas imágenes, aunque obviamente no había espacio para los doscientos niños y niñas que viven aquí; pese a lo cual, a todos les servirá para reavivar el recuerdo de aquellas vacaciones de Dashain de 2008 que pasamos juntos.

Publicado el 23 de septiembre de 2009 a las 08:30.

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Mahen

Archivado en: Kathmandu, Nepal, orfanatos, cooperación, desarrollo, ONG, India

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En verano de 1995 mi mujer y yo estuvimos en Kathmandu por primera vez. Fue un viaje meramente turístico, que abarcó también los lugares más emblemáticos del norte de la India. Ya habíamos iniciado trámites de adopción en India, por eso, además de contemplar los innumerables atractivos arquitectónicos y paisajísticos de cuanto visitábamos, observábamos embelesados a los niños y niñas, tanto de India como de Nepal, tratando de imaginar cómo sería nuestra futura hija. En los papeles de adopción habíamos expresado que preferiríamos una niña, tan pequeña como fuera posible. Permanecimos en la capital de Nepal sólo una semana, pero fue suficiente para darnos cuenta de que era un lugar bellísimo, aunque muy pobre, y de que su gente, como la de la India, tenía un carácter especial. Nuestro periplo por la adopción terminó en 1999, y finalmente no fue una, sino dos niñas, hermanas, y de más de diez años de edad, pero eso es otra historia.

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Publicado el 17 de septiembre de 2009 a las 10:15.

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Gondra y Drago

Archivado en: Bal Mandir, Kathmandu, Nepal, Matruchhaya, orfanatos, cooperación, desarrollo, ONG

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Ya hemos empezado a trabajar con los menores de Bal Mandir. Este año, entre otras actividades, queremos hacer una pintura mural en las paredes exteriores de un pequeño edificio, anexo al orfanato, que sirve de comedor y cocina. Sobre las mesas del propio comedor, los niños y niñas han realizado cientos de dibujos, después de explicarles que pretendíamos basarnos en sus representaciones para la pintura mural. Les dimos libertad temática, con la idea de observar detenidamente lo que realizaban, y después tratar de definir un tema, capaz de aglutinar las creaciones infantiles. Hemos guardado todos los dibujos que han hecho, y hemos visto que hay muchos dibujos muy buenos; pero no sabíamos bien cómo ponerlos en común, con una temática capaz de recorrer las cuatro paredes externas del pequeño edificio. Finalmente, pensamos que podríamos dibujar dos enormes dragones cuyo cuerpo estuviese formado por muchos de esos dibujos. Entonces, para hacer más comprensible el motivo de la representación, inventamos el siguiente cuento:

Érase una vez un niño llamado Prem, que vivía con sus padres en un pueblecito de montaña, en la cordillera del Himalaya, en Nepal. A Prem le gustaba explorar el monte; fue así como, un día escuchó una especie de lamento que salía de una cueva, y movido por la curiosidad, se adentró en ella y descubrió dos pequeños dragones que lloraban junto al cuerpo de su madre, que yacía muerta. Prem vació la mochila, en la que guardaba comida, y con mucho cuidado acomodó en ella a los dos bebés de dragón. Conforme descendía por la montaña, iba pensando qué hacer con esas dos criaturas recién nacidas. Cuando llegó al pueblo les mostró el hallazgo a sus padres, y les explicó que quería llevarlos a la ciudad, a un lugar en donde, según había oído, cuidaban de los niños perdidos. Sus padres comprendieron que nada ni nadie podría impedir que Prem siguiera adelante con su plan, de modo que le dieron su bendición, y le rogaron que tuviese mucho cuidado.

Prem tardó dos semanas en llegar a Kathmandu con los dos bebés de dragón a los que llamó Gondra y Drago. Desde que los recogió en la cueva, no había sido capaz de hacer que los pequeños comieran nada, únicamente logró que bebieran un poco de agua. En Kathmandu, Prem se dirigió directamente a Bal Mandir, el lugar del que había oído hablar. Cuando llegó allí, mostró al director del orfanato a los dos bebés de dragón, y le explicó que no tenían mamá, que él mismo la había visto muerta, y que no tenían a nadie que los cuidase. Tampoco él podía atenderles, porque tenía que ir todos los días a la escuela, y además debía ayudar a sus padres.

El director de Bal Mandir le respondió que allí sólo recogían niños y niñas sin padres, o cuyos padres no pudieran cuidar de ellos, pero nunca se habían hecho cargo de ningún bebé de dragón, ni de ningún otro animal.
-Si no los recogen aquí, Drago y Gondra morirán -dijo Prem. -Llevan dos semanas sin comer, y no creo que aguanten mucho más.
El director se compadeció de los dos bebés de dragón, y dijo:
-Está bien, déjalos con nosotros, y veremos si somos capaces de hacerles comer.

Durante los días siguientes, el cocinero y las cuidadoras de Bal Mandir ofrecieron a Drago y Gondra todo tipo de alimentos: arroz, huevos, leche, chapatis o lentejas; pero los bebés de dragón no quisieron probar nada. Se les veía muy tristes, y ya casi no tenían fuerzas ni para llorar.
Todos los niños y niñas de Bal Mandir estaban muy preocupados, porque sabían que si seguían negándose a comer, morirían pronto. Un día, una niña pequeña, llamada Sima, se acercó a los cachorros de dragón y les obsequió un dibujo. Gondra se quedó mirando aquel extraño papel lleno de líneas y colores, sonrió, y se lo comió. Entonces Sima sacó su caja de lapiceros de colores e hizo otro dibujo. En esta ocasión fue Drago quien se lo comió. Sima volvió corriendo a su habitación en busca de más hojas de papel, y fue pregonando que los bebés de dragón comían dibujos.

Todos los menores del orfanato sacaron papeles y lapiceros de colores, y empezaron a realizar todo tipo de dibujos, dibujos preciosos que los pequeños dragones no tardaban en devorar. Pronto comprobaron sorprendidos que los dibujos que Gondra y Drago se comían aparecían mágicamente en su piel, de modo que la superficie de ambos quedó totalmente cubierta de coloridos dibujos. Como no paraban de comer, los nuevos dibujos iban reemplazando a los viejos. Poco a poco los jóvenes dragones empezaron a ingerir algunas frutas y verduras, pero su comida predilecta eran los dibujos de los niños y niñas de Bal Mandir.

Gondra y Drago se hicieron mayores, y un día el director de Bal Mandir les explicó que tenían que emanciparse, y empezar a vivir como dragones adultos y responsables. Gondra y Drago lo comprendieron, se despidieron de todos sus amigos de Bal Mandir, y se fueron a vivir a una cueva en la montaña. Desde ese momento, se dice que en las cumbres de Himalaya viven dos enormes dragones que protegen a todos los niños y niñas de Nepal cuando tienen alguna dificultad.

Publicado el 15 de septiembre de 2009 a las 12:15.

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Una mancha

Archivado en: Bal Mandir, Kathmandu, Nepal, Matruchhaya, Sinincay

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La contera de mi muleta izquierda todavía conserva una mancha de pintura de color azafrán que, en septiembre del año pasado, algún niño o niña de Bal Mandir, involuntariamente me hizo con su brocha, mientras pintábamos una de las paredes exteriores del orfanato. Tiempo he tenido de quitarla, pero no he querido, porque esa nota cromática tenía la extraña capacidad de evocarme un sinfín de vivencias que no quería olvidar, aunque no todas eran agradables. Cada vez que la miraba, me venían a la memoria imágenes, sonidos y olores de nuestra última experiencia en el hospicio de Kathmandu, y ese recuerdo dibujaba en mi rostro una bobalicona sonrisa, que probablemente a más de uno habrá inquietado al observarme.

Creo que tampoco a los niños y niñas de Bal Mandir les preocupan mucho esas máculas producidas por el trabajo; algo que, en cualquier otro lugar provocaría el enfado de sus progenitores y una buena regañina. Aunque intentamos siempre que sus envejecidas ropas no se manchen, este tipo de accidentes resultan inevitables. Por otro lado, sus cuidadoras parecen indiferentes a esas pequeñeces. Tendrán cosas más importantes por las que preocuparse. Ojalá también a los menores de Bal Mandir, como me ocurre a mí, esos pequeños rastros de la actividad pictórica les hagan rememorar el tiempo excepcional que pasamos juntos en sus vacaciones. Y si duran hasta el siguiente Dashain, mejor todavía, porque podrían ayudar a mantener viva la ilusión del reencuentro.

Publicado el 14 de septiembre de 2009 a las 10:15.

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Reencuentro con Bal Mandir

Archivado en: Bal Mandir, Kathmandu, Nepal, Matruchhaya, Sinincay, Pinto, UCM

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El martes, 8 de septiembre, después de un larguísimo viaje, llegamos a Kathmandu; pero hasta hoy no hemos podido reencontrarnos con nuestros niños y niñas de Bal Mandir. Ha sido un día especialmente intenso y lleno de emociones. Nos ha gustado comprobar que todos se alegraban mucho de nuestro regreso. Este año hemos venido desde España un grupo de diez personas, pero se nos sumarán varios alumnos de Bellas Artes de Kathmandu, y recibiremos también la ayuda de algunas niñas ex Bal Mandir como Sunita y Kalpana, de modo que nuestro grupo de trabajo puede ser de unas quince personas. En esta nueva edición de "Color en Bal Mandir" hay algunas novedades.

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Publicado el 10 de septiembre de 2009 a las 11:30.

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Así es 'Tres en raya', la muestra sobre orfanatos de India y Nepal en Madrid

Archivado en: Sinincay, Bal Mandir, Matruchhaya, India, Nepal, orfanatos

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Aquí os dejo algunas fotografías de la exposición 'Tres en raya', que hasta el 19 de junio puede verse en el jardín tropical de la Estación de Atocha, en Madrid. Las dos primeras fotografías fueron tomadas el 1 de junio, el día del montaje. Las siguientes han sido tomadas por nuestra compañera Mónica, el pasado jueves 4 de junio.

Publicado el 8 de junio de 2009 a las 13:45.

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60 imágenes de 'color' en la UCM

Archivado en: Ecuador, India, Nepal, UCM, orfanatos

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Tres en raya. Color en orfanatos de Ecuador, India y Nepal se puede visitar hasta el viernes 3 de abril, en la Sala de Exposiciones de la Facultad de Bellas Artes de la UCM, de lunes a viernes de 9 a 14 horas, y además, lunes y martes de 15 a 17 horas.

Esta exposición consta de 60 fotografías de gran formato, que ilustran el trabajo que llevamos a cabo en 2008 con los menores que habitan los orfanatos de Matruchhaya (India) y Bal Mandir (Nepal), y con cien niños de Sinincay, un "pueblo huérfano" de Ecuador.

A pesar de que la exposición ya está abierta, el viernes 27 de marzo, a las 18 horas, en el Salón de Actos de la Facultad de Bellas Artes, haremos una breve presentación de los proyectos, Y estrenaremos el documental Color en Matruchhaya 2008 (27 minutos de duración). Después bajaremos a la Sala de Exposiciones, para ver juntos las fotografías y tomar un aperitivo. Vuestra asistencia será motivo de alegría.

Publicado el 24 de marzo de 2009 a las 12:30.

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Cap.2. 'Tres en raya', color en orfanatos de Nepal

Archivado en: Kathmandu, Nepal, 'Tres en raya'

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Bal Mandir es un enorme orfanato estatal de Kathmandu, la capital de Nepal. En él viven unos doscientos menores de todas las edades, pero más niñas que niños, y con un elevado porcentaje de discapacitados.

Ha sido la tercera vez consecutiva que trabajamos allí, aprovechando su periodo vacacional del Dashain, entre septiembre y octubre de 2008, para tratar de llevarles color, afecto y alegría.

Con ellos hemos dibujado, hemos pintado sobre las paredes de uno de los rincones más emblemáticos del orfanato, y hemos elaborado máscaras para una representación final.

Pero, en esta ocasión nuestro grupo de siete universitarios de la UCM, se ha visto ampliado por cuatro estudiantes de Bellas Artes de Kathmandu, más cuatro expertos de diferentes áreas, que se han sumado a nuestro grupo, y han podido incidir en cuestiones higiénico-sanitarias. Más imágenes

 

 

Publicado el 12 de enero de 2009 a las 18:00.

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Cap.1.'Tres en raya', color en orfanatos de Ecuador, Nepal e India

Archivado en: José Luis Gutiérrez Muñoz, Ecuador, Nepal, India, Sinincay

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Algunas de estas imágenes compondrán la muestra 'Tres en raya', que, con 60 fotografías, ilustra nuestro trabajo en Ecuador, Nepal e India durante el año 2008.

El pasado año llevamos nuestras actividades a tres puntos diferentes: un pueblo de Ecuador llamado Sinincay, Bal Mandir y Matruchhaya, los orfanatos de Nepal e India en los que venimos trabajando desde hace años.

El 6 de febrero inauguraremos esta exposición en el Centro Joaquín Roncal de la CAI Zaragoza.

Más tarde, en marzo, las expondremos en nuestra Facultad de Bellas Artes, en Madrid, y suponemos que se exhibirán en más lugares.

A continuación os cuento más detalles de nuestro trabajo en Ecuador:

COLOR EN SININCAY

Sinincay es un pueblo de Ecuador con unos dieciocho mil habitantes, en el que se estima que más de dos mil niños y niñas trabajan en la elaboración de ladrillos de arcilla.

Por otro lado, la pobreza hace años que viene empujando a muchos hombres y mujeres de Sinincay a buscar trabajo en el extranjero, generalmente en Estados Unidos o España, lo que ha aliviado la situación económica de muchas familias, pero ha introducido nuevos problemas, pues los hijos generalmente han quedado al cuidado de la madre, o de algún pariente, y se ha visto alterada la relación familiar.

Seis universitarios de la Universidad Complutense de Madrid trabajamos en este pueblo durante el mes de julio de 2008, con unos cien niños y niñas, de entre cinco y doce años de edad, que las monjas del “Jardín de Infantes Nuestra Señora de la Merced” habían dividido en cuatro grupos.

Nos alojamos en ese convento y utilizamos sus instalaciones para llevar a cabo diversas actividades creativas: dibujo, pintura, modelado y elaboración de figuras de papel maché. Pero, sobre todo, intentamos que nuestra estancia allí fuera motivo de alegría y esparcimiento para esos menores.

Siempre que hemos visitado las ladrilleras de Sinincay, hemos tenido la impresión de que retrocedíamos en el tiempo. La producción de ladrillos allí conserva un carácter netamente artesanal, como si la revolución industrial hubiera ignorado ese hermoso lugar.

Cada familia extrae arcilla de las laderas de la montaña con palas, la echan a una especie de poza circular, donde la mezclan con agua y la amasan haciendo caminar por ella a uno o varios toros que pisotean el lodo. Amasado el barro, utilizan cajones de madera como molde para que todos los ladrillos tengan el mismo porte. Cuando están secos, preparan la hornada. Apilan ordenadamente diez o doce mil ladrillos sobre una plataforma. Una fila de ladrillos ya cocidos hace de paredes de ese horno improvisado a la medida del contenido.

Recubren con lodo las juntas, encienden fuego bajo la plataforma, y lo alimentan con leña durante dos días. Mantendrán el horno cerrado durante quince días, tras los cuales, los ladrillos estarán listos para ser vendidos. Algún constructor acudirá allí para comprarlos, y pagará unos quince centavos de dólar por ladrillo, lo que dará a la familia lo justo para seguir viviendo, y en algunos casos pagar las deudas acumuladas a cuenta de la hornada.

Esta actividad es tan precaria económicamente, que difícilmente da para pagar salarios, por eso generalmente en las ladrilleras trabaja toda la familia, y es la razón por la que hay tan elevado número de menores empleados en esas labores, sin escolarizar. A nuestras actividades no acudió ninguno de esos niños ladrilleros; sí algunos que ayudan a la familia al salir de la escuela, o en vacaciones, e hijos de emigrantes.

LA VIDA DE ANA

Ana vive en el sector de La Dolorosa, arriba en la montaña, un barrio plagado de ladrilleras. Es muy alegre y comunicativa. Ayer mismo nos invitó a visitar la empresa de su familia en plena actividad. Tiene cuatro hermanas más, ella, con diez años de edad, es la pequeña.

Todos los días viene a clase con dos sobrinos, hijos de su hermana mayor, que ahora vive y trabaja en Estados Unidos. En la visita a su ladrillera conocimos a su padre, que dejó de trabajar en cuanto llegamos, para atendernos. También él fue emigrante en los Estados Unidos.

Asegura que allí ganaba mucho dinero, pero al poco tiempo enfermó, supone él que por fatiga y por la dureza del clima. Se vio obligado a regresar a Sinincay, y empezó a trabajar en la ladrillera. La madre y la hermana de Ana siguieron haciendo ladrillos durante nuestra visita, aunque cuando se acercaba la hora de nuestro regreso, dejaron de trabajar, y la hermana bajó por la ladera en busca de una botella de refresco y unos vasos.

Rocío, la única hermana de Ana que trabaja en la ladrillera, tiene dieciocho años, dice que al finalizar la escolarización primaria, a los doce años, tuvo que ayudar a la familia con una dedicación mayor. Trató durante un tiempo de compatibilizar su trabajo con el colegio, pero le resultó imposible. Actualmente trabaja desde las ocho de la mañana hasta las séis de la tarde, de lunes a viernes, con una interrupción para la comida.

El sábado se ocupa sólo media jornada. Raquel, una de las alumnas que forma parte de nuestro grupo, le preguntó qué hacía por las tardes cuando terminaba de trabajar. -Descansar -dijo la hermana de Ana. -¿Y los fines de semana? -insistió Raquel. -Descansar también -respondió Rocío. -El trabajo en la ladrillera es muy duro -añadió la chica tratando de justificarse.

La propia Ana asume que esa será también su obligación en cuanto cumpla los doce años de edad y finalice su educación primaria.

LA VIDA DE KERLEY

Kerlye es una niña de seis años de edad que un martes por la tarde se enamoró súbitamente de Santiago, un niño de once años, de su mismo grupo. La flecha de Cupido hizo blanco en el corazón de Kerlye, quien comunicó a sus primas, primos y hermano el repentino acontecimiento; y éstos, muy diligentes, se lo transmitieron a Santiago, e incluso concertaron una cita para el día siguiente, a las dos de la tarde, en el parque situado frente al convento.

Santiago aceptó, o simplemente no respondió, porque lo cierto es que es un niño muy tímido, el caso es que de inmediato nos hicieron partícipes a todos del feliz evento.

La fantasía de ellos se disparó, y empezaron a organizar un encuentro digno de las más románticas telenovelas. Kerlye, más pequeña que sus parientes, se dejó asesorar, y apareció deslumbrante el día señalado. Un precioso vestido rosa, con falda de tul, zapatos blancos de charol, y una flor blanca prendida del pelo, hacían que Kerlye pareciera una auténtica princesa.

Llenaron una bolsa con pétalos de flores, para lanzarlos al aire en el momento en que los enamorados se besaran, cosa que ya habían explicado a Kerlye que sería necesaria para poder sellar la relación, y ser novios de verdad.

Escribieron una declaración de amor plagada de corazones, y pidieron a Samuel que se escondiera tras unos setos, y tocara alguna dulce melodía con su flauta, algo a lo que nuestro alumno se negó. A las dos, Kerlye ya estaba sentada en un banco del lugar señalado, pero rodeada por una comitiva de parientes y curiosos de casi diez niños.

Poco después vimos aparecer por el fondo de la plaza a Santiago, quien, con cara de perplejidad miró al nutrido grupo, y asustado dio media vuelta. -¡Santiago,  ven aquí, Kerlye te está esperando! –gritaron los acompañantes de la niña.

En ese momento Santiago echó a correr, y los amigos de la novia salieron disparados tras él. Kerlye se quedó sola, con cara de sorpresa al principio, y de profunda tristeza después, cuando comprobó que Santiago corría como si lo siguiera el diablo.

Entonces empezaron a rodar unas lágrimas por sus mejillas, y Raquel y María, las dos alumnas de nuestro grupo, salieron del convento, desde una de cuyas ventanas observábamos a escondidas, y trataron de consolarla. A las tres de la tarde todos acudieron puntuales a nuestra sesión, incluidos Santiago y Kerlye, como si nada hubiera ocurrido.

Ese día teníamos programado realizar fotografías con cada menor portando su animal ya terminado. Allí estaba Kerlye con su vestido de princesa, todavía dibujada la decepción en su rostro, pero dispuesta a posar en la sesión fotográfica, como una verdadera modelo, sin reparar en lo extraño de su indumentaria. Por no aumentar su dolor, no le pedimos que se cambiara de ropa, y la fotografiamos vestida de esa guisa.

Publicado el 7 de enero de 2009 a las 19:45.

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José Luis Gutiérrez Muñoz

José Luis Gutiérrez Muñoz

José Luis Gutiérrez Muñoz (Madrid, 1963), pofesor Titular y Director del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Director del Grupo de Investigación UCM "Arte al servicio de la sociedad". Responsable de diversos proyectos de cooperación al desarrollo que desde 2004 vienen llevándose a cabo en orfanatos de India, Nepal y Ecuador.

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