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Blog de José Luis Gutiérrez Muñoz

Sonrisas de colores

Balance final 'Color en Bal Mandir 2008'

Archivado en: Kathmandu, Bal Mandir, Matruchhaya, Pinto, Dashain, Nepali Children Organization

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Madrid, 24 de noviembre de 2008

Cuando regresé de Kathmandu, el 17 de octubre, pasé varios días sin apenas poder dormir, no sólo por el desajuste horario, sino también porque continuamente me venían a la mente escenas de Bal Mandir, y cuando me acostaba, mi cabeza se empeñaba en tratar de encontrar soluciones imposibles a los numerosos problemas de ese orfanato.

Ha sido la tercera vez que trabajo allí. En anteriores ocasiones había regresado impresionado por todo lo visto, pero optimista en cuanto a las posibilidades de modificar esa cruda realidad. Esta vez, en cambio, me he sentido abatido, porque he tenido la impresión de que buena parte de nuestros esfuerzos han sido en vano. Bal Mandir sigue siendo el mismo lugar miserable, donde malviven doscientos niños y niñas en condiciones inhumanas, y me indigna pensar que alguien pueda estar lucrándose gracias a la mala situación de esos menores.

He dejado pasar un tiempo para serenar mis sentimientos. No deseaba hacer un balance final afectado por el pesimismo, la tristeza y la rabia que en esos días sentía. Por otro lado, sabía que era necesario dejar a un lado todos aquellos pensamientos negativos, porque en sólo unos días, el 23 de octubre, iniciaba un nuevo proyecto en Matruchhaya que requería toda mi atención, pero era consciente de que, tarde o temprano, tendría que ordenar mis ideas y tratar de extraer conclusiones de la última experiencia en el orfanato de Kathmandu.

En 2006 trabajé allí con cinco alumnos de mi Facultad, más otros cinco de la Facultad de Bellas Artes de Kathmandu. Nos propusimos llevar color y alegría a aquellos menores, desde el convencimiento de que lo necesitaban tanto como otros asuntos primordiales; pero lo cierto es que no nos conformamos con eso. Las condiciones de vida en ese enorme orfanato nos parecieron tan duras, que inmediatamente pensamos que debíamos de luchar para tratar de transformarlas.

Quizás fuimos demasiado ingenuos, pero lo cierto es que hicimos todo lo posible para que nuestra ayuda sobrepasara el ámbito de lo puramente lúdico o creativo.

En 2007 nuestro grupo fue de siete personas, más cuatro alumnos de Kathmandu. En esa ocasión conseguimos una donación económica adicional del Ayuntamiento de Pinto para la adquisición de artículos de primera necesidad para los huérfanos de Bal Mandir. Estábamos felices con ese logro. Compramos ropa y calzado para los menores de ese orfanato, y de otros cuatro que pertenecen a su misma red.

Por otro lado, con el dinero obtenido por la venta de algunas de las fotografías que expusimos, pudimos comprar muchos medicamentos, de acuerdo con las necesidades expresadas por el doctor que regularmente les visita; y además, a petición del director del orfanato, adquirimos un frigorífico grande para la mejor conservación de las medicinas. Colaboramos personalmente en la distribución de las distintas prendas. Los huérfanos de Bal Mandir parecían contentísimos con sus nuevas ropas y calzado.

Ese año, incluso nos atrevimos a diseñar un programa de becas para ayudar a los niños y niñas de dicho orfanato que deseaban seguir estudiando, y no podían hacerlo, al quedar fuera del amparo de Bal Mandir, por la edad. Creíamos firmemente en nuestra capacidad de transformar esa cruda realidad, con la ayuda de los numerosos amigos que empezaron a prestarnos su apoyo.

Gracias a eso, este año hemos tenido más recursos económicos que nunca, y el equipo ha sido suficientemente numeroso como para atender otras necesidades. Hemos podido distribuir ropa y calzado a más de quinientos niños y niñas de once orfanatos distintos de la red de Bal Mandir. Esta vez hemos sido once voluntarios españoles, más cuatro alumnos de Bellas Artes de Kathmandu. El grupo inicial, financiado por el Ayuntamiento de Pinto, estaba formado por siete personas, pero finalmente el Consejo Social de nuestra Universidad hizo posible ampliar el equipo con cuatro colaboradoras más.

Además de ropa, hemos vuelto a comprar gran cantidad de medicamentos. Para todo ello, hemos recurrido a la mediación de un buen amigo de Kathmandu, de absoluta confianza, al que transferimos la cantidad de dinero necesaria para poder hacer frente a estos gastos, de modo que, cuando llegamos a Kathmandu, el 18 de septiembre, buena parte de las prendas ya estaban distribuidas por los diferentes orfanatos, a la espera de repartirlas entre los niños el día grande del Dashain, el 2 de octubre.

Por otro lado, el programa de becas se pudo hacer realidad, y ya son cinco los menores que se benefician de esta ayuda, que parte de la ilusión y el esfuerzo económico de muchos amigos españoles. Deseamos extender este tipo de ayudas a más niños y niñas, prestando especial atención a los que tienen alguna discapacidad. Creemos que la educación es la mejor herramienta para ayudarles a salir de la marginalidad y pobreza que les condujo al orfanato.

También hemos enviado a un hospital de India, con dinero de nuestros amigos, a dos adultos que acompañan a dos bebés ciegas de Bal Mandir, que en los próximos días serán operadas allí gratuitamente. Dicen que tienen un diez por ciento de posibilidades de recuperar la visión tras la intervención quirúrgica.

Todo esto es muy esperanzador, pero lo cierto es que, al poco de llegar a Bal Mandir, empezamos a ver cosas que no nos gustaban. Los niños y niñas, especialmente los más pequeños y los discapacitados, seguían utilizando las mismas ropas viejas, sucias y rotas de años anteriores.

Muchos de ellos seguían descalzos, y otros usaban unas chanclas tan gastadas, que casi equivalía a no llevar nada en los pies. Bal Mandir seguía siendo un lugar inaceptable para la vida de los niños. Los servicios apestaban, estaban llenos de excrementos diarreicos de los menores. Muchas veces los niños, para evitar pisar las heces de otros, hacían sus necesidades fuera del servicio. Las comidas seguían siendo muy pobres, casi exclusivamente arroz, un día tras otro. Bien es cierto que en estos aspectos ni siquiera hemos tratado de incidir, porque todavía no hemos encontrado el modo de hacerlo. Pero en la ropa y el calzado sí que habíamos gastado mucho dinero. Las prendas de este año todavía no habían sido distribuidas pero, ¿dónde estaban las del año pasado?

Empezamos a preguntar esto mismo a los menores de Bal Mandir. Para ser más concisos, les preguntamos por la prenda más cara del año anterior: un abrigo impermeable con forro polar en su interior, que habíamos comprado para trescientos cincuenta niños y niñas de esos cinco orfanatos de Bal Mandir, para todos los que estaban en edad de poderlo utilizar.

Las niñas más mayores sí conservaban las prendas que habíamos distribuido el año pasado, pero los pequeños afirmaban que el abrigo lo tuvieron varios días, hasta que finalizaron las vacaciones del Dashain, y luego desapareció. Fuimos a hablar con el director, quien se mostró sorprendido, y aseguró que averiguaría lo sucedido. También le dimos la queja a la presidenta del NCO (Nepali Children Organization), quien nos dijo que se sentía muy triste por lo que le contábamos, y que iniciaría una investigación.

Nos fuimos de Bal Mandir sin saber dónde estaban esos abrigos y todas las demás prendas que habían desaparecido. Todavía no hemos recibido una explicación, aunque no perdemos la esperanza, porque les hemos hecho saber que las futuras ayudas, en ese sentido, están condicionadas al esclarecimiento de lo sucedido. Otro día nos reunimos con ambos responsables del orfanato, y les comunicamos que el frigorífico que habíamos comprado el año anterior también había desaparecido. En su lugar, junto a la enfermería, habían colocado otro viejo, más pequeño, que estaba desenchufado y vacío, luego probablemente no funcionaba.

Nuevamente palabras de pesar y promesas de averiguación, pero ni una respuesta hasta la fecha. -"¿Y dónde están los medicamentos?" -preguntamos. -"Se habrán gastado, y los que no, habrán caducado" -nos respondieron.

Las niñas más mayores del orfanato ya nos habían hablado de la corrupción en todos los estamentos de Bal Mandir, desde la presidenta hasta las cuidadoras, pasando por el director y por todos los empleados de las oficinas, pero pensamos que exageraban, que era una forma de rebeldía adolescente.

También nuestros amigos nepaleses, externos a Bal Mandir, nos habían advertido de ese mismo problema, pero nosotros creíamos haber encontrado un modo directo e inmediato de hacer llegar las ayudas a los niños, jamás pensamos que alguien pudiera robarles la ropa y el calzado, después de haberlo marcado con el nombre de cada menor, y de haberlo usado en nuestra presencia durante varios días.

Hay gente sin escrúpulos, que se beneficia de las ayudas que las personas de buen corazón intentan hacer llegar a los más necesitados. Ganas dan de desistir, pero somos rehenes de nuestros sentimientos. Cuanto más conocemos a esos niños y niñas, más les queremos. Son personas muy especiales. Tienen una fuerza increíble para superar las adversidades, y una asombrosa capacidad para devolver con creces el poco afecto que reciben. Por ellos, y sólo por ellos, merece la pena seguir luchando, no podemos abandonarles, pero ya no podemos permitirnos más ingenuidades, debemos de ser muy exigentes con los que gobiernan esa casa, cautos y desconfiados, y estamos obligados a ser absolutamente sinceros con nuestros amigos.

Descárgate el artículo 'Color cántabro en el Orfanato de Bal Mandir' (El Mundo, 19/11/08)

Publicado el 25 de noviembre de 2008 a las 11:15.

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José Luis Gutiérrez Muñoz

José Luis Gutiérrez Muñoz

José Luis Gutiérrez Muñoz (Madrid, 1963), pofesor Titular y Director del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Director del Grupo de Investigación UCM "Arte al servicio de la sociedad". Responsable de diversos proyectos de cooperación al desarrollo que desde 2004 vienen llevándose a cabo en orfanatos de India, Nepal y Ecuador.

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