Archivado en: motociclismo, Marco Simoncelli
Me siento frente al ordenador sobrecogido por el accidente de Marco Simoncelli, con la contrariedad que supone comprobar que un deporte que en ocasiones es sinónimo de espéctaculo pueda ser escenario del juego macabro de la muerte.
Parecía que el destino tenía guardado un as en la manga. No ha habido campeón en 125 c.c. ni en Moto2. Hubiera sido un contraste angustioso la fiesta de un título mundial con la amargura de un accidente de esta magnitud. Pensando en estos dos aspectos, recuerdo a la figura de Marc Márquez y la de otros tantos pilotos con los que se nos llena la boca a la hora de hablar de niños prodigios. La muerte de Simoncelli viene a recordarnos lo que muchas veces olvidamos: que estos imberbes se están jugando la vida en cada carrera, y no me refiero a la banalidad de los puntos o las victorias.
El año pasado le tocó a Tomizawa y este año a Simoncelli. Es el momento para el luto, pero poco después deberá dejar paso a la reflexión. Descanse en paz.
Publicado el 23 de octubre de 2011 a las 11:00.