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MEDIO AMBIENTE INCENDIOS

La lluvia no apagará nuestro aliento

Creo que nunca antes había agradecido tanto las lluvias como las de las últimas semanas. Quizá nunca me había apaciguado y calmado de esta manera el agua. Es más, posiblemente no había valorado un bien tan preciado como escaso, y sin duda reconfortante. No exagero si digo que ha tenido en mí y creo que también en las personas que me rodean un efecto de catarsis. Y cae ahora esa lluvia sobre nuestro patrimonio natural como un bálsamo de sed.

Archivado en: Antonio Silván, lluvias, incendios, incendios provocados

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Antonio Silván / Consejero de Fomento y Medio Ambiente
07/11/2011 - 09:52

Jamás dejamos de mirar a nuestro territorio. Ahora me permitirán que personalmente lo haga, si cabe, con un espíritu más protector. Hemos dado por concluida la fase más alta de alerta de incendios forestales, de hecho mañana presentaremos su balance, pero la campaña de incendios no ha terminado. En los próximos meses seguiremos trabajando, acomodando plantillas y recursos y buscando las mayores cotas de efectividad y eficacia en la protección forestal.
Me han preguntado con insistencia a lo largo del verano cómo iba el operativo. Y no es que no quisiera responder pero deben entender que su desarrollo nunca ha dependido exclusivamente de nosotros, tampoco la evolución de las hectáreas calcinadas. Hubiera sido atrevido. Hoy comprendo que habría sido insensato. No podemos olvidar que sólo el siete por ciento de los incendios tiene una causa natural; dicho de otra forma, más del noventa por ciento están ocasionados por la acción del hombre. Pero cuando además interviene la intencionalidad, la maldad de quienes disfrutan con la destrucción y el terror, la extraordinaria labor de nuestros excelentes agentes contra incendios, de nuestros mejores medios, se queda siempre, siempre, muy escasa porque, insisto, el desarrollo de los incendios, del fuego y de quienes disfrutan con el mal es impredecible. De hecho, aunque podemos decir que este año ha sido satisfactorio para la protección de nuestro entorno, sobre todo para el mantenimiento de la masa arbolada, ha sido terrible en lo personal. La muerte de Aitor, un joven fuerte y valiente, preparado en lo suyo, con vocación de protegernos frente al fuego y que lo hiciera mientras atacaba uno de los incendios intencionados marcará el resto de mi vida. Pienso en su familia, sus amigos, sus compañeros. A ellos les falta ya parte de la suya. Y con Aitor y todos ellos tenemos, cuando menos, una deuda de gratitud. Ha sido una terrible muerte ocasionada por un atentado que espero marque también a su responsable por el resto de sus días, y si puede explicarlo ante la justicia aún mejor.
Mañana haremos ese esperado balance de incendios. Y no me gustaría que ese análisis quedara sólo en una exposición estadística de hectáreas de matorral o arbolado, ni si se mejoran los resultados respecto a otras campañas, o si es una u otra la provincia más o menos afectada. Me gustaría abrir un debate sobre cómo algunos municipios de la Comunidad, con medias de trescientos habitantes, han sufrido en los últimos cuatro meses casi un centenar de incendios. Para mí resulta inexplicable. Estos datos, estas reflexiones, las haremos en el Centro para la Defensa del Fuego, referencia para la formación, preparación e investigación de nuestro personal en materia de incendios. Por eso quisiera que ese balance fuese ante todo un reconocimiento a la abnegada labor -nunca lo suficientemente recompensada- de todo el personal que participa en la extinción de incendios, de quienes protegen, en muchos casos con su vida, nuestros montes. No creo que haya un mejor ejemplo de colaboración que la que existe en la extinción de incendios, la cooperación, el entendimiento, la coordinación sin fisuras de las distintas administraciones. Y la colaboración ciudadana, la concienciación de que los incendios son un problema de todos, que la lucha contra los incendios es una lucha de todos. Es una lucha colectiva, de las administraciones y de los ciudadanos que no tienen miedo frente a las llamas y que deben perder el miedo a hacer frente a aquellos que de forma intencionada queman el monte y que de forma quizás no intencionada pero sí responsable provocan, desgraciadamente, la muerte.
La campaña de incendios no ha terminado, seguiremos trabajando. Y les digo una cosa: no cejaremos en nuestro objetivo de combatir el fuego en cualquiera de sus frentes. También les advierto de que la lluvia, por mucho que nos alivie, no apagará nunca nuestro aliento.

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