Con una banda sonora exquisita, Kar Wai Wong dirige este relato propio sobre el amor en clave de llaves, puertas y esas personas ajenas en cuyo espejo encontramos nuestro camino. El casual encuentro en un bar neoyorquino, ingenioso punto de partida a un hipnótico viaje.
Archivado en: My blueberry nights, Kar Wai Wong, Norah Jones, Jude Law, Natalie Portman
Norah Jones aprueba de largo en su primer papel como 'prota'
gentedigital.es/Marcos Blanco Hermida
16/12/2008 - 09:30
Así como se construyen, los amores se derrumban. Desaparece la magia, aparecen otras personas o, simplemente, la llave con la que abrías el corazón de tu 'partenaire' ya no funciona. Queda otro amor, que puede resurgir de la nada para provocar un dolor más inmenso, inesperado, cuando constatas que no habrá segundas oportunidades. Cuando la muerte, por frustración o desconocimiento, provoca un divorcio eterno. Sobre estas y otras muchas cosas versa 'My blueberry nights', la última película de Kar Wai Wong, un director honkonés con una sensibilidad exquisita a la hora de acometer pequeños grandes relatos como éste.
Aunque la 'peli' hace daño, anestesia cualquier intento de exacerbar los sentimientos. Utilizando una excelente banda sonora, esta obra cinematográfica tienes aires independientes considerando algunos detalles técnicos o narrativos (recuérdese el beso silencioso o la amenaza de Arnie con la pistola), pero las moralejas tienen un significado universal. El bar de Jeremy (Jude Law está inmenso) focaliza las primeras escenas del filme. Norah Jones (Elizabeth), interesante en su primer papel como 'prota', inicia una singular amistad con este gracioso 'inglés' tras conocer que su infiel querido ha cenado en tal lugar con otra mujer. Transcurren sus encuentros entre esas historias relacionadas con llaves 'perdidas,', tartas de arándanos con helado y el visionado de una cámara que permite a ambos contemplar lo que se han 'perdido'.
Los desengaños amorosos sirven, en muchas ocasiones, para descubrir quién es uno en realidad, dónde se había quedado con anterioridad. Y un largo viaje, mirándose en el espejo de los demás puede constituir un bálsamo adecuado. Así lo hace Elizabeth, que vale más por lo que calla que por lo que dice, surcando la América Profunda desde Nueva York en autobuses, observando la confusa naturaleza de los seres vivos. La estrecha relación que Elizabeth establece con un policía alcohólico (David Strathairn merece un fuerte aplauso) obesionado por su ex mujer Sue Lynne (Rachel Weisz pone toda la carne en el asador) o el juego moral que trae consigo la presencia de Leslie (Natalie Portman contagia inseguridad a raudales)son experiencias que forjarán el nuevo espíritu de 'Lizzie'. A todo esto, no deja de mantener correspondencia con su camarero favorito, capaz de telefonear a 90 restaurantes de Memphis para intentar dar con ella. Las postrimerías fílmicas, una verdadera y cremosa caricia, rememorando aquellos instantes perdidos.
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