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Gonzalo Giner: "África no le importa a casi nadie y hay empresas que la están expoliando"

El escritor madrileño vuelve a poner al lector ante una realidad incómoda en ‘La bruma verde', una novela que recibió el reconocimiento del premio Fernando Lara.

Archivado en: literatura, Premio Fernando Lara, Gonzalo Giner, África

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Gonzalo Giner

Gonzalo Giner / Foto: Carlos Ruiz

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Francisco Quirós
16/10/2020 - 00:12

Dos de sus grandes pasiones son el mundo animal y la literatura. A la primera ya le dedicaba tiempo y esfuerzo en su labor como veterinario, pero desde hace más de una década Gonzalo Giner (Madrid, 1962) lo aborda desde otro prisma diferente, el de sus novelas. Una buena muestra de ello es ‘La bruma verde', su nueva producción literaria que salió a la venta el pasado 6 de octubre.

Tres años después de ‘Las ventanas del cielo' publicas ‘La bruma verde', que sale a la venta con un premio bajo el brazo, el de Novela Fernando Lara. Imagino que contento por el galardón.
No solo contento, estoy orgullosísimo porque me parece un reconocimiento muy bonito por parte de mis propios compañeros, porque Fernando Delgado, como portavoz del jurado, me comentó que había sido elegida por unanimidad, que lo tenían clarísimo, era la novela que más les había gustado y con unos elogios preciosos. Además, tiene el añadido de que no es una novela histórica, sino que esta vez me he movido por otros derroteros.

¿Por qué has escogido África y más concretamente Congo para el contexto de la novela?
Toda la novela nace a través de algo que había leído sobre dos primatólogas, Jane Goodall y Dian Fossey. Además se dieron varias coincidencias. Hace años estuve en el mismo escenario que Dian Fossey, donde ella visualizó que tenía que hacer algo por los primates, una zona peligrosa de Tanzania, cerca del Serengueti. Me hubiera gustado ayudar a las tribus de esa zona que trabajan con ganado vacuno y con cabras, porque sé que desde el punto de vista veterinario les podría ser útil. No lo logré en ese viaje y tenía ese remordimiento de hacer algo por esa gente que vive en un espacio tan conflictivo. Tenía todos estos antecedentes y un día conocía a una española, Rebeca Atencia, que es la mano derecha de Jane Goodall allí. Entonces decidí que debía crear una historia en la que coincidieran todos estos factores, un país como el Congo, donde además se están dando problemas de deforestación, de compra masiva de especies... En definitiva, una novela que tuviera una parte de denuncia.

"La moraleja es que si protegemos a la selva, ella nos protegerá”

Tu bagaje como veterinario se plasma en tus novelas a través del protagonismo de perros, caballos y ahora chimpancés. ¿Tienen algún carácter simbólico estas especies?
Los chimpancés en este caso tiene un protagonismo casi obligatorio, porque los personajes principales de la novela van a observar qué está pasando con los primates en Congo, que es una auténtica barbaridad, se les está quitando su zona de movimiento natural, también hay cazadores furtivos que venden luego su carne a mercados extraños... Puede parecer poca cosa, pero estamos hablando de miles de animales. Con la deforestación una de las especies que más está sufriendo es la de los chimpancés. Estas primatólogas tienen centros de rehabilitación de primates, en concreto el de Jane Goodall está en el antiguo Congo francés, lo que es ahora la República Democrática del Congo, aunque para la novela he escogido el antiguo Congo belga. Los chimpancés tienen una mirada especial, compartimos el 98% de su genoma, tienen inteligencias que me apetecía poner en claro.

La historia de Bineka es, lamentablemente, la de muchos niños en África, que vienen al mundo en un entorno hostil y con pocos recursos. ¿Funcionaría igual de bien la novela si el protagonista fuese adulto?
Se siente más empatía en el lector cuando ves que es una niña, que es una persona indefensa, un adulto tiene más recursos para luchar contra todo lo que acontece en la novela. Bineka es pequeña de edad y de talla, pero que tiene unas connotaciones muy particulares, ella cree que es hija de la selva y será este entorno el que la proteja. Eso será lo que iremos viendo durante todo el recorrido. Hay una empresa que destroza su aldea y toda la selva que hay alrededor, se ve obligada a escapar de una zona y le irán pasando varias cosas que llamarán la atención del lector. Desde su pequeñez y su inocencia se propone hacer algo para mejorar el mundo en el que vive. Y esa es la moraleja que me gustaría que los lectores sacaran.

En contraposición a Bineka está Lola, una directiva de éxito que se da cuenta de la realidad de esta zona cuando está allí. Como ella, ¿vivimos demasiado al margen de los problemas que asolan a África?
Vivimos muy al margen de lo que sucede en ese continente desde hace muchísimo tiempo. Todos los continentes han tenido su oportunidad, se me ocurren los ejemplos de algunos países sudamericanos y del Oriente asiático, pero África parece que siempre está pidiendo su turno para solucionar sus problemas endémicos. Pero no le importa a casi nadie y encima, como tiene unos recursos naturales espectaculares, hay empresas o sociedades que se hacen ricas con el expolio, llevándose materias primas que no les corresponden. Incluso los fondos de ayuda para el tercer mundo, que pagamos todos los países, en algunos casos no se tienen muy en cuenta cómo se están utilizando y hay muchas partidas, como denuncian las ONG, que no llegan al sitio adecuado y acaban en manos de gente sin escrúpulos.

"La acción del hombre se traduce en catástrofes como la Covid" 

En la novela se tratan varias temáticas, como la crueldad o la corrupción, que no solo están presentes en África sino en cualquier ser humano de todo el mundo. Sin embargo, como Valentín, otro de los personajes de la novela, miramos a ese continente con estereotipos y prejuicios.
Completamente de acuerdo. En África conviven muchas realidades, el lector va a ver que dentro de todo el conjunto, lamentablemente, también hay personas para las que la violencia va asociada a su ser. África es pobreza, lealtad, pero también un sitio donde convive lo peor. La novela está ambientada en una zona que limita con Uganda. He intentado ir allí para verlo y documentarme sobre el terreno, pero amigos que han estado me han dicho que no fuera ni en broma, porque te puedes encontrar con milicias ugandeses o ruandesas, señores de la guerra o del coltán, en fin, gente que se dedica a robar y expoliar. Todavía quedan restos de la batalla entre los hutus y los tutsis, es una zona complicada. Pero África tiene muchas caras.

Lo que me gustaría es que nos concienciemos de que, al igual que la protagonista de la novela, debemos proteger a la selva, porque entonces ella nos va a proteger a nosotros. Si fuera así no pasarían ciertas cosas que están ocurriendo, como la pandemia por Covid o como muchas catástrofes que han ocurrido. Desangramos la selva construyendo carreteras y eso comunica a animales salvajes con el hombre que, en otro caso, nunca habrían tenido contacto. Se pueden hacer cosas.

 

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