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Rayden: "Me iría todavía mejor si repitiera hasta la saciedad aquello que me funciona"

El artista madrileño acaba de publicar ‘Homónimo', un disco que está teniendo una excelente acogida por parte de público y crítica. La rúbrica a esta etapa llegará con el concierto de noviembre en el WiZink.

Archivado en: entrevistas, música, Rayden

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"Estoy acojonado con el concierto del WiZink, se van a agotar las entradas ¡Es mucha gente!"

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Francisco Quirós Soriano
09/4/2021 - 11:14

Su facilidad para llegar al público a través de la palabra ha quedado patente en reiteradas ocasiones. Ser campeón mundial de las ‘batallas de gallos' en 2006, haber publicado cinco discos de estudio y varios libros serían suficientes motivos para que muchos se durmieran en los laureles, pero el deseo continuo de explorar nuevos horizontes, de dar rienda suelta a su manantial creativo, han hecho del alcalaíno David Martínez Álvarez, Rayden, uno de los artistas del momento.

 

Con mucha previsión dibujaste una trilogía. Ahora que ya ha visto la luz el último de esos tres discos, ‘Homónimo', ¿has sentido en algún momento presión por el hecho de que este álbum tuviera que estar a la altura de sus predecesores?

La verdad es que no. Cuando estás tan ilusionado por hacer algo, es como en el principio de una relación, lo haces todo por inercia, no piensas en la posibilidad de que no vaya a gustar. Tienes una energía que te empuja, que es algo que he sentido no solo con esta trilogía sino con los seis discos. No he tenido presión. Cuando ha salido el disco, que mucha gente lo considera uno de los mejores de mi carrera, he pensado "menos mal".

 

Y en esa hoja de ruta, la guinda del pastel es el concierto del 6 de noviembre en el WiZink Center. ¿Temes que la pandemia pueda trastocar tus planes?

No. Hay que agradecer a grupos como Love of Lesbian que están empezando a dar un poco de claridad para intentar ser parte de la solución. Hay muchos puestos de trabajo en juego, mucha gente que está luchando para que este país no se seque a nivel cultural y estoy tranquilo con eso. Pero, paradójicamente, lo tranquilo que estoy en ese sentido contrasta con lo acojonado que estoy con el concierto de ese día, porque se van a agotar las entradas, ¡es mucha gente! Es bastante presión, pero estoy contento.

 

En ‘Homónimo' se sigue el camino de discos anteriores: canciones que te impactan de primeras pero a las que vas encontrando matices tras varias escuchas. Parece un poco a contracorriente con esa tendencia del consumidor cultural casi de ‘Fast food', de usar y tirar. Tocas muchos palos, pero no vas de farol.

En este sentido, regalo hasta la baraja. Es mi forma de hacer entender lo que a mí me gusta como oyente. Cuando me empezó a gustar la música, porque al principio no me gustaba, me parecía bonito que hubiera canciones que adelantaran por la izquierda a los que en principio eran los grandes temas de los discos. Cada vez me gusta más que esto se estreche más, que las canciones tengan algo que decir. En las firmas de los discos pregunto a los fans si les ha gustado el disco y especialmente cuál es la canción que menos les gusta, para tener margen de mejora. Esto da amplitud de espectro a los discos, si todos fueran a sonar igual... Hay mucho público que escucha los álbumes en diagonal, pero tengo mis técnicas para que cuando vuelvan a un tema mío descubran algo nuevo.

 

En la canción ‘El mejor de tus errores', no te has limitado a colaborar con Alice Wonder, sino que además ella ha compuesto parte de la letra.

El 99% de los artistas con los que colaboro, lo que cantan es su letra y la que canto yo es mía. Alice es una gran letrita, poco recomendable si acabas de dejar una relación (entre risas). Menos mal que quedaron bien las voces, es la única vez que me he sentido pequeño en un estudio. La sensación que tiene la gente cuando escucha colaboraciones en mis discos es que tenía que ser así, por muy raro que se vea sobre el papel.

 

Siguiendo con esa canción, en ella navegas por estilos musicales diversos. ¿Por qué, tanto público como crítica, tenemos la necesidad de acotarlo todo en una etiqueta demasiado concreta?

Soy conocedor de que si aquello que me funciona lo repitiera hasta la saciedad, me iría incluso mejor, y eso que me va muy bien. Pero no me llama. Se lo comenté a mi psicoanalista y me dijo que tengo miedo al foco. Si en un videoclip no salgo con la ropa de alguien y llevo una prenda mía que me gusta, ya no me la vuelvo a poner porque pienso que la gente va a decir que la llevo para que me reconozcan. Así me pasa con la música: cuando veo que algo funciona, rehuyo y busco hacer otra cosa. También es cierto que no todo vale y cuando quiero hablar de una temática veo un estilo donde casa más; por ejemplo, en ‘El mejor de tus errores' me pegaba algo cercano al folk, con cierto parecido a José González, porque camina hasta que crece arriba del todo. Para estoy soy muy rayado, busco la coherencia, que alguien que no entienda mi idioma se quede con una idea. Desde aquí agradezco a mi público, que entiende mis propuestas y madura conmigo porque ahora que estamos con la promoción, me planteo cómo es que alguien vaya a descubrir un disco y ya sepa cómo va a sonar. Muse, Leiva y Sabina... Todos sabemos cómo van a sonar, son artistas increíbles; conmigo el público creo que debe tener la sensación de no saber qué se va a encontrar.

 

De otra de las canciones de este disco, ‘La mujer cactus y el hombre globo', has dicho que es quizás la mejor que has escrito. ¿Qué pincha más para sentarse a componer, el amor o el desamor?

Las dos. Todo lo que te saca de la sala de espera, ya sea el alta médica o entrada en quirófano, te mueve para llevarlo a una canción. Nunca he estado en blanco pero me he sentido menos prolífico cuando he estado muy bien y al pasarme algo malo ser capaz de escribir un disco, un libro y sacar hasta un vino. Pero también me ha pasado al revés, pasar de estar mal y que surja algo bueno como impulso para dar luz a nuevas creaciones.

 

Décadas atrás, cuando artistas como Michael Jackson o Madonna estrenaban un videoclip esto se convertía en un evento mundial. En cambio, ahora esa herramienta parece que ha perdido fuerza. En tus videoclips está muy cuidada la producción. ¿Sientes que vas a contracorriente?

Siempre, para todo. Para qué voy a perder el tiempo a quejarme en redes sociales de cómo se podrían hacer las cosas si ya las hago yo. Los videoclips me encantan, esa magia de deconstruir las canciones, de potenciarlas, de darles una imagen que casa con ellas... Por ejemplo, en ‘El mejor de tus errores', si voy a ser el malo de tu película, seré el mejor malo, la época dorada de Hollywood. En ‘Solo los amantes sobreviven' en la que he engañado con la letra, porque parece que hablo de sexo cuando hablo de dejar de querer, y acabo metiendo a una mujer que era actriz de cine para adultos para que nada más verlo te lleves una impresión equivocada: es un casting para hacer reír a alguien. Al público no quiero darle nada por hecho, que pueda oír una canción en diagonal pero si se quiere enfangar y descubrir capas pueda encontrar hasta los huevos de pascua que hay medidos en el videoclip. Todo está estudiado, pero porque soy un ‘tronao'.

 

La pasión por el mundo audiovisual, una participación en la BSO de ‘La casa de papel', el guion de tu carrera musical, una trilogía como si fuera ‘El señor de los anillos'... ¿Alguna vez te veremos ligado al cine?

Antes de este disco hubiera dicho que no, pero ahora sí que me ha picado bastante lo de actuar. Cuando salió ‘El mejor de tus errores' subí un monólogo en el que hice el vídeo entero de payaso, caracterizado, y me gustó. En ‘Don Creíque' representar a un antidisturbios, a un cura, a un patriota o a un banquero es algo que me llama. Me encantaría probar, pero no quiero ser un intruso, bastante tengo con las críticas que me caen cuando publico libros.

 

Hablando de esos ofendidos, ¿cómo lo llevas?

Lo llevo bien. Hace diez años, si había mil criticas buenas y una mala, tenía la necesidad de sentarme frente a esa persona para tratar de explicar por qué esa canción o disco era bueno. Luego me di cuenta de que era un poco de tarado. Con todo el vergel que hay de música, si a alguien no le gusta lo que haces, no pasa nada, para eso estamos.

 

Yo, que soy muy futbolero, una de las canciones que destaco del disco es ‘Ya no quedan centrales como los de antes'. En este sentido, si ‘Homónimo' fuera un futbolista actual o histórico, ¿cuál sería?

Creo que sería un poco Eric Cantona: mucho juego, pero cuando hay que repartir... Un punto elegante pero también con esa otra cara.

 

Eres centenario en cuanto a canciones, pero ¿hay alguna espina que tengas clavada en cuanto que le debas un tema a algo o a alguien?

Sí, y esto no lo he dicho en ninguna entrevista. Tuve un fan que murió hace seis años, después de un cáncer terminal. No le conocía hasta que se puso en contacto su madre con mi antigua oficina y que uno de los sueños que tenía era conocerme. Para mí fue un papelón porque no sabía si quería enfrentarme a eso, odio los hospitales, soy muy respetuoso con todo eso. Fui, le conocí, se llamaba Alfonso y empezamos a tener algo cercano a la amistad durante tres o cuatro años, incluso fui a visitarle a su casa cuando mejoró un poco. Un verano me iba de vacaciones a Londres y tenía pensado verle a la vuelta. Justo murió entonces. Me gustaría dedicarle algo. No quiero que quede como moralina, por eso aún no me he atrevido. Quiero hacerlo porque ese chico me ha enseñado lo que es la fortaleza.

 

¿Qué cartas te quedan por jugar en esta partida?

Ahora mismo siento que estoy en la mitad de mi carrera. Siento que he dedicado un centenar de canciones y una hexalogía a hablar del dicho, ahora quedan otras cien canciones y seis discos a hablar del hecho. Es algo que me he propuesto, quiero que toda mi carrera sea una conceptualidad, porque es mi forma de expresarme y de no dar al público por hecho ni por tonto. Si alguien queda dentro de seis discos, va a ver una obra muy profunda, que hay muchos singles radiables, pero que los discos se sostienen. Ya he encontrado lo que es el dicho, desde el pensamiento hasta verbalizarlo, y ahora me queda el acto.

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